jueves, 14 de septiembre de 2017

Marx y ‘El Capital’ en el Siglo XXI

Eddy Sanchez, Público

El 14 de septiembre se cumplen 150 años de la primera edición del Libro I de El Capital, y en ese contexto, se están desarrollando innumerables iniciativas sociales y académicas dedicadas a debatir sobre la vigencia de dicha obra, como la que va a tener lugar ese mismo día en el marco de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM) en Madrid.

Dichas actividades han sido una constante a lo largo del año en varios países, lo que en opinión del filósofo argentino Enrique Dussel, hacen de este aniversario una de las celebraciones más importantes de 2017, junto al Centenario de la Revolución de Octubre y los 500 años de la Reforma luterana.

De la lectura y estudio de El Capital, se puede destacar lo extremo de las valoraciones que suscita, lo que nos sugiere algo acerca de la naturaleza de esta obra. El filósofo español Manuel Sacristán diferenciaba, por un lado, a los grandes autores que no pueden permitirse, por su personalidad científica, una defensa directa del capitalismo a través de un ataque grosero del libro de Marx, y por otra aquellos, que dada su posición de clase, pueden dejar de hacer una defensa indirecta de ese orden por medio de una pormenorizada justificación de la idea de la caducidad del Capital.

Como acompañando a los anteriores, continua Sacristán, “podemos encontrar a aquellos que ven en El Capital un método de estudio científico y riguroso de interpretación del pasado”, método que coincide con análisis de “futuro”, sobre la acción política de cara a la construcción de otro tipo de sociedad. Según esta visión de la obra de Marx, la conclusión es clara: El Capital ha caducado como análisis de la realidad capitalista; más cuando la ciencia económica ha conseguido formas de teoría pura –matemáticas, estadística, física- neutrales de toda intención política y programática; siendo al obra de Marx anterior a este nivel teórico, lo cual hace a El Capital obsoleto.

Pero también podemos encontrar lecturas, interesadas en desmarcarse del Capital y llevar a Marx, reconvertido en “joven”, al plano de filosofía pura, como expresión de rebeldía teórica de éstos -ya que la obra de Marx es sólo teoría– aparejada de asunción práctica, de la realidad existente, que no es otra que la cuestionada por El Capital.

Asimismo existen discursos ideológicos, basados en la inocencia aparente del medio utilizado, las palabras; pero éstas no se manifiestan solas, sino que lo hacen en una estructura, que reproduce una realidad, la cual es encubridora de intereses claros. De tal forma, Canto General de Neruda es una obra maestra de la literatura, excepto el capítulo cuarto en donde el poeta chileno hace política y no arte; o Alberti es un genio poético, hasta la Guerra Civil, en donde su obra pasó del verso al panfleto.

Sugiero que ése es el caso de la crítica que se hace de la obra del Marx “maduro”, ya que El Capital no trata de teoría pura, tal y como se entiende en los programas universitarios; ni tampoco como guías de acción política, tal y como lo ven la mayoría de los críticos de la anterior. Lo que propone Marx es: “Fundamentar y formular racionalmente un proyecto de transformación de la sociedad.”

De esta forma, el hecho de que Marx haya desarrollado fundamentalmente su análisis científico en el ámbito de la Economía no es, ciertamente, casual. Marx estaba convencido, como señala en el conocido Prefacio de la Contribución a la Crítica de la economía Política, de que “la anatomía de la sociedad hay que buscarla en la economía política”. Por consiguiente, lo que pretende ante todo es “poner al desnudo la ley económica de los movimientos de la sociedad moderna”, partiendo (en expresión del sociólogo Andrés Bilbao) de “la centralidad de las relaciones industriales en la configuración de las sociedades modernas”.

Siguiendo el trabajo del historiador marxista Francisco Erice, hay que resaltar en todo caso que, en primer lugar, para Marx lo económico tiene un sentido distinto del que adquiere más tarde para la Economía académica burguesa. Para él, como para los economistas clásicos que lo precedieron, la Economía es sobre todo Economía política; no puede reducirse a pura tecnología, pues trata de relaciones sociales.

Marx es un clásico interdisciplinar, que mezcla economía con sociología, política y filosofía. Los Grundrisse y El Capital están plagados de filosofía hegeliana. Concretamente en los citados manuscritos preparatorios se reformulan ideas del economista David Ricardo en lenguaje del filósofo Hegel y a la inversa; y en cuanto a El Capital, ya Lenin subrayó que no podía entenderse cabalmente el texto de su capítulo I sin conocer la Lógica de Hegel. Realmente, lo que prima en Marx es la visión totalizadora, como destacó ya en el Siglo XX Schumpeter, al afirmar que: “La totalidad de su visión en cuanto totalidad, se impone en cada detalle y es precisamente la fuente del atractivo intelectual que Marx ejerce sobre todo aquel que estudia su obra, amigo o enemigo”.

En segundo lugar, la Economía política de Marx no habla de individuos en cuanto tales; está en las antípodas de la visión subjetivista de la Economía. En el Prólogo a la primera edición del libro I de El Capital (1867), Marx se esforzaba en resaltar que “aquí sólo se trata de personas en la medida en que son personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de clase”. Unos años antes, en los Grundrisse, lo formulaba con idéntica claridad:

El ser humano es, en el sentido más literal del término […], animal político, no sólo un animal social, sino además un animal que sólo se puede aislar en sociedad. La producción del individuo aislado al margen de la sociedad -una rareza que bien puede ocurrirle a un individuo civilizado, que posee en sí ya dinámicamente las fuerzas de la sociedad, cuando se extravía casualmente en una comarca salvaje- es algo tan absurdo como el desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí.

En tercer lugar, la visión económica de Marx es esencialmente histórica. Una de las principales críticas que Marx hace a los economistas clásicos, precisamente, es querer presentar como naturales unas leyes económicas que son básicamente producto de la evolución histórica. Engels lo explicaba así en el Anti-Dühring:
La economía política, fundamentalmente, es una ciencia histórica; su materia es histórica, es decir, perpetuamente sometida al mudar y estudia, desde luego, las leyes particulares de cada fase de la evolución de la producción y el cambio, y sólo al término de su indagación podrá formular un reducido número de leyes enteramente generales, verdaderas para la producción y el cambio como tales.
En cuarto lugar, Marx otorga una clara primacía a la producción sobre las demás fases del proceso (circulación, distribución, consumo), precisamente porque es en las relaciones de producción donde tiene su origen la explotación capitalista, que en palabras del gran sociólogo español ya desaparecido, Andrés Bilbao: “La relación de intercambio, en el contexto de la sociedad industrial, aparece bajo una forma aparente que el análisis desvelará como la superficie de una subyacente realidad”

En definitiva, lo que intenta Marx en El Capital, es articular de manera racional el conocer con el hacer; que un programa revolucionario ha de incluir conocimiento, poseer ciencia. Esto hace que en el marxismo, lo científico sea lo instrumental a lo sustancial, que es el objeto político.

Dentro de ese instrumental científico, ocupa el primer lugar de importancia lo económico, como consecuencia del carácter emancipatorio del marxismo, como concreción de explorar las condiciones y posibilidades para esa emancipación o revolución.

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