EIU, La Jornada
Aunque el dragón y el elefante son los animales tradicionales de China e India, en términos de perspectivas económicas esos países estarían mejor caracterizados por la liebre y la tortuga. Si bien India avanza con más lentitud que China en estos momentos, existe la posibilidad real de que en las próximass décadas la alcance e incluso la rebase.
Con excepción de algunos indios patriotas, a la mayoría de las personas esta idea les parecerá sorprendente e incluso absurda. Cierto, China ha ganado todas las confrontaciones hasta la fecha. Ajustado a diferencias en poder de compra, el PIB total de ese país en 2008 –el año más reciente del que existen estadísticas confirmadas por el Banco Mundial– fue de más del doble del de India. Si ajustamos por población, India acorta un poco la distancia, pero aun así el PIB per cápita chino es el doble: unos 6 mil dólares. Es un logro aún más notable considerando que en 1978, cuando empezaron las reformas económicas, estaba a la mitad del de India. Las tasas absolutas de pobreza en China, que eran un tercio más altas que las de India en 1981, son ahora de la mitad. Pese a las reformas económicas adoptadas por India a partir de 1991, la diferencia en producción económica se ha ensanchado: entre 2004 y 2008, la economía china creció a una tasa anual promedio de 10.8%, contra 8.7 de la de India.
Hay buenas razones por las que China va tan adelante. Hay que centrarse en los fundamentos económicos. Los especialistas atribuyen por lo regular el crecimiento económico en las primeras etapas de desarrollo sobre todo a la movilización de capital y trabajo a los procesos productivos. Es obvio que a las grandes empresas chinas no les ha faltado capital, pero ya desde principios de siglo las tasas de interés real para las empresas registradas en bolsa eran de menos de la mitad de las que pagaban sus equivalentes indias. China también continúa atrayendo mucho más inversión extranjera directa, por un factor de 2.5, si bien India comienza a recuperarse en este aspecto.
Sin embargo, movilizar capital es la parte fácil. Construir una buena base de capital humano no lo es tanto, y en eso India ha estado en severa desventaja. Las normas laborales en ese país han impedido la movilización masiva de personas hacia la industria. Además, mucha gente carece hasta de habilidades básicas. Las tasas de analfabetismo en promedio rondan 40%, comparadas con menos de 10% en China. Entre los jóvenes, China se acerca a la alfabetización casi universal, en tanto al sistema educativo indio aún le falta cubrir una cuarta parte de ese sector.
En la base de estas diferencias en el desarrollo están variaciones en el papel que desempeña el Estado. El Banco Mundial ubica a India en el lugar 133 entre 183 economías en términos de facilidad para hacer negocios, y a China en el 89. De hecho, las empresas indias prosperan donde pueden evadir las normas y reglamentaciones oficiales. Por ejemplo, la ventaja comparativa de India en servicios como la subcontratación de procesos empresariales se puede explicar en gran parte por dos factores: primero, el Estado nunca se decidió a regularla, y segundo, a diferencia de los productos manufacturados, la exportaciones de estos sercvicios no se ven obstruidas por caminos en mal estado y fatigosos procedimientos aduanales. Mientras las líneas de teléfonos y datos funcionen, el negocio camina.
Y en un nivel aún más fundamental, se puede decir que la cultura china conduce más al desarrollo económico y el crecimiento que la india. Los dos países estuvieron sujetos al sistema de castas, China según las enseñanzas de Confucio e India conforme a los preceptos hindúes. Pero había una importante diferencia: movilidad entre las castas. En India no la había, a menos que se volviera a nacer en una casta superior. Cualquier intento de rebasar los límites de casta era por lo menos desalentado.
En cambio, en China la movilidad estaba incorporada en el sistema por medio de la educación, y en principio cualquier persona, por humilde que fuera su origen, podía llegar al ápice de la pirámide de castas, que era la de mandarín en la capital, si lograba aprobar los exámenes del Estado. Así como el sistema de castas y sus limitaciones persisten en India, y en sus regiones rurales sigue restringiendo a las personas, la noción de que el logro académico es el camino al éxito está firmemente arraigada en la mentalidad china. Sobra decir que el segundo modelo conduce mucho más al crecimiento económico.
En suma, China parece la segura ganadora. Pero lo mismo pasaba con la liebre, y la tortuga la venció de todos modos. China no se quedará dormida junto al camino, como la liebre en la fábula de Esopo, pero varios factores podrían conspirar para que India la alcance y, a la larga, quizás incluso la supere.
Uno de estos factores es el cambio demográfico. A consecuencia de su política de un solo hijo por pareja, China está en camino de sufrir un envejecimiento demográfico tan rápido, que se ha dicho que tal vez envejezca antes de enriquecer. De hecho, en 20 años el porcentaje de ancianos en esa nación podría alcanzar el nivel que hoy tienen países económicamente más avanzados. Este fenómeno plantea la pregunta de cómo desarrollar sistemas de seguridad social para atender a los ancianos. También significa que la proporción de trabajadores jóvenes y altamente productivos decae con rapidez. Abolir la política de un solo hijo podría reducir la magnitud del tema, pero no lo eliminaría. India no tiene este riesgo, aunque está por verse si las políticas oficiales se ajustarán lo suficiente para que el país aproveche este "bono demográfico".
Un segundo factor es que el alto desempeño económico requiere buenas instituciones. El verdadero reto del desarrollo económico no es llegar a un PIB per cápita de 3 mil o 6 mil dólares, o aun 10 mil. Más bien, las economías tienden a topar con pared al llegar a los 15 mil dólares per cápita. Es probable que China llegue a esa barrera alrededor de 2020, en tanto India tardará una década más. Es difícil predecir si alguna de las dos, y cuál, logrará superar este muro de las instituciones. Como sugieren los modelos de Hong Kong y Singapur, la democracia de estilo occidental no parece ser una condición necesaria, así que China no necesariamente está en desventaja. Sin embargo, sólo le quedan 10 años para empezar a acercarse a las condiciones de esos dos países. En contraste, India tiene el lujo de un lapso de 20 años, aunque no es seguro que su sistema político pueda usar esa oportunidad.
Un tercer factor, quizá decisivo, se refiere a la geopolítica. La mayoría de los modelos de relaciones internacionales apuntan a la misma conclusión: China se encamina a un periodo de conflicto y rivalidad cada vez mayores con Estados Unidos. La escuela realista sostiene que el cambio en el equilibrio de poderes entre las dos naciones desembocará en conflicto. La escuela liberal apunta a los profusos puntos de desacuerdo, que van desde fricciones económicas en torno al comercio y los tipos de cambio hasta asuntos políticos como Tíbet y Taiwán y los derechos humanos. La escuela institucionalista abriga la esperanza de que la Organización Mundial de Comercio, Naciones Unidas y otros organismos puedan controlar esas tensiones; pero ninguna de las dos naciones tiene un historial perfecto de cumplimiento con las instituciones internacionales.
En este contexto, tal vez India no salga vencedora, pero sí privilegiada. Para los realistas, una India más fuerte representa una aliada útil para equilibrar el creciente poderío económico y militar chino. Para los liberales, India tiende a ser una socia más apetecible porque es una democracia estilo occidental, aunque imperfecta y con un deficiente historial en derechos humanos.
En consecuencia, es posible que EU comience a ofrecer tratamiento preferencial a India conforme las fricciones con China crezcan. Tal acción no sería novedosa. Durante la guerra fría, EU promovió el crecimiento económico y el desarrollo de aliados como Japón, Sudcorea y Alemania Federal al darles acceso al financiamiento y a los mercados, entre otros aspectos. Los primeros signos de esa conducta comienzan a aparecer, como el Acuerdo Nuclear Civil EU-India. El efecto global no necesariamente será aislar a China de la economía mundial, como se hizo con la Unión Soviética durante la guerra fría. Pero, como mínimo, es probable que India obtenga una ventaja relativa sobre China, la cual pudiera permitir que esta tortuga en particular venza a la liebre.
Tomado de La Jornada. Ver Economist Intelligence Unit en PDF
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