Sheri Berman, CTXT
En los últimos años, las consecuencias negativas del capitalismo neoliberal se han vuelto imposibles de ignorar, porque no solo han contribuido a acontecimientos tan traumáticos como la crisis financiera de 2008, sino también al desarrollo de otras tendencias destructivas y duraderas como la creciente desigualdad, un menor crecimiento, un monopsonio en aumento y unas divisiones sociales y geográficas en auge. Además, el impacto de estas no se limita solo a la esfera económica, puesto que estos acontecimientos y tendencias han influido también de forma negativa en las sociedades y democracias occidentales. Así pues las críticas condenatorias contra el capitalismo neoliberal de académicos, políticos y analistas han comenzado a proliferar.
Ahora bien, si la intención de estos no es pulir las aristas del neoliberalismo, sino más bien transformarlo sustancialmente en un sistema más equitativo, justo y productivo, hace falta más que un simple reconocimiento de sus fallos y aspectos negativos. Como dice el dicho, “no puedes derrotar algo con nada”.
Un proceso en dos fases
Si queremos entender lo que haría falta para librarnos de las ideas y políticas neoliberales que llevan décadas afectando de forma negativa a las economías, sociedades y democracias occidentales, tenemos que recordar cómo suceden las transformaciones ideológicas. El auge y caída de los paradigmas o ideologías económicos puede conceptualizarse como un proceso en dos fases.