miércoles, 19 de enero de 2011

Los grandes mitos de la economía

Carlos Berzosa, Attac

En el año 1993 el gran historiador económico Paul Bairoch (1930-1999) escribió un libro en inglés, traducido al francés un año más tarde, con el título Mythes et paradoxes de l´histoire économique. El libro, que contiene varios ensayos, trata de cuestionar varios mitos que se mantienen sin contrastar y que además duran bastante tiempo en la historia económica y la economía.

El primer mito que cuestiona es el de que fue el proteccionismo el que provocó la crisis de 1929, y esto le conduce a examinar otra leyenda más repetida y más importante en lo que supone la historia en el largo plazo de las políticas comerciales. Se expresa de esta forma: “El libre cambio es la regla, el proteccionismo la excepción”. Este es uno de los dogmas de la economía neoclásica. La verdad es que, en la historia, el libre cambio es la excepción y el proteccionismo la regla. Mantiene Bairoch que lejos de ser un obstáculo al crecimiento, las fases proteccionistas han coincidido con una considerable expansión económica y de los intercambios. En fin, hay muchas cuestiones que plantea acerca del desarrollo económico, los efectos de la colonización, y lo hace con el rigor que ha caracterizado la importante obra de este autor.

Todo esto tiene su importancia, pues siempre resulta útil conocer la historia económica para aproximarnos a explicaciones de lo que sucedió, sobre todo ahora que tantas referencias se hacen a la crisis de los treinta del siglo XX, al tiempo que nos sirva para tratar de entender por qué hemos llegado hasta aquí. El conocimiento riguroso de la historia económica, aunque ésta también es objeto de interpretaciones distintas, es muy útil para que no se mantengan determinados mitos que se basan no en el conocimiento de los que sucedió, sino en especulaciones teóricas no sustentadas en el comportamiento real de los hechos económicos y sociales.

Leer y releer este libro de Bairoch adquiere una mayor relevancia en los tiempos presentes, pues estamos viviendo con muchos mitos económicos que convendría desmontar. Aparte de la insistencia que se ha puesto en la eficiencia de los mercados, se ha subrayado la importancia de la liberalización financiera y económica como garantía de éxito, y se ha hecho una gran apología de la globalización como el mejor modo de conseguir una adecuada senda de crecimiento para los países avanzados, y lograr el desarrollo para los que se encuentran en los niveles intermedios y bajos de la escala económica.

Pero además de ello la ortodoxia ha condenado el déficit público, y se han estimulado políticas económicas basadas en el equilibrio presupuestario, o con bajo déficit, o mejor para lograr el superávit. Se ha mantenido la idea de que lo más adecuado es conseguir la independencia de los Bancos Centrales en relación con los gobiernos para hacer una política monetaria, cuyo objetivo principal es la lucha contra la inflación, al tiempo que se asegura que los Bancos Centrales actúan con neutralidad y no sometidos a los vaivenes de la política e intereses partidistas. No digamos, además, lo que se ha sostenido acerca de las ventajas del euro y de la creación de un mercado único para conseguir una Europa próspera y capaz de proporcionar un bienestar a los ciudadanos.

La aplicación de estas políticas económicas, se afirmaba, es una garantía para avanzar hacia un futuro de prosperidad y sin sobresaltos, pues las crisis económicas eran cosas del pasado. Se han magnificado los resultados económicos que se han obtenido en los últimos años y no se ha expresado con suficiente claridad que el crecimiento económico que se estaba obteniendo, no sólo estaba sembrando las semillas de su propia destrucción, sino que era enormemente desigual. Al tiempo que era menor que el obtenido en las décadas de los años cincuenta, sesenta y primeros años de los setenta del siglo pasado, los conocidos como “los treinta años gloriosos”, en los que la economía no estaba tan integrada a escala global como ahora.

Los economistas, por lo general, mantenían la creencia infundada de que se había conseguido, profundizando en la globalización y con estas políticas económicas, una senda de crecimiento estable y con base firme. Lo que la crisis ha puesto de manifiesto es que la senda de crecimiento no era tan firme, no era tan rápida, y por si fuera poco desembocaba en un barranco. Si no hemos caído en el barranco ha sido por la actuación de los gobiernos que han evitado lo peor, pero no la caída en una gran recesión. Ahora, como se acabó ese camino sin salida se está buscando otra senda que nos conduzca a la recuperación, pero se está haciendo campo a través, por donde hay muchos baches, y muchos se quedan por el camino. Otros, los que tienen mejores coches, avanzan mejor en un terreno adverso sin que ello asegure que encuentren el camino hacia otra senda de crecimiento estable y duradero.

El coche de la economía española ha quedado encallado, y gran parte de los economistas españoles aturdidos por la pérdida del camino. Al principio no sabían qué hacer, pero más tarde consideraron que lo que había que resolver era cambiar las ruedas (mercado laboral), o quitar equipaje (reducir el déficit público y pensiones). Pero el problema no está ahí, sino en el motor (la construcción) y la falta de gasolina (el crédito). Mientras esto no se resuelva, ya se podrán cambiar las ruedas o quitar equipaje que el coche no arrancará. Arreglar el motor, o cambiarlo, no es algo que se consiga a corto plazo, pero si no se ponen los remedios ya, las cosas no se resolverán en los años venideros. La economía española no sólo va por mal camino, sino que de momento se encuentra atascada. No se ponen los remedios adecuados para salir del atolladero y encontrar el camino adecuado.

Para ello hay que hacer otra política económica, y sobre todo saber muy bien cuáles son las causas que nos han traído hasta aquí. Y acabar con ciertos mitos que no son ningún seguro, como los hechos tan tozudos se han encargado de demostrar, para avanzar hacia un desarrollo sostenible y equitativo. Y hay que buscar otro crecimiento económico que no sea tan perverso y tan depredador de la naturaleza.
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Carlos Berzosa es Rector de la Universidad Complutense de Madrid
Tomado de Attac

1 comentario:

  1. El camino de España viene de dos vías: por un lado la creación de productos y servicios de más valor añadido mediate la potenciación de la educación y la investigación y desarrollo. Pero vamos tan retrasados que eso no basta. El otro punto es el incremento de nuestra competitividad a todos los niveles mediante una bajada de salarios, y la única manera de hacer esto viable es la paralela (y dolorosa) deflación en productos de primera necesidad, en especial la vivienda, para que los salarios puedan ganar en competitividad sin que se resienta más el poder adquisitivo. Eso implica también una regulación dura de los carteles y oligopolios de los distintos sectores que bloquean la libre competencia y el consiguiente ajuste de precios (p.e. sector telecomunicaciones)

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