Hace apenas tres meses, el dólar estadounidense avanzaba a toda máquina hacia sus niveles más altos en cuatro años. Se beneficiaba con el clima sombrío que rodeaba a la deuda europea y por el creciente optimismo sobre la recuperación económica de Estados Unidos. Muchos llamaban a abandonar el euro y se apostaba por cual sería el primer país en abandonar la moneda única. Hasta Paul Krugman se sumó a esta campaña contra el euro, señalando que debió ser en Arnheim y no en Maastricht donde se sellaran los acuerdos para la moneda europea. Se buscaba a toda costa el fracaso de euro.
Los hechos recientes demuestran que se ha frenado el entusiasmo sobre la velocidad de recuperación de la economía más grande del mundo. En dos meses, el dólar ha caído 9% sobre una base ponderada con el comercio exterior, y ayer quedó muy cerca de su nivel más bajo en 15 años en relación a la divisa japonesa, cuando llegó a cotizarse el dólar en 85,29 yenes. Asimismo, el otrora debilitado euro ha marcado una sostenida recuperación y se ha situado en torno a 1,32 dólares, su valor más alto en tres meses. Por su parte, la libra esterlina ha alcanzado su nivel más alto en seis meses y se aproxima a la marca de 1,60 dólares. Esto demuestra que los mercados no sólo están nerviosos y con miedo, sino también al borde de la locura con una volatilidad que los sacude de un extremo a otro.
Los datos económicos débiles, las decepcionantes cifras en materia de empleo, y las expresiones de Ben Bernanke de que las perspectivas económicas se encuentran en un punto particularmente incierto, solo han confirmado un hecho que es dramáticamente real: la creación de empleo avanza más lento que la destrucción de empleo. Por eso el estancamiento que vive la economía estadounidense, nos dice que la recuperación puede tomar toda la década. Eso explica la declinación del dólar.
La recuperación económica se encuentra socavada por la anémica demanda y eso la ha llevado a perder impulso. Pese a las mejoras de los resultados corporativos, al no ser estos generadores de empleo directo, no potencian la mejoría global de la economía sino que hacen lo contrario:la hunden bajo el espectro de la deflación. El desenlace más probable para la economía estadounidense es seguir la huella de la crisis iniciada en Japón en los años 90, y que se ha prolongado por dos décadas.
Estos hechos han aumentado las expectativas de que la Fed siga inyectando dinero en el sistema, situación que agudizará la caída del dólar pues los inversores optarán por apostar en otras partes del mundo donde la recuperación del dinero sea más rápida. De hecho, los países asiáticos están comenzando a disfrutar de un abundante flujo de fondos, que les permitirá crecer solidamente durante este año y el próximo.
A modo de ejemplo, la entrada neta de dinero de inversores institucionales al mercado de acciones de la India totalizó 3.800 millones de dólares en julio. Corea y Taiwan han recibido flujos por más 2.000 millones de dólares, al igual que Singapur, cuyo dólar se acerca a un nuevo récord. Por otra parte, se están creando las condiciones para un retorno de las prácticas del carry trade, en la cual los inversores aprovechan el bajo costo de endeudarse en Estados Unidos para colocar esos recursos a las tasas más elevadas que ofrecen países como Brasil o Australia. Se estima que las tasas de interés de Estados Unidos se mantendrán sin cambios hasta fines de 2011, lo que asegura que esta divisa seguirá financiando a bajo costo la billonaria especulación mundial.
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