miércoles, 30 de diciembre de 2009

Estabilizando lo altamente inestable

Aunque Usted no lo crea, la actual crisis no estaba en el horizonte de ninguno de los macroeconomistas que influyeron en la dirección del mundo en los últimos treinta años. En una entrevista realizada al recientemente fallecido Paul Samuelson el año 2005, el premio Nobel de 1970 contaba que le parecía vergonzoso que en el manual de Macroeconomía de Gregory Mankiw no apareciera ninguna referencia al término "trampa de liquidez", lo que daba cuenta del gran sesgo en la visión y en la enseñanza de la economía. Más aún cuando Mankiw es considerado keynesiano. Y este es solo un ejemplo. Para seguir avanzando en el tema, sugiero leer Fundamentalismo y realismo en economía, uno de mis primeros artículos publicados en El Blog Salmón.


Para la corriente de economistas ortodoxos formada al amparo de lo que se llama la economía neoclásica, una crisis como la que estamos viviendo era un fenómeno que no podía ocurrir. "No, no, eso es imposible", señalaba Milton Friedman cuando le preguntaban sobre la remota posibilidad de una "trampa de liquidez" en la cual pese a las bajas tasas de interés, la economía se mantuviera empantanada. Para Friedman, frente a cualquier crisis financiera o de liquidez, la solución era "tirar la plata en helicóptero", algo que su discípulo Ben Bernanke, ha seguido a pie juntillas.

Tirar la plata en helicóptero evitaba uno de los problemas más graves: la deflación, pues al inyectar el dinero a la vena del mercado éste tendría que rectivarse como si se tratara de una dosis de adrenalina que permite mantener e incluso superar el ritmo de la actividad económica.

Quizá (hay que reconocerlo) gran parte de la culpa es del propio Samuelson, quien simplificó al extremo la economía con gráficas y modelos matemáticos de pizarrón que después fueron tomados como verdades absolutas. Y pese a la advertencia de Samuelson de que la economía no es predecible, dado que el azar forma parte importante de los hechos reales, igual el resto de sus discípulos siguió el camino de la matemática y el cálculo frío.

Un cálculo que resultó totalmente gélido al no lograr introducir en sus ecuaciones a toda la especie humana, sino sólo a la parte que puede intervenir directamente en el mercado sea comprando o vendiendo. Porque el resto, aquellos que no tienen injerencia para comprar o vender y sobreviven en la periferia del mundo, tienen sus días contados. Pero eso a nadie le importa.

El problema, es que los mal planeados cálculos de los economistas ortodoxos influyeron en que esa periferia fuera cada día en ascenso, hasta volcar por completo las ecuaciones de la teoría económica tradicional. De esta forma, en vez de preocuparse de resolver los problemas de precarización laboral, la aplanadora económica de la ideología matemática encalló potentemente en Wall Street, donde se asentó y hechó raíces. Y todo bajo la idea de que los mercados eran eficientes y racionales, de acuerdo a los postulados de los sumos sacerdotes Eugene Fama y Robert Lucas. Ahora, que vivimos una seria avalancha de desempleo, podemos ver la magnitud del desastre provocado por aquellos que nos hicieron creer que la economía se resolvía con un simple sistema de ecuaciones.

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