lunes, 11 de marzo de 2024

La vergüenza de Israel: es tiempo de acabar con la ocupación más prolongada del mundo


Ramzy Baroud, Counter Punch

Dejado a su suerte, Israel nunca concederá la libertad a los palestinos.

En el pasado algunos afirmaron, por ignorancia o no, que la paz en Palestina solo puede lograrse mediante «negociaciones incondicionales».

Este mantra también fue defendido por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cuando le interesaba hablar de boquilla del «proceso de paz» y otras fantasías originadas en Estados Unidos. Por aquel entonces hablaba de su disposición a mantener negociaciones incondicionales, aunque argumentando constantemente que Israel no tiene un interlocutor para la paz.

Todo esto eran, por supuesto, evasivas. Lo que Netanyahu y otros israelíes estaban diciendo en realidad es que Israel debería liberarse de cualquier compromiso con el derecho internacional, por no hablar de la presión internacional. Peor aún, al declarar que Israel no tiene ningún interlocutor palestino para la paz, el gobierno israelí renunció básicamente las hipotéticas e «incondicionales negociaciones» antes incluso de que tuvieran lugar.

Durante años -de hecho, durante décadas- se permitió a Israel perpetuar semejante disparate, empoderado, por supuesto, por el apoyo total e incondicional de Washington y sus demás aliados occidentales.

En un contexto en el que Israel recibe miles de millones de dólares de ayuda estadounidense y occidental en general, y en el que creció hasta convertirse en un próspero centro tecnológico, por no hablar de uno de los mayores exportadores de armas del mundo, Tel Aviv sencillamente no tenía motivos para poner fin a su ocupación o desmantelar su apartheid racista en Palestina.

Pero las cosas deben cambiar ahora. La guerra genocida israelí en Gaza debería alterar por completo nuestra comprensión, no sólo de la trágica realidad que se vive en Palestina, sino también de los malentendidos del pasado. Debe quedar claro que Israel nunca tuvo intenciones de lograr una paz justa, de poner fin a su colonialismo en Palestina, es decir, a la expansión de los asentamientos ilegales o de conceder a los palestinos los mínimos derechos.

Por el contrario, Israel lleva todo el tiempo planeando un genocidio contra los palestinos.

Israel ya ha cometido terribles crímenes de guerra contra los palestinos, durante la Nakba en 1947-48 y en sucesivas guerras desde entonces. Cada crimen, grande o pequeño, iba siempre acompañado de una campaña de limpieza étnica. Más de 800.000 palestinos fueron objeto de limpieza étnica cuando Israel se estableció sobre las ruinas de Palestina hace 76 años. Otros 300.000 fueron objeto de limpieza étnica durante la Naksa, la guerra y el exilio de 1967.

A lo largo de los años, los principales medios de comunicación occidentales hicieron todo lo posible por ocultar por completo los crímenes israelíes, minimizar su impacto, o culpar de ellos a otros. Este proceso de amparar a Israel sigue vigente hasta el día de hoy, incluso cuando decenas de miles de palestinos han muerto desde el 7 de octubre y cuando la mayor parte de Gaza, incluidos sus hospitales, escuelas, mezquitas, iglesias, viviendas civiles y refugios han sido borrados del mapa.

Teniendo en cuenta todo esto, cualquiera que siga hablando de «negociaciones incondicionales» -especialmente las llevadas a cabo bajo los auspicios de Washington- lo hace solo para ayudar a Israel a eludir la responsabilidad jurídica y política internacional.

Afortunadamente, el mundo se está dando cuenta de este hecho y, con suerte, despertará más pronto que tarde, ya que las masacres israelíes en Gaza siguen cobrándose cientos de vidas inocentes cada día.

Esta toma de conciencia colectiva de que hay que detener a Israel con medidas internacionales también va acompañada de una toma de conciencia igualmente crítica de que Estados Unidos no es un mediador de paz honesto. De hecho, nunca lo ha sido.

Para apreciar el ruinoso papel de EEUU en este supuesto conflicto, basta el siguiente ejemplo: mientras que prácticamente todos los países que participaron con una opinión legal y una posición política en las audiencias públicas de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) del 19 al 26 de febrero, formularon su posición basada en el derecho internacional, EE.UU. no lo hizo.

«El Tribunal no debería considerar que Israel está legalmente obligado a retirarse de forma inmediata e incondicional del territorio ocupado», declaró vergonzosamente el 21 de febrero el asesor jurídico en funciones del Departamento de Estado estadounidense, Richard Visek.

76 años después de la Nakba y tras 57 años de ocupación militar, la postura jurídica estadounidense sigue empeñada en defender la ilegalidad de la conducta de Israel en toda Palestina.

Compárese la postura anterior con la posición rotunda, valiente y jurídicamente fundamentada de casi todos los países del mundo, especialmente de los más de 50 países que solicitaron intervenir en las audiencias de la CIJ.

China, cuyas palabras y acciones parecen mucho más coherentes con el derecho internacional que las de muchas naciones occidentales, especialmente ahora, fue incluso más lejos. «En la búsqueda del derecho a la autodeterminación, el uso de la fuerza por parte del pueblo palestino para resistir la opresión extranjera y completar el establecimiento de un Estado independiente es un derecho inalienable bien fundado en el derecho internacional», declaró el representante chino Ma Xinmin ante la CIJ el 22 de febrero.

A diferencia de la postura tópica y poco comprometida de personajes como el ministro de Asuntos Exteriores británico, David Cameron, sobre la necesidad de iniciar un «progreso irreversible» hacia un Estado palestino independiente, la postura china es posiblemente la más completa y realista.

Xinmin vinculó la autodeterminación a la lucha por la liberación, a la soberanía, a los derechos inalienables de los pueblos, todos ellos coherentes con las leyes y normas internacionales. De hecho, son estos mismos principios los que han conducido a la liberación de numerosos países del Sur Global. Teniendo en cuenta que Israel no tiene ninguna intención de liberar a los palestinos de las garras del apartheid y la ocupación militar, al pueblo palestino no le ha quedado otra opción que resistir.

Ahora la cuestión es ¿seguirá la comunidad internacional desafiando la postura estadounidense sólo con palabras, o formulará un nuevo enfoque ante la ocupación israelí de Palestina, poniéndole fin por todos los medios necesarios?

En su declaración ante la CIJ el 19 de febrero el abogado británico Philippe Sands, miembro del equipo de Palestina, ofreció una hoja de ruta sobre cómo la comunidad internacional puede obligar a Israel a poner fin a su ocupación: «El derecho de autodeterminación exige que los Estados miembros de la ONU pongan fin de inmediato a la ocupación israelí. No a la ayuda. No a la asistencia. Ninguna complicidad. Ninguna contribución a acciones violentas. Nada de dinero. Ni armas. Ni comercio. Nada de nada».

En efecto, ha llegado el momento de pasar de las palabras a los hechos, especialmente cuando miles de niños están siendo asesinados sin otra culpa que haber nacido palestinos.

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