Alejandro Nadal, La Jornada
En los últimos meses el gobierno mexicano ha insistido en que la productividad ha mantenido una tendencia negativa durante muchos años y que el remedio se encuentra en las reformas estructurales. Este planteamiento es muestra de una extraordinaria ignorancia sobre teoría y economía aplicada.
Los funcionarios mexicanos, con el secretario de Hacienda a la cabeza, señalan que la productividad total de los factores ha estado disminuyendo desde hace casi 20 años. El concepto de productividad total de factores está plagado de problemas insuperables (a nivel teórico y de medición) y debería ser abandonado. Aquí nos concentramos en la productividad del trabajo, noción que en términos generales mide las unidades producidas por horas trabajadas.
Los datos existentes sobre productividad en México no permiten construir una serie larga para hacer comparaciones rigurosas en el tiempo. La causa es que los cambios en la metodología para recabar datos los hacen incomparables. A pesar de ello, numerosos estudios revelan que las tasas de crecimiento de la productividad del trabajo fueron sistemáticamente más altas en el periodo 1950 a 1975-80 que en el periodo 1982 a 2005-08. Es decir, mientras se aplicaba la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones la productividad del trabajo creció a ritmos superiores a 3 por ciento; en cambio, a partir de la introducción del neoliberalismo ese indicador se desplomó y mantuvo una tendencia a la baja (decrecimiento de aproximadamente menos 0.2 por ciento anual).
Desde hace mucho tiempo se sabe que existe una alta correlación entre la inversión productiva y el incremento en productividad. Es normal: la inversión es el canal a través del cual el cambio técnico conduce a niveles más altos de productividad por hombre ocupado. Por ese motivo, la evolución de la productividad depende de manera decisiva de la inversión productiva o de la formación de capital fijo (no residencial) en una economía. Así que lo primero que hay que hacer es examinar cómo evolucionó la inversión en México. Las estadísticas históricas revelan que antes del neoliberalismo la inversión total en México como porcentaje del PIB se mantuvo en niveles relativamente bajos: alrededor de 22 por ciento. Las estadísticas del FMI para el periodo posterior a 1980 indican que la inversión se sitúa alrededor de 24 por ciento del PIB. Para fines de comparación, en países como Malasia o Tailandia, esos niveles oscilan alrededor de 35 por ciento. Hay que señalar además que estos datos corresponden a la inversión total (incluyendo la residencial). Los números relacionados con máquinas y estructura directamente productiva son más bajos. Todo esto quiere decir que el mal desempeño en materia de productividad está íntimamente relacionado con los bajos niveles de inversión productiva.
Pero, ¿qué no se suponía que el neoliberalismo sería un catalizador para la inversión? Después de todo, el modelo neoliberal estaría basado en todas las buenas cosas que adoran los inversionistas privados: minimización de la intervención estatal, macroeconomía sana, apertura comercial y desregulación financiera. ¿Por qué no aumentó la inversión privada? La respuesta se encuentra precisamente en las contradicciones del modelo neoliberal cuya prioridad no es el crecimiento, sino la lucha contra la inflación a través de la contracción de la demanda con represión salarial, altas tasas de interés y una severa restricción fiscal. Por si eso fuera poco, en el caso de México el problema también proviene de su particular inserción como apéndice de la economía de Estados Unidos. Para decirlo en pocas palabras, la apertura comercial, la desregulación financiera y el síndrome de la industria maquiladora distorsionaron los patrones de inversión, descorazonando a la inversión productiva. Desde este punto de vista, no sorprende la deficiente evolución de la productividad.
La inversión pública es otro factor que favorece el crecimiento de la productividad. Pero en México la inversión pública se ha desplomado desde que en 1982 se impuso una restricción al gasto con el fin de pagar la deuda pública. Por eso México mantiene niveles bajísimos de inversión pública a lo largo de todo el periodo neoliberal (alrededor de 5 por ciento del PIB). En economías como las de Tailandia, Malasia o la India dicho indicador se mantiene cerca de 15 por ciento. El bajo nivel de la inversión pública envía una señal negativa a las expectativas de ganancias de los inversionistas privados (o lo que Keynes llamaba la eficiencia marginal del capital), con lo que se refuerza la tendencia a mantener bajos los niveles de inversión.
La conclusión es sencilla: son precisamente las llamadas reformas estructurales de corte neoliberal las que han provocado la caída en la tasa de crecimiento de la productividad. Los funcionarios mexicanos, tan mal informados como siempre, son incapaces de llevar a cabo un análisis serio sobre productividad. Lo único que saben hacer es desplegar en el desfile ideológico nociones que nunca han entendido.
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