jueves, 9 de enero de 2014

2013 fue un año fastuoso para el 1% más rico

Martine Orange, Viento Sur

La desigualdad entre ricos y pobres se ha acentuado todavía más en el año que acaba de transcurrir. En EE UU, los más afortunados acaparan más de la mitad de la renta nacional, alcanzando un grado de concentración nunca visto desde 1917.

Según los expertos, el año 2013 ha sido mucho mejor de lo previsto. Muchos se felicitan de que se hayan superado los problemas causados por la crisis económica. Para justificar este retorno a una situación más normal, los comentaristas subrayan los rendimientos “históricos” de los mercados bursátiles mundiales. De Nueva York a Tokio, pasando por Fráncfort o Londres, han volado de récord en récord, borrando todos los rastros de la crisis de 2008.

Otro dato igual de reconfortante para los expertos es que los mercados inmobiliarios, que han estado hundidos durante más de seis años consecutivos, vuelven a evolucionar al alza. Los pisos y las casas recuperan los precios estratosféricos que tanto satisfacen a los comentaristas. El mercado londinense está en la cota más alta de los últimos seis años, y el de Nueva York asciende a buen ritmo. En suma, todo está volviendo a ser como antes. Por fin, para algunos; aunque solo para un puñado.

Lo que distingue a 2013 es la profundización de la brecha que separa a los más ricos de los más pobres, el aumento cada vez más escandaloso de la desigualdad. La recuperación solo ha valido, y solo vale, para el 1 % más rico, en detrimento del 99 % restante.

Según la clasificación de la agencia Bloomberg, elaborada el pasado 2 de enero, los 300 multimillonarios más ricos del mundo han visto crecer su fortuna, el año pasado, en 524.000 millones de dólares estadounidenses (USD). Juntos acumulan una riqueza de 3,7 billones de USD, lo que equivale al PIB conjunto de Francia y España. El fundador de Microsoft, Bill Gates, vuelve a ser el hombre más rico del mundo, con un patrimonio de 78.500 millones de USD. Simplemente gracias a la especulación bursátil (las acciones de Microsoft han aumentado un 40 % en 2013) se ha embolsado 15.800 millones de USD.

Paralelamente, las clases medias y los sectores más pobres dicen que no notan ninguna mejora en su vida. En EE UU, cuya economía es la que se considera que más ha avanzado, las condiciones de vida siguen degradándose. La renta media por habitante asciende a 28.281 USD, por lo que es inferior en valor constante a la renta media de 1998. Oficialmente, la tasa de paro es tan solo del 7 %, pero millones de personas han quedado fuera de las estadísticas oficiales de búsqueda de empleo. Más de 46 millones de estadounidenses viven por debajo del umbral de pobreza. Mientras que la pobreza había descendido continuamente desde mediados de la década de 1960, no deja de crecer desde mediados de la década de 2000 y todavía más desde que estalló la crisis. El 20 % de los jóvenes de 18 a 24 años de edad viven actualmente en la indigencia.

Las cifras son todavía más abrumadoras en el caso de Europa, donde a la crisis se ha sumado la austeridad. Mientras que la economía anda a trompicones, el desempleo alcanza niveles récord en toda Europa del sur: más de la mitad de los jóvenes españoles y griegos están en paro. La pobreza ha reaparecido en todo el continente. Más de ocho millones de franceses viven por debajo del umbral de pobreza, fijado en 977 euros al mes. El 15 % de la población alemana también se encuentra bajo mínimos. En su último informe, la agencia de estadísticas de Italiaseñala que el 12 % de las familias de este país viven en la miseria. En Gran Bretaña, la Cruz Roja ha tenido que reabrir centros de acogida para ayudar a los más pobres. Las organizaciones caritativas multiplican el reparto de alimentos a familias pobres. Una situación nunca vista desde la época de la guerra, dicen.

Mientras se dispone a dejar la presidencia de la Reserva Federal (Fed), el banco central de EE UU, Ben Bernanke ha presentado un balance prudente de su actuación. Sin la acción decidida de la Fed, la situación económica sería ahora bastante peor, ha explicado para defender sus decisiones. Sin embargo, ha reconocido que “a pesar de los avances, la recuperación sigue siendo a todas luces incompleta”, y ha prometido a título gratuito que se mantendría la política de bajos tipos de interés y de medidas no convencionales (quantitative easing).

Estos miles de millones de dólares, yenes y euros no han ido a parar en ningún caso a la economía real, sino que han provocado una deformación económica nunca vista hasta ahora. Lo esencial se lo ha llevado el sector financiero, que lo ha utilizado como es su costumbre: especulando masivamente con todos los activos que le parecían rentables, desde el petróleo hasta el sector inmobiliario, parando por las acciones y obligaciones.

El pasado mes de noviembre, mientras la Fed anunciaba que iba a seguir inyectando en los mercados unos 85.000 millones de USD cada mes, un gerente (multimillonario) de fondos de cobertura, Stanley Druckenmiller, aplaudía esta decisión: “Es una noticia formidable para los ricos. Es la mayor redistribución de riqueza de las clases medias y de los pobres a favor de los más ricos. ¿Quién posee los activos? Los ricos, los multimillonarios. ¿Piensan ustedes que Warren Buffet despotrica contra esta decisión? […] Por mi parte, hoy ha sido una jornada excelente. Es posible que esta política monetaria, que da dinero a los multimillonarios, dinero que vamos a gastar, funcione. Sin embargo, desde hace cinco años no está funcionando.”

La gran distorsión

Es difícil resumir mejor la política aplicada por las economías occidentales desde el comienzo de la crisis. Desde hace cinco años se lleva a cabo una transferencia masiva de los pobres y las clases medias a los más ricos. En un estudio sobre el periodo 2009-2012,el economista Emmanuel Saez (autor de numerosos trabajos con Thomas Piketty) concluye que “el 95 % de las ganancias de la recuperación han sido acaparadas por el 1 % más rico”. El 10 % más rico (con rentas anuales superiores a 114.000 USD) experimentaron un descenso brutal de sus ingresos (–36,3 %) al comienzo de la crisis debido a la caída de los mercados bursátiles e inmobiliarios. No obstante, a diferencia de las recesiones anteriores, el 99 % también vio menguar sus ingresos en un 11,6 % durante este periodo.

A partir de 2010, los hogares más acomodados lograron paliar los efectos de sus pérdidas. “Las rentas del 1 % más rico aumentaron después un 31,4 %, mientras que las del 99 % más pobre solo crecieron un 0,4 %. Estas cifras indican que la gran recesión afectó temporalmente a las rentas más altas, pero no pondrá coto al aumento espectacular de las rentas de los más ricos a la que asistimos desde la década de 1970”, señala el economista.

El largo periodo de reducción de las desigualdades que se inició después de la crisis de 1929, y sobre todo tras la segunda guerra mundial, ha pasado definitivamente a la historia. Los estadounidenses más afortunados pagaron en 2012 menos de la mitad de los impuestos que los demás ciudadanos del país, debido a la fiscalidad privilegiada sobre el patrimonio. Según el estudio, el 10 % más acomodado de la población –equivalente al primer decil– percibía el 50,4 % del total de las rentas estadounidenses en 2012. Esta proporción ha tenido que aumentar todavía más en 2013. Semejante nivel de acumulación de riqueza en tan pocas manos no se ha visto nunca desde 1917, año en que comenzaron las estadísticas en EE UU, señala el estudio. Ni siquiera en vísperas de la crisis de 1929 se alcanzó un porcentaje tan elevado.

Puede que las cifras no sean tan escandalosas en el caso de Europa, pero la tendencia es la misma, como demuestran los estudios del instituto de estadística francés con respecto a Francia y de Eurostat con respecto a Europa. En todas partes se profundizan las fracturas entre ricos y pobres.

En EE UU, la depauperación de la población y el hundimiento de las clases medias se han convertido en un tema de debate político, aunque meramente incipiente. A comienzos de diciembre, Barack Obama se inquietaba ante el fin del “sueño americano”, cuando una mayoría de la población está convencida de que sus hijos no podrán tomar el ascensor social. El presidente de EE UU dice que quiere luchar contra las desigualdades y devolver la esperanza a las clases medias, que constituyen la base de la democracia estadounidense. En una tribuna publicada el 6 de enero en el Financial Times, Lawrence Summer, exconsejero económico de Bill Clinton y candidato frustrado a la sucesión de Ben Bernanke en la presidencia de la Reserva Federal, incluso va más lejos. Después de destacar los riesgos de que la economía de EE UU caiga en un estancamiento secular, reclama un cambio de política, una política de inversión en todos los ámbitos, insistiendo en el hecho de que “el problema está más en la falta de demanda que en la falta de oferta”.

Europa ni siquiera ha empezado a reflexionar sobre ello. De Gran Bretaña a España, pasando por Francia, todo sigue bajo el signo de la austeridad, de la reducción del gasto público, de la reducción de los impuestos, del recorte de los salarios y de la redistribución social. Las grandes fortunas europeas no tienen por qué preocuparse: 2014 promete ser también un año excelente para ellas.

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