El neoliberalismo no ganó una discusión intelectual: ganó poder. Vivek Chibber explica cómo los empleadores y las élites políticas de las décadas de 1970 y 1980 convirtieron la turbulencia económica en una oportunidad para reconfigurar la sociedad según sus propios términos.
Melissa Naschek entrevista a Vivek Chibber, Jacobin
La victoria del neoliberalismo sobre el keynesianismo no fue una revolución intelectual: fue una ofensiva de clase. Para revertirla, la izquierda no necesita tanto ganar una discusión como reconstruir desde abajo las instituciones de la clase trabajadora.
En este episodio del podcast de Jacobin Radio Confronting Capitalism, Vivek Chibber explica cómo los empleadores y las élites políticas transformaron la turbulencia económica en una oportunidad para reconfigurar la sociedad en sus propios términos. (Confronting Capitalism with Vivek Chibber es producido por Catalyst: A Journal of Theory and Strategy y publicado por Jacobin. Podés escuchar el episodio completo acá. Esta transcripción fue editada para mayor claridad).
MN: El neoliberalismo en general es un tema bastante candente en este momento entre investigadores, y uno de los enfoques más comunes se centra en el papel de las ideas, las teorías y los pensadores en el establecimiento del neoliberalismo. La última vez que hablamos de este tema, desarmaste muchos malentendidos habituales sobre qué es y qué no es. Una de las preguntas que más recibimos de oyentes desde entonces es: ¿de dónde surge el neoliberalismo?
VC: Sí, es muy actual, pero también es importante para la izquierda, porque llegar al núcleo de esto nos ayuda a entender de dónde provienen y cómo se producen cambios importantes en los regímenes económicos y los modelos de acumulación. Así que está bien meterse en esto con un poco más de profundidad.
MN: Creo que va a ser interesante porque nos permite abordar la cuestión del neoliberalismo desde un ángulo distinto al de la última vez, y también hablar de cómo otras personas lo están analizando y quizás por qué lo ven de manera diferente a como lo vemos ambos.
Para empezar, hay un conjunto de personas que suelen asociarse con el neoliberalismo y que son vistas como sus progenitores, gente como Friedrich Hayek y Milton Friedman. ¿Puedes contarnos sobre ellos?
VC: Estos dos pertenecen a épocas distintas. Hayek fue un economista muy famoso, uno de los más reconocidos del siglo XX, y estuvo activo en las décadas centrales de ese siglo. Se hizo conocido tanto por su crítica a la idea de la planificación, y en particular de la planificación socialista, como por ser uno de los grandes críticos de John Maynard Keynes, que fue el economista más influyente de las décadas centrales del siglo XX. Hayek era lo que hoy llamaríamos un defensor del libre mercado, quizá un neoliberal, y promovía el repliegue del Estado de bienestar y el impulso de un régimen de mercados libres dentro del capitalismo.
Milton Friedman siguió en muchos sentidos los pasos de Hayek. Nació en 1912 y fue muy consistente desde el comienzo. Fue un economista muy influyente, incluso en las décadas de 1950 y 1960 en el mundo académico, pero en el terreno de las políticas públicas estaba en el desierto. La razón es que desde los años cincuenta hasta los setenta, cuando él se encontraba en su apogeo intelectual, fueron décadas dominadas por el Estado de bienestar y por una intervención estatal significativa. Friedman, al igual que Hayek, rechazaba ese enfoque y, como rechazaba el régimen ya establecido de políticas, en realidad no tuvo demasiado acceso a los pasillos del poder hasta la década de 1980, cuando se convirtió en una especie de santo patrono de la era Reagan y del giro hacia los mercados.
MN: Mencionaste a Keynes y algunas de las cosas a las que Friedman se oponía. ¿Puedes hacer un resumen rápido? ¿Quién fue Keynes, cuáles fueron sus ideas centrales y cómo se relaciona eso con estos pensadores que las desafiaban?
VC: Su nombre completo era John Maynard Keynes, y provenía de la élite más alta de la sociedad británica. Fue, sin exagerar, el economista más influyente del siglo XX. Su obra principal, Teoría general del empleo, el interés y el dinero, se publicó en 1936. En ese momento, Occidente todavía estaba atravesando la recuperación tras la Gran Depresión, y Keynes defendía en ese libro algún tipo de intervención estatal, liderada por el gobierno, para estabilizar al capitalismo.
No solo la idea en sí, sino la forma en que Keynes la formuló, fue revolucionaria, porque la ortodoxia económica sostenía firmemente que había que dejar a los mercados librados a sí mismos y que ellos se estabilizarían solos. La innovación teórica de Keynes fue mostrar que no hay nada en el funcionamiento de una economía capitalista que conduzca necesariamente a lo que se llama un equilibrio de pleno empleo. La economía puede asentarse en un equilibrio, pero con menos que pleno empleo, y ese equilibrio puede perpetuarse. Eso significa que pueden existir largos períodos tanto de desempleo como de capacidad excedente en la industria, es decir, largos períodos de desperdicio de capacidad humana y de capacidad industrial.
Esto fue un golpe fuerte para la ortodoxia vigente en ese momento, porque la ortodoxia sostenía que, si se deja a los mercados librados a sí mismos, se obtienen tanto el pleno empleo como un nivel de inversión coherente con el nivel de demanda agregada existente. Keynes dijo que no: que puede haber un desajuste entre esas dos cosas durante un período muy largo. La razón por la cual ese argumento fue tan influyente es que los Estados estaban buscando alguna forma de lidiar con una de las depresiones más severas que el mundo capitalista hubiera visto jamás, y no lograban salir de la Depresión.
MN: ¿Esto surge en los años treinta?
VC: Sí. Entonces Keynes estaba muy bien posicionado. Sus ideas encontraron una audiencia que las tomó, y se vio a los gobiernos utilizar la teoría keynesiana para justificar lo que iban a hacer.
MN: ¿Entonces la teoría keynesiana es la principal columna teórica en la que se apoyaron los socialdemócratas?
VC: No, en realidad eso es una exageración. De hecho, las socialdemocracias más ambiciosas del siglo XX, que fueron las del modelo nórdico, no simpatizaban demasiado con las ideas keynesianas y no las usaron mucho.
Para nosotros, el punto central acá es que, desde aproximadamente 1936 hasta los años setenta, las ideas keynesianas funcionaron como una especie de sentido común del capitalismo avanzado. Son sentido común en el sentido de que hay una correspondencia amplia entre las ideas keynesianas y la dinámica de políticas de la época, pero, si uno entra en los detalles técnicos, algunas socialdemocracias y Estados de bienestar sí recurrieron a políticas keynesianas, mientras que otras no.
Ahora bien, hay un punto importante que quiero subrayar. No se trata solo de que las ideas de Keynes fueran revolucionarias, o que eran las ideas correctas en el momento adecuado y por eso fueran adoptadas. Si Keynes hubiera estado trabajando en algún college comunitario o en un instituto técnico, nadie habría sabido jamás quién era. Lo que también jugaba a su favor era que era el editor del Economic Journal, que en ese momento era la revista más influyente, la revista clave de la economía. Además, estaba ubicado en la Universidad de Cambridge, lo que automáticamente lo volvía extremadamente influyente. Y ya llevaba veinte años moviéndose en los círculos de la política pública.
Entonces, este es un caso en el que alguien que pertenece a la élite, que estaba en los pasillos del poder, que ya tenía una enorme influencia, rompe con la ortodoxia económica y presenta ideas que en ese momento eran muy iconoclastas, que iban en contra del saber recibido, pero que resultaban muy atractivas para los responsables de formular políticas que buscaban una forma de justificar una ruptura con la ortodoxia vigente. La combinación de estar muy bien posicionado, ser ya muy influyente y, además, formular un argumento extremadamente elegante, colocó sus ideas en un lugar desde el cual efectivamente podían ser utilizadas. De otro modo, nadie habría sabido quién era.
MN: Vamos a volver sobre esta idea de la ubicación de los intelectuales, porque me parece muy importante. Pero antes quiero regresar un poco a las ideas. ¿Cuáles eran las teorías y conceptos que estos pensadores neoliberales, Friedman y Hayek, estaban desarrollando para desafiar al keynesianismo y que hoy se asocian con el neoliberalismo contemporáneo?
VC: La esencia del keynesianismo consistía en utilizar principalmente las palancas del Estado, y en menor medida a las autoridades monetarias, para intervenir en los mercados con el objetivo de estabilizarlos. La justificación era que los mercados no se van a estabilizar por sí mismos. Esto entra inmediatamente en conflicto con la ortodoxia, que insistía en que los mercados sí se estabilizan solos. Ahí se configura la tensión entre Keynes y lo que se llamaba la ortodoxia económica.
Otra forma de describir lo que Keynes defendía es lo que se conoce como «gestión de la demanda», que es cuando el Estado utiliza impuestos y gasto público para suavizar los ciclos económicos. Cuando hay una demanda insuficiente de bienes en la economía, el Estado gasta y, de ese modo, inyecta demanda en la economía. Cuando la economía se sobrecalienta, hay demasiado dinero persiguiendo muy pocos bienes, se retira parte de la demanda del sistema aumentando los impuestos.
Dicho esto, cada vez que uno se mete en la pregunta «¿cuál es la esencia del keynesianismo?», va a haber mucha discusión, porque existe un gran debate sobre qué son realmente Keynes y el keynesianismo. Yo te estoy dando la versión convencional. La versión convencional sostiene que el keynesianismo se apoya principalmente en la política fiscal para manipular las condiciones de la demanda en el capitalismo, dejando en gran medida intactas las condiciones de la oferta. Ahora bien, hay muchas interpretaciones de Keynes que dicen que esto es un error, y yo coincido.
De hecho, creo que si uno mira el trabajo de Keynes, él no era en absoluto complaciente con la idea de dejar las condiciones de la oferta intactas. Keynes defendía abiertamente la socialización de una parte importante de la propiedad privada en el capitalismo, porque pensaba que, en última instancia, no se puede confiar en los capitalistas para tomar las decisiones de inversión. El Keynes que te estoy presentando es «Keynes» entre comillas: la forma en que Keynes fue absorbido por el sistema. Y se puede decir con bastante fundamento que fue absorbido de manera equivocada.
Muchos de los seguidores más radicales de Keynes, como Joan Robinson, Nicholas Kaldor e incluso figuras como Roy Harrod, llamaron a esta versión convencional de Keynes «keynesianismo bastardo», porque era un tipo de keynesianismo neutralizado, domesticado para las necesidades de un Estado de bienestar burgués muy tibio.
MN: Siento que esto anticipa un poco hacia dónde vamos.
VC: Puede ser. Es totalmente legítimo decir que Keynes puede ser utilizado para una agenda socialdemócrata mucho más ambiciosa e incluso socialista. Pero el Keynes que conocemos históricamente, tal como fue absorbido por el sistema, no fue ese. Podríamos hacer episodios separados sobre una lectura adecuada de Keynes y sobre cómo Keynes podría, en efecto, alimentar una agenda socialista y socialdemócrata; eso es otra discusión.
La respuesta a tu pregunta sobre cuál era la tensión entre Keynes y estos tipos es la siguiente: sea cual sea la versión de Keynes que adoptemos, ya sea la versión más moderada y convencional o la más radical, ambas eran anatema para la ortodoxia económica.
Milton Friedman y Friedrich Hayek representaban elementos importantes de esa ortodoxia. Para ellos, lo objetable y directamente inadmisible era la idea de que el mercado no sea autorregulado ni se equilibre por sí mismo y que, por lo tanto, necesite una intervención constante. Su postura era que esa intervención solo iba a empeorar las cosas.
Estos fueron los dos polos del debate en la economía dominante entre 1935 y 1985. Para 1985, la versión Friedman–Hayek había ganado.
MN: Volvamos a la cuestión de la ubicación. ¿Cómo influyeron los lugares donde estudiaron y las organizaciones en las que trabajaron en la capacidad de sus ideas para volverse influyentes?
VC: Influye. En términos generales, cuando los regímenes económicos salen a buscar ideas, no miran hacia las universidades estatales ni hacia los colleges comunitarios. Miran a las instituciones de élite, porque tienen la idea de que ahí están los mejores cerebros.
Muchos de los principales responsables de formular políticas ya tienen en sus equipos economistas provenientes de esas instituciones. Si estás bien posicionado en ese sentido —si tienes un puesto en una institución clave como el Massachusetts Institute of Technology, Harvard, Chicago o, en Inglaterra, Cambridge y Oxford— entonces tienes acceso. El punto clave es este: el solo hecho de estar en una de esas instituciones no te da influencia, porque dentro de esas mismas instituciones hay muchísimos debates y disputas.
Esto nos coloca en condiciones de ir al corazón del asunto, que es lo siguiente: una cosa es decir que las ideas de Hayek y Friedman fueron útiles en el giro hacia el neoliberalismo. Otra cosa muy distinta es decir que la influencia de esas ideas fue lo que causó el giro hacia el neoliberalismo.
MN: ¿Puedes desarrollar un poco más eso?
VC: En cualquier momento dado, en el ámbito de las políticas públicas, siempre hay todo un universo de ideas circulando. Si miras los años sesenta y setenta, Friedman y Hayek ya estaban ahí. También estaban ahí muchas ideas fundamentalistas de mercado. Eran defendidas por personas que estaban en instituciones muy prestigiosas. Friedman estaba en la Universidad de Chicago en ese momento.
Había economistas en el MIT y en Harvard que eran mucho más promercado que la ortodoxia keynesiana de entonces. No tenían ninguna influencia. Hoy, ahora mismo, hay economistas de orientación más socialdemócrata —y los hubo durante los últimos treinta años— en el MIT, Harvard, Yale y Chicago que son críticos del neoliberalismo. Pero no tuvieron audiencia ni acceso alguno.
El mero hecho de que esas ideas existan no les da, de ninguna manera, influencia. La pregunta para nosotros, para los socialistas y para la izquierda, es: ¿cuándo ganan influencia las ideas?
Creo que es un error metodológico profundo plantear la pregunta «¿de dónde viene el neoliberalismo?» y mirar a los teóricos contemporáneos o a los defensores actuales del neoliberalismo y luego, porque hoy son influyentes, rastrear el origen de sus ideas hasta donde comenzaron por primera vez y decir: ahí está el origen.
MN: ¿Qué tan importante fue este debate para establecer o causar el neoliberalismo?
VC: Ni siquiera un poco. Fue en gran medida irrelevante. En otras palabras, incluso si este debate nunca hubiera existido, incluso si Milton Friedman no hubiera existido, incluso si Hayek no hubiera existido, igual habría habido un giro hacia el neoliberalismo. Y ese es el punto clave. Esto es lo que la izquierda tiene que entender.
Esto no invalida en absoluto el proyecto intelectual de rastrear esas ideas. Es intelectualmente interesante. Es un dato interesante que esas ideas hayan estado circulando durante cuarenta años sin tener impacto en las políticas. Algunos historiadores hicieron un trabajo excelente rastreando esas ideas hasta sus orígenes, pero es otra cosa muy distinta decir que fueron esas ideas las que en los años setenta y ochenta causaron el giro hacia el neoliberalismo.
Ahora bien, es un error fácil de cometer, porque cuando el cambio se produjo, fue justificado con un aparato económico altamente técnico, y personas como Friedman recibieron el escenario para decir no solo que esas políticas eran deseables por razones políticas, sino que además tenían mucho sentido económico y que era racional hacer las cosas de ese modo. Eso genera la impresión de que son estos individuos particulares y su influencia intelectual sobre los políticos lo que lleva a los políticos a hacer los cambios.
Pero, en realidad, el orden de la causalidad es exactamente el inverso. Son los políticos los que hacen los cambios basándose en criterios que no tienen nada que ver con la sofisticación técnica de las ideas ni con su validez científica. Hacen los cambios por la conveniencia política de esos cambios, y luego buscan asesoramiento para: a) justificar esos cambios de modo tal que la sumisión desnuda al poder no sea visible ni evidente —para que parezca que se hizo por razones elevadas— y b) por supuesto, para decir legítimamente: «Bueno, ahora que ya nos comprometimos con esto, ayúdennos a hacerlo funcionar».
MN: Claro, sobre todo porque, mientras sigas dentro del capitalismo, vas a enfrentar crisis económicas constantes. Incluso si instauraras un nuevo régimen, vas a estar buscando soluciones todo el tiempo.
VC: Sí. Y aun sin llegar a crisis, vas a buscar formas de hacer que las políticas funcionen de manera más fluida. Y vas a buscar la manera de encontrar el equilibrio correcto entre los distintos instrumentos y políticas. Entonces es cuando se llama a Milton Friedman o a otra persona.
En la superficie, parece que lo que impulsa todo el proceso son estas ideas. Pero ya dije que, en realidad, las ideas no cumplen ningún papel en el giro en sí mismo. Eso nos lleva entonces a la pregunta: ¿qué es lo que sí lo impulsa? ¿Por qué lo hicieron en ese momento?
Recién dije que lo que lo impulsó el cambio fueron las prioridades políticas, no la viabilidad intelectual. Bueno, ¿cuáles eran esas prioridades políticas? ¿A quiénes estaban escuchando realmente los políticos? Solo hay dos actores clave cuando se trata de cambios de política de este tipo. Los actores clave son, por un lado, los políticos, porque son quienes mueven las palancas. Pero, por otro lado, está la base de poder que efectivamente tiene influencia sobre los políticos. La parte menos importante son los intelectuales. Podrías decir que los votantes tienen cierto grado de influencia, pero en realidad, en un sistema impulsado por el dinero como el de Estados Unidos, quienes mandan son los inversores, los capitalistas, el gran capital. Son ellos quienes empujan estos cambios.
Eso quiere decir que, si quieres entender de dónde viene el neoliberalismo, o mejor dicho, por qué apareció, la respuesta es que apareció porque los capitalistas dejaron de tolerar el Estado de bienestar. Ahora bien, ¿por qué toleraron el Estado de bienestar en primer lugar? La mayoría de la gente de izquierda entiende que el Estado de bienestar surgió a partir de enormes movilizaciones sindicales y laborales, y que se mantuvo mientras el movimiento sindical tuvo algún tipo de presencia dentro del Partido Demócrata y dentro de la economía en general. Como esos sindicatos eran lo suficientemente poderosos, los empleadores tuvieron que encontrar una forma de convivir con ellos. Parte de esa convivencia fue aceptar cierto grado de redistribución y un determinado tipo de Estado de bienestar. Mientras eso fue así, los políticos mantuvieron el Estado de bienestar.
Por eso, en ese período que va desde mediados de los años treinta hasta mediados de los setenta, el keynesianismo o alguna forma de economía de intervención estatal fue la teoría económica hegemónica. La teoría se volvió hegemónica porque adquirió respetabilidad en la medida en que todo el mundo en el poder la usaba. Y como la usaban quienes estaban en el poder, tenía una enorme respetabilidad. Por eso, en los años cincuenta y sesenta, Milton Friedman estaba en el desierto. El mismo tipo, las mismas ideas, igual de atractivas intelectualmente, igual de sofisticadas desde el punto de vista técnico, pero estaba en el desierto.
De hecho, te voy a contar una pequeña historia. Estaba en archivos en la India investigando mi primer libro sobre planificación. Y de pronto encuentro una carta de un economista del Fondo Monetario Internacional. Es una carta de tres páginas enviada a la Comisión de Planificación de la India, explicando cómo planificar de manera eficaz, cómo hacer correctamente los controles de precios, cómo gestionar las condiciones de demanda. Parece escrita por un keynesiano convencido, un tecnócrata clásico de mediados de siglo. El autor era Milton Friedman.
¿Por qué Friedman escribe esta carta en el lenguaje de un tecnócrata comprometido con el control estatal? Porque estaba buscando entrada. Sabía que «si quiero ser relevante, si quiero que me escuchen, voy a tener que darles el tipo de consejos que quieren oír». No digo que se haya vendido. Creo que creía en lo que creía, pero dijo: «Mis ideas no tienen la más mínima chance ahora mismo. Así que voy a hacer lo mejor que pueda, dadas las reglas del juego que existen». Y las reglas del juego en la India en ese momento eran: «No queremos escucharte a vos, enemigo de la planificación. Vamos a planificar. Si querés sernos útil, decinos cómo planificar mejor». Y Friedman dijo: «Bueno, mis ideas de libre mercado quedan afuera. Voy a ser el mejor economista de la planificación que pueda».
Esa pequeña historia dice algo importante. Dice que las ideas que ingresan a los pasillos del poder pasan por ciertos filtros. Y esos filtros son, básicamente, las prioridades políticas con las que los políticos ya están comprometidos. Ahora, ¿qué crea esas prioridades? El equilibrio de poder de clase. Son las fuerzas sociales las que fijan la agenda. Si las fuerzas sociales, es decir, los sindicatos y las organizaciones comunitarias, fijaron la agenda de los políticos de modo tal que estos piensan que lo único racional es instaurar un Estado de bienestar, entonces van a convocar a economistas que los ayuden a diseñar un Estado de bienestar. Eso les da influencia intelectual a esos economistas. Los economistas que dicen «hay que eliminar todo esto» quedan expulsados al desierto. Así funciona.
En los años setenta y ochenta, esas prioridades de política, es decir, el New Deal como prioridad, cambiaron por razones que no tuvieron nada que ver con la influencia intelectual. El cambio se produjo cuando el gobierno estadounidense se comprometió a retroceder y a desmantelar el Estado de bienestar y a darle más rienda suelta a los mercados. Una vez que eso ocurre, este tipo que había estado treinta años en el desierto, llamado Milton Friedman, de pronto pasa al centro de los pasillos del poder y sus ideas empiezan a circular. Circulan porque los políticos ahora están dispuestos a escucharlo. Eso es lo que impulsa el proceso.
Por eso, cuando dije antes que Friedman había ganado el debate hacia fines de los setenta, lo que quise decir es que ganó porque el anclaje político que había sostenido a los economistas keynesianos se soltó. Lo que pasó fue que el barco cambió de rumbo, ahora en dirección al neoliberalismo. Las personas que habían tenido mucha influencia en los setenta y que adherían al keynesianismo se encontraron con que ya no había nadie dispuesto a escucharlas. Entonces reciben menos invitaciones a conferencias, menos financiamiento, menos invitaciones a los ámbitos de decisión, y quienes habían estado en el desierto fueron llevados al centro de la escena. Eso es un reflejo del giro neoliberal, no un factor causal de ese giro.
MN: ¿Cómo sugieren un determinado conjunto de soluciones al neoliberalismo las teorías que ponen el acento en la idea de que fueron las ideas y los pensadores quienes causaron el neoliberalismo?
VC: Es un punto excelente y una pregunta muy buena. Nos devuelve al tema de por qué debería importarnos esto. ¿Qué importa si entendés mal los factores que llevan a un cambio en las políticas económicas? ¿Qué importa si atribuís erróneamente la influencia a las ideas, por ejemplo, en lugar de a los intereses materiales? Bueno, puede llevarte a proponer soluciones equivocadas.
Este es un ejemplo muy claro. Si piensas que detrás de los grandes cambios de política está la influencia de las ideas en sí mismas, la brillantez de esas ideas, entonces, si crees que el neoliberalismo es una catástrofe y que hay que volver a la socialdemocracia, tu solución va a ser: «Consigamos economistas o politólogos que sean grandes teóricos de la socialdemocracia y démosles visibilidad. Pongámoslos en los diarios, démosles columnas de opinión, tal vez tratemos de conseguirles una reunión en la Casa Blanca». Pero si piensas que lo que realmente impulsa estos cambios es el equilibrio social de poder, el equilibrio entre capital y trabajo, entre ricos y pobres, entonces no vas a poner tus energías en lograr que las personas correctas entren a los pasillos del poder. Vas a poner tus energías en cambiar el equilibrio de clase. Esa es la diferencia entre cómo quienes antes se llamaban la izquierda abordan estos problemas y cómo los abordan los teóricos y pensadores dominantes.
Este tipo de análisis basado en las ideas conduce a una versión del rol del «gran hombre» en el cambio de políticas, donde aparece la persona correcta, en el lugar correcto y con las ideas correctas. Y, contrafácticamente, la razón por la cual no logramos el cambio deseado es que no conseguimos ubicar a las personas correctas con las ideas correctas en los lugares correctos. Esa es una teoría del gran hombre aplicada al cambio histórico. Pero si sos socialista y estás a la izquierda, sabés que las ideas adquieren relevancia por las condiciones de fondo, el contexto social y las relaciones de poder. No adquieren influencia por su simple brillantez, al menos cuando se trata de política. La ciencia es otra cosa. Pero en política, las ideas influyen porque alguna agencia con poder social les da una plataforma.
Sin eso, quiero decir, si el poder de las ideas importara y si la corrección importara, ya tendríamos un gobierno socialdemócrata y lo habríamos tenido desde hace décadas. Porque, además, estas ideas no solo existen, sino que, en nuestra arrogancia, creemos que le resultan atractivas a todo el mundo. Las ideas de Zohran Mamdani, las ideas de Bernie Sanders, no son radicales del modo en que el New York Times insiste machaconamente en presentarlas como ideas radicales de los márgenes. Son todo lo contrario: son lo más mainstream que hay. Son ideas que le resultan atractivas a la mayoría. ¿Pero por qué no tienen entrada? ¿Por qué no tienen influencia política en este momento? Porque el equilibrio de poder de clase es tal que, aun cuando esas ideas apelan a la mayor cantidad de gente, esa gente no tiene organización política. No tiene una forma de hacer efectivas sus demandas. Y entonces, esas demandas, tal como están condensadas en Sanders y Mamdani, no tienen mucha influencia política. Así que las ideas pueden importar, pero hay que hacerlas importar.
MN: Lo que entiendo que estás diciendo es que las ideas pueden ser poderosas, pero tienen que estar de algún modo ligadas a organizaciones que tengan influencia en la sociedad para poder tener impacto.
VC: Exactamente. Las ideas pueden tener poder, pero solo si están ligadas a agencias con poder. Por sí solas, las ideas flotando en el aire solo tienen poder si las toman como propias personas que tienen interés en que esas ideas se concreten y que además tienen el poder para llevarlas a cabo. Estas son las dos cosas clave. Tienen que estar ligadas a algún tipo de agencia: fuerzas sociales, organizaciones, instituciones con poder. Y además, esas instituciones y agencias tienen que ver sus propios intereses expresados y alineados con esas ideas.
Volvamos entonces al neoliberalismo. ¿Cómo lograron influencia las ideas de libre mercado? Porque los capitalistas y la gente rica en Estados Unidos empujaron un giro en contra del Estado de bienestar por razones que no tenían nada que ver con el atractivo de las ideas. ¿Por qué lo hicieron? Como respuesta a una década de estancamiento económico en los años setenta. Bajo ese estancamiento, las empresas estadounidenses llegaron a la conclusión de que la única forma de salir del malestar económico era haciendo dos cosas: retroceder con el Estado de bienestar y desmantelar el movimiento sindical. ¿Por qué? Porque el Estado de bienestar imponía muchos costos a las empresas, junto con las regulaciones que lo acompañaban, como la exigencia de buenas jubilaciones, la exigencia de seguridad laboral y la exigencia de un nivel de impuestos corporativos capaz de financiar todos los programas estatales.
Cuando tus márgenes caen, cuando la tasa de retorno de tus inversiones se ve comprimida, cada pequeño costo adicional tiene un impacto mayor que cuando tenías altas ganancias y márgenes amplios. En aquel momento, sentías que podías absorber todas las demandas que el Estado de bienestar te imponía como empresa. Ahora, cuando los márgenes de ganancia se achican, estás desesperado por reducir costos. Y el Estado de bienestar agrega muchos costos extra a tus operaciones normales. Entonces intentas recortar todo hasta quedarte únicamente con los costos básicos del negocio. El problema es que, si vas a hacer eso, te encuentras con el movimiento sindical, que tiene presencia en el Partido Demócrata y poder en los lugares de trabajo. Si intentas desmontar el Estado de bienestar, estás afectando y perjudicando a los trabajadores. Y ellos van a responder.
Esto quiere decir que, si quieres retroceder con el Estado de bienestar, tienes que desmantelar la agencia que lo sostuvo, que es el movimiento sindical. Si lo ponem os en lenguaje económico, se podría decir: «Quiero volver a los mercados libres». ¿Cómo? Primero, no quiero las regulaciones del Estado de bienestar. No quiero las exigencias que te impone. No quiero todas las prohibiciones que establece sobre tu actividad de inversión. Y no quiero impuestos altos.
Segundo, quiero liberar el mercado laboral. ¿Cuál es la palabra clave? «Flexibilidad». Quiero flexibilidad laboral. Esa es la justificación, no la razón real. No te importa la regulación laboral en sí misma. Lo que te importa son salarios bajos y libertad para contratar y despedir.
MN: Claro. Entonces la verdadera batalla se da entre estas fuerzas de clase, no entre académicos. Aunque haya una batalla entre académicos que está relacionada de algún modo con todo esto, no es la fuerza causal. Quién gana se decide en esta otra batalla, entre esas otras fuerzas.
VC: Sí. Y esto también tiene que ver con cómo definimos «ganar». Ganar en la academia significa tener influencia y poder. Desde el punto de vista epistemológico, el keynesianismo había ganado décadas atrás. Keynes tenía razón y los fundamentalistas del mercado estaban equivocados.
Pero cuando decimos «ganar», no lo decimos en el sentido de la corrección científica de una teoría, sino en el de su influencia. En ese sentido, los partidarios del libre mercado ganaron. Pero ganaron porque las empresas decidieron que querían desmantelar el Estado de bienestar y lo lograron. Si no lo hubieran logrado, la ortodoxia keynesiana habría seguido avanzando sin problemas.
Entonces, el punto clave es que las ideas se vuelven influyentes cuando se enganchan con la constelación correcta de intereses y con el nivel adecuado de poder. Sin eso, esas ideas quedan en el desierto para siempre.
MN: Así que quizá seamos un disco rayado, pero siempre volvemos al hecho de que lo que importa es el equilibrio entre las fuerzas de clase y quién detenta el poder y el poder a través de las instituciones en nuestra sociedad.
VC: Exacto. Si pensás, como prácticamente todo el mundo en la izquierda, que la agencia más poderosa en el capitalismo es el propio capital, pero al mismo tiempo sostenés la idea de que fue el poder de las ideas lo que produjo el neoliberalismo, lo que estás diciendo en el fondo es que los economistas pueden venderle sus ideas al capital con independencia de cómo afecten los intereses del capital. Que se vuelven eficaces por la corrección de las ideas. Eso es muy difícil de imaginar.
Al capital le importa una sola cosa y solo una: su resultado final. Así que las ideas siempre pasan por el filtro de «¿cómo afecta esto a nuestros intereses?». Si las ideas neoliberales no fueron hegemónicas en los años cincuenta, sesenta y setenta, no fue porque las empresas no las conocieran. Las conocían. Fue porque pensaban: «No podemos recurrir a estas ideas ahora sin provocar una enorme disrupción social, y eso no es algo que queramos».
Quiero dejar esto muy claro. Aunque Friedman y toda esa gente estuvieran elaborando su teoría en los años treinta y cuarenta, las ideas de lo que hoy llamamos neoliberalismo fueron hegemónicas en los años veinte y treinta. Cuando Keynes aparece, no construye sus teorías sobre una tabula rasa, como si fuera el primer economista influyente. Tuvo que polemizar contra una ortodoxia ya existente, expresada en la obra de otro economista de Cambridge llamado Arthur Pigou. Pigou era, básicamente, defensor de las mismas ideas con las que se asocia a Friedman y Hayek en los años sesenta, setenta y ochenta. Esas ideas siempre estuvieron ahí. Y cuando digo esas ideas, me refiero a las ideas neoliberales.
Estaban ahí en los años treinta, cuarenta, cincuenta y sesenta. Entonces, si querés entender por qué el giro neoliberal ocurre en los años setenta y ochenta, no es porque esas ideas se volvieran influyentes. Ya habían sido las ideas más influyentes a comienzos del siglo y conservaron influencia, aunque no hegemonía, en los cincuenta y sesenta. Siempre estuvieron disponibles para ser tomadas si quienes estaban en el poder las querían. La cuestión central, entonces, es por qué los pasillos del poder se interesaron por ellas en 1979 y 1980. Se interesaron porque la base social que realmente importa para los políticos vio que ese era el momento para empujar su agenda, y esa base era la clase empresaria. Y empujó la agenda porque sus intereses se lo permitían. Así que siempre volvemos a los intereses de los actores clave, no a ideas flotando en el aire que de algún modo mágico adquieren influencia en un momento determinado.
MN: Hoy, desde la izquierda, vivimos bajo el neoliberalismo, lo que significa que vivimos en un régimen abiertamente hostil a nuestras ideas. Lo que estás diciendo es que nunca vamos a tener éxito si tratamos esto simplemente como un choque entre nuestras ideas y las de ellos. ¿Cómo podemos entonces hacer que nuestras ideas, nuestra visión de la sociedad, sean políticamente relevantes y potencialmente poderosas?
VC: Alojando esas ideas en un actor social y en organizaciones sociales que tengan poder real. Es decir, siempre deberíamos afinar nuestra teoría y nuestro análisis lo mejor posible. Pero no deberíamos cometer el error de pensar que, si logramos una audiencia con el intendente o el gobernador, nos van a escuchar.
Ellos saben perfectamente lo que están haciendo, y no van a escuchar ideas de izquierda a menos que se los obligue. Así que la primera tarea, la tarea fundamental, es construir poder. La primera tarea es organizar: poner en marcha organizaciones de la clase trabajadora, organizaciones barriales, algún tipo de organización política, algún tipo de partido, lo que sea, y usar eso para movilizar gente. Una vez que tenés el poder, recién ahí tus ideas pueden ganar tracción en los pasillos del poder.
De hecho, diría algo todavía más fuerte. Si conseguís el poder, las ideas van a venir solas. Los intelectuales desean reconocimiento. Desean lo que llaman relevancia. Y para un académico, la relevancia es estar cerca de gente poderosa. En realidad, ni siquiera les importa demasiado cuál sea la ideología, salvo extremos como el fascismo y cosas por el estilo. Estarían encantados de acercarse a lo que hoy llaman comunistas o socialistas, siempre que eso les dé prestigio y poder. Los intelectuales son muy fáciles de cooptar.
Si hoy buscas economistas socialistas en la academia, son apenas un puñado. Y podrías pensar: «Dios, si alguna vez logramos realmente el poder para construir un esquema igualitario, una economía genuinamente redistributiva, ¿a quién vamos a recurrir?». Lo que te digo es: si lo construís, van a venir. Si conseguís el poder, personas que hasta ayer defendían abolir los controles de precios y de alquileres van a darse vuelta en un segundo y ayudarte a encontrar la forma de hacerlo funcionar, porque eso es lo que hacen los académicos.

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