miércoles, 26 de noviembre de 2025

Acuerdo ¿de paz?


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Rusia sigue mirando en la distancia cómo los acontecimientos se desarrollan según el esquema seguido hace unos meses: se presenta un borrador de acuerdo por parte de un sector de la administración estadounidense, los países europeos reaccionan rápidamente volviendo a introducir aspectos que hacen imposible un acuerdo, Ucrania sigue los pasos necesarios para compaginar no aceptar puntos que considera inviables mientras confía en que la intervención de sus aliados hará innecesario dar un no rotundo a Estados Unidos, una facción diferente de la Casa Blanca inicia negociaciones y el resultado parece creado en un laboratorio para asegurar que no pueda haber acuerdo con Rusia.

El proceso actua es el primero en el que existe un documento completo sobre el que negociar y, a la vista de los cambios que se han introducido en Ginebra, reescribir completamente. Esa es la diferencia fundamental entre el proceso actual y los anteriores que irremediablemente llevaron al silencio diplomático, paso del tiempo, acumulación de destrucción y muerte a ambos lados del frente y pérdida de territorios por parte de Ucrania. Ayer se publicaba una imagen de soldados rusos transitando tranquilamente por el centro de Krasnoarmeisk (Pokrovsk), mientras Ucrania continúa alegando haber “limpiado” el centro de la ciudad de soldados rusos, prueba suficiente para exdiplomáticos y ahora lobistas como Michael McFaul que escribía el lunes que “la afirmación del equipo de Trump y sus partidarios sobre un colapso inminente de Ucrania en el campo de batalla no está respaldada por los datos”. Esos datos eran la falsa afirmación ucraniana sobre Pokrovsk. En realidad, no son ni los partidarios de Trump ni Rusia quienes hablan de colapso. Sin embargo, estos últimos días, sí lo han hecho personas tan poco sospechosas de rusofilia como Serhiy Sternenko, exlíder del Praviy Sektor en Odessa y ahora activista militar y militarista, o Maksym Zhoryn, comandante adjunto de la Tercera Brigada de Asalto de Andriy Biletsky, que como el resto del liderazgo de Azov, no se ha mostrado contrario a las negociaciones y advierte de la pésima situación en el frente. La voluntad de continuar luchando contra Rusia hasta el último ucraniano y a costa de todos y cada uno de los pueblos de Donbass aumenta proporcionalmente a la distancia desde la que se observa la guerra.

A lo largo del día de ayer, en el que se produjeron conversaciones de Estados Unidos tanto con Ucrania como con Rusia en Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos), el interés occidental se centró en destacar el bombardeo ruso de ciudades como Kiev. El objetivo, una vez más, fue la infraestructura energética y los ataques causaron dos muertos. El bombardeo fue utilizado como argumento para defender que Rusia no desea la paz y que el Kremlin no ha cambiado de objetivos. Rusia denunció la muerte de tres personas en la ciudad de Rostov a causa de ataques similares ucranianos. Al margen de la propaganda, los dos bandos comprenden que la guerra continuará hasta que exista un acuerdo de paz o de alto el fuego con un marco político que lo haga sostenible. Eso es lo que, a día de hoy, parece más cuestionable. Estados Unidos ha demostrado ser capaz de reunirse con las partes en conflicto, generalmente ignorando los intereses de la Unión Europea, y llegar a desarrollar borradores que serían aceptables para el actor con el que negocia en cada momento, borrador que es inmediatamente modificado por el otro país en guerra, haciéndolo inaceptable para el primero.

Todo indica que actualmente nos encontramos en esa segunda fase. Ayer, Estados Unidos anunciaba que, pendiente de algunos detalles, Ucrania ha aceptado un plan de paz de Estados Unidos. El problema es que los cambios introducidos y los aspectos que quedan para una negociación futura de Donald Trunp y Vladimir Putin lo hacen absolutamente inaceptable para Rusia. Estados Unidos en ningún momento ha sabido, hasta ahora, crear un documento con el que los dos países puedan negociar.

El plan de 28 puntos publicado la semana pasada era más duro para Ucrania, pero contenía aspectos desfavorables también para Rusia, que se vería sometida a la tutela de Estados Unidos en los territorios obtenidos, estaría a merced de Estados Unidos en lo que respecta al levantamiento de sanciones y tendría que aceptar la militarización masiva del país que pretendía desmilitarizar. El plan inicial preveía un límite de 600.000 efectivos del ejército ucraniano –el ejército más grande de Europa después del ruso y más del doble de su composición en 2022- prohibición de estacionamiento de tropas extranjeras y unas condiciones en las que, si Ucrania disparaba misiles contra Moscú o San Petersburgo, perdería las garantías de seguridad de Estados Unidos. Según publicaban ayer los medios, el tope actual sería de 800.000. El plan de la UE, que previsiblemente sea el llevado por Ucrania a las negociaciones, eliminaba las prohibiciones de tropas extranjeras y la mención a los misiles contra las capitales rusas.

Con unas condiciones mucho más favorables en las cuestiones que no son las más conflictivas de una posible tratado de paz, Ucrania aceptó ayer el documento corregido en sus conversaciones con Estados Unidos. “«Nuestras delegaciones llegaron a un entendimiento común sobre los términos fundamentales del acuerdo discutido en Ginebra», afirmó Rustem Umerov, secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa del país. «Ahora contamos con el apoyo de nuestros socios europeos en los pasos que demos a continuación», añadió, refiriéndose a las cuestiones pendientes sobre el uso de los activos rusos congelados y las aspiraciones de Ucrania de entrar en la OTAN”, escribía ayer Financial Times. Entre esos detalles que quedan por pulir están los aspectos más importantes de esta guerra. De ahí que haya que tomar con cautela las optimistas declaraciones de ayer que llegaban de la Casa Blanca y la confirmación de que Zelensky ha aceptado el plan de paz pactado con Estados Unidos “pendiente de algunos detalles”. En esos detalles determinan si el acuerdo será viable para la otra parte, que actualmente tiene superioridad en el frente y no está dispuesta a aceptar un plan que, como tratan de imponer los países europeos, busque una definición de paz como ausencia de guerra y no ausencia de conflicto.

En esa distinción está el hecho de si forman parte del tratado que Zelensky está dispuesto a aceptar una resolución al menos temporal a la cuestión territorial, pero, sobre todo, al aspecto de seguridad. Todas las declaraciones en este sentido apuntan a que se ha eliminado específicamente esa cuestión en busca de un acuerdo con Ucrania, la posición más cómoda para Kiev, que puede permitirse aceptar el acuerdo consciente de que no puede ser aceptado por Rusia. De ahí que el aparente triunfalismo de ayer conviva con los primeros signos de culpabilizar a Rusia de no desear un acuerdo o de ambiciones incompatibles con una negociación de paz. Quienes destacan que la postura rusa no ha cambiado prefieren ignorar que Rusia sí ha cambiado sus exigencias –el hecho de que estuviera dispuesta a poner 100.000 millones de sus activos para la reconstrucción de Ucrania es un dato a tener en cuenta, como lo es también que los objetivos territoriales hayan dejado de ser maximalistas y se limiten a lo que, de forma realista, Rusia podría lograr con el tiempo- y que otros actores participantes tampoco han modificado realmente sus demandas.

“Cumbre Parlamentaria de la Plataforma Internacional de Crimea. Me dirigí a los participantes y les insté: no permanezcan en silencio, no sean observadores pasivos de la historia: sean participantes. Es importante apoyar a Ucrania ahora, y les agradezco ese apoyo. Es importante apoyar el proceso de negociación, y agradezco cada consejo e información que recibimos de los líderes europeos. Y es crucial apoyar los principios que sustentan a Europa: que las fronteras no se pueden alterar por la fuerza; que los criminales de guerra no deben eludir la justicia; y que el agresor debe pagar plenamente por la guerra que inició. Por eso, las decisiones sobre los activos rusos son esenciales. Por favor, apoyen estas decisiones y, sobre todo, mantengan la presión sobre Rusia. Rusia sigue asesinando gente. Todos los días. Los territorios ocupados siguen ocupados”, escribió Zelensky, dejando claro que los objetivos de Ucrania no han cambiado –recuperar territorios, castigar a Rusia, obtener los activos rusos- y que para ello espera continuar recibiendo la asistencia de sus socios. Un proxy exigente, Ucrania espera poder perpetuar esa posición de frontera de facto entre lo que lleva tres años presentando como una lucha entre Europa y el más allá, democracia contra autoritarismo, civilización contra barbarie. Por si quedaba alguna duda de cuál es la definición real de victoria de Ucrania –al margen de que, como todos los bandos en conflicto, presentará cualquier resultado como una gran victoria-, el presidente del Parlamento de Ucrania afirmó el lunes que la guerra terminará cuando Crimea vuelva a estar bajo control de Kiev. Es irrelevante para Ucrania que ese regreso tendría que producirse contra la opinión de la mayoría de la población. La intención de mantener la cuestión de Crimea como reclamación futura apunta a la idea de paz únicamente como ausencia de guerra, idea a la que también se aferran los países e instituciones europeas.

“Esta hecho: el Parlamento Europeo acaba de aprobar el primer Programa Europeo de la Industria de Defensa #EDIP. Esto hará lo siguiente: fortalecer la industria de defensa de la UE, impulsar las compras conjuntas, aumentar la producción e intensificar el apoyo a Ucrania”, escribió, orgullosa Roberta Metsola. Los países e instituciones europeas siguen firmes en su intención de no aceptar una resolución del conflicto que implique una desescalada y han planteado el rearme y el apoyo militar, financiero y económico a Ucrania a muy largo plazo. El paralelismo es cada vez más claro y todo indica que intención de la Unión Europea es que Ucrania cumpla para Bruselas el papel que actualmente y a lo largo de la Guerra Fría ha cumplido Israel para Washington, un proxy armado y con capacidad de actuación en una región que se considera clave y en la que se considera que existe un enemigo existencial al que hay que contener o derrotar. Ayer, Emmanuel Macron volvía a mencionar la posibilidad de enviar tropas a Kiev u Odessa.

En medio de la vorágine de información sobre la aparente paz inmediata, The New York Times afirma que Marco Rubio ha eliminado del borrador el punto en el que se producía el compromiso de que Ucrania no se uniera a la OTAN, posiblemente el aspecto más importante del plan de 28 puntos y que hacía posible que Rusia aceptara concesiones como el uso de sus activos retenidos para la reconstrucción de Ucrania o incluso que potencialmente aceptara congelar el frente también en Donetsk. Sin embargo, las palabras de los líderes europeos, que han insistido en que las cuestiones sobre la adhesión a la UE, a la que nadie, tampoco Rusia, se opone, y a la OTAN se traten en un futuro posterior a la paz indican unas intenciones claras de conseguir un acuerdo favorable para Ucrania, garantizar que Kiev no pierda más territorio y resolver la cuestión a su favor de la misma forma que se evitó firmar un compromiso con Mijail Gorbachov para impedir la expansión de la OTAN al final de la Guerra Fría.

“Para que un nuevo aliado se adhiera a la OTAN se necesita unanimidad. Un par de aliados se oponen al ingreso de Ucrania. El texto de la cumbre de Washington del año pasado decía que existe un camino irreversible hacia la OTAN”, afirmó ayer Mark Rutte. Los países europeos, que estos días han insistido en el camino euroatlántico de Ucrania, no se molestan en esconder sus objetivos, posiblemente porque la cuestión de la OTAN es la más útil para garantizar que sea imposible un acuerdo que, al margen de los términos geopolíticos que impliquen directamente a la Unión y a la Alianza, les incomoda y quieren evitar a toda costa. Esos aspectos hacen prácticamente imposible que Rusia pueda siquiera abrirse a negociar el documento saliente de las reuniones Rubio-Ermak, posiblemente el principal objetivo de la actuación de estos días del equipo de Zelensky y sus aliados europeos. Como ha escrito estos días el periodista proucraniano Michael Weiss, “Una lista de deseos rusos con menos deseos por cumplir. Y ahora, para ser presentada a Rusia para que la rechace. Nos vemos el mes que viene”. La presión vuelve a pesar sobre Rusia y las posibilidades de un acuerdo siguen dependiendo de la capacidad de Estados Unidos de lograr incluir las exigencias más importantes de las partes en un único documento, no en dos cuyas contradicciones hacen que sea inviable para el oponente.


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