Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
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lunes, 20 de octubre de 2025
La Caverna de Platón y la Sociedad del Espectáculo
Diego Fusaro, Posmodernia
Se debe partir desde la caverna de Platón para comprender la esencia de la actual Civilización del Espectáculo. Atados con grilletes a unos cepos, los cautivos fijan forzosamente la mirada en el fondo de la caverna. Los prisioneros mantienen la mirada fija –ha escrito Sloterdijk– «sea porque están inmovilizados a propósito, sea porque no conocen otra cosa que el juego de sombras ante sus ojos». El fondo de la gruta adquiere de esta manera la configuración de un cinematógrafo ante litteram (de «una enorme sala de cine» ha hablado Badiou): sobre la «pantalla» conformada por el fondo de la cueva, los cavernícolas ven reflejarse, gracias a la luz del fuego, las imágenes de los objetos que, manejados por titiriteros, los encadenados están imposibilitados de contemplar directamente. De este modo, como escribe Platón, a los reclusos no les es dado ver nada más que “las sombras proyectadas por el fuego en la pared que está frente a ellos” (τὰς σκιὰς τὰς ὑπὸ τοῦ πυρὸς εἰς τὸ καταντικρὺ). Como en la historia catábica de Ulises, también los cavernícolas platónicos se relacionan siempre y sólo con «las sombras» (τὰς σκιὰς), las pálidas imágenes reflejadas que ellos confunden con la realidad verdadera. A merced de aquel opinar que tiene por objeto entes mutables que solamente pueden ser objeto de opinión, los internados creen que lo verdadero coincide con «las sombras de esas cosas artificiales» (τὰς τῶν σκευαστῶν σκιάς: La República, 515c).
El texto de Platón no aclara si estas proyecciones umbrátiles presentan un carácter intencional y, por tanto, responden a un deliberado proyecto de manipulación de las mentes dirigido por quienes se mueven sin cesar tras el muro, o si, por el contrario, son casuales y únicamente per accidens producen el efecto manipulador. Seguramente remiten a la obra mimética de los poetas (imágenes de imágenes, apariencias de apariencias), así como, genéricamente, a la dimensión de lo sensible en devenir, sujeto a los procesos del nacer y del morir, y por consiguiente, objeto de opinión y no de ciencia. Tal silencio, en cualquier caso, contribuye a volver la imagen del antro todavía más eficaz. De hecho, eclipsa cómo la falta de control sobre la información y de investigación sobre las fuentes del saber genera una manipulación de las mentes que, en última instancia, acaba por legitimar el cautiverio tanto material como inmaterial de quienes padecen dicha manipulación. En efecto, ya sea intencional o accidental, el trabajo de los titiriteros de la caverna surte un efecto que, en todos los casos, se traduce en el engaño de los espectadores. Estos últimos asisten a un espectáculo virtual que, no pudiendo ser confrontado con la realidad, termina por ser confundido con la única realidad existente.
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