En 1974 el economista estadounidense Hyman Minsky advirtió que los ciclos económicos podían significar una bomba de tiempo. Minsky, seguidor de Keynes, y enemigo de las desregulaciones que por esos años comenzaba a promover Milton Friedman, advirtió que la economía podía ser arrastrada al abismo si los gobiernos no construían sólidas defensas para la estabilidad financiera.
Minsky advirtió que en tiempos de prosperidad se desarrolla una euforia especulativa que hace aumentar el volumen de crédito hasta que los beneficios producidos no pueden pagarlo. Y este momento del impago es el que desata la crisis. El resultado es una contracción del préstamo, incluso para aquellas empresas o personas que sí pueden pagarlo, momento en que la economía entra en colapso.
Minsky fue ridiculizado por Friedman y Hayek, quienes a la postre ganaron el premio Nobel y tomaron las riendas del mundo. Así y todo, este keynesiano radical argumentó que las oscilaciones eran inevitables en una economía de mercado, a menos que los gobiernos intervinieran fuertemente para evitar el descontrol excesivo. Por ello se opuso tenazmente a las desregulaciones que marcaron la tónica de los años 80. Pero nadie quizo escuchar sus advertencias. Murió en 1996, un año antes del inicio de la crisis asiática, que fue un tibio preámbulo de lo que estamos viviendo ahora.
El momento Minsky, es el momento en el cual comienza a desplomarse el gigantesco esquema ponzi levantado en el período de la euforia (1980-2007), que se desploma como un alud generando una reacción en cadena de impagos. Es un período de enorme inestabilidad provocado justamente por un largo período de estabilidad aparente en el cual todos los que se creyeron el cuento se arriesgaron más de la cuenta en la toma de riesgos crediticios. Minsky sugirió tres tipos de deudores, cada vez más riesgosos: tipo 1: el deudor completamente cubierto que puede satisfacer todos los pagos de la deuda con sus flujos en efectivo; tipo 2: el deudor especulativo, que podrá cumplir con el pago de los intereses pero sin amortizar nada del principal; y tipo 3: el deudor ponzi, que ante cualquier caída no podrá pagar ni siquiera los intereses dado que se basa por completo en el aumento de los precios de los activos para seguir refinanciando la deuda.
Cuanto más se desplace la economía hacia los prestatarios del esquema ponzi, mayor será el castillo de naipes, y mayor el estruendo de la caída. Por eso, y a propósito del artículo que escribió Onésimo Ahora la culpa la tienen los especuladores, aclaro que llamo especuladores a esta tercera categoría, sin dejar de sorprenderme de la facilidad con se defiende este esquema que tiene al mundo al borde del abismo, y que hasta el momento tiene un solo detenido: Bernard Madoff, que aplicó el modelo en escala micro.
Para profundizar un poco en el tema, gran parte de esta especulación se realiza vía derivados. El mercado de los derivados se encuentra actualmente en 600 billones de dólares (US$600.000.000.000.000), es decir, diez veces más que todo el PIB mundial, que fue de 58 billones de dólares el año 2009. En los derivados está el gran casino financiero y en él se apuesta diez veces más que todo lo que se produce en el mundo. Este mercado depende de las tasas de interés, y del precio de los activos. Con tasas de interés bajas como las que tenemos ahora (en torno al 0%), y con una caída brutal en el precio de los activos, basta un pequeño movimiento para que hasta los deudores tipo 1 se vean en serias dificultades para cumplir sus pagos. Y, como bien dice Onésimo “no hay que ser un genio financiero para ver que los números no calzan”. Es así de simple: estamos sobre un volcán a punto de erupcionar.
Entre mayo y junio, los compromisos de pago de estos derivados son de 5 billones de dólares. De ahí la urgencia y el nerviosismo de los mercados. En agosto de 2008, un mes antes de la quiebra de Lehman Brothers, escribí un modesto artículo: Banca mundial sufrirá profundo impacto en septiembre. Esta vez no sólo la banca, sino que muchos Estados, gobiernos, municipios, Unversidades, agencias de seguro y empresas sufrirán un profundo impacto. Como señala Jerome Corsi, con los datos del Banco Internacional de Pagos, la burbuja de los derivados desatará una crisis monstruosa. Ya lo he dicho: lo que hemos vivido hasta ahora es sólo la punta del iceberg. Por eso culpar a los carteristas del último cuarto de hora es una pérdida de tiempo. Hay que ir más allá.
Como lo he señalado en varios artículos, la teoría macroeconómica convencional no tiene elementos para explicar la crisis que estamos viviendo. Es como pretender defenderse de la fiebre porcina con un matamoscas. Por eso que las ideas de Minsky cobran relevancia, mientras todas aquellas otras como la teoría del ingreso permanente (Friedman), la teoría de las expectativas racionales (Lucas) o la hipótesis de los mercados eficientes (Fama), han entrado en completa contradicción quedando desarticuladas y obsoletas. La teoría macroeconómica se encuentra a la deriva, y lo que estamos viviendo es el momento Minsky en toda su magnitud. La avalancha de los derivados se nos viene con todo. Ahora sabrá lo que es el esquema ponzi.
Este artículo fue publicado en El Blog Salmón
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