Naomi Klein, The Guardian
La manera de vencer a Vladimir Putin es inundar el mercado europeo con gas natural “frackeado en EEUU”, o eso es lo que la industria nos quiere hacer creer. Como parte de la histérica escalada anti-rusa, se han introducido dos proyectos de ley en el Congreso de los EE.UU. – uno en la Cámara de Representantes (HR 6 ), otro en el Senado (S. 2083 ) – que tratan de llevar por la vía rápida las exportaciones del gas natural licuado (GNL), todo en aras de ayudar a que Europa deje de depender de los combustibles fósiles de Putin, y mejorar la seguridad nacional en EE.UU.
Según Cory Gardner, congresista republicana que presentó el proyecto en la Cámara, “oponerse a esta legislación es como colgar una llamada al 112 de nuestros amigos y aliados.” Y puede ser cierto – siempre y cuando sus amigos y aliados trabajen en Chevron y Shell, y la emergencia es la necesidad de mantener las ganancias mientras los suministros de petróleo y gas convencionales disminuyen.
Para que esta táctica funcione, es importante no mirar minuciosamente los detalles. Como el hecho de que gran parte del gas probablemente no llegará a Europa – porque lo que estos proyectos de ley permiten es que el gas se venda en el mercado mundial a cualquier país perteneciente a la Organización Mundial del Comercio.
O el hecho de que durante años la industria ha estado vendiendo el mensaje de que los estadounidenses deben aceptar los riesgos a su tierra, agua y aire que conlleva la fractura hidráulica (fracking) con el fin de ayudar a su país a lograr la “independencia energética. ” Y ahora, de repente y con astucia, el objetivo se ha cambiado por el de “seguridad energética “, que al parecer significa vender un exceso temporal de gas obtenido por fractura hidráulica en el mercado mundial, y con ello crear dependencias energéticas en el extranjero.
Y, sobre todo, es importante no darse por aludido de que la construcción de la infraestructura necesaria para exportar gas a esa escala, llevará muchos años en permisos y su construcción – una sola terminal de GNL puede llevar una etiqueta con un precio de $ 7mil millones, ha de ser alimentada por una masiva red entrelazada de gasoductos y estaciones de compresión, y requiere su propia central eléctrica sólo para generar la suficiente energía para licuar el gas por súper- refrigeración. Para cuando estos enormes proyectos industriales estén en marcha y funcionando, puede que Alemania y Rusia también sean grandes amigos. Pero para entonces pocos recordarán que la crisis en Crimea fue la excusa aprovechada por la industria del gas para que sus sueños de exportación albergados durante muchos años se hicieran realidad, sin tener en cuenta las consecuencias a las comunidades que sufrieron el frácking o el hecho de que el planeta esté siendo cocinado.
Yo llamo a esta habilidad para explotar la crisis en beneficio privado, la doctrina del shock, y no muestra señales de retroceso. Todos sabemos cómo funciona la doctrina del shock: en tiempos de crisis, ya sea real o fabricada, nuestras élites son capaces de arremeter con políticas impopulares y que son perjudiciales para la mayoría bajo el paraguas de la emergencia. Por supuesto que hay objeciones – desde los climatólogos que advierten de la potente capacidad de calentamiento del metano, o de las comunidades locales que no quieren estos puertos de exportación de alto riesgo en sus amadas costas . Pero, ¿quién tiene tiempo para el debate? ¡Es una emergencia! Una llamada al 112! Aprobemos las leyes primero, pensemos después.
A muchas industrias se les da bien esta táctica , pero ninguna es más hábil utilizando tácticas de abandono de la racionalidad en la crisis que el sector global del gas.
Durante los últimos cuatro años el lobby del gas ha utilizado la crisis económica en Europa para decirle a los países como Grecia, que el camino para salir de la deuda y la desesperación es abrir sus hermosos y frágiles mares a la perforación. Y se han utilizado argumentos similares para racionalizar el fracking en Norteamérica y en el Reino Unido .
Ahora la crisis du jour es el conflicto en Ucrania, utilizada como ariete para derribar restricciones sensatas sobre exportación de gas natural y obligar a un acuerdo de libre comercio controvertido con Europa. Es un chollo: más comercio para las corporaciones contaminando y más gases de efecto invernadero contaminando la atmósfera – todo como respuesta a una crisis energética que en gran medida ha sido fabricada.
En este contexto vale la pena recordar – ironía de ironías – que la crisis que la industria del gas natural mejor ha manejado, ha sido la del mismísimo cambio climático.
No importa que la solución singular de la industria para la crisis climática sea la dramática expansión de un proceso de extracción por fracking que libera grandes cantidades de metano que desestabiliza el clima en nuestra atmósfera . El metano es uno de los más potentes gases de efecto invernadero – con una capacidad 34 veces mayor para atrapar el calor que el dióxido de carbono, según las últimas estimaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Lo que significa un periodo de 100 años para que disminuya el efecto del metano.
Es mucho más relevante, afirma el bioquímico de la Universidad de Cornell Robert Howarth, uno de los principales expertos del mundo sobre las emisiones de metano, observar el impacto a lo largo de una franja de 15-20 años, cuando el metano tiene un potencial de calentamiento global que es pasmosamente 86-100 veces mayor que el de el dióxido de carbono”. Es en este marco de tiempo que corremos el riesgo de encerrarnos en un calentamiento muy rápido “, dijo el miércoles.
Recordemos: no se construyen instalaciones multimillonarias a menos que los vaya a utilizar durante un mínimo de 40 años. Así que estamos respondiendo a la crisis de calentamiento de nuestro planeta mediante la construcción de una red de ultra- potentes hornos atmosféricos. ¿Estamos locos?
Y no es que nosotros sepamos en realidad cuánto metano se libera por la perforación y fractura hidráulica y toda su infraestructura asociada. Incluso mientras la industria del gas natural hace alarde de sus emisiones de dióxido de carbono “¡más bajo que el carbón ! “, nunca se han medido sistemáticamente sus fugas de metano, arrastradas en todas y cada una de las etapas del proceso de extracción, procesamiento y distribución de gas – desde el lugar de extracción y las válvulas de condensador hasta las tuberías rotas bajo los barrios de Harlem. El propio sector, en 1981, lanzó la inteligente idea de que el gas natural era un “puente” hacia un futuro de energía limpia. Eso fue hace 33 años. Largo puente… Y la otra orilla todavía no se divisa en ninguna parte.
Y en 1988 – el año en que el climatólogo James Hansen advirtió al Congreso, en un testimonio histórico, acerca del problema urgente del calentamiento global – la Asociación Americana de Gas comenzó a proponer explícitamente su producto como una respuesta al “efecto invernadero,” No perdió el tiempo, en otras palabras para venderse a sí mismo como la solución a una crisis mundial que había ayudado a crear .
El uso por la industria de la crisis en Ucrania para expandir su mercado mundial bajo el estandarte de “seguridad energética” debe verse dentro del contexto de un ininterrumpido uso oportunista de esta crisis. Sólo que esta vez somos muchos más los que sabemos donde radica la verdadera seguridad energética. Gracias a la labor de los mejores investigadores como Mark Jacobson y su equipo de Stanford, sabemos que el mundo puede, en el año 2030, cubrir sus necesidades en su totalidad con las energías renovables. Y gracias a los últimos y alarmantes informes del IPCC, sabemos que hacerlo es ahora un imperativo existencial.
Estas son las infraestructuras que necesitamos construir urgentemente – y no por supuesto, gigantescos proyectos industriales que nos obligarán a una mayor dependencia de combustibles fósiles peligrosos durante décadas futuras. Sí claro, todavía se necesitarán combustibles durante la transición, pero hay más que suficientes de los convencionales a nuestra disposición durante ese periodo. Y los métodos extra-sucios de extracción, como son las arenas bituminosas o el fracking, simplemente no son necesarios. Como dijo Jacobson en una entrevista esta misma semana: “Nosotros no necesitamos combustibles no convencionales para la conversión del viento el agua y la energía solar a totalmente limpia y renovable y, a todos los efectos, tenemos los medios existentes además de los de nueva creación, [de la generación renovable] que suministren energía para el resto de la infraestructura limpia que vamos a necesitar … el petróleo y el gas convencionales son mucho más que suficientes.”
Ante esto, les toca a los europeos transformar su deseo de emancipación del gas ruso a la exigencia de una transición acelerada hacia energías renovables. Esta transición – a las que las naciones europeas se han comprometido en el marco del protocolo de Kyoto – puede ser fácilmente saboteado si el mercado mundial se inunda con combustibles fósiles baratos obtenidos de los cimientos EE.UU mediante fracking. Y de hecho “estadounidenses contra fracking” http://www.americansagainstfracking.org/ que lidera la lucha contra seguir la vía rápida en las exportaciones de GNL, y que está trabajando estrechamente con sus homólogos europeos para evitar que esto suceda .
Responder a la amenaza ante un calentamiento catastrófico es nuestro imperativo energético más apremiante. Y simplemente no podemos darnos el lujo de dejar que nos distraigan con á última crisis alimentada como estratagema de marketing por la industria del gas natural.
______
Traducido por Araceli Fernández Prieto Para Iniciativa Debate
No hay comentarios.:
Publicar un comentario