Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
lunes, 28 de julio de 2025
Ucrania: una "semi-autocracia"
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Siguiendo con la tendencia de los últimos días, varios medios occidentales, además de los liberales ucranianos, continúan aprovechando la cuestión de la corrupción para ahondar en la presión contra el entorno de Volodymyr Zelensky. Tras tres años en los que criticar al presidente ucraniano parecía impensable y en los que los únicos comentarios eran positivos, los últimos meses han visto un cambio interesante, ya que se ha producido después de que comenzara la recuperación de la buena relación entre Volodymyr Zelensky y Donald Trump. Pasada la etapa de enfrentamiento y humillación en el Despacho Oval, que hizo recuperar al líder ucraniano parte de su popularidad perdida, Zelensky, con ayuda de sus aliados europeos ha luchado por conseguir acercarse nuevamente a su homólogo estadounidense, mostrar el valor de Ucrania como activo estratégico y resaltar la figura de Trump como un gran líder para su país y para el mundo.
En esa cruzada, Zelensky no ha dudado siquiera en morder la mano que durante casi tres años le dio de comer. Desde la invasión rusa hasta que abandonara el cargo en enero de 2025, Biden fue el socio ideal para Zelensky, patrocinando la guerra proxy, corriendo con gran parte del coste del suministro militar a Ucrania y proponiendo una estrategia en la que Ucrania no obtenía las armas con la rapidez que exigía, pero en la que la única vía de resolución posible era la lucha en el frente. Como defendió Ucrania hasta que la postura de Donald Trump hiciera imposible renegar abiertamente de la diplomacia, la negociación no fue, desde la ruptura del verano de 2022, una opción para Washington, que siempre apostó por la táctica de la escalada progresiva para garantizar que la guerra continuara tal y como deseaba Kiev, aunque sin riesgo de enfrentamiento directo con Rusia. Pero Biden quedó en el pasado y la prioridad de Zelensky ha sido, desde hace prácticamente un año, moldear su discurso para adaptarlo a las necesidades de Donald Trump, aunque eso implique renegar de quien fue su principal aliado en la guerra contra Rusia.
“Estoy agradecido a Estados Unidos por toda la ayuda prestada durante esta guerra. Estados Unidos nos ha apoyado, y siempre he dicho que estamos agradecidos a la Casa Blanca, agradecidos por el apoyo bipartidista”, afirmó Zelensky en una reciente entrevista en la que, justo antes de hacerlo, insistía en no querer “criticar a nadie”. Estuvo ahí para Ucrania desde el principio, destacó el presidente ucraniano, “pero el presidente Biden no fue capaz de terminar esta guerra”. Tras la crítica implícita por no haber dado a Kiev lo que necesitaba en términos de armas para el frente y sanciones contra Rusia, Zelensky procedía a alabar a su nuevo aliado. “Confío en que el presidente Trump pueda hacerlo. Creo que esa es la principal diferencia”, sentenció con un discurso en el que resaltó el miedo que Putin, en su opinión, tiene de Trump y, sobre todo, la capacidad del actual presidente de Estados Unidos para conseguir lo que su predecesor no pudo hacer, obligar a Rusia a aceptar la paz que Ucrania desea. El argumento flaquea teniendo en cuenta que, hasta ahora, Trump no ha conseguido imponer la paz, ni siquiera se ha logrado un alto el fuego y es más que incierto que las sanciones con las que amenaza vayan a lograr lo que 18 paquetes anteriores no han logrado. Sin embargo, la alabanza es relevante en la medida que supone una cierta traición de Zelensky al sector estadounidense que garantizó durante los momentos más difíciles que Kiev pudiera seguir luchando.
En parte, eso explica cierto cambio de actitud de medios como Politico, más cercanos al Partido Demócrata que al Republicano, especialmente al sector trumpista. Pasado el momento inicial tras la debacle del Despacho Oval, momento en el que la defensa de Zelensky fue férrea de forma muy similar a como lo había sido tras la invasión rusa, arreciaron las críticas al equipo del presidente. El blanco de las críticas, el objetivo más fácil al no tratarse de un cargo electo, era Andriy Ermak, del que Politico y The Economist ya habían destacado su autoritarismo, arrogancia y excesivo poder antes de que Zelensky decidiera actuar legislativamente contra una de las bases del control externo de las instituciones económicas y judiciales de Ucrania, la agencia y la fiscalía anticorrupción.
Ahora, ante la percepción de traición al contrato social de la Ucrania de Maidan, que en nombre de la soberanía y la lucha contra Rusia debía permitir un enorme nivel de injerencia de los países e instituciones occidentales en la economía y también en la organización del Estado, varios medios siguen apuntando a Andriy Ermak. Después de tres años de enaltecimiento constante de Zelensky como el estadista perfecto, es más cómodo para los medios apuntar a su mano derecha, una forma de criticar implícitamente al presidente, pero sin necesidad de explicar por qué las tendencias autoritarias del Gobierno ucraniano, evidentes mucho antes de la invasión rusa, no han recibido ninguna atención de los medios.
Un brutal artículo de Financial Times, que afirma haber contado con más de 40 fuentes, es el ejemplo perfecto del acoso y derribo que está haciéndose actualmente de una figura que ha sido clave para que Ucrania se convirtiera en el proxy ideal de Occidente, dispuesta a seguir luchando hasta el último ucraniano en la guerra común contra Rusia sin exigir la participación directa de los países patrocinadores. El medio estadounidense insiste en algo que hace mucho tiempo es evidente, la acumulación de poder en unas pocas manos y el importante papel de Andriy Ermak, del que afirma que su influencia es igual, o incluso superior, a la de Zelensky. En la Oficina del Presidente, como siempre se ha sabido, pero al parecer los medios occidentales no han querido ver, Ermak cuenta con alrededor de dos docenas de asesores elegidos a medida, que tienen acceso a información de seguridad nacional y reuniones con líderes extranjeros.
Las contradicciones existentes en la sociedad ucraniana no son objeto de análisis incluso en el momento actual, con las manifestaciones más importantes desde la victoria de Maidan, como tampoco es preciso explicar el cambio de discurso, que ha pasado de insistir en mostrar a Ucrania como ejemplo de la democracia en el este de Europa a prácticamente mostrar la usurpación del poder por parte de la mano derecha del presidente Zelensky. Como jefe de la Oficina del Presidente, se sorprende Financial Times, Andriy Ermak escribe borradores de los planes de paz, ejerce la diplomacia en la sombra y nombra oficiales para puestos clave. El medio desvela lo que también se sabía, que tanto la primera ministra actual como los líderes militares de más alto nivel son fieles a él y regularmente tienen que responder ante él.
Financial Times acusa a Ermak de intervenir en la planificación militar y, como no podía ser de otra manera, menciona la ofensiva para tratar de recuperar Bajmut, acción directamente vinculada a Oleksandr Syrsky y uno de los motivos del enfrentamiento entre el actual comandante en jefe y Valery Zaluzhny, a quien sucedió en el puesto. Es evidente que las actuales críticas a Ermak son, por extensión, un ataque también contra Zelensky y Syrsky, por lo que no es difícil ver en la actual campaña una maniobra del sector afín a Poroshenko, bajo cuyo mandato se crearon las instituciones anticorrupción que Zelensky intenta poner bajo su control. La promesa de aprobar rápidamente una nueva ley para garantizar la independencia -que en realidad nunca tuvo- de la agencia anticorrupción, aunque evitando la influencia rusa -que tampoco existió jamás- que Zelensky hizo ayer en su conversación con Keir Starmer indican que el presidente ucraniano acepta ya su derrota. Sin embargo, como medida de presión, incluso una vez confirmado que la nueva ley restablecerá la «independencia» -que en realidad nunca tuvieron- las instituciones anticorrupción, las manifestaciones continúan. En ellas, sin caer en la cuenta de que quienes no cuentan con los recursos económicos o conexiones políticas ya tienen prohibida la salida del país, los hijos de la clase media se lamentan de la posibilidad de que la Unión Europea cancele el derecho de viaje sin visado para la población ucraniana.
Las protestas de la población y las exigencias de los países occidentales han abierto la veda para ampliar las críticas, que generalmente cuentan con fuentes cercanas a Poroshenko o a partidos como Holos, una creación totalmente artificial vinculada a esos sectores liberales financiadas por ONG’s extranjeras. El blanco no es solo Ermak, sino también Zelensky. Al duro artículo que le dedicaba el pasado fin de semana el medio británico The Spectator hay que sumar otros dos del mismo autor, Owen Matthews, que ayer le exigía incluso la dimisión como forma de salvar la democracia. El ataque contra las instituciones anticorrupción impuestas por los países occidentales en tiempos de Poroshenko ha conseguido lo que no provocaron actos como prohibir partidos políticos, posponer las elecciones hasta después de la guerra, retirar por decreto actas obtenidas en las urnas a diputados considerados opositores o eliminar cualquier oposición no nacionalista.
“Como Estado democrático, Ucrania se enfrenta a dos amenazas. Su primer y más evidente adversario es Moscú, que desde hace tiempo desea que el país vuelva a ser un títere del Kremlin, un mero satélite ruso. Pero podría decirse que existe otro adversario insidioso y corrosivo en el interior: el propio liderazgo semiautocrático del país”, sentenciaba ayer Politico en un artículo que no se limita a criticar a Ermak, sino que apunta directamente contra Zelensky. “Hasta ahora”, admite el medio, “estas preocupaciones se han mantenido en privado, fundamentalmente para evitar dar a Moscú el regalo propagandístico de minar el apoyo occidental a la defensa de Ucrania”. “Pero ahora, todo es distinto”. Eliminar toda seña de democracia no ha sido un problema, pero amenazar con atacar instituciones bajo control de Occidente rápidamente hace surgir las comparaciones con Vladimir Putin y abundan los calificativos que ponen en duda las credenciales democráticas del presidente cuyas tendencias autoritarias se remontan al momento en el que llegó al poder.
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