sábado, 1 de marzo de 2025

La diplomacia de Trump


Nahia Sanzo, Slavyangrad

“Ya veréis, ocurrirá muy rápido. Pronto se pondrán a los pies de su patrón y moverán alegremente la cola. Todo estará en su sitio”, afirmó un confiado y sonriente Vladimir Putin hace unos días, poco después de que se confirmara la primera llamada telefónica entre los dos presidentes. Era el momento en el que los países europeos aún no habían comprendido lo ocurrido y buscaban a la desesperada una forma de llegar a Donald Trump para rogar que no abandonara a Ucrania en favor de un diálogo con Rusia que implicara un cambio radical en la postura estadounidense. Es así como se ha percibido en Europa el inicio del diálogo con Rusia para reanudar las relaciones bilaterales, que ha dado lugar a dos reuniones, una en Riad y otra esta misma semana en Estambul, y a declaraciones halagüeñas para ambos países. Aunque afirmando mantener la cautela, Moscú veía con esperanza el inicio de las conversaciones y las declaraciones de Donald Trump en las que calificaba a la OTAN como causa del conflicto, se negaba a culpar a Rusia de la guerra y Marco Rubio exigía a Kiev y los países europeos retirar la resolución que exigía la retirada rusa de los territorios ucranianos que iba a votarse en la Asamblea General de Naciones Unidas coincidiendo con el tercer aniversario de la invasión rusa. Sin embargo, tanto el temor ucraniano como la confianza rusa han sido prematuras.

“Gracias por su hospitalidad, gracias por su liderazgo. Esta ha sido una visita muy buena y muy productiva. Y con sus raíces familiares en Escocia… Y su estrecho vínculo con Su Majestad el Rey… Es bueno saber… Que el Reino Unido tiene un verdadero amigo en el Despacho Oval. Y fue tan bueno ver el busto de Winston Churchill de vuelta en su lugar hace un momento”, afirmó Starmer, mostrando el vasallaje propio de la imagen que sugería Vladimir Putin, tras su reunión con Donald Trump en la Casa Blanca, un encuentro que dejó imágenes muy similares a las mostradas tres días antes en la visita de Emmanuel Macron. En ambos casos, los momentos de tratar de corregir al presidente de Estados Unidos quedaron en un segundo plano, ocultos tras las sonrisas, los halagos y el enaltecimiento de la relación transatlántica que ambos líderes intentan rescatar al percibir el peligro posiblemente imaginario de estar a punto de perder a su principal aliado. De la capacidad de los interlocutores de llamar la atención de Donald Trump y convencerle de la importancia de Ucrania para el futuro común de los países aliados dependen las posibilidades de los países europeos de lograr su visión de una paz por medio de la fuerza en la que Ucrania salga beneficiada y Rusia siga sufriendo. Ese es el objetivo común de los Estados miembros de la UE y de la propia Unión, que buscan la forma de equilibrar la retórica de agradecer la posibilidad de paz en Europa con el intento de conseguir el envío de tropas de países de la OTAN a Ucrania.

“Cuando el Reino Unido y Estados Unidos trabajan juntos, salen las cosas”, escribió tras su reunión Keir Starmer, que añadía un épico vídeo de su estancia en la Casa Blanca, altamente valorada por la prensa británica, que temía que no fuera capaz de gestionar correctamente el encuentro con Donald Trump en un momento en el que el presidente de Estados Unidos es capaz de cambiar de discurso sin preaviso, dejando a sus aliados fuera de juego. Sir Keir Starmer, sin embargo, se guardaba literalmente una carta y aprovechó la vanidad de Trump y su deseo de ser aceptado por la aristocracia europea. Ante las cámaras, el premier británico, que hace unos años escribía que “el respaldo de Donald Trump te dice todo lo que necesitas saber sobre lo que está mal en la política de Boris Johnson y por qué no es apto para ser primer ministro”, se sacaba del bolsillo de la chaqueta un sobre abierto que entregaba al presidente de Estados Unidos. Impresionado, Donald Trump leía la carta enviada por el rey de Inglaterra, que le invitaba a una visita de Estado. A lo largo del encuentro y de la rueda de prensa posterior, Starmer recalcó la importancia de la relación especial entre los dos países y subrayó el origen escocés del actual presidente, que será el primero en realizar dos visitas de Estado al Reino Unido, un hito vacío y utilizado únicamente como cebo para lograr unos objetivos políticos que nada tienen que ver con la corona o con las relaciones entre los dos países, pero que fue calificado de histórico.

Aunque según el inquilino de la Casa Blanca lo intentó, Starmer no logró convencer a Trump para que no imponga aranceles a los productos de países europeos que, según el líder estadounidense, imponen aranceles de alrededor de un 20% en forma de IVA a los productos de su país. Más allá de dejar claro que no comprende la diferencia entre aranceles e IVA, Trump volvió a la carga con la idea de que los países europeos recuperarán su inversión en Ucrania, a lo que Starmer respondió que gran parte es “un regalo”. El destructivo regalo en forma de bombas y misiles sigue golpeando ciudades a ambos lados del frente, donde ante la posibilidad de que el frente quede congelado, las partes intensifican sus ataques. Rusia lo hace en Kursk, donde las tropas ucranianas se ven con crecientes dificultades, mientras que Ucrania aumenta sus bombardeos con drones en la zona de Pokrovsk-Krasnoarmeisk y ataca duramente infiltrándose otra vez en Dzerzhinsk-Toretsk, donde vuelven a lograr posiciones en las que atrincherarse. Pese a las palabras de Trump, que ha llegado a afirmar estos días que existen progresos en unas negociaciones que parecen no haber comenzado, la posibilidad de un alto el fuego inminente sigue pareciendo remota y todo indica que, hasta ahora, los contactos se han limitado a negociaciones Estados Unidos-Ucrania sobre cuestiones económicas y Estados Unidos-Rusia sobre la reanudación de las relaciones bilaterales.

Aun así, y sin que peligren por el momento ni el suministro de armas, financiación e inteligencia de Estados Unidos a Ucrania ni las sanciones contra Rusia, prorrogadas por la administración Trump por otro año este mismo jueves, la labor de los representantes europeos es salvar la idea de la guerra -esa es, en realidad, la versión de paz por medio de la fuerza que presentan Kiev, París, Londres y Bruselas- como única vía de resolución del conflicto y lograr la implicación de Washington en una futura presencia militar europea sobre el terreno una vez se consiga un alto el fuego.

En un gran alarde de hipocresía, Starmer, cuya labor era presentar el plan anglo-francés de tropas de los países de la OTAN con apoyo externo de Estados Unidos como garante de la paz -misión cuyo coste recaería, por supuesto, en los países europeos, que ya han asumido con total normalidad que forma parte de esa mayor contribución que han de hacer a la estructura de seguridad común- agradeció a Donald Trump haber “cambiado la conversación” y haber abierto la puerta a la paz. El hombre que trata de garantizar apoyo para introducir la presencia de la OTAN, camuflada en banderas nacionales, en Ucrania quiso alabar la capacidad de Trump de hablar de paz para imponer unas condiciones en la que es consciente de que habrá más guerra. Como era evidente en 2022 y lo sigue siendo ahora, Rusia no va a aceptar, si no es militarmente derrotada, la presencia militar de los países de la OTAN y muy especialmente la del Reino Unido. Hay que recordar que la invitación de Zelensky a Boris Johnson a establecer bases militares británicas en Ucrania fue, junto con la Declaración Crimea del presidente ucraniano, uno de los motivos por los que comenzó a elevarse la tensión que finalmente llevó a la invasión rusa.

En su encuentro con Starmer, en el que Trump pretendió no recordar haber calificado a Zelensky de dictador e insistió en que es el “mejor presidente para Ucrania” -un cambio provocado por el principio de acuerdo para la extracción de minerales que, a juzgar por las imágenes de la reunión de ayer entre los dos presidentes fue solo un espejismo-, el presidente de Estados Unidos insistió en negar la posibilidad de adhesión de Ucrania a la OTAN. Pero, para la alegría del primer ministro británico, no se mostró negativo en lo que respecta a la idea de una misión europea que garantice la paz. Eso sí, no parece haber cambio en el discurso trumpista sobre la participación estadounidense. Respondiendo a la duda de si Estados Unidos intervendría en caso de ataque ruso a las tropas británicas, Trump insistió en que siempre acudirá a ayudar al Reino Unido, a lo que añadió que “no necesitan ayuda”. “¿Podéis solos con Rusia?”, afirmó en otro momento ante la sonrisa incómoda de Starmer.

Preguntado por la prensa por la cuestión territorial, “específicamente Crimea”, Trump cambió nuevamente de discurso y afirmó que tratará de recuperar territorios para Ucrania. La mención a la costa del Mar Negro ha de preocupar a Rusia, ya que es ahí donde ha logrado sus ganancias territoriales, una zona buffer para proteger los accesos a Crimea, el territorio más importante para Moscú, pero también para Kiev. Como es habitual, Trump no precisó cómo espera recuperar esos territorios, aunque a juzgar por su insistencia en el alto el fuego, ha de entenderse que pretende convencer a Rusia de ceder lo que estaba dispuesta a abandonar en 2022. Así lo sugieren también las referencias de Steve Witkoff al preacuerdo de Estambul, cuando la Federación Rusa se comprometía a retirarse de prácticamente todos los territorios capturados desde el inicio de su intervención militar, a cambio de la renuncia a la OTAN y a la presencia militar de esos países en el territorio y una reducción de la fuerza del ejército ucraniano. Todo indica que, después de una semana de presión a Ucrania, ha comenzado el proceso de compaginar el palo y la zanahoria, las alabanzas a la capacidad de Vladimir Putin de cumplir con los acuerdos, con ofrecer a Rusia unas condiciones que no puede aceptar, repitiendo así el proceso que se ha producido con Zelensky, que en una semana ha pasado de ser un dictador y un cómico mediocre a ser recibido a bombo y platillo en la Casa Blanca para firmar el acuerdo de extracción de minerales que, tras el tremendo desastre que fue la reunión con Donald Trump y JD Vance, ni siquiera fue firmado.

La paz “será pronto o no será”, ha afirmado estos días Donald Trump, que sigue dando muestras de mantener un discurso errático, completamente desinformado y sin ningún plan aparente. El acuerdo está “bastante cerca”, insistió el presidente de Estados Unidos ayer al recibir a Zelensky pese a que ni siquiera se han creado aún los equipos negociadores. Es posible que Trump confunda “el acuerdo” con sus intereses y que lo que esté cerca sea en realidad la culminación de los objetivos estadounidenses, entre los que el alto el fuego no es tan importante como lograr concesiones económicas de ambas partes y es evidente que el acuerdo de paz está aún muy lejos.

La humillación sufrida ayer por Zelensky en el Despacho Oval, retransmitida en directo para todo el mundo, es prueba de ello. El momento en el que JD Vance pone contra las cuerdas al presidente ucraniano, de brazos cruzados y a la defensiva, acusándole de estar “jugando con la tercera guerra mundial” pareció la culminación de una semana de ataques personales contra el líder ucraniano. El bronco debate a tres tras el que Donald Trump acusó a Zelensky de no estar preparado para la paz, y que merece un análisis en sí mismo, supone un punto de inflexión claro en este errático proceso de negociación, cuyas implicaciones en forma de reacción política de Ucrania tendrán que conocerse en las próximas horas. Pero es evidente que las últimas horas han destruido completamente las buenas sensaciones con las que salió de la Casa Blanca la delegación británica y las sonrisas con las que llegaron Zelensky y su equipo.

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