Página 12
La preocupación de los países centrales en la suba del precio de los alimentos derivó, finalmente, en un compromiso para intentar regular los movimientos especulativos sobre los mercados de materias primas. La postura de países productores como Argentina y Brasil, opuesta a la presentada por las naciones europeos, finalmente logró evitar que imperara el criterio de establecer o buscar imponer precios máximos a los productos agrícolas. “Hay un consenso internacional para que se trabaje muy fuerte para limitar las inversiones especulativas en el sistema de comercialización de commodities, no sólo alimentos, sino también los minerales y la producción de petróleo”, dijo el ministro de Economía argentino, Amado Boudou, tras participar de la reunión de ministros.
Uno de los puntos centrales que se debatieron en esta reunión ministerial en Francia fue la volatilidad excesiva de los precios de las materias primas, en particular los productos agrícolas. La propuesta que había llevado el país anfitrión a la reunión de ministros del Grupo de los 20 era fijar precios máximos a diversos productos esenciales, tratando de evitar de ese modo que las subas excesivas terminaran traduciéndose en revueltas y pobladas en demanda de alimentos, como las que afectaron en las últimas semanas a los países árabes.
Sin embargo, fue la propia ministra de Finanzas de Francia, Christine Lagarde, la que ayer presentó la resolución como un acuerdo de consenso y no como derrota de la postura que ella misma había defendido. “Hubo una gran convergencia de puntos de vista de países desarrollados y emergentes” al considerar que “debemos ir más lejos en la transparencia y el uso de los stocks”, precisó Lagarde, antes de indicar que se trabajará para “mejorar el intercambio de información”.
Otro de los actores principales del encuentro que había abogado por poner techo a los precios, en perjuicio de los países exportadores, fue el presidente del Banco Mundial. Robert Zoellick advirtió a los ministros de Finanzas del G-20 que el mundo está llegando a un “punto peligroso” debido al alza de los precios de los alimentos, lo cual podría acentuar la inestabilidad política. Admitió que por vía de la suba de precios de los alimentos se alentará un alza de la oferta agrícola, pero antes, en los próximos dos años, “podrían producirse disturbios, podrían caer gobiernos y las sociedades inclinarse hacia el desorden”, dramatizó Zoellick. El Banco Mundial subrayó que entre octubre de 2010 y enero de 2011, los precios de los alimentos crecieron un 15 por ciento, interpretando que ello equivale a que otros 44 millones de personas pasaron a la pobreza: un mecanismo de estimación mundialmente aceptado aunque fácticamente difícil de aceptar. Una baja en el precio de los alimentos no significa que quienes los compran, los países más poderosos, los pongan a disposición en la mesa de los hambrientos.
Pero la decisión del encuentro, expresada en el documento final, se orientó para otro lado. “El objetivo es una mayor regulación de los mercados de futuro y derivados, una mayor transparencia de los mercados financieros y medidas que aumenten la oferta”, resumió Boudou ese documento. El ministro se manifestó “muy conforme” con ese resultado, que expresó “el rechazo a la pretensión de regular los precios de los alimentos”. “En el comunicado (del G-20) queda suficientemente claro cuál es el camino, que la verdadera solución tiene que ver con el aumento de la oferta de alimentos”, señaló el ministro argentino, que además advirtió que, “de haberse aplicado la regulación de los precios, se hubiera puesto un freno a la suba que se está registrando en los volúmenes de exportación de países como la Argentina, necesario para hacer frente a la demanda mundial”.
Boudou agregó que durante el encuentro se avanzó en acuerdos para fortalecer los controles de flujos de capitales y destacó que “nuevamente se volvió a poner énfasis a la necesidad de que se les preste menos atención a las calificadoras de riesgo”. “Hay un nuevo consenso que está surgiendo en el G-20 sobre que estas empresas no han cumplido con su papel y que han sido uno de los responsables de la crisis financiera internacional”, señaló. Ejemplificó con el caso argentino, cuya economía avanza “con índices de solvencia y de crecimiento muy sólidos, pero tiene un ranking más bajo que otros con problemas para enfrentar su deuda: está claro que acá hay algo que no está funcionando.”
Los ministros de Finanzas del G-20 acordaron además una lista de indicadores destinados a medir los desequilibrios económicos mundiales, tras arduas negociaciones con los países emergentes liderados por China y Brasil, que lograron la exclusión de las reservas cambiarias en el listado. El compromiso toma en cuenta en cambio el saldo de la balanza de cuenta corriente, la balanza comercial, así como los tipos cambiarios reales y las políticas fiscales y monetarias, indicó la ministra francesa Lagarde. Los ministros también acordaron incluir el déficit y deuda del sector público y otras referencias macroeconómicas como el ahorro privado.
El G-20 debería comenzar a discutir objetivos en cifras concretas sobre esos criterios en una reunión a mediados de abril próximo, en Washington.
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