domingo, 26 de enero de 2025

La literatura que se anticipó a Trump


Miguel Salas, Sin Permiso

La plutocracia es el poder del dinero, de quienes poseen los medios de producción y controlan el trabajo de los demás. Los grandes intereses económicos no eran otra cosa que un grupo de hombres poderosos que controlaban el capital y dictaban las leyes según sus deseos. Gobernaban bajo el disfraz de la democracia, pero en realidad eran los amos del pueblo. La oligarquía se aseguraba de que el pueblo no tuviera ningún acceso real al poder, mientras que sus riquezas crecían a costa de los trabajadores. Los hombres de la oligarquía no dudaban en emplear cualquier medio para aplastar la disidencia y mantener su posición privilegiada. Estas ideas, fácilmente reconocibles en la realidad actual, son uno de los hilos de El Talón de Hierro novela escrita por Jack London y publicada en 1908.

Un mentiroso grande y descarado siempre será más creído que un hombre honesto. Prometió expulsar a los extranjeros que habían venido a robar el pan de los verdaderos estadounidenses. El inmigrante era el enemigo perfecto: sin poder, sin voz y fácilmente señalado como culpable de todo lo malo que ocurría. Cuando haces que la gente tema a un enemigo imaginario, puedes hacer que acepten cualquier cosa en nombre de la seguridad. Son ideas que parecen describir algunas de las políticas de la Administración Trump, pero fueron publicadas en 1935 en la novela Eso no puede pasar aquí de Sinclair Lewis.

Ambas novelas se presentan como una distopía, el relato de unos hechos que muestran un futuro indeterminado que hoy parecen hacerse realidad. La distopía ya está aquí. La buena literatura se anticipó a todo lo que puede representar Trump.

El Talón de Hierro es un clásico de la literatura de carácter socialista. Es la descripción de la lucha de la clase trabajadora contra la oligarquía. Una denuncia del proceso de acumulación capitalista ¡ya en 1908! que consolida una plutocracia, conocida como el Talón de Hierro, que somete al conjunto de la sociedad al controlar todos los dispositivos básicos de su funcionamiento y ejerce un poder casi absoluto.

La narración se sitúa siglos después de los acontecimientos que relata, cuando las clases trabajadoras ya han acabado con el poder del Talón de Hierro e instaurado un sistema de fraternidad entre la humanidad. Son años de duras luchas y duras derrotas en los intentos de subvertir el orden impuesto por la oligarquía a través del relato de Avis Everhard, compañera de Ernesto Everhard, uno de los revolucionarios de la época que cae asesinado por las bandas de la oligarquía.

Aparecen la mayoría de los problemas que hoy son de completa actualidad: la acumulación desmedida de riquezas y de poder; la desigualdad brutal; el desprecio de la democracia por parte de las clases gobernantes y la pérdida de estatus de las clases medias. También encontramos hechos que parece están sucediendo ahora mismo: la compra de los medios de comunicación o las noticias falsas para modificar el pensamiento de la población, la guerra como instrumento para la conquista de los mercados y aplastar la resistencia de las clases trabajadoras. Muy interesante es el momento en que la oligarquía de Estados Unidos declara una guerra a Alemania y las clases obreras de ambos países organizan una huelga general que detiene el enfrentamiento.

También es una constatación de las dificultades para vencer a la bestia, la subvaloración del enemigo por parte de las clases trabajadoras, la compra de voluntades para dividirlas, la burocracia obrera como expresión del aburguesamiento de algunos sectores trabajadores, la necesidad de la organización social y política como la herramienta más útil para luchar.

Aunque se relata la dureza de la lucha, sus dificultades y el terrible aplastamiento de la Comuna de Chicago no es el pesimismo el hilo de la narración, sino la constatación de que vencer a la oligarquía no es fácil, pero siempre se encontrarán las condiciones, y las mujeres y los hombres, para volver a levantarse e intentarlo de nuevo. “Hemos perdido esta vez, mi amor —me dijo—, pero no será así la próxima vez. Hemos aprendido mucho de la derrota. Mañana, la causa volverá a levantarse, más fuerte, más preparada y más disciplinada”.

Los negros nubarrones que acechan detrás de Trump y los oligarcas encontrarán, más pronto o más tarde, la respuesta. La novela logra ser un cierto reflejo de la realidad actual, una denuncia de la explotación capitalista y un canto a la lucha por una sociedad socialista, sea más próxima o lejana. No puede ser más claro el protagonista: “Queremos que pase a nuestras manos vuestro reino de poder y tener en ellas el destino de la humanidad. Éstas son nuestras manos —dijo, mostrando sus palmas al auditorio—. Son manos poderosas. Vamos a desalojaros del Gobierno, de vuestros palacios, de todo ese bienestar ocioso; y a partir de ese momento, tendréis que ganar el pan con vuestro trabajo igual que lo gana el campesino en los surcos o vuestros pobres empleados en las ciudades. Éstas son nuestras manos, unas manos poderosas […] Eso es la revolución”.

Está pasando

Poco tiempo después de publicarse Eso no puede pasar aquí se hizo una adaptación teatral que se estrenó en 1936, tuvo mucho éxito y se dice que ayudó a la victoria presidencial de Roosevelt. Escrita después del crack de 1929 y con el nazismo gobernando en Alemania la novela es una denuncia de los peligros del fascismo, de la debilidad de la democracia y de dar por asegurado lo que siempre está en peligro mientras siga gobernando la oligarquía.

Mientras que en El Talón de Hierro el protagonista es un revolucionario socialista, en la novela de Sinclair Lewis el protagonista es Doremus Jessup, un periodista liberal de un pequeño pueblo de Vermont, de esos liberales que les resulta parecido el comunismo y el fascismo. Él mismo no se cree que pueda pasar lo que está pasando, que gane las elecciones un político, Buzz Windrip, surgido de la nada, con un discurso que apela al miedo, al odio hacia las minorías y alardeando de un pasado ideal que nunca existió. Un demagogo que usa la mentira, las fake news no se acaban de inventar, para ganar las elecciones con un discurso patriotero y nacionalista y que una vez en el poder suspende las libertades, impone la censura de prensa y reprime a todo el que se le opone.

No hay nada de distopía si comparamos la novela con la realidad de Trump y quienes le rodean. Y el protagonista, que se resiste a creer lo que está pasando, se ve obligado a alertar sobre el conformismo y la pasividad que permite el triunfo de los regímenes autoritarios. Por eso, a él mismo no le queda otro remedio que emprender el camino de la resistencia.

Dos excelentes novelas que, además de buena literatura, nos pueden iluminar sobre los peligros actuales.



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