Nahia Sanzo, Slavyangrad
En su última entrevista concedida a un medio occidental, Volodymyr Zelensky ha vuelto a referirse a la posibilidad de enviar una misión de paz de países europeos a Ucrania como elemento disuasorio para evitar una posible reanudación de las hostilidades por parte de Rusia. En su intento por defender la adhesión a la OTAN como única garantía de seguridad viable para Ucrania, el presidente ucraniano ha afirmado que esa opción sería incluso la más barata para los socios occidentales. Zelensky olvida mencionar que Moscú no va a aceptar una resolución que implique la llegada de la OTAN a sus fronteras, por lo que esa adhesión solo es posible con una Rusia militarmente derrotada, a día de hoy algo que los proveedores de Ucrania consideran inviable. La opción más barata que promociona Zelensky sería la más costosa para su país, al que condenaría a la continuación de una guerra en la que Ucrania sufre cada vez más.
Al contrario que el Gobierno de Zelensky, algunos aliados de Ucrania comprenden las implicaciones de la expansión de la OTAN al país y se ha creado en la alianza occidental una brecha entre los países dispuestos a correr los riesgos que implica y quienes de forma pública o privada muestran sus reticencias. Entre los primeros se encuentran los países bálticos y Polonia, pero, sobre todo, el Reino Unido y Francia, potencias con mucho más peso en la Alianza. Entre los países reticentes destacan Alemania y Estados Unidos. En el caso de Washington, la postura de Donald Trump, que ha mostrado su comprensión ante la postura rusa de rechazar duramente la expansión de la OTAN, no supone una ruptura con respecto a la anterior administración. Aunque se negaba en rotundo a comprometerse a no incluir a Ucrania en la alianza, Biden tampoco veía la adhesión a la OTAN como solución a la guerra y, pese a las plegarias de Zelensky, no ofreció a Kiev la invitación oficial que tanto ansiaba.
Aunque no es la opción preferida de Ucrania y tampoco de Estados Unidos, cuyo presidente ya ha indicado que no participaría, la idea de un contingente occidental a modo de misión de paz sigue siendo la propuesta estrella que consideran varios países europeos. Tanto es así que los países comienzan ya a ubicarse en el bloque de los favorables y los reticentes. En la práctica, una misión armada de los países europeos supondría para Rusia el mismo problema. El frente es excesivamente amplio y la guerra demasiado compleja como para que fuera creíble que la misión estuviera gestionada por países europeos que no forman parte de la OTAN, por lo que sería vista por Moscú como una operación de la Alianza directamente en sus fronteras. Las negociaciones de paz no han comenzado y posiblemente ni siquiera vayan a comenzar en breve, por lo que es imposible conocer los términos en los que se produciría, pero, por el momento, todas las propuestas de paz que están mencionándose implican una frontera de facto entre Rusia y Ucrania en la línea de contacto. En otras palabras, esas tropas occidentales se situarían en lo que actualmente es la línea del frente, que solo Moscú consideraría la frontera oficial entre los dos países. Esta paz armada -o fuertemente armada- implica, por naturaleza, una inestabilidad con capacidad de causar situaciones de enfrentamiento directo, situación que al menos algunos países occidentales han tratado de evitar a toda costa. Es el caso de Estados Unidos y también de la principal potencia continental, Alemania, que lidera el grupo de países que ve inviable el envío de tropas a Ucrania.
“El Reino Unido y otros países europeos están divididos sobre la viabilidad de desplegar una fuerza de mantenimiento de la paz a gran escala en Ucrania, según han declarado diplomáticos y oficiales a The Times. El Reino Unido, Francia y los países nórdicos apoyan la idea de una iniciativa liderada por los países europeos de enviar decenas de miles de tropas en caso de que se alcance un acuerdo de alto el fuego. Sin embargo, según parece, Alemania y otros países se oponen”, afirma un artículo publicado por el diario londinense el pasado fin de semana. “Se cree que a los países bálticos y a Polonia les preocupa que la misión propuesta pueda desviar recursos muy necesarios de los países fronterizos de la OTAN con Rusia, dejándolos expuestos”, añade el medio. El interés por la victoria de Ucrania disminuye cuando se pone en riesgo la presencia de la OTAN en territorio propio, principal prioridad de esos países cuya opinión puede ser relevante, aunque no va a ser tan decisiva como la postura de Alemania.
Como hace un año, cuando la exigencia de Macron de que Berlín enviara a Ucrania los misiles Taurus que Olaf Scholz se negaba a enviar, Francia y Alemania encabezan facciones opuestas. En aquel momento, el contraataque del canciller alemán a la emboscada francesa fue la confirmación tácita de que soldados occidentales participan directamente en la guerra de Ucrania en el manejo de sistemas como los misiles Storm Shadow. Ni el Reino Unido ni Francia negaron la acusación y Macron la utilizó para poner sobre la mesa de forma oficial la posibilidad del envío de tropas. En una reunión con los líderes de las facciones parlamentarias, el presidente francés volvió a insistir en dejar la puerta abierta al envío de soldados en caso de ruptura del frente, por ejemplo, en dirección a Odessa.
Macron fue desautorizado por Scholz, pero la idea ya había sido colocada en la agenda y ha resurgido periódicamente hasta convertirse en los últimos meses en la propuesta estrella de los países europeos. A ello ha contribuido la sensación europea de encontrarse completamente al margen del proceso de negociación, en el que la voz cantante va a corresponder a Estados Unidos y Rusia, los dos países con capacidad de decisión. Moscú, que ha de financiar y gestionar la economía de guerra, depende de sí misma y de sus recursos. La dependencia de Ucrania de Estados Unidos para seguir luchando en las condiciones en las que se está produciendo hace a Kiev vulnerable a las órdenes de quienes financian a su ejército y a su Estado. Y aunque la aportación económica de la Unión Europea supera a la estadounidense, en guerra la principal prioridad son las armas, cuyo principal origen está al otro lado del Atlántico. En el momento en el que Washington decida que es la hora de la diplomacia, Zelensky no tendrá más remedio que acatar de la misma forma que Poroshenko envió a Leonid Kuchma a firmar los acuerdos de Minsk que Angela Merkel había negociado con Vladimir Putin.
El intento europeo de hacerse ver, mostrar que no carece de ideas propias y garantizar a Donald Trump que la UE y el Reino Unido están dispuestos a aumentar su aportación al esfuerzo colectivo de financiar la guerra y a liberar a Estados Unidos de una parte de sus compromisos choca con las posibilidades de organizar una misión armada capaz de contrarrestar las capacidades rusas. “Una fuente de alto nivel del gobierno británico afirmó que Europa podría generar por sí sola la fuerza terrestre necesaria, pero que los ministros esperan que Estados Unidos proporcione la «cobertura aérea». Podría ser en forma de baterías de misiles tierra-aire Patriot, capaces de derribar misiles balísticos o de aeronaves con medios de inteligencia y vigilancia, capacidades de las que Europa carece”, admite The Times. Para los países europeos, Estados Unidos siempre ha sido imprescindible y todo indica que seguirá siéndolo incluso ahora que presidentes como Emmanuel Macron anuncian su intención de duplicar el presupuesto militar. Curiosamente, su declaración llegó el mismo día que se conoció la presentación de una moción de censura contra el Gobierno francés, que nuevamente trata de aprobar los presupuestos por decreto y sin pasar por el Parlamento, donde no cuenta con el apoyo necesario.
Más allá de las capacidades técnicas, los países europeos que creen en la idea de una misión de paz vuelven a depender de Estados Unidos y Rusia para su deseado proyecto. “Si Rusia no compra la idea, está muerta y si Estados Unidos no pone el martillo, la idea está muerta. Nunca digas nunca, pero no creo que este albatros vaya a levantar el vuelo”, afirma una de las fuentes militares de The Times. “El ejército británico podría, en teoría, enviar una fuerza del tamaño de una división de entre 10.000 y 25.000 soldados, según una fuente del ejército, aunque puede ser una exageración dado que ya hay tropas estacionadas en Estonia”, continúa el medio para finalmente añadir una idea considerada más factible: “una fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU formada por tropas de países como India, Bangladesh o China”. En realidad, también esta propuesta chocaría con la testaruda realidad de que Rusia tendría que aceptar una misión armada en sus fronteras o incluso en su propio territorio.
La idea que proponen varios países europeos, que desean formar parte de una fuerza de paz que sea europea y cuente con el apoyo de Estados Unidos es tan incierta como la postura de Bruselas o Londres en relación con la guerra, un conflicto que ven en las cercanías de sus fronteras, pero en el que sus propias decisiones han hecho que sean únicamente espectadores privilegiados y proveedores secundarios siempre a la sombra de su aliado norteamericano, al que tratan de ofrecerle formas en las que continuar luchando contra Rusia más allá del momento del alto el fuego. Europa se condena así a una suerte de carrera armamentística que le exige su principal socio y pretende mantener una paz armada con serias posibilidades de desestabilización en el continente en lugar de buscar una arquitectura de seguridad que impida futuros conflictos. La militarización es el camino aunque implique recortes. En el caso ucraniano, ese paso supondría sustituir a un ejército preparado para luchar en una guerra como la actual con tropas de otros que no han pisado una trinchera en décadas y cuya garantía de seguridad es simplemente el paraguas de la OTAN. Pese a sus constantes declaraciones sobre la intención rusa de invadir países miembros de la Alianza, todos son conscientes de que no quiere librar una guerra contra ellos. Aparentemente, solo una parte de los países miembros de la Alianza coinciden en no desear arriesgarse a un conflicto entre potencias nucleares.
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