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lunes, 16 de noviembre de 2020

Trump se va… El trumpismo se queda

Roberto Savio, Alainet

Ahora está claro que Joe Biden es el nuevo presidente de los Estados Unidos. Es poco probable que la maniobra legal de Donald Trump cambie los resultados de las elecciones, como cuando, en el año 2000, un Tribunal Supremo conservador decidió a favor de George Bush en lugar de Al Gore, que perdió entonces por 535 votos. Incluso este Tribunal Supremo, en el que Trump tiene seis miembros simpatizantes (tres nombrados por él, todo un récord) y solo tres no simpatizantes, no se atreverá a cambiar un resultado proveniente de tantos estados.

Trump se ha ido, pero, por triste que sea decirlo, el trumpismo está aquí para quedarse. Sin embargo, ¿estamos ante una situación específica de los Estados Unidos o se trata de un fenómeno más general? Creemos que, en una era marcada por la globalización, deberíamos intentar un análisis global. Estaríamos dejando afuera un trillón de hechos, eventos y análisis, pero este es ahora el destino del periodismo. Cualquiera podrá añadir lo que crea relevante y decidir lo que se ha dejado fuera. Y será un gran avance en relación con este breve análisis.

Pero empecemos primero con los Estados Unidos. La victoria de Biden proviene de una inusualmente alta participación en las elecciones del 67% de los votantes. En las elecciones estadounidenses, este indicador raramente excede el 50%, aunque la mayor participación se registró en 1900, cuando votó el 73% de la población. Recuerden que en los EEUU votar se define como un privilegio, no como un deber. Para votar hay que registrarse y muchos estados convierten este requisito en una tarea exigente, excluyendo automáticamente a la parte más frágil de la población.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Elecciones en EEUU: Crónica de una victoria agridulce

Matías Bulnes, Heterodoxia

La victoria de Biden en las recientes elecciones ha sido recibida con alivio aquí en EEUU. Pero si uno quiere entender sus implicancias para el país y su futuro, la victoria misma no es lo más relevante. Lo más extraño es que Trump haya estado tan cerca de ganar, desafiando las predicciones de todas las encuestas, las cuales daban a Biden como ganador por paliza. Por una parte, los Demócratas tienen una mayoría estructural en el voto popular (aun cuando el sistema electoral no es proporcional). De hecho, Trump había ganado la elección del 2016 pero obteniendo menos votación que la candidata Demócrata, Hillary Clinton. Por otra parte, su último año de gestión había sido a todas luces catastrófico para el país, con EEUU permanentemente liderando la lista de países más afectados por la pandemia del COVID 19 y con niveles de violencia en las calles nunca antes vistos. Estas circunstancias hacen a los resultados de la elección, si bien un alivio, también un desastre para el partido Demócrata. ¿Cómo se explica que un presidente obviamente incapacitado para ejercer el cargo, con una pésima reputación en todos los sectores de la sociedad, con la sangre de más de un cuarto de millón de compatriotas en sus manos debido a la pandemia, y con la economía devastada, haya estado apunto de ganar la reelección? ¿Qué nos dice esto sobre el futuro de EEUU?

jueves, 29 de octubre de 2020

Chile celebra con cautela: no todo lo que reluce es oro

Marcos Roitman Rosenmann

Hay motivos para estar contentos. Los resultados son aplastantes. Las urnas han decidido: 78.27 por ciento aprueba elaborar una nueva Constitución y 79.22 por ciento decide que sea mediante elección popular al 100 por ciento. Son los datos. Pero quienes votaron el apruebo no es un grupo homogéneo. Baste considerar los partidos firmantes del Acuerdo por la paz social y una nueva Constitución (15/11/19).

Una mayoría se opone a reconocer derechos al pueblo mapuche (Estado pluriétnico); otros rechazan un rol protagónico del sector público en la elaboración de las políticas sociales en materia de salud, educación, vivienda, trabajo, pensiones o desoyen el compromiso con el medio ambiente. En definitiva, no todo lo que votó apruebo se inscribe en un proyecto transformador que camine hacia una democrática participativa y menos rupturista con el orden patriarcal. Podríamos asistir a un maquillaje político en el cual la nueva redacción sea una visión edulcorada del neoliberalismo, avalada por unos constituyentes espurios.

viernes, 19 de junio de 2020

El neoliberalismo en Chile y la estrepitosa caída de un mito



Higinio Delgado Fuentealba, clarin

He utilizado la frase «la caída de un mito», recordando el título de un libro que salió a circulación hace más de dos décadas: «Chile Actual: Anatomía de un Mito», escrito por el sociólogo Tomás Moulián, publicado en 1997.

Ya, en esos años, el profesor Moulián analizaba in extenso un Chile construido sobre bases que, si bien, durante un periodo parecía avanzar en la dirección correcta, al menos para sus impulsores, sustentado en cifras auspiciosas de su macroeconomía, dejaba excluida de los beneficios a las grandes mayorías del país.

La economía en Chile, durante una parte del periodo de la dictadura militar, y más tarde en tiempos de la Concertación por la Democracia, logró dinamizarse en función de la llegada de ingentes capitales de inversionista extranjeros y debido a la apertura de mercados y el ingreso de grandes volúmenes de artículos y productos llegados de diferentes partes del mundo, aprovechando los bajos aranceles aduaneros que posibilitaron la creación de un mercado que se sustentaba en la adquisición de productos en base al endeudamiento y el creciente consumismo que invadió a una parte importante de la población.

miércoles, 17 de junio de 2020

Bloomberg: "Chile: de falso modelo a seguir... a estar entre los peores del mundo"



Un crudo análisis realizó Bloomberg sobre el manejo del covid-19 en Chile. La agencia estadounidense entregó un amplio comentario sobre lo que ha sucedido en Chile con la crisis desatada por la pandemia."Tiene una de las tasas más altas del mundo de infecciones per cápita y su ministro de salud, que alguna vez fue elogiado, se ha visto obligado a renunciar", es uno de los planteamientos iniciales en la extensa nota.

"Las evaluaciones iniciales sugieren que Chile siguió el ejemplo de las naciones ricas solo para darse cuenta, una vez más, de que un gran porcentaje de sus ciudadanos son pobres", señala Bloomberg.

miércoles, 10 de junio de 2020

Restauración neoliberal o proceso revolucionario


Pepe Escobar, observatoriocrisis.com 

El espectro de una nueva Gran Depresión se cierne sobre gran parte del planeta y las perspectivas de la “realpolitik” no son precisamente alentadoras. Las élites dominantes de Occidente emplearán una miríada de tácticas destinadas a perpetuar la pasividad de las poblaciones que apenas han empezado a salir de un arresto domiciliario de facto y, que ha incorporado el disciplinario masivo por parte de los estados y de los círculos financieros-empresariales. 
En su libro más reciente, La Desaparición de los Rituales, Byung-Chul Han, expone que la comunicación total (especialmente en tiempos de pandemia) coincide con la vigilancia total: «es una dominación que transforma en un fantasma la libertad”. El Big Data genera un conocimiento que abre la posibilidad de intervenir en la psique humana y manipularla. Visto desde este ángulo, la transparencia de los datos es un imperativo. El Big Data no representa la continuidad de la Ilustración, sino su fin. 

Esta nueva versión de la Disciplina Castigo de Foucault coincide con la idea que el fin de la era neoliberal es una perspectiva exagerada. Lo que está surgiendo no parece ser una simple inmersión en un nacionalismo populista, sino más bien una restauración del neoliberalismo – narrado ahora como una novedad que incorpora algunos elementos keynesianos. Al fin y al cabo, en la era posterior al confinamiento, para «salvar» los mercados y la iniciativa privada, el Estado también facilitará una posible “transición ecológica”. 

martes, 26 de mayo de 2020

El neoliberalismo ha fracasado


Jaime Richart, Rebelión

No otras culturas, no otras sociedades cuyo pensamiento rector no está basado en la depredación, pero desde luego sí los pueblos arios, sajones, anglosajones y latinos, el grueso de lo que constituye la sociedad occidental, unas naciones más y otras menos, nunca han dado su brazo a torcer desde que el comercio dejó atrás el trueque. No han rectificado nunca su sistema de organización política, económica y social con racionalidad; sólo lo justo para adaptarse a las circunstancias que les son hostiles. Sólo los países nórdicos van por delante con pautas de socialización.

En todo caso, esta pandemia, mejor dicho la OMS, ha declarado el fracaso del neoliberalismo privatizador y el acierto de la estatalización.

Al mercantilismo sucedió el capitalismo, al capitalismo el liberalismo y a éste, hace unas cuatro décadas, el neoliberalismo. Y el neoliberalismo, desde la Thatcher, Friedman, los ensayistas estadounidenses hermanos Kaplan y otros, ha terminado rompiendo el saco de la avaricia. Hasta ayer, no una repentina o progresiva lucidez, sino sólo las consecuencias fatales del abuso para la economía y el beneficio han sido capaces de doblegar la sinrazón de los obtusos. Sólo las mordeduras profundas en el sistema por guerras, catástrofes y calamidades como la que viene sufriendo desde la irrupción de un virus probablemente manipulado en el laboratorio con sospechosos propósitos, dan giros bruscos al sistema. Es lo que parece va ahora a suceder al término de los confinamientos El iusnaturalismo y la ley de la selva del mercado por los que se ha venido rigiendo siempre el sistema, parecen haber llegado a su fin.

lunes, 20 de abril de 2020

El coronavirus y la insoportable levedad del capitalismo


Eva Illouz, Nuso.org

En pocos días, el coronavirus parece haber apagado el corazón latente de nuestra civilización y trastocado la vida cotidiana de miles de millones de personas. Al mismo tiempo, la crisis plantea desafíos estructurales, que van desde iniciativas como nuevos tribunales sanitarios internacionales y formas de detectar y evitar la transmisión zoonótica hasta una redefinición del papel de los Estados y del reparto de las ganancias a escala global.

En Melancolía, el film de Lars von Trier, el espectador va entendiendo lentamente, con una mezcla de terror e impotencia, que el mundo va a llegar a su fin luego de chocar contra un planeta que lleva ese nombre. Al final de la película, entre la fascinación y la parálisis, observa el planeta en su curso de colisión contra la Tierra. Lo que al principio es un punto lejano en el cielo luego se convierte en un disco cada vez más grande, que por fin cubre la pantalla en el instante del choque.

Mientras todos nos vemos envueltos en un acontecimiento mundial cuya magnitud aún no hemos dilucidado por completo, trataba de encontrar analogías y recordé la escena final del film de Von Trier.

Leí por primera vez sobre un extraño virus en la prensa estadounidense durante la segunda semana de enero, y presté mucha atención porque mi hijo estaba por viajar a China. El virus todavía estaba lejos, como el disco lejano de un planeta amenazador. Mi hijo canceló su viaje, pero el disco continuó en su curso inexorable, chocando lentamente contra nosotros en Europa y Oriente Medio. Hoy todos observamos absortos la pandemia en desarrollo, mientras el mundo que conocíamos se apagó. El coronavirus es un acontecimiento planetario de una magnitud que nos esforzamos por comprender, no solo por su escala planetaria, ni por la velocidad de la infección, sino porque en cuestión de pocas semanas puso de rodillas a instituciones cuyo titánico poder nunca cuestionamos. El mundo primitivo de las pestes mortales hizo erupción en medio del mundo avanzado e higiénico del poder nuclear, la cirugía láser y la tecnología virtual. Aun en tiempos de guerra siguieron funcionando cines y bares clandestinos, pero ahora las bulliciosas ciudades de Europa se han transformado en espeluznantes pueblos fantasma y sus habitantes permanecen en sus escondites. En palabras de Albert Camus, «todos estos cambios eran, en cierto sentido, tan extraordinarios y se habían efectuado tan rápidamente que era muy difícil considerarlos normales y duraderos».

domingo, 19 de abril de 2020

Luis Sepúlveda: notario de la historia, guardián de la memoria


Marcos Roitman Rosenmann, La Jornada

Vivió todas sus vidas. Su imaginación lo llevaba a mundos donde creaba sin ataduras. Fue un personaje al interior de su literatura. Gran conversador y fumador empedernido, abandonó Chile sin quererlo. La dictadura de Pinochet lo llevó al exilio. Nunca perdió sus raíces ni su compromiso político. No sólo escribió literatura, incursionó en el teatro y el cine. Fue un excelente analista político. A diferencia de otros literatos cuya fama los descoloca hasta el extremo de vender su alma, Luis Sepúlveda dejó constancia de sus principios y valores democráticos. Sus artículos circularon en los años oscuros de la dictadura. La revista Análisis los publicaba. Su director, Juan Pablo Cárdenas, editó por primera vez su novela Un viejo que leía novelas de amor. Cuenta que tras enterarse de su publicación por una editorial francesa, recorrió las librerías de Santiago, junto con sus amigos, retirando los ejemplares para que los franceses creyesen que habían sido los primeros en descubrir la obra.

Su columna Carne de Blog, en Le Monde Diplomatique, circula por el mundo. Fueron centenares. Chile: El Oasis Seco, del 26 de diciembre de 2019 fue su última entrega. Una crítica mordaz al modelo neoliberal. Así concluía su reflexión:
"La paz del oasis chileno estalló porque las grandes mayorías empezaron a decir no a la precariedad y se lanzaron a la reconquista de sus derechos perdidos. No hay rebelión más justa y democrática que la de estos días en Chile. Reclaman una nueva Constitución que represente a toda la nación y su diversidad, reclaman la recuperación de cuestiones tan esenciales como el agua y el mar también privatizado. Reclaman el derecho a estar presentes y ser sujetos activos del desarrollo del país. Reclaman ser ciudadanos y no súbditos de un modelo fracasado por su falta de humanidad, por la absurda obcecación de sus gestores. Y no hay represión por más dura y criminal que sea, capaz de detener a un pueblo en marcha".

La economía hegemónica en su laberinto


Sergio Gamonal, El Mostrador

La hegemonía de la perspectiva neoliberal en economía, ha sido muy fuerte en los últimos cuarenta años, especialmente en Chile. Obviamente existen otras perspectivas en economía y una alta gama de matices, apellidos como Stiglitz, Ha-Joon Chang, Piketty o Mazzucato, por citar a algunos, nos recuerdan que la economía es una disciplina compleja, que forma parte de las ciencias sociales y que, por lo mismo, se basa en el siempre impredecible comportamiento humano, lo que debiera excluir aproximaciones dogmáticas o teológicas acerca de cómo adoptar decisiones de política económica.

Sin embargo, el predominio del pensamiento único en economía es muy fuerte en el mundo y en nuestro país.

Por otro lado y no sólo en Chile, la perspectiva neoliberal ha sido adoptada por los gobernantes con entusiasmo, para redistribuir el ingreso hacia el 1% más rico y, presenciamos políticas estatistas para las pérdidas de los bancos en las crisis de 1982 y 2008 -rescates millonarios pagados por los contribuyentes e impuestos más bajos a los ricos e hiperricos- y, liberales para las pérdidas de los ciudadanos. En otras palabras, subsidios tanto al sistema financiero como a las transnacionales y, crudeza del mercado y bancarrota individual para las personas comunes.

miércoles, 15 de abril de 2020

Esta pandemia muestra la injusticia estructural de las políticas neoliberales


David Brooks, La Jornada

Son las siete de la tarde y las ventanas de la ciudad de Nueva York se abren, como todos los días a esta hora, para ofrecer una ovación sonora, acompañada de sirenas de bomberos, a los trabajadores de salud que nos están rescatando en medio de la pandemia, en medio de este llamado epicentro del país number one en contagios y ahora en competencia global diaria para ganar el trofeo de más muertos. Con los aplausos no sólo se agradece, sino se supera por unos minutos el aislamiento de la cuarentena parcial, y con ello, se reconoce que aunque cada acción de distanciamiento es individual, es a la vez una acción solidaria, lo que hace cada uno tiene impacto en todos.

Pero como en toda crisis, el coronavirus ha dejado claro que no todos son afectados de la misma manera, las cifras de contagio y muerte revelan una geografía de clases donde los más pobres –entre ellos las minorías afroestadounidenses y latinas, así como la mayoría de inmigrantes, sobre todo los indocumentados– son los más devastados. Son primero víctimas no del virus, sino de la mayor desigualdad económica y social en 90 años. El problema fundamental en esta crisis no es de salud, sino de la injusticia estructural que se ha profundizado durante cuatro décadas de políticas neoliberales.

jueves, 9 de abril de 2020

Vuelve Keynes, el coronavirus derrotó al neoliberalismo


Roberto Pizarro, El Desconcierto

La teoría del “sálvese quien pueda” de los economistas neoliberales ha sido arrasada por el coronavirus. La sociedad y el Estado existen. Son siempre imprescindibles para que sobrevivan las personas, y ello queda hoy al desnudo en medio de la pandemia atroz.

El Financial Times, destacado periódico liberal, pero inteligente, nos dice en su editorial del 3 de abril:
“Se requieren reformas radicales para forjar una sociedad que funcione para todos. La pandemia de coronavirus ha expuesto la fragilidad de la economía de muchos países”.
“La pandemia del Covid-19 ha inyectado una sensación de solidaridad en sociedades polarizadas. Pero el virus, y los cierres de empresas necesarios para combatirlo, también arrojan una reveladora luz sobre las desigualdades existentes, e incluso crean nuevas desigualdades”.
La crisis económica que se anuncia será tan dura como la que se conoció durante la depresión de los años treinta. En aquella época, la teoría económica clásica, de corte liberal, y sus defensores no consiguieron responder frente al sistema capitalista en estado de descomposición. Tuvo que venir John Maynard Keynes a salvarlo. Keynes no era un socialista, pero entendió que los desmanes del capitalismo eran consecuencia de la ausencia de regulación en los mercados, así como de la incapacidad de las políticas públicas ortodoxas para enfrentar las crisis económicas.

Keynes propuso incrementar el gasto público para estimular la inversión y disminuir el desempleo. Confiaba en que la intervención del Estado en la economía podía moderar la crisis capitalista. Sostenía que el desempleo se debía a una insuficiencia de demanda y no a un desequilibrio en el mercado de trabajo. Entonces, cuando la demanda agregada se hacía insuficiente, las ventas disminuían y el desempleo crecía. Precisamente lo que está sucediendo ahora en Chile y en todo el mundo.

martes, 7 de abril de 2020

Coronavirus, la pandemia del neoliberalismo

Camiones refrigerados utilizados como morgues transitorias
en el Elmhurst Hospital de New York

David Brooks, La Jornada

Ya sabemos que no tenía que ser así, que este desastre no tenía que tener estas dimensiones, que la ciudad de todos en el mundo, Nueva York, no tenía que estar sobre las rodillas gravemente herida, con lágrimas y llanto en sus más de 200 idiomas, que todo Estados Unidos no tenía que estar bajo sitio, con los más pobres y desprotegidos sufriendo las peores consecuencias, como siempre. No tenía que ser así.

Trump tiene sangre en sus manos, concluyó el Boston Globe en su editorial la semana pasada, argumentando –al igual que un coro cada vez más amplio de expertos, investigadores, doctores y líderes sociales– que gran parte del impacto de la pandemia en este país era prevenible y que vale recordar que el alcance del virus aquí no es atribuible a un acto de Dios o una invasión extranjera, sino un fracaso colosal de liderazgo. www.bostonglobe.com/2020/03/30/opinion/president-unfit-pandemic/).

Pero la culpa no es sólo de Trump. Se sabía en lo más alto desde hace años que este y otros países estaban en riesgo de exactamente algo así (las agencias de salud pública desde la previa amenaza de un coronavirus en 2004, el Pentágono había pronosticado precisamente algo así desde 2017, entre otras) y no se hizo lo necesario. El fracaso es bipartidista; no son sólo los Reagan y los Bush, sino los Clinton y los Obama quienes prepararon el camino para llegar a esto hoy día.

miércoles, 1 de abril de 2020

El neoliberalismo en crisis mundial por el covid-19


Hedelberto López Blanch, Rebelión

Una de las grandes verdades que ha demostrado la enorme pandemia de coronavirus que recorre ya todos los continentes, es que el neoliberalismo ha llevado a los países que adoptaron ese sistema a una crisis social de incalculables dimensiones.

El corolario que se desprende de esa realidad es que el neoliberalismo ha entrado en crisis mundial al ser incapaz de resolver los problemas socio-económicos de las grandes mayorías pues sus beneficiarios son una pequeña capa de la sociedad y las multimillonarias compañías transnacionales.

El caso más significativo resulta el de Estados Unidos, país impulsor del neoliberalismo donde más de 30 millones de personas no cuentan con seguro médico y otros 40 millones solo acceden a planes deficientes, con copagos y seguros de costos tan elevados que solo les sirve para pequeñas atenciones por los enormes costos de los servicios de salud.

El negocio de las privatizaciones ha dejado desamparadas a millones de personas en el gigante del norte pues la premisa en las clínicas y hospitales resulta completamente discriminatoria: Si no tiene dinero no lo atienden, si cuenta con un buen seguro las puertas se abren.

viernes, 27 de marzo de 2020

Lo que se está ocultando en el debate sobre la pandemia


Vicenç Navarro, Público

Hace unos días hubo una reunión telemática de varios expertos, miembros de la International Association of Health Policy, procedentes de varios países y continentes para analizar la respuesta de los países en diferentes continentes a la pandemia actual de coronavirus. Eran profesionales procedentes de varias disciplinas, desde epidemiólogos y otros expertos en salud pública a economistas, politólogos y profesionales de otras ciencias sociales. La reunión, organizada por la revista International Journal of Health Services, tenía como propósito compartir información y conocimientos con un objetivo común: ayudar a las organizaciones internacionales y nacionales a resolver la enorme crisis social creada por la pandemia. De la reunión se extrajeron varias conclusiones que detallo a continuación.

La expansión de la pandemia era predecible y así se había alertado


En primer lugar, se repasaron varios estudios realizados durante los últimos años (el último en 2018) que habían predicho que tal pandemia ocurriría, habiéndose alertado que el mundo no estaba preparado para ello a no ser que se tomaran medidas urgentes para paliar sus efectos negativos. Tales alertas no solo no se atendieron e ignoraron, sino que muchos Estados a los dos lados del Atlántico Norte aplicaron políticas públicas que han deteriorado la infraestructura de servicios (a base de recortes de gasto público y privatizaciones), así como otras políticas públicas desreguladoras de mercados laborales que han disminuido la protección social de amplios sectores de la población, afectando primordialmente a las clases populares de tales países. La evidencia científica, ampliamente publicada en revistas académicas, ha puesto de manifiesto el enorme impacto negativo que tales políticas han tenido en la disponibilidad y calidad de los servicios sanitarios y sociales (con notables reducciones del número de camas hospitalarias y del número de médicos -por ejemplo, en Italia y España desde 2008-).

martes, 24 de marzo de 2020

¿Es peor esta crisis que la de 2008?

Si la última crisis económica global fue un ataque al corazón, esta podría hacer que todo el cuerpo enfermase gravemente


Adam Tooze, ctxt

En mayo de 2018, el presidente Donald Trump reestructuró y redujo la unidad de preparación ante pandemias. Por supuesto, visto en retrospectiva parece una mala decisión. Sin embargo, no era el primer presidente en hacerlo. La unidad de seguridad sanitaria global del Consejo de Seguridad Nacional (o NSC) de Estados Unidos se fundó con Bill Clinton en 1998. Posteriormente, George W. Bush primero y Barack Obama después eliminaron esta unidad, que fue restablecida en poco tiempo. El hecho es que las administraciones públicas nunca han sabido cómo lidiar con riesgos biomédicos de baja probabilidad y graves consecuencias, como son las pandemias; pues se sientan torpemente en los búnkeres habituales del gobierno moderno y de los modelos de evaluación de riesgos.

Si esto es cierto para el NSC, lo es más aún para los encargados de la política económica. Entre los riesgos discutidos en los círculos de política económica, nunca se ha considerado seriamente un cerrojo de las economías nacionales debido a una emergencia de salud pública. Por supuesto, se ha hablado de “contagio” en las crisis financieras, pero se hablaba de manera metafórica, y no literalmente.

En 2008 vimos cómo la incertidumbre financiera que se extendía debido a la recesión del sector inmobiliario (a modo de “subprime” para financiar los mercados, y de ahí para equilibrar los balances de los principales bancos) amenazaba con provocar un infarto a la economía. Fue este shock financiero masivo, sumado a los daños sufridos por los hogares debido a la crisis inmobiliaria, lo que provocó que la actividad económica se contrajese. En su peor momento, durante el invierno de 2008-2009, se perdieron 750.000 puestos de trabajo al mes: un total de 8,7 millones a lo largo de toda la recesión. Enormes compañías industriales, como GM y Chrysler, trastabillaron al borde de la bancarrota. Para la economía mundial, esto desató la desaceleración más grande nunca vista en el comercio internacional. Gracias a la intervención masiva en la política monetaria y fiscal, en Estados Unidos se consiguió que no llegase a ser una recesión prolongada y profunda. Después de una pérdida del 4,2% del producto interior bruto, la recuperación comenzó en la segunda mitad del 2009. El desempleo alcanzó su cota máxima, 10%, en octubre de 2009.

domingo, 22 de marzo de 2020

Las consecuencias del neoliberalismo en la pandemia actual


Vicenç Navarro, Público

En un artículo reciente señalé elementos importantes que habían contribuido a la propagación de la epidemia –ahora pandemia– causada por el coronavirus, elementos a los que no se les había dado la visibilidad que merecían en los principales medios de información y que, de no entenderse y resolverse, crearían las condiciones para la aparición de otras epidemias, una vez esta estuviera resuelta.

Entre estos elementos apuntaba el comportamiento de las grandes empresas farmacéuticas, que sistemáticamente anteponen su objetivo de optimizar sus beneficios a otros fines, como el de prevenir y/o curar enfermedades que, al extenderse, pueden convertirse en pandemias, como ha ocurrido ahora.

La importancia de esta comercialización y la sumisión de los intereses generales a los intereses privados en sectores tan importantes para la salud y calidad de vida de las poblaciones –como lo es la sanidad (incluyendo el sector farmacéutico)– ha sido la característica del período neoliberal, iniciado a partir de los años ochenta en el mundo occidental con la amplia privatización de tales sectores vitales para el bienestar de la población.

Dichas prácticas fueron iniciadas a principios de los años ochenta por el presidente Reagan en EEUU y la primera ministra Thatcher en el Reino Unido, y continuadas más tarde en Europa por los Gobiernos conservadores, liberales y socialdemócratas (que hicieron suyas, estos últimos, tales políticas, como fue el caso de los Gobiernos presididos por Tony Blair en el Reino Unido, Gerard Schröder en Alemania y Zapatero –expandidas considerablemente por Rajoy– en España), convirtiéndose en la ideología hegemónica en las instituciones nacionales e internacionales (como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Central Europeo y el Parlamento y la Comisión Europeos, entre otros).

viernes, 20 de marzo de 2020

Coronavirus: entre el peligro y la oportunidad

Los límites de un orden económico y tecnológico que profundiza las desigualdades


Ricardo Forster

La peste está entre nosotros, se acerca sigilosa e invisible transgrediendo fronteras, rompiendo en mil pedazos acuerdos de países que creían que sus protocolos híper mercantilizados iban a constituirse en la garantía de un orden económico mundial capaz de ampliar riqueza y crecimiento para unas pocas naciones favorecidas. Y que terminaron descubriendo, entre azoradas y atemorizadas, que la desigualdad que ese mismo sistema expandió por el mundo iba a devolverles, bajo la forma de un virus, la igualdad del contagio, de la fragilidad y de la muerte. Extraña paradoja de una época, la nuestra, que había naturalizado las brutales diferencias sociales, la distancia enorme entre naciones ricas y naciones pobres, que depredó continentes enteros en nombre de la civilización y el progreso, que transformó en valor sacrosanto la lógica de la rentabilidad y la reducción de todas las esferas de la vida a mercancía cuya importancia debía medirse en función de su “valor de mercado”. Igualdad ante la expansión viral que no sabe de diferencias ideológicas ni reconoce aduanas que discriminan entre ciudadanos del primer mundo y miserables indocumentados que se ahogan en el Mediterráneo. Miedo en la Italia opulenta del Norte, miedo en una barriada de migrantes napolitana, miedo en la Alemania de Merkel que comienza a revisar su “ortodoxia fiscal”, miedo en una España demasiado inclinada al consumismo, miedo en la pujante Seúl que a través del cine nos muestra la realidad de la desigualdad, miedo en los aviones abarrotados de turistas que regresan apresurados a sus países de origen antes que se cierren todas las fronteras, miedo en lujosos transatlánticos cuyos pasajeros descubren, azorados aunque conservando sus privilegios de primera clase, lo que significa convertirse en paria y que ningún puerto los acepte. El miedo nos ha vuelto más iguales y, por esas extrañas vicisitudes de la historia, nos abre la posibilidad de repensar nuestro modo de vivir. Una oportunidad en medio de la noche y la incertidumbre.

domingo, 8 de marzo de 2020

Clase: La pequeña palabra que las élites quieren que olvides

imagen: Mr. Fish

Chris Hedges, TruthDig

Aristóteles, Nicolás Maquiavelo, Alexis de Tocqueville, Adam Smith y Karl Marx fundamentaron sus filosofías en el entendimiento de que existe un antagonismo natural entre los ricos y el resto de nosotros. Los intereses de los ricos no son nuestros intereses. Las verdades de los ricos no son nuestras verdades. Las vidas de los ricos no son nuestras vidas. La gran riqueza no solo genera desprecio por quienes no la tienen, sino que faculta a los oligarcas para pagar ejércitos de abogados, publicistas, políticos, jueces, académicos y periodistas para censurar y controlar el debate público y sofocar la disidencia. El neoliberalismo, la desindustrialización, la destrucción de los sindicatos, la reducción e incluso la eliminación de los impuestos a los ricos y las corporaciones, el libre comercio, la globalización, el estado de vigilancia, la guerra sin fin y la austeridad -las ideologías o herramientas utilizadas por los oligarcas para promover sus propios intereses- son presentadas al público como ley natural, los mecanismos para el progreso social y económico, incluso cuando los oligarcas dinamitan los fundamentos de una democracia liberal y exacerban una crisis climática que amenaza con extinguir la vida humana.

Los oligarcas están felices de hablar de razas. Están felices de hablar sobre identidad sexual y género. Están felices de hablar sobre patriotismo. Están felices de hablar sobre religión. Están felices de hablar sobre inmigración. Están felices de hablar sobre el aborto. Están felices de hablar sobre el control de armas. Están felices de hablar sobre degeneración cultural o libertad cultural. Pero no están contentos de hablar sobre “clase”. La raza, el género, la religión, el aborto, la inmigración, el control de armas, la cultura y el patriotismo son cuestiones que se utilizan para dividir al público, para enfrentar al vecino contra el vecino, para alimentar odios y antagonismos virulentos. Las guerras culturales dan a los oligarcas, tanto demócratas como republicanos, la tapadera para continuar el saqueo. Hay pocas diferencias sustanciales entre los dos partidos políticos gobernantes en los Estados Unidos. Es por eso que oligarcas como Donald Trump y Michael Bloomberg pueden cambiar sin esfuerzo de un partido a otro. Una vez que los oligarcas toman el poder, escribió Aristóteles, una sociedad debe aceptar la tiranía o elegir la revolución.

jueves, 5 de marzo de 2020

Chile, 30 años después

El país podrá tener una nueva Constitución que reconozca derechos económicos y sociales


Mario Amorós, El País

El 11 de marzo se cumplen 30 años del fin de la dictadura cívico-militar encabezada por el general Augusto Pinochet. Chile fue el último país de Sudamérica que recuperó la democracia, tras Bolivia, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, y el único que heredó una Constitución impuesta por el régimen, junto con los “amarres autoritarios” que, tras la derrota en el histórico plebiscito del 5 de octubre de 1988, Pinochet y su círculo de hierro se preocuparon de atornillar, en lo que denominaron pomposamente “una retirada ordenada”. La dictadura, instalada con el apoyo de Nixon y Kissinger, expiraba cuando caía el muro de Berlín y la Guerra Fría llegaba a su término.

El 11 de marzo de 1990, Patricio Aylwin, quien como líder de la Democracia Cristiana avaló públicamente el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, inició su mandato presidencial. Empezaba una larga transición vigilada por el exdictador, quien desde su pedestal de la jefatura del Ejército, que mantuvo aún ocho años más hasta culminar una carrera militar de 65 años, se preocupó de preservar los privilegios antidemocráticos de las Fuerzas Armadas. Su detención en Londres a petición de la justicia española, aquel memorable 16 de octubre de 1998, abrió paso al fin de la impunidad y a la recuperación de la memoria democrática.

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