El acuerdo de desarme nuclear más crucial para Europa y los europeos se va al garete en tres semanas entre la abúlica indiferencia de nuestras sociedades
Rafael Poch de Feliu, Ctxt
Entre diciembre de 1987 y julio de 1991, la URSS y Estados Unidos firmaron acuerdos de desarme sin precedentes que cambiaron radicalmente la situación internacional. En diciembre de 1987 Gorbachov y Reagan firmaron en Washington el acuerdo INF, sobre fuerzas nucleares intermedias, de alcance entre 500 y 5500 kilómetros. Aquel acuerdo supuso la eliminación de los euromisiles: 826 de alcance medio y 926 de corto alcance por parte de la URSS, y 689 y 170, respectivamente, por parte de Estados Unidos.
Aunque sólo representaba el 5% de los arsenales nucleares conjuntos, el acuerdo libró a los europeos de una pesadilla y era un inicio para algo más. Atrás quedaba el impresionante “movimiento por la paz”, que, particularmente en Alemania, movilizó a la sociedades europeas con un vigor y una energía inusitados. Sobre aquella estela de sentido común, en julio de 1991 Bush y Gorbachov firmaron en Moscú el primer acuerdo START para una reducción del 40% de los respectivos arsenales estratégicos, es decir de largo alcance.
Además, en noviembre de 1990 se había firmado en París el acuerdo sobre reducción de fuerzas convencionales en Europa (CFE), y la URSS inició enseguida la retirada de tropas de Hungría, Checoslovaquia, República Democrática Alemana y Mongolia. La importancia de todo esto no precisa ser resaltada: se alteró el clima en una Europa dos veces asolada por la guerra mundial en el siglo XX y se desmilitarizaron y normalizaron las relaciones de Moscú con Estados Unidos y China.