Paul Krugman, The New York Times
La ira corre como un reguero de pólvora por todo Estados Unidos. Esta ira candente es, ciertamente, un fenómeno minoritario, no algo que caracterice a todos nuestros compatriotas. Pero la minoría iracunda está realmente furiosa. La forman quienes sienten que les están quitando cosas a las que tienen derecho. Y están dispuestos a vengarse.
No, no me refiero al Tea Party. Me refiero a los ricos .
Son épocas terribles para muchos en este país. La pobreza, sobre todo la pobreza acuciante, aumentó con el derrumbe económico; millones de personas perdieron sus hogares. Los jóvenes no encuentran trabajo; los de 50 años o más que son despedidos y temen no volver a trabajar.
De todos modos, si usted quiere encontrar una furia política de verdad –del tipo que lleva a comparar al presidente Obama con Hitler, o a acusarlo de traición– no la encontrará entre esos estadounidenses sufrientes. La encontrará en cambio entre los muy privilegiados, gente que no tiene que preocuparse por perder su empleo, su casa o su seguro de salud, pero que está indignada, muy indignada, ante la sola idea de pagar impuestos moderadamente más altos .
Ahora que se avecina la hora decisiva para el destino de los recortes fiscales de Bush, la ira de los ricos creció y en algunos sentidos también cambió su carácter.
En primer lugar, la locura se generalizó . Una cosa es cuando un multimillonario despotrica en una cena. Otra cuando la revista Forbes publica una nota de tapa alegando que el presidente de los Estados Unidos está tratando deliberadamente de hundir a EE.UU. como parte de su programa “anticolonialista” keniano. Al parecer, cuando se trata de defender los intereses de los ricos las reglas normales del discurso civilizado (y racional) dejan de aplicarse.
Entre los innegablemente ricos, se ha impuesto un sentimiento beligerante de derecho: es su dinero, y tienen derecho a conservarlo. El espectáculo de los estadounidenses de altos ingresos, las personas más afortunadas del mundo, revolcándose en la autocompasión y la superioridad moral sería gracioso, excepto por una cosa: es posible que se salgan con la suya . Prácticamente todos los republicanos y algunos demócratas corren en auxilio de los ricos oprimidos.
Mire, los ricos no son como usted y yo: ellos tienen más influencia . En parte, tiene que ver con los aportes de campaña, pero también con la presión social, dado que los políticos pasan mucho tiempo en contacto con la gente adinerada. O sea que cuando los ricos enfrentan la perspectiva de pagar un 3 o 4% extra de su ingreso en impuestos, los políticos sienten su dolor.
Y cuando termine la pelea fiscal, de una manera o de otra, puede estar seguro de que quienes actualmente defienden los ingresos de la elite volverán a exigir reducciones en la Seguridad Social y la ayuda a los desocupados. Estados Unidos debe tomar decisiones muy difíciles, dicen; todos tenemos que estar dispuestos a hacer sacrificios.
Pero cuando dicen “nosotros” quieren decir “ustedes”. El sacrificio es para la gente corriente.
Jua, cualquier parecido con la realidad argentina es pura coincidencia!!!
ResponderBorrarBuenisimo.
Daniel 7
El dinero solo corrompe el bolsillo, el poder se encarga de lo demas.
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