Nahia Sanzo, Slavyangrad
El domingo, en su primera parada de la enésima gira europea de propaganda y recaudación, Volodymyr Zelensky anunció un acuerdo de cooperación de energía con Grecia. Con todo un sistema de transporte de gas que atraviesa su territorio y del que durante décadas ha obtenido energía a precios reducidos, Ucrania decidió antes incluso de la invasión rusa deshacerse de la “dependencia” rusa y busca ahora nuevos proveedores, entre ellos Grecia, que ni siquiera es productor. Ayer, en su visita a Francia, donde también fue recibido con honores, Zelensky y Emmanuel Macron anunciaron un acuerdo “histórico” de venta de 100 cazas de producción francesa Rafale para modernizar la aviación ucraniana y que Kiev espera que corra a cargo de las arcas francesas. De su tercera parada en España, el presidente ucraniano espera, como escribió el domingo, “una visita fructífera” centrada en el suministro de misiles de largo alcance y defensa aérea. Todo indica que Zelensky solicitará a España la adquisición de ese material como primera participación española en el mecanismo de compra de material estadounidense para Ucrania a costa de los presupuestos nacionales. Sin duda, la visita al Museo Reina Sofía para visitar el Gernika de Picasso será utilizada como ejemplo para justificar la continuación de la vía militar como única salida posible al conflicto mientras sea necesario.
El tour del presidente ucraniano, preparado de antemano, coincide con un momento en el que Volodymyr Zelensky necesita mostrar a su población que sigue teniendo el apoyo del principal electorado, las clases políticas y económicas de los países occidentales. Los problemas de Zelensky no se limitan al deterioro de la situación en el frente, ni a las acusaciones estadounidenses de autoritarismo contra su mano derecha, Andriy Ermak, ni a las encuestas que dejan claro que sus perspectivas electorales más allá de la guerra no son excesivamente halagüeñas, sino que se extienden a las crecientes acusaciones de corrupción contra su entorno cercano. En el pasado, Zelensky ya había perdido a un ministro que formaba parte de su círculo, Oleksiy Reznikov, titular de defensa, que cayó a causa de una trama de sobrecostes en el suministro de alimentación a las tropas. En guerra, cualquier trama vinculada al flujo de armamento, financiación o logística militar es sensible, especialmente cuando la capacidad del país de seguir luchando y de sostener el Estado depende de mantener el apoyo de los aliados y proveedores extranjeros. Esa subordinación a quienes han de aportar los fondos y los medios para continuar la batalla implica que habrá que dar explicaciones en cada momento en el que aparezcan las dudas.
Así ocurrió el pasado verano, cuando Volodymyr Zelensky cometió un error no forzado y se expuso a la ira de una parte de la sociedad -la clase media-alta vinculada a los sectores cercanos a Poroshenko y que han hecho de las instituciones anticorrupción su forma de hacer carrera- y, sobre todo, a la de los sectores que el Gobierno ucraniano no puede permitirse el lujo de perder. Aunque los medios occidentales prefirieron otorgar el crédito a las movilizaciones de la sociedad civil, fueron las llamadas de los socios occidentales, especialmente la de Úrsula von der Leyen, las que obligaron a Zelensky a revertir rápidamente los pasos dados días antes, cuando la Rada había votado una ley que dejaba en manos del Gobierno el control de la agencia anticorrupción (NABU) y la fiscalía anticorrupción (SAPO), para hacer al poder legislativo aprobar una ley que contradecía completamente los términos de la primera. La situación volvía al punto de partida, las instituciones anticorrupción seguían ostentando la independencia que han utilizado para realizar las venganzas políticas de cada momento, y Zelensky recuperaba el apoyo de sus socios occidentales, para los que era suficiente la rectificación. Quienes quisieron ver en el paso en falso del presidente ucraniano el principio del fin de su liderazgo, su descrédito y deslegitimación vuelven ahora a utilizar esos mismos argumentos, recuperando la esperanza de la caída de Volodymyr Zelensky.
La situación actual es mucho más comprometida que la vivida en verano y está directamente relacionada con ella. En aquel momento, el rumor, que se confirma ahora, afirmaba que Zelensky había actuado contra las instituciones anticorrupción -bajo control de los sectores afines al complejo de organizaciones no gubernamentales al servicio de Occidente- para impedir una operación contra personas de su círculo más cercano. Esa operación se ha producido esta última semana, cuando ha estallado el escándalo de corrupción más grave de los últimos años.
“La Oficina Nacional Anticorrupción de Ucrania (NABU) y la Fiscalía Especializada Anticorrupción (SAPO) han descubierto las actividades de una organización criminal en la que participaban funcionarios actuales y antiguos del sector energético, un empresario muy conocido en los medios de comunicación y otras personas. Sus miembros crearon una trama de corrupción a gran escala destinada a influir en las operaciones de empresas estatales estratégicas —en particular, la Compañía Nacional de Energía Nuclear «Energoatom»— con el fin de obtener beneficios ilícitos y blanquear dinero”, afirma el comunicado publicado por la agencia anticorrupción. El golpe a la credibilidad del Gobierno ucraniano es especialmente importante al conocerse que el foco de la lucrativa trama corrupta era precisamente el sector de la energía. A punto de llegar el invierno más comprometido para la población ucraniana, que debido a los ataques rusos es consciente de que sufrirá más apagones y que conoce también las propuestas del FMI de aumentar los pecios, los millones de dólares que han robado de la empresa nacional de energía nuclear personas cercanas a Zelensky es un golpe que el actual Gobierno tardará mucho en superar y que la oposición nacionalista, el sector Poroshenko, ya trata de utilizar políticamente. Sin embargo, el relativo silencio mostrado por los aliados occidentales muestra que Zelensky sigue siendo la persona a la que va a seguir apoyándose mientras dure la guerra. Así lo confirman también las encuestas de intención de voto, que dan escasas posibilidades de reelección a Zelensky, pero en quien la población sigue confiando por encima de otras figuras políticas para los tiempos de guerra. La gira que está realizando el presidente ucraniano esta semana, así como las medidas que ha tomado a modo de control de daños buscan consolidar ese statu quo en el momento políticamente más comprometido de la presidencia de Zelensky.
“Sin desanimarse, los investigadores publicaron esta semana una gran cantidad de pruebas detalladas, entre las que se incluyen acusaciones condenatorias de que altos cargos estaban recibiendo sobornos en proyectos de construcción para proteger las centrales eléctricas de los ataques con misiles rusos, en un momento en el que los ucranianos padecen apagones diarios”, escribía Financial Times en un artículo bajo el explícito título “Bolsas de dinero y un inodoro de oro: la crisis de corrupción que rodea al Gobierno de Zelensky”.
El principal problema del presidente ucraniano es que la trama no solo se produce en un momento en el que la sociedad está sufriendo, sino que la corrupción, que ha costado el puesto a dos ministros, uno de ellos acusado directamente de beneficiarse de los sobornos, es tan cercana a Zelensky, que el presidente ucraniano ha tenido que retirar la nacionalidad a uno de sus amigos más cercanos. En su comunicado anunciando la operación, la agencia anticorrupción afirmaba que “En la actualidad, en virtud del artículo 208 del Código de Procedimiento Penal de Ucrania, los detectives han detenido a cinco personas y se ha notificado a siete miembros que son sospechosos, entre ellos:
- un empresario, líder de la organización criminal;
- un antiguo asesor del ministro de Energía;
- el director ejecutivo de protección física y seguridad de JSC «NAEK Energoatom»;
- cuatro personas, «empleados» de la oficina administrativa para el blanqueo de capitales.
- La actividad principal de la organización criminal era la recepción sistemática de beneficios ilícitos de los contratistas de Energoatom por un importe del 10% al 15% del valor del contrato”.
Las acusaciones se basan en centenares de horas de grabaciones en las que los acusados tratan -aparentemente en ruso, no en ucraniano- la trama con total libertad y se otorgan los alias con los que se ha dado nombre a la «operación Midas» y se ocultan los nombres de los afectados. Andriy Ermak, mano derecha de Zelensky, por ejemplo, es apodado Ali Baba. “Zelensky finalmente se volvió contra los sospechosos en un intento por proteger su presidencia. El miércoles, el presidente ucraniano exigió la dimisión del ministro de Justicia, German Galushchenko, y de la ministra de Energía, Svitlana Hrynchuk, quienes posteriormente fueron destituidos del Consejo de Seguridad Nacional. También impuso sanciones a Timur Mindich, un amigo y antiguo socio comercial acusado en el caso. Los investigadores afirmaron que Mindich era el «coorganizador» de la supuesta trama y que unos 100 millones de dólares de fondos ilícitos pasaron por su oficina”, escribía Financial Times para describir los escasos detalles que, por el momento, han trascendido oficialmente.
Timur Mindich, ciudadano de Ucrania, pero residente en Israel, donde huyó saliendo del país en un taxi propiedad de un antiguo oficial de fronteras menos de un día antes de que se produjeran los registros, es el copropietario del estudio Kvartal 95 que formó junto al entonces actor Volodymyr Zelensky. Una figura de la que apenas se conocen detalles, Mindich es, según Ihor Kolomoisky, quien presentó al futuro presidente y a quien sería su primer patrón. Kolomoisky, que sí ha admitido haber tenido negocios conjuntos con Mindich, no ha confirmado que el acusado esté ejerciendo actualmente de proxy detrás del que se esconde el oligarca en la propiedad de numerosos negocios incluido, posiblemente, incluso el de la productora.
El Gobierno ucraniano reaccionó con lentitud y sin explicar por qué el exministro de Defensa y actual presidente del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa Rustem Umerov, que aparece en las grabaciones, parece no tener prisa por regresar a Ucrania y explicar su vinculación con la trama o por qué Andriy Ermak, mano derecha del presidente, ha tenido que defender a una persona con la que comparte apellido. Sin embargo, los ceses, la retirada de la nacionalidad a Mindich y las promesas de reorganización del sector energético han sido suficientes para Occidente. “La administración Trump guarda silencio mientras el enorme escándalo de corrupción en Ucrania sacude el círculo íntimo de Zelensky. La Casa Blanca se niega a comentar sobre la investigación de 100 millones de dólares que provocó la dimisión de altos funcionarios ucranianos. Según la fiscalía, el presunto cabecilla era Timur Mindich, antiguo colaborador de Zelensky y copropietario de su antiguo estudio de producción, además de asesor del ministro de Justicia, Germán Galuschenko. Las autoridades afirman que Galuschenko, quien fue ministro de Energía hasta julio, facilitó la operación de blanqueo de dinero y actuó bajo la influencia de Mindich”, escribía Fox News, medio cercano al trumpismo.
También la prensa europea se ha conformado con las escasas explicaciones del Gobierno ucraniano o han optado por defender abiertamente su actuación. “Zelensky se enfrenta a una indignación sin precedentes en su país por un escándalo de corrupción de 100 millones de dólares en el sector energético que involucra a personas de su círculo cercano. Ya ha destituido a los ministros de Energía y Justicia. Probablemente, eso no sea suficiente. Pero todo esto sucede porque Ucrania, a pesar de todos los estragos sufridos durante casi cuatro años de guerra, sigue siendo una democracia con un poder judicial anticorrupción independiente que no dudó en arrestar a quienes estaban cerca del mismísimo corazón del poder”, publicó Yaroslav Trofimov, corresponsal jefe de The Wall Street Journal. Solo en Ucrania, un escándalo de 100 millones de dólares puede ser síntoma de una democracia sana.
Tanto quienes ingenuamente esperan que el escándalo sea capaz de acabar con Volodymyr Zelensky y su equipo de Servidor del Pueblo, partido que lleva el nombre de la serie producida por Kvartal 95, entonces propiedad de Zelensky y Mindich, como quienes ven en la acusación una muestra de democracia madura han de recordar el uso político que han tenido desde su formación las instituciones anticorrupción. Como escribía Peter Korotaev, “A principios de 2019, la agencia anticorrupción destapó otro «caso de corrupción explosivo» en el sector militar de Ucrania. También fue muy político, lo que redujo aún más la popularidad del presidente Poroshenko justo a tiempo para las elecciones. Y, naturalmente, todos los detalles escandalosos de la corrupción en la que estaban involucrados los funcionarios de Poroshenko no dieron lugar a ninguna pena de prisión significativa”. “Se trata de un juego político en el que un clan empresarial, más estrechamente vinculado a Londres, la UE y el Partido Demócrata (la comunidad anticorrupción), está tratando de colocar a sus personas en el poder”, añadía Korotaev para describir los actuales acontecimientos, un posicionamiento político de uno de los clanes anticipando futuras elecciones.
Ningún escándalo puede estar completo sin la alegación de que todo beneficia a Rusia. “Advertí a Zelensky al principio de su presidencia que Rusia y los grupos prorrusos en Europa impulsarían la narrativa de que Ucrania es profundamente corrupta.» Le insté a que estuviera atento a cualquier señal de corrupción a su alrededor, porque evitar incluso el más mínimo escándalo sería crucial para su reputación”, afirmó Donald Tusk. Y yendo un paso más allá, rozando el territorio de la autoparodia, Mijailo Podolyak no defraudó y escribió que “lamentablemente, la noticia de la investigación sobre una trama de corrupción en el sector energético no sorprende. Es un eco lógico del pasado, en el que el Kremlin dedicó décadas a construir un sistema para mantener a Ucrania dentro de su esfera de influencia. La corrupción fue uno de sus principales instrumentos, y aún subsisten vestigios de ese mecanismo”. Todo, como es costumbre, es culpa de Rusia.

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