domingo, 13 de mayo de 2012

La democracia bate a la austeridad, pero ¿sobrevivirá el euro?

Larry Elliott, The Guardian

Así pasan las cosas. El resultado de las elecciones griegas significa que los partidos favorables a la austeridad carecen de apoyo parlamentario y autoridad moral para gobernar. Las exigencias de Atenas de aligerar las duras condiciones de rescate las rechazan rotundamente el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea.

El callejón sin salida político de Grecia conduce a la convocatoria de unas segundas elecciones generales para el mes que viene. Angela Merkel deja claro que no se concederá el siguiente tramo de fondos para que la banca y el Estado griego sigan siendo solventes a menos que sea plena la adhesión al plan. Las tensiones se hacen intolerables; Grecia abandona el euro y suspende pagos, iniciando el proceso por el que se deshace la unión monetaria.

En mayo de 2010, cuando David Cameron y Nick Clegg negociaban las condiciones de su acuerdo de coalición y Grecia recibía su primer paquete de apoyo financiero, se ridiculizaba la idea de que iba apoderarse de Europa una crisis que pondría a la unión monetaria en peligro. El lunes, mientras caía el euro en los mercados de divisas, se hundía la bolsa griega y los inversores se apiñaban en el puerto seguro de los bunds alemanes, ya no parecía tan desatinada.

El tembleque que indica el ánimo de los mercados refleja el temor de que los últimos cinco años – la crisis de las sub-prime, la experiencia casi mortal de los bancos, la caída más profunda de la economía desde la Gran Depresión, la crisis de la deuda soberana – están a punto de llegar a un clímax en los meses venideros con una batalla por la supervivencia misma del euro.

Durante dos años, Europa se ha vista alimentada a la fuerza con una dieta de implacable austeridad. La crisis empezó en el sector privado – en bancos sobreapalancados y una salvaje especulación financiera – pero su repercusión ha sido tal sobre el gasto de los consumidores, la inversión y el comercio que los gobiernos han visto cómo sus finanzas públicas han caído en picado en números rojos. Se han impuesto recortes presupuestarios, las pensiones se han vuelto menos generosas y han subido los impuestos. Esa política ha sido un desastre económico. El crecimiento se ha derrumbado, el desempleo se ha disparado y – lo que no es de sorprender – los déficits presupuestarios han sido mucho mayores de lo pronosticado. Los resultados electorales de Francia y Grecia muestran que ha supuesto también un desastre político: los votantes han rechazado de manera decidida el eurosadismo, dejando claro que quieren que los políticos tracen un rumbo diferente. La democracia ha batido a la austeridad.

En el mundo de fantasía de los responsables políticos de Bruselas, la eurozona se dirigiría por la vía rápida a una unión fiscal plena , pero no hay una oportunidad realista de que esto vaya a suceder próximamente. Tampoco parece haber muchas perspectivas de mejorar la austeridad con una estrategia de crecimiento que daría a los países más vulnerables buenas posibilidades de cumplir los objetivos de reducción del déficit actualmente irreales.

Hollande puede hablar de "un nuevo comienzo", pero su lema no encuentra ningún eco real en Berlín, donde el gobierno alemán insiste en que las elecciones del fin de semana no han cambiado nada substancial. A buen seguro, Merkel recalcó la necesidad de crecimiento en su mensaje de congratulación al nuevo presidente francés, pero mientras puede que cambiar la retórica, la posición de la política alemana promete ser inquebrantable.

Grecia, de acuerdo con Merkel, debe penar su camino a través de un programa de ajuste estructural; Francia debe adherirse al pacto fiscal exhaustivamente discutido el año pasado; no habrá eurobonos para transferir recursos de las zonas europeas más ricas a las pobres ni ampliación alguna de las competencias del Banco Central Europeo a fin de que pueda emular los programas de expansión cuantitativa de la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra.

Los profundos problemas de la unión monetaria se resumen en esta tensión. La zona euro es una unión monetaria, no un Estado federal, lo que significa que le falta un único ministro de finanzas que lleve la batuta y un presupuesto centralizado como el de los EE. UU. o el Reino Unido. Alemania es con mucho la nación mayor y más poderosa de la eurozona, y aunque comprometida con mantener viva la moneda única, adopta un enfoque conservador en política monetaria y fiscal. En los últimos dos años, ha conseguido imponer este enfoque a los gobiernos europeos, pero no a sus votantes, que han derribado a los gobiernos en el poder siempre que han tenido la oportunidad.

Pronosticar lo que podría suceder en los mercados financieros es cosa de idiotas, pero se puede apostar a que las próximas semanas no serán agradables. Los temores de que la elección de François Hollande como nuevo presidente de Francia acarree una disputa entre un París contrario a la austeridad y un Berlín favorable a ella suponen una preocupación. Sin embargo, el plan de reducción del déficit de Hollande no resulta significativamente distinto del propuesto por Nicolas Sarkozy, y es probable que una vez tenga los pies bajo la mesa del Elíseo, minimice algunas de sus políticas más controvertidas. Aunque es todavía pronto, no se produjo una venta irreflexiva de bonos franceses el lunes, lo que reflejaba la impresión de que Merkel y Hollande resolverán sus diferencias a fin de mantener la solidez del eje Berlín-París.

Una amenaza inmediata mayor es que la salida de Grecia del euro – cifrada en una probabilidad de un 50-75% por Citigroup – tenga un efecto dominó sobre Portugal, España e Italia.

Jason Conibear, director de la firma de mercado de divisas Cambridge Mercantile, afirmó que el euro era actualmente tan atractivo para los inversores como un derivado tóxico durante la crisis de las sub-prime: "Se dan todas las posibilidades para que el euro se derrumbe en caída libre en próximas semanas contra todas las divisas principales. Los inversores empiezan a darse cuenta del hecho de que la idea antaño ridícula de que el euro pudiera desplomarse es cada vez más el resultado más probable".

A juzgar por su actuación en el pasado, la respuesta de los responsables políticos europeos consistirá en arreglárselas y seguir dando largas buscando tiempo. Pero eso ya no es una opción realista.

Europa se dirige más profundamente a una recaída en la recesión, los bancos están en estado de emergencia, y no hay nada parecido a un Plan B a medida que se endurece la oposición a la austeridad. Tal como señaló Tristan Cooper, analista de deuda soberana de Fidelity Worldwide Investments: "La irresistible fuerza de la austeridad alemana ha chocado con el inamovible objeto de la resistencia popular griega". La elección es hoy pura y dura. A menos que las condiciones del rescate de Grecia se hagan menos onerosas, ésta se encamina a la puerta de salida del euro. Las señales de aviso a la Comisión, el BCE y el FMI están ahí: siembra vientos y recogerás tempestades.
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Tomado de Sin Permiso

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