El estallido financiero de 2008 reveló una economía global muy parecida a un casino en el que se apostaban gigantescas sumas de dinero con el mismo grado de información y certeza que tiene el que elige un número o un color en la ruleta.
Marcelo Justo, BBC Mundo
Una arquitectura financiera montada sobre la especulación –elemento sustancial del mundo del dinero– precisa operadores capaces de poner la propia casa sobre la mesa siguiendo una corazonada.
El caso de Kweku Adoboli, el operador que le hizo perder más de 2.000 millones de dólares al banco suizo UBS, es paradigmático. En su reciente juicio en Londres se reveló que Adoboli había perdido unos US$200.000 de su propio dinero (más de la mitad de su salario anual) y que vivía endeudado con los prestamistas diarios que financian el mundo de las apuestas.
Un colega suyo, John Hughes, despedido del UBS por fuertes sospechas de colaboración en el fraude, fundó una página de internet de apuestas de fútbol, "Best of Mates". Sorprendido por las preguntas que le hacía la prensa, Hughes señaló que su nueva carrera en el mundo del juego constituía un "uso apropiado de mis habilidades".
Un exoperador de Wall Street que trabajó con Goldman Sachs, Merril Lynch y el Deutsche Bank, John Mc Bride Coates, hoy un neurocientífico de la Universidad de Cambridge, escribió "The Hour Between Dog and Wolf: Risk Taking, Gut Feelings and the Biology of Boom and Bust", un estudio de la psicología y las bases hormonales de la conducta de los operadores.
"En sus momentos de euforia ganadora, los operadores tienen los síntomas clásicos de la manía. Una fuerte tendencia al autoengaño, un exceso de confianza, una inclinación irresistible a tomar decisiones cada vez más arriesgadas", indicó a BBC Mundo.En el centro de esa meca financiera global que es Londres, la "National Problem Gambling Clinic" es una clínica especializada en adictos al juego.
Un 20% de los 2.000 que ha tratado desde su fundación en 2008 son operadores financieros. A diferencia de otros adictos al juego, tienen dos rasgos salientes: son todos hombres y tienen entre 28 y 42 años.
Una explosión de testosterona
Los estudios de John Mc Bride Coates lo llevaron a una evaluación de dos variables hormonales fundamentales que dominan la conducta de los operadores: el nivel de testosterona y el cortisol, regulador del estrés. En un seguimiento de 17 operadores de la City de Londres durante ocho días consecutivos Coates halló una clara correlación de estas hormonas y el rendimiento de los operadores.
"Tanto en animales como en humanos la testosterona está vinculada con la persistencia, el riesgo, y la temeridad de cara a lo nuevo, todas cualidades muy útiles para un operador. Pero si la testosterona supera un cierto umbral o se mantiene crónicamente elevada, el efecto es el contrario porque está también vinculada con la impulsividad, la búsqueda de sensaciones y la adopción de riesgos excesivos", indicó a BBC Mundo.El cortisol tiene el efecto contrario: promueve una actitud defensiva protectora del organismo frente al estrés. El estudio halló que en momentos de volatilidad o incertidumbre los niveles de cortisol aumentan afectando las decisiones que adoptaban los operadores.
En ambos casos el estudio pone en entredicho una premisa de los mercados financieros: la racionalidad de los mercados. Un pilar de esta premisa es la teoría de la elección racional por la cual se asume que un individuo actúa evaluando sensatamente costos y beneficios para llegar a una acción que maximiza un beneficio.
"En realidad el riesgo que adoptan los operadores es mucho más inestable e impredecible de lo que asumen los economistas. La biología es fundamental en este proceso", señaló a BBC Mundo Coates.Igualmente importante es la Psicología social. En el juicio a Adoboli quedó claro que el objetivo primordial de su conducta no era el dinero como fin sino como símbolo de estatus en una cultura en la que el respeto y la autoestima estaban directamente vinculadas a las ganancias.
"Adoboli quería ser reconocido entre sus pares como el que más ganaba", indicó al Financial Times la directora de la National Problem Gambling Clinic de Londres Henrietta Bowden-Jones.
La estructura y los peligros
Crisis como el estallido financiero de 2008 son de una complejidad tal que cualquier perspectiva corre el peligro del reduccionismo, o sea, la simplificación de un fenómeno a una sola variable. Lo cierto es que, sea para testosteronas desinhibidas o psicologías psicopáticas, la desregulación financiera de los años 80 abrió una caja de pandora.
Si uno toma como punto de partida 1995, cuando un operador, Nick Leeson, provocó el derrumbe del banco de inversiones más antiguo del mundo, el Barings, observa que ha habido por lo menos 10 estafas ejecutadas por un miembro de la misma entidad financiera por un monto superior a los US$500 millones de dólares.
Si a esto le suma la manipulación de la Tasa Libor –referencia para billones de dólares en transacciones financieras por año– incurrida por operadores entre 2005 y 2008, que están costando miles de millones de compensación a los alrededor de 20 bancos investigados, está claro que el sistema mismo está en entredicho.
El economista John Christensen, director de Tax Justice International, experto en regulación financiera, cree que la arquitectura financiera actual estimula esa tumba del jugador de azar que es el riesgo excesivo.
"Hay un incentivo y expectativa de ganancias fabulosas que afecta a todos los estamentos de un banco, desde los accionistas y la gerencia hasta los operadores. Esta expectativa estimula el riesgo para el cumplimiento de objetivos que son de por sí desorbitantes"El mismo sobredimensionamiento que el sector financiero ha adquirido en relación al conjunto de la economía muestra el peligro de esta estructura. El mercado de un opaco instrumento financiero, los derivados, alcanzó en 2007, año previo al estallido del Lehman Brothers, la friolera de US$596 billones: el PIB de Estados Unidos se encuentra en torno a los 13 billones.
Y ni siquiera es necesario imaginar un ejército de adictos a las apuestas sobrecargados de testosterona para producir tsunamis globales. Con un porcentaje reducido de casos individuales se ha borrado del mapa un banco (Barings), se ha puesto contra las cuerdas a otro (UBS) y se ha cuestionado el sistema internacional en su conjunto (Libor). En este contexto el manejo del riesgo financiero sigue siendo una bomba de tiempo de la actual economía global.
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