Nahia Sanzo, Slavyangrad
“Mi petición: Sean la fuerza que actúe. Actuemos juntos. Unámonos de una vez para detener la guerra de Rusia. Sabemos cómo garantizar la seguridad. Lo que necesitamos ahora es un fuerte impulso para forzar a Rusia hacia la paz”, escribió Volodymyr Zelensky en referencia a su sentida comparecencia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en la que utilizó el argumento de la paz para, sin sutilezas, exigir más intervención directa en la lucha contra Rusia, que aparentemente considera mundial y colectiva y en la que todos están obligados a participar. La visión que trasladó Zelensky, en la que “Rusia sin China no es nada”, es exactamente la misma que viene utilizando su principal proveedor, Estados Unidos, que desde hace varias semanas trata de calificar el conflicto de guerra proxy de Beijing contra Occidente, añadiendo que India tiene las manos manchadas de sangre por adquirir de Rusia el petróleo que garantiza ingresos suficientes para que el Kremlin pueda continuar luchando. Esta versión de los hechos ignora que Estados Unidos es el principal suministrador de armas y que en cada momento en el que, tanto antes como después de la invasión rusa, ha sido posible guiar el conflicto hacia la diplomacia, los aliados de Kiev han rechazado incentivar el diálogo.
Ante todo, la retorcida imagen de una guerra de China en la que Rusia es un mero proxy mientras India se lucra en la distancia es una proyección de la actuación estadounidense, que como insistió el lunes Donald Trump actualmente solo vende las armas que los países europeos posteriormente entregan a Ucrania. “No estamos gastando dinero en la guerra, la guerra está siendo financiada por la OTAN, y la OTAN está comprando nuestro equipamiento. De hecho, no quiero ganar dinero, pero estamos ganando dinero con la guerra”, afirmó. Rusia y Ucrania ponen los muertos; la Unión Europea la financiación y Estados Unidos se lleva los beneficios. Sin ninguna perspectiva de negociación y de nuevo en una fase de escalada, es previsible que las grandes empresas armamentísticas estadounidenses puedan seguir lucrándose de la desgracia ajena durante un largo periodo de tiempo, algo que parece haber dejado de preocupar a Donald Trump, que estoicamente recordó en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas que esperaba que la guerra de Ucrania fuera la más sencilla de resolver de las muchas que dice haber solucionado. Y aunque su discurso fue una mezcla de campaña para conseguir el Nobel de la paz y una intervención en el debate sobre el Estado de la Nación, el conflicto fue uno de los temas destacados. En sus reproches a los países europeos, a los que insistió -utilizando el argumentario habitual de la extrema derecha- que están siendo destruidos por la inmigración y las energías renovables, Donald Trump exigió el cese inmediato de las adquisiciones de petróleo y gas ruso y la imposición de las sanciones que ordenó la semana pasada por medio de un post en su red social personal. Trump, ejerciendo desde la tribuna de la Asamblea General de Naciones Unidas de portavoz informal de la industria del gas y el petróleo de su país, busca que Estados Unidos se lucre aún más de la coyuntura de la guerra y se consolide la ruptura continental, que ha de perdurar más allá de un futuro cese de la violencia.
Siguiendo el ejemplo de su homólogo estadounidense, un pletórico Zelensky quiso también utilizar el altavoz de la enorme atención mediática que acaparó ayer su discurso como plataforma de venta. “Hemos decidido abrir la exportación de armas”, explicó Zelensky, que en su discurso presentó una evolución de la guerra hacia algo completamente nuevo y en lo que Ucrania está por delante de otros países, por lo que puede ofrecer “armas probadas en combate”. El presidente ucraniano utiliza en esto la misma lógica que su aliado de Oriente Medio, Israel, cuyas empresas se jactan habitualmente de vender tecnología testada en la lucha, actualmente, como es evidente, en la masacre de Gaza.
Marcadas esas líneas rojas al mantenimiento de la relación comercial con Rusia en un sector en el que Estados Unidos quiere sustituir a Moscú en el mercado continental y presentadas las ofertas comerciales tanto de productos energéticos norteamericanos como de armas ucranianas, las principales declaraciones se han producido en los márgenes de la Asamblea General. “Fue una reunión muy buena y constructiva. Lo que discutimos es muy importante; no compartiré todos los detalles. El presidente de Estados Unidos conoce los detalles; creo que sabe más que antes. Poco a poco se dio cuenta de que Putin simplemente compartía información que distaba mucho de la verdad en el campo de batalla. Ahora confía mucho más en mí porque la información que mi inteligencia posee, la que compartimos con nuestros socios, es diferente”, explicó Volodymyr Zelensky ante la prensa en su reunión con Donald Trump. Parece evidente que esa información correcta procede directamente de Ucrania y que llega a los oídos del presidente de Estados Unidos a través de Keith Kellogg y Marco Rubio, desde hace meses principales defensores de Kiev en el círculo de política exterior de la Casa Blanca. El desplazamiento de poder de Witkoff al general Kellogg es evidente, y quizá definitivo, pero no es nuevo. La intervención del Rubio y Kellogg también fue determinante a la hora de borrar de un plumazo la oferta supuestamente final que Steve Witkoff había trasladado a Moscú y que fue calificada de inaceptable por Ucrania y sus aliados europeos, que contraatacaron con una mucho más favorable a sus intereses y que hacía prácticamente inviable un acuerdo con Rusia.
Con la vía diplomática totalmente paralizada, la guerra sigue siendo la única realidad actual y perspectiva de futuro en un conflicto que flirtea con peligros más amplios. “Han sido advertidos, así que no se quejen si sus aviones son derribados en el espacio aéreo de la OTAN”, amenazó el ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radek Sikorski, un argumento al que Rusia puede responder con otro similar. Los vuelos cercanos a la frontera con la OTAN -no necesariamente en Ucrania, sino también en el Báltico- son una provocación gratuita según la versión occidental, pero Moscú ha de aceptar sin rechistar la insistencia de países como Francia y el Reino Unido de introducir tropas de países de la OTAN en Ucrania, acto que no debe ser visto por el Kremlin como una forma de escalada o provocación, sino como la legítima defensa de Kiev.
Teniendo en cuenta que la perspectiva de introducción de tropas de los países occidentales hace imposible un acuerdo, la advertencia rusa de que cualquier misión militar extranjera sería un objetivo legítimo es equiparable a la declaración de intenciones de Polonia en relación a las aeronaves de Moscú. “Roger that” (Mensaje recibido), escribió Sikorski, famoso por su tuit de agradecimiento a Estados Unidos por haber hecho explotar el Nord Stream en septiembre de 2022, aparentemente acatando como una orden las palabras de Donald Trump, que en su reunión con Volodymyr Zelensky se refirió también al tema de la semana. “Sí, lo creo”, afirmó Trump, célebre por actuar y hablar sin pensar en las consecuencias, para contestar a la pregunta de si los países de la OTAN deberían derribar aeronaves rusas que entren en su espacio aéreo. Los tiempos en los que la Casa Blanca de Biden, aparentemente mucho más beligerante en su apoyo a una solución militar en Ucrania, rebajaba la tensión y trataba de evitar que la guerra transitara hacia el peligro de choque entre Rusia y la OTAN han terminado. Desde el otro lado del Atlántico, Donald Trump es capaz de ver los toros desde la barrera y deja la puerta abierta a la escalada, aunque siempre sin comprometerse en exceso. “Depende de las circunstancias, pero somos muy favorables a la OTAN”, afirmó ante la insistencia de los medios, que quisieron saber si Estados Unidos ayudaría de alguna manera en esos posibles derribos de cazas rusos.
A las amenazas de sanciones y castigo a China e India por el desafío de adquirir petróleo ruso y la posibilidad del derribo de cazas rusos por parte de la OTAN hay que añadir las palabras pronunciadas por Donald Trump en su reunión con Zelensky, al que nuevamente elogió como gran líder de un país al que admira, un cambio notable con respecto a las primeras semanas de su mandato, cuando no escondía que su relación con Zelensky era tensa. “El mayor avance es que la economía rusa está terrible ahora mismo… y que, francamente, Ucrania está haciendo un muy buen trabajo deteniendo a este enorme ejército… Se suponía que esto sería rápido, así que Rusia no se ve muy distinguida tras haber tardado tres años y medio”, afirmó Donald Trump, que también en la cuestión económica ha comenzado a adherirse a una visión absurda y manipulada de la situación económica rusa cocinada en Ucrania. Estados Unidos ha asumido como propia también la idea de que Rusia esperaba capturar Kiev en tres días, algo que siempre ha sido una fabricación de la propaganda británica.
El cambio en la narrativa de Trump es evidente y lo es también el motivo: castigar a Rusia por la deslealtad de su presidente, que en virtud de su buena relación, debía haber hecho sencillo resolver un conflicto que la Casa Blanca no se ha molestado en comprender. Consolidada la percepción de que es Rusia quien impide la paz y sin querer admitir que no podrá haber ningún tipo de resolución sin un proceso diplomático, algo que Estados Unidos no ha sido capaz de crear, el siguiente paso es elevar la apuesta para amenazar a Rusia con consecuencias aún más graves de las que esperaba. Si hace unos meses Pete Hegseth sorprendía a los aliados europeos de la OTAN afirmando que la recuperación de la integridad territorial de Ucrania no era un objetivo viable como parte de una negociación, Trump apostó ahora por la guerra y presión a Rusia para conseguir precisamente ese sueño ucraniano. Así lo reflejó en un extenso mensaje publicado en su red social.
«Después de conocer y comprender a fondo la situación militar y económica de Ucrania y Rusia, y tras ver los problemas económicos que está causando a Rusia, creo que Ucrania, con el apoyo de la Unión Europea, está en condiciones de luchar y recuperar toda Ucrania en su forma original. Con tiempo, paciencia y el apoyo financiero de Europa y, en particular, de la OTAN, las fronteras originales desde donde comenzó esta guerra son una opción muy viable. ¿Por qué no? Rusia lleva tres años y medio luchando sin rumbo fijo en una guerra que una potencia militar real habría ganado en menos de una semana. Esto no distingue a Rusia. De hecho, la hace parecer un «tigre de papel». Cuando la gente que vive en Moscú y en todas las grandes ciudades, pueblos y distritos de toda Rusia descubra lo que realmente está pasando con esta guerra, el hecho de que les resulte casi imposible conseguir gasolina debido a las largas colas que se están formando, y todas las demás cosas que están ocurriendo en su economía de guerra, en la que la mayor parte de su dinero se gasta en luchar contra Ucrania, que tiene un gran espíritu y solo va a mejor, Ucrania podría recuperar su país en su forma original y, quién sabe, ¡quizás incluso ir más allá! Putin y Rusia se encuentran en una GRAN crisis económica, y este es el momento de que Ucrania actúe. En cualquier caso, le deseo lo mejor a ambos países. Seguiremos suministrando armas a la OTAN para que la OTAN haga lo que quiera con ellas. ¡Buena suerte a todos!»
La arrogancia con la que Estados Unidos, un país que tuvo que abandonar la base de Bagram -construida por la Unión Soviética para Afganistán y que Trump ahora exige al talibán que sea devuelta a Estados Unidos, “quien la construyó”- de noche y sin avisar a sus aliados y que salió del país cuando la capital y el resto del país habían caído ya en manos de su enemigo, es notoria. Las largas colas en busca de gasolina son producto de la imaginación ucraniana, como lo es también esa descripción de la economía rusa, con problemas, pero evidentemente más sólida que la ucraniana, completamente dependiente de los subsidios occidentales. Es el momento de que Ucrania actúe, proclama Trump, que hace semanas preguntó a Zelensky si disponía de armamento para golpear Moscú o San Petersburgo. El tiempo en el que Rusia detectaba unos planes de ataque más allá de lo razonable, se ponía en contacto con Estados Unidos y Washington impedía que Ucrania los llevara a cabo también han concluido. Y, sin embargo, en el mensaje de Trump subyace también un segundo mensaje.
Todo está justificado y Ucrania ha de “actuar”, es decir, atacar, pero todo es responsabilidad de la OTAN, concretamente de los países europeos miembros de la Alianza, encargados de financiar las armas que Estados Unidos vende para que sean enviadas a la guerra y utilizadas sin restricciones. De ahí que varios medios occidentales, entre ellos Reuters y The Telegraph, hayan destacado precisamente esa parte negativa: Trump se suma, como se han congratulado los países europeos, a la idea de presionar a Rusia en todos los campos para lograr la victoria completa, pero aparentemente se lava las manos a la hora de poner en práctica los planes. Trump exige sanciones absolutamente inviables a los países europeos para unirse posteriormente para hundir la economía rusa y ofrece armas, pero solo como transacciones comerciales, sin el apoyo externo y logística que demandan los países europeos. E incluso la idea de la integridad territorial, que la UE se ha apresurado a recuperar, es cuestionable. ¿A qué se refiere Trump cuando habla de las fronteras anteriores a la guerra? Dependiendo de la definición, podría argumentarse que se trata de las fronteras de 1991, incluyendo Crimea, las de 2014 sin la península, momento en el que comenzó la guerra en Donbass, o las del 23 de febrero de 2022, día anterior a la invasión rusa. Incoherente, alejado de la realidad y siempre con la duda de si cambiará en los próximos días, el mensaje de Trump recupera el marco de “ganar la guerra” sin definir la victoria y es lo suficientemente ambiguo para mantener a todas las partes a la espera del siguiente capítulo de la saga.
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