domingo, 6 de julio de 2025

Chile: triunfo del PC y oportunidad en un escenario electoral adverso

Jeannette Jara arrasó en todo el país, desplazando a la ex Concertación y al Frente Amplio. Si llegara a triunfar en las presidenciales de noviembre, sería un hito que iría a contramano del clima político que domina hoy América Latina.

Karina Nohales y Javiera Manzi, Jacobin

El domingo 29 de junio se realizaron en Chile las primarias para la elección presidencial que se vota en noviembre de este año. Fue una primaria de la coalición de gobierno donde participaron únicamente los partidos oficialistas, dado que la derecha no llegó a acuerdo para concurrir conjuntamente ni para inscribirse como pacto. Este es un hecho crucial: es la primera vez que participa un solo bloque político en las primarias presidenciales desde que se instauró el sistema de elecciones primarias en 2012.

Jeannette Jara Román, candidata del Partido Comunista y ex ministra del Trabajo del gobierno de Boric, se impuso con el 60% de los votos —unos 825 mil— ganando en todas las regiones del país. El aplastante porcentaje obtenido por Jara contrasta con el escaso 28% (385.379 votos) obtenido por Carolina Tohá —ex ministra del Interior y Seguridad Pública del actual gobierno— y candidata de la alianza Socialismo Democrático conformada por el Partido por la Democracia y el Partido Socialista. La derrota de Tohá, quien de acuerdo a las encuestas partió la carrera como favorita, viene a refrendar el ya asentado camino de retroceso electoral del llamado centro político, encarnado por los partidos de la ex Concertación.

Por su parte, Gonzalo Winter, diputado y militante del Frente Amplio —el partido del presidente Boric—, obtuvo apenas un 9% de los votos. El partido de gobierno llegó a la antesala de las primarias sin una candidatura propia, tras haber apostado hasta último minuto por una eventual postulación de Michelle Bachelet (PS), opción que fue finalmente descartada por la ex presidenta. Luego de una sucesión de declinaciones por parte de otras figuras del Frente Amplio, el conglomerado terminó por impulsar al diputado Winter —quien también había rechazado inicialmente ser candidato— a asumir la tarea. Con más de 60 mil militantes, la candidatura del partido presidencial alcanzó apenas 123.829 votos en esta primaria, lo que constituye una derrota clara para ese sector del oficialismo. Finalmente, Jaime Mulet, diputado de la Federación Regionalista Verde Social y ex militante democratacristiano obtuvo un predecible cuarto y último lugar con el 2,7% de los votos (37.659).

Con este resultado, de manera inédita, el Partido Comunista de Chile —casi ausente del sistema político hasta hace poco más de diez años— pasa a encabezar la coalición de centroizquierda, desplazando tanto a los partidos que tradicionalmente ejercieron ese liderazgo como a quienes lo han liderado recientemente.

Es la tercera candidatura presidencial del PC que llega a la papeleta. La primera fue Pablo Neruda en 1969. La segunda fue Gladys Marín en 1999, cuarenta años después. Si bien Chile ha contado con numerosos gobiernos donde el Partido Comunista ha sido parte de la coalición oficialista (incluyendo la Unidad Popular), no ha llegado a tener, hasta ahora, una presidencia propia.

Dato mata relato: (no tan) baja participación general y ampliación del apoyo al PC

Un primer análisis del resultado electoral nos lleva inmediatamente a la baja participación en las primarias. A diferencia de 2021, cuando el voto era voluntario tanto en la primaria como en la primera vuelta, este año la primaria sigue siendo voluntaria, mientras que la primera vuelta será obligatoria. Esto implica que los votos de la primaria se diluirán en un electorado mucho más amplio, lo que reduce significativamente su peso relativo.

/ El porcentaje de votación alcanzó un 9,1% (1.420.435) del padrón total de electores (15.499.071), lo que supone una considerable disminución del porcentaje de participación en las primarias anteriores donde votó un 21,4% del padrón electoral en la suma de la votación de los pactos de izquierda y derecha.

Si se afina la comparación y se considera solo la participación en las últimas primarias del bloque de izquierda y centroizquierda (2021), la disminución resulta menos abrupta: entonces votó el 11,9% del padrón (1.752.922 personas). A pesar de ello, la mayoría de los medios de comunicación y analistas locales insisten en señalar la baja participación como el dato político más relevante de estas elecciones.

En las primarias presidenciales de la coalición Apruebo Dignidad de 2021, Gabriel Boric (FA) compitió contra el entonces alcalde de Recoleta, Daniel Jadue (PC), imponiéndose con más del 60% de las preferencias. En las primarias de la derecha, el ganador fue Sebastián Sichel, el ex democratacristiano y candidato del piñerismo, quien luego obtuvo apenas el quinto lugar en la primera vuelta presidencial. En esa misma elección, el ultraderechista José Antonio Kast emergió como el favorito del sector.

Este antecedente explica la reticencia del Partido Republicano (Kast) y del Partido Nacional Libertario (Kaiser) a participar en primarias con la candidata Evelyn Matthei, representante de una derecha tradicional cuyo desplome electoral no ha hecho más que acentuarse.

A pesar de una campaña marcada por referencias persistentes a la Guerra Fría, la amplia victoria de Jeannette Jara sobre Carolina Tohá, en cada una de las regiones del país, evidencia el fracaso al menos parcial de esa narrativa del miedo.

En la Región Metropolitana, donde se concentra el 40% del padrón electoral, la preferencia por Jara fue especialmente nítida en las comunas populares. Destacan los resultados en Lo Espejo (74%), Conchalí (72%), La Pintana (71%), Puente Alto (69%), San Ramón (69%) y Pudahuel (68%) donde contó con el apoyo explícito de alcaldes de izquierda e independientes. Entre ellos sobresale la figura de Matías Toledo, independiente de izquierda y actual alcalde de Puente Alto, quien tras su contundente triunfo en las últimas elecciones municipales se ha posicionado como un referente del sector. Toledo expresó su respaldo a Jara afirmando: «Nuestro corazón y nuestro sitio político está con ella.»

En contraste, y contra el pronóstico del inicio de la campaña que anunciaba una holgada mayoría, la candidatura de Tohá sólo logró imponerse en las cinco comunas más ricas de Santiago (Vitacura, Las Condes, Providencia, La Reina y Lo Barnechea).

«De Conchalí a La Moneda» ¿Qué hizo Jeanette Jara Román para ganar?

Cercana, sonriente y clara, la campaña de Jeannette Jara se sostuvo principalmente en la adhesión y el entusiasmo que concitó su figura y trayectoria, con un marcado énfasis en su historia personal como mujer de clase trabajadora nacida en la histórica población El Cortijo de Conchalí, lo que contrastó significativamente con el perfil del resto de los candidatos.

Pero no solo se trató de su origen. Su extenso recorrido político —que comenzó en los años noventa como dirigenta estudiantil en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Santiago— incluye también su labor como dirigenta sindical, Subsecretaria de Previsión Social durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet, y Ministra del Trabajo en la administración de Gabriel Boric.

El despliegue territorial sostenido por militantes y voluntarios dio un salto cualitativo gracias al impulso que generó su campaña en redes sociales, especialmente orientada a disputar el voto juvenil frente a Gonzalo Winter. Con referencias a la cultura kawaii, trends de TikTok, una franja televisiva marcada por mensajes simples y la ausencia de grandes figuras, su campaña proyectó la imagen de una candidata diferente a los registros tradicionales de la izquierda chilena.

La viralización de sus contenidos no fue sólo simbólica, y demostró su alcance real en las últimas semanas, con largas filas de estudiantes en actos públicos convocados con apenas un día de anticipación en universidades como la Católica o la Alberto Hurtado. Un entusiasmo inédito que incorporó un componente emocional, coherente con el semblante y el tono de una candidata que evitó en todo momento caer en descalificaciones, polémicas o respuestas hostiles, incluso frente a las constantes interpelaciones de otras candidaturas sobre su idoneidad para enfrentar la extrema derecha por su militancia en el Partido Comunista.

En su rol como ministra del Trabajo, Jara representó la eficacia en la gestión gubernamental. En un escenario de minoría parlamentaria, logró concretar dos de los principales compromisos programáticos del gobierno: la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales y la reforma al sistema de pensiones. Durante la campaña, su «caballito de batalla» fue destacar precisamente esta capacidad de gestión, en particular su habilidad para dialogar con el empresariado y la oposición, actores clave en la negociación de ambas reformas.

Sin embargo, como contraparte estas conquistas tuvieron un costo que ha sido objeto de amplias críticas por parte del mundo sindical y social. En el caso de la jornada laboral, el acuerdo implicó la incorporación de mecanismos de flexibilización impulsados por el empresariado. En el caso de la reforma previsional, la promesa de mejorar los montos de jubilación se erige no sólo en mantener el actual sistema privado de pensiones, sino en aumentar casi en un 50% la capitalización de las aseguradoras a las que el programa del gobierno y el mismo PC prometieron poner fin.

Ello contribuye a explicar, en parte, las tensiones que ha enfrentado la candidatura de Jara dentro de su propio partido. Lejos del favoritismo de la dirección histórica del PC —abiertamente inclinada a respaldar el liderazgo de un judicializado Daniel Jadue— esta distancia ha terminado por reforzar más que debilitar, el alcance de su campaña, ampliando sus márgenes de apoyo más allá de la orgánica partidaria.

Jara ha sabido capitalizar esta posición. Frente a temas controvertidos, como las insistentes preguntas de la prensa hegemónica sobre la situación de los derechos humanos en Cuba y Venezuela, no ha dudado en remarcar que, más allá de las posturas del Partido Comunista, será ella —como eventual Jefa de Estado— quien fijará la línea de la política exterior de Chile. En su discurso de triunfo declaró: «No quiero a Chile subordinado a gobiernos extranjeros ni modelos externos, por eso mantendré una política internacional basada en la independencia y el multilateralismo, defensora de los derechos humanos en cualquier lugar del mundo donde se violen».

En relación a su programa, entre las principales medidas propuestas destacan iniciativas orientadas al fortalecimiento del Estado social, la redistribución y los derechos sociales. En materia económica, propone impulsar la demanda interna mediante el aumento del salario mínimo, la creación de empleo y el fortalecimiento de la negociación colectiva.

En seguridad pública, plantea reforzar las actuales policías (Carabineros y Policía de Investigaciones), perseguir las rutas del dinero del narcotráfico y levantar el secreto bancario para facilitar dicha tarea. En salud, defiende el fortalecimiento del sistema público, con énfasis en la reducción de los tiempos de espera y aclarando que no se busca reemplazar al sector privado, sino fortalecer la oferta estatal. En pensiones, propone el término de las AFP y la consolidación de un Seguro Social solidario de carácter público.

En materia de género, el programa incluye acceso garantizado a la salud sexual y reproductiva —incluyendo el aborto sin causales—, la implementación de Educación Sexual Integral (ESI) y la paridad en todos los niveles de representación. En el plano de la redistribución, contempla la creación de un impuesto a los súper ricos, la remuneración del trabajo reproductivo y de cuidados, y la regulación estatal de los servicios básicos para garantizar tarifas justas, subsidios diferenciados para los sectores más vulnerables y evaluar la creación o fortalecimiento de empresas públicas en áreas estratégicas.

Mayoría fragmentada de las derechas

Jara será quien enfrente a la derecha en la primera vuelta presidencial de noviembre. De acuerdo con las encuestas, la intención mayoritaria del voto en Chile se concentra actualmente en las tres principales candidaturas de la derecha: un verdadero triunvirato de «patriotas alemanes» conformado por Evelyn Matthei, José Antonio Kast y Johannes Kaiser.

Evelyn Matthei, militante de la Unión Demócrata Independiente —partido heredero de la doctrina de los Chicago Boys— y candidata de la coalición del ex presidente Piñera Chile Vamos, ha sido diputada, senadora, ministra, alcaldesa y candidata presidencial. Hija del general de la Fuerza Aérea Fernando Matthei, miembro de la junta militar que gobernó Chile durante la dictadura de Pinochet, encarna a la llamada «derecha tradicional». En el actual escenario electoral, comenzó liderando las encuestas, pero su candidatura ha sufrido un progresivo y sostenido desfonde.

Por su parte, José Antonio Kast, abanderado del ultraderechista Partido Republicano, ha crecido de forma sostenida y hoy encabeza las encuestas como favorito para pasar a la segunda vuelta. El denominado «nazi de Paine» —en referencia al sector rural donde se asentó su familia de origen alemán y cómplice civil de los crímenes perpetrados por la dictadura contra los campesinos— fue 2021 el candidato más votado en la primera vuelta , imponiéndose mayoritariamente en 11 de las 16 regiones del país. Sin embargo, la movilización del voto popular en la segunda vuelta logró revertir el resultado en favor del actual presidente Gabriel Boric.

Una tercera candidatura, también de extrema derecha, es la del diputado Johannes Kaiser, proveniente de una familia de colonos alemanes. Tras romper con el partido de Kast, fundó su propia tienda política, el Partido Nacional Libertario. En un estilo abiertamente alineado con figuras como Trump y Milei —ha cuestionado el derecho al voto femenino y sugerido condecorar a hombres que violan a mujeres «feas»—, Kaiser busca encarnar el fenómeno de irrupción en el establishment con un discurso radicalizado y provocador. El registro de Kaiser en las encuestas ha sido inestable: tras un alza significativa hace un tiempo, su apoyo parece estar marcando a la baja. Su principal efecto político, sin embargo, ha consistido en desplazar a Kast desde el extremo donde se ubicaba en la presidencial pasada, dotándolo de una apariencia de moderación.

La disputa por la hegemonía de la derecha, hoy abierta, impidió que este sector alcanzara un acuerdo para participar de las primarias oficiales. Todo indica que será la primera vuelta presidencial la que, de facto, opere como una primaria para dirimir sus liderazgos. Si bien no cabe descartar de antemano las variables posibles, si todo sigue de acuerdo a la foto de hoy ese liderazgo debería ser José Antonio Kast.

De la primaria al gobierno: la larga marcha de Jara

El desafío para la candidatura de Jeannette Jara es mayúsculo en varios niveles. El primero y más relevante es transformar los 825.835 votos de la primaria en los 7 millones que se necesitarán para imponerse en la segunda vuelta presidencial, que por primera vez desde 2012 se realizará con voto obligatorio, una modalidad que, según todas las tendencias, ha favorecido a la derecha. Según la última encuesta de CADEM, en un eventual segundo turno entre Jara y Kast, el candidato republicano obtendría un 50%, mientras que la postulante comunista alcanzaría un 30%. Un 20% de las personas encuestadas manifestó no tener una preferencia definida.

Para ello, el segundo gran desafío será convocar al amplio campo social y popular que hizo posible el triunfo de Boric. El escenario, sin embargo, parece hoy más difícil que entonces. En la presidencial de 2021 el voto era voluntario, el primer proceso constituyente seguía abierto y una parte importante del electorado que se sumó en la segunda vuelta lo hizo con la expectativa de asegurar su éxito. La derrota de ese proceso tuvo un efecto desmoralizador sobre el movimiento social organizado, a lo que se sumó un rápido giro conservador del gobierno, que reforzó su alianza con los partidos tradicionales del «progresismo neoliberal» y profundizó la renuncia programática del Frente Amplio. Como consecuencia, este sector terminó impulsando profundas capitulaciones en materias sensibles y clave, como pensiones, salud, educación y medioambiente. Todo ello contribuyó a un mayor desencanto entre los mismos sectores que definieron la segunda vuelta pasada y que, hoy, deberán ser nuevamente convocados para movilizar el voto en torno a la candidatura de Jara.

Asimismo, está por verse la cohesión que sean capaces de alcanzar en torno al liderazgo comunista los partidos que integran hoy la alianza de gobierno. En la campaña de las primarias, el énfasis comunicacional de la derrotada candidata Tohá (Partido por la Democracia y Partido Socialista) estuvo puesto en el denominado «voto útil», afirmando que votar Jara equivale entregarle el triunfo a Kast.

En relación con esto, el candidato Kaiser ha prefigurado claramente el contenido anticomunista de su campaña. En su primera alocución post primarias ha atribuido el PC de Chile los más de «100 millones de asesinados» por el estalinismo y ha afirmado que el triunfo del Partido Comunista supone un peligro para la institucionalidad, que en esta elección se juega la democracia y que el Partido Comunista entra al Estado por la vía electoral para no irse nunca más. Todo esto lo dijo acompañado de ex agentes de la dictadura, incluido uno condenado por la justicia chilena como autor del delito de tortura.

Más atenuado, Kast manifestó que era una mala noticia para el país que alguien de la izquierda radical lidere la coalición oficialista, que el actual gobierno era un fracaso y se abocó a afirmar que la estrategia desplegada por su candidatura se va afirmando como la correcta.

Por su parte, Matthei declaró que los chilenos no quieren peleas ideológicas y, alejándose del relato de Kaiser, se centró en sus propias medidas programáticas.

Por su parte, los medios de comunicación hegemónicos acompañan el relato de que resultaría no sólo indeseable —por el peligro a la democracia— sino además imposible que una militante de un Partido Comunista llegue a la presidencia de un país por la vía electoral.

Sin duda, lograrlo supondría en sí mismo habilitar un escenario inédito. Conseguirlo en el actual contexto internacional y local, marcado por el avance social y electoral de la extrema derecha, sería una proeza que trascendería las fronteras de Chile. En un país que fue pionero de la llamada «vía pacífica al socialismo», no puede descartarse de antemano la posibilidad de un nuevo hito histórico. El único que puede hacerlo posible, una vez más y como siempre, es el pueblo.

¿Cuáles serán sus términos y condiciones? ¿Cuál es la disposición de apertura de los partidos oficialistas? Que la deliberación por abajo se apodere de los días por venir.

_____________
Ver también:

* * * *

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

LinkWithin

Blog Widget by LinkWithin