Artículo publicado en El Blog Salmón, el 24 de febrero de 2009:
Aunque el Gran Gatsby sufría por la imposibilidad de repetir el pasado, hoy hemos visto que el pasado sí puede repetirse: hemos vuelto a 1997, al período previo a la crisis asiática. Todavía no se derrumba el baht; el Titanic de Cameron, DiCaprio y la Winslet está recién llegando a las pantallas, con 11 Oscar a cuestas, y Alan Greenspan es el gran genio de las finanzas que resuelve con su simple pulgar el destino de los flujos comerciales, tal como hace dos mil años los emperadores romanos decidían el destino de sus guerreros.
Es 1997 y el Dow Jones, el 7 de mayo, atraviesa raudo los 7.114 puntos, mientras que Jan Ulrich gana el Tour de France, seguido por Virenque, el pirata Pantani y los españoles Olano y Escartín; Jacques Villeneuve es el campeón de la Fórmula 1; y el Premio Nobel de Economía lo reciben Robert Merton y Myron Scholes por desarrollar el método para determinar la valoración de los derivados financieros: MBS, CDO, CDS. Ellos se irán a la dirección de Long Term Capital Management, para aplicar rapidamente las fórmulas premiadas, con lo que provocarán, al año siguiente la cuasi-quiebra de LTCM por un conflicto de mil millones de dólares en futuros.
Esa imposibilidad de repetir los instantes que tan bien narra Scott Fitzgerald en su obra, tiene su signo de angustia. Ayer el Dow Jones volvió a los 7.114 puntos, pero esta vez en caída libre. La advertencia de la quiebra de LTCM hace diez años de nada sirvió para alertar sobre el riesgo sistémico de los apalancamientos excesivos, y la reacción en cadena que podía provocar a nivel global. Nadie supervisó la globalización financiera.
Ahora, cuando toda la infantería y los marines de la Fed y el Tesoro se preparan para la misión suicida del rescate a los bancos, partiendo con el Citigroup, la hemorragia brutal y desproporcionada le quita el apetito hasta al mismo Drácula. Los niveles son inaguantables, y las dimensiones de la caída (véase la gráfica con sus ciclos desde 1990 hasta ayer), son estrepitosos. En 15 meses, el Dow Jones ha perdido la mitad de su valor. En comparación a la actual tormenta perfecta, las anteriores eran leves ventiscas.
Si he partido hablando de Scott Fitzgerald, es porque El Gran Gatsby ofrece una mirada aguda sobre la sociedad estadounidense previa al crack de 1929. No en vano el autor se inspiró en la gran obra de Petronío, El Satiricón, que describe la caída del Imperio Romano. Fitzgerald muestra, quizá como ningún otro autor, el germen del sueño americano, colmado de materialismo, suntuosidad y derroche, antes que viniera la tormenta. El Gran Gatsby marca la caída del sueño americano que culmina en esa larga y dolorosa noche de la Gran Depresión de los años 30. ¿Quien dijo que el tiempo no puede repetirse?
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