Desde sus acciones y documentos estratégicos más recientes, el contraste entre Washington y Pekín revela dos lógicas históricas opuestas: una potencia en declive que actúa desde el miedo para preservar un orden financiero agotado y otra que proyecta desarrollo de largo plazo como base de la estabilidad global; en ese marco, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU. no abandona el imperio, sino que lo repliega y lo reconfigura, convirtiendo a América Latina en el núcleo irrenunciable de una Doctrina Monroe renovada bajo una lógica corporativa y defensiva.
José Luis Preciado, Mente Aternativa
“El trumpismo es así un modelo repleto de contradicciones. Algunos de los analistas que impulsan la narrativa del ‘choque de civilizaciones’ (como una lucha entre ‘el bien y el mal’) argumentan que esto se debe a que toda transición es inherentemente caótica, y, por ende, el paso hacia un orden multipolar no puede evitar estar plagado de inconsistencias. Sin embargo, yo sostengo que estas contradicciones obedecen a un diseño deliberado. Tanto el modelo trumpista como el ultraglobalista fueron manufacturados y son alimentados por la aristocracia occidental con el propósito de alternarlos y enfrentarlos entre sí, generando ventajas geoestratégicas a través de su colisión y síntesis, en el sentido dialéctico hegeliano del término.
En este marco, el ultraglobalismo representa la tesis de línea dura de las élites occidentales, mientras que el trumpismo actúa como el ‘Plan Alternativo’ de algunas facciones de esta misma oligarquía. Este plan aparece como una estrategia multidimensional que les permite a dichas élites adaptarse al rediseño multipolar, a la vez que colar tantos elementos del modelo ultraglobalista como les sea posible, sin revelar tantas contradicciones. O, en una perspectiva aún más maquiavélica: buscan sintetizar lo peor de ambos modelos —el vertical y el horizontal— para consolidar la posición de poder de las élites de Occidente ante cualquier desenlace.
Es así que, en el nuevo modelo multipolar, con macroregiones económicas encabezadas por Estados-civilización (piénsese en estas macroregiones económicas como formaciones imperiales) las élites de Occidente intentan infiltrarse y dirigir cuantas macroregiones puedan, con el objetivo de abarcar más recursos y más territorios estratégicos, siempre con la batuta del modelo unipolar oculta en la otra mano, por si acaso se presenta la oportunidad de reintroducirlo a partir de una nueva conjugación futura.” – José Luis Preciado, El papel multidimensional del trumpismo en la transición hacia un mundo multipolar. 7 de enero de 2025.
El contraste entre Washington y Pekín revela dos lógicas históricas opuestas: una potencia en declive que actúa desde el miedo para preservar un orden financiero agotado y otra que proyecta desarrollo de largo plazo como base de la estabilidad global. En ese marco, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSS por sus siglas en inglés) (1) no representa un abandono del imperio, sino su repliegue y reconfiguración: una adaptación defensiva que convierte a América Latina en el núcleo irrenunciable de una Doctrina Monroe actualizada bajo una lógica corporativa, financiera y militar.
Al explicar el papel multidimensional del trumpismo en la transición hacia un mundo multipolar, el 7 de enero de 2025 —cuando la mayoría de los analistas aún perfilaban a Donald Trump como un presidente supuestamente “antiestablishment”— escribí en Mente Alternativa (2) que el trumpismo no era una anomalía caótica, sino un diseño deliberado. Sostuve entonces que tanto el modelo trumpista como el ultraglobalista habían sido manufacturados por distintas facciones de la aristocracia occidental para alternarse, enfrentarse y sintetizarse dialécticamente, con el objetivo de preservar el poder de las élites de Occidente en medio del colapso del orden unipolar.
Desde esa perspectiva, el trumpismo aparecía como un “plan alternativo”: una estrategia multidimensional que permitía a ciertas élites adaptarse al rediseño multipolar, infiltrarse en las macroregiones emergentes y, al mismo tiempo, conservar bajo la mesa los instrumentos del viejo orden unipolar, listos para ser reintroducidos si las condiciones lo permitían. La publicación de la nueva estrategia de la administración Trump no solo confirma ese diagnóstico, sino que lo radicaliza.
Un imperio que no se retira, se atrinchera
Lejos de cualquier narrativa aislacionista, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos intenta explicar cómo Estados Unidos pretende actuar simultáneamente en varios frentes. La idea de un repliegue interno para resolver primero la crisis de deuda pública es, en los hechos, inviable. Cuanto más se concentre Washington en sus problemas domésticos, mayores serán las vacilaciones entre sus Estados satélite, más vacíos de poder se abrirán en los teatros geopolíticos y mayor será el riesgo de que, cuando Estados Unidos crea haberse “recuperado”, China y Rusia ya hayan consolidado posiciones estratégicas irreversibles.
Por ello, como subrayan el exdiplomático británico y exalto funcionario de la inteligencia del Reino Unido (MI6), Alastair Crooke, y el geoestratega de la Organización LaRouche, Dennis Small (3), la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos no abandona el imperio: intenta corregir su funcionamiento. La prioridad pasa a ser la influencia regional, definiendo el hemisferio occidental como una esfera exclusiva, no negociable, donde Estados Unidos se reserva derechos comerciales, financieros y, llegado el caso, militares. América Latina deja de ser presentada bajo un lenguaje universalista y pasa a ser concebida explícitamente como retaguardia estratégica, zona tampón y reserva crítica de recursos.
Este repliegue defensivo actualiza la Doctrina Monroe bajo una lógica corporativa: control directo en América y externalización del conflicto mediante “sucursales” en otras regiones —Asia, Europa y Oriente Medio—, donde aliados subordinados asumen costos crecientes en nombre de una arquitectura que ya no les garantiza estabilidad.
El giro económico: proteccionismo sin salida
Crooke identifica en la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos un giro económico significativo: una crítica al libre comercio, responsabilizado de haber destruido la clase media estadounidense y erosionado la primacía industrial del país. El documento recurre a referencias a Alexander Hamilton y a la protección industrial mediante aranceles, pero esa retórica encubre una contradicción central. Un retorno real a un modelo productivo de ese tipo tomaría décadas, y el sistema estadounidense nunca fue plenamente hamiltoniano; históricamente se asemejó más a los enfoques de Friedrich List o Sergei Witte, igualmente opuestos al libre comercio irrestricto.
Mientras se proclama la necesidad de atraer inversiones y resolver la crisis de deuda, se presiona a actores extranjeros para que absorban deuda estadounidense en un contexto de debilitamiento estructural del dólar. El resultado es un sacrificio del público sin resolver la raíz del colapso financiero.
Esta lógica se proyecta en escenarios como Ucrania, tratada fundamentalmente como un problema financiero. Figuras como Witkoff y el cabalista y yerno de Donald Trump, Jared Kushner, impulsan esquemas de “premios financieros” para fondos de inversión, la Unión Europea y tenedores de deuda, replicando los modelos de Afganistán e Irak: dinero público canalizado de regreso a accionistas y élites políticas. Rusia, en contraste, no busca incentivos financieros, sino garantías de seguridad legalmente vinculantes, aprendiendo de décadas de promesas incumplidas tras la Guerra Fría.
América Latina: el campo decisivo
En ningún lugar esta reconfiguración resulta tan clara como en América Latina. Para Washington, la región no es un socio soberano, sino un espacio a controlar, lleno de recursos naturales que necesita para hacer frente a China. Migración, narcotráfico, recursos estratégicos y, sobre todo, la presencia china son definidos como problemas de seguridad. El objetivo no es Venezuela en sí, ni siquiera el petróleo o el narcotráfico, sino bloquear la expansión de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en el hemisferio occidental. Venezuela se convierte así en el punto de ruptura porque encarna la coexistencia de dos arquitecturas incompatibles.
La presión sobre Caracas busca enviar un mensaje disciplinador al conjunto de la región, especialmente a gobiernos y movimientos que contemplan una mayor articulación con Pekín. No es casual que, en los momentos de mayor exportación, cerca del 90 % del petróleo pesado venezolano se dirija a Asia, confirmando que detrás del discurso de “seguridad” está la ruta del dinero y de la energía.
En este marco debe entenderse el anuncio de un bloqueo naval contra Venezuela. No importa tanto su impacto inmediato como su significado sistémico: el retorno de la bloqueada y la piratería como instrumentos normalizados de política internacional. Aunque constituyen una forma de agresión según el derecho internacional, Washington actúa desde la lógica del poder del más fuerte (ley de la selva), utilizando su supremacía naval para compensar su declive económico. Venezuela aparece así como laboratorio de un nuevo modelo de coerción exportable.
La estrategia se extiende al control de recursos críticos. Con gobiernos afines en Bolivia y Chile, y mediante el rescate financiero del gobierno de Javier Milei, Estados Unidos consolida posiciones en el llamado “triángulo del litio”, presionando para desplazar a empresas chinas en favor de corporaciones estadounidenses. La Doctrina Monroe se actualiza así en clave extractiva y corporativa.
Las declaraciones del subjefe de gabinete Stephen Miller, justificando incluso la apropiación militar de los recursos venezolanos bajo una narrativa de “propiedad estadounidense robada”, revelan hasta qué punto el discurso de seguridad encubre una lógica de saqueo directo.
China: una arquitectura alternativa
Frente a este enfoque coercitivo, el nuevo Documento de política de China hacia América Latina y el Caribe (4), publicado el 12 de diciembre, expresa una visión civilizatoria distinta. China se reconoce como potencia, pero se sitúa dentro del Sur Global. No habla de control ni exclusión, sino de cooperación, infraestructura, transferencia tecnológica, financiamiento productivo e integración energética, científica y logística. No exige alineamiento ideológico ni subordinación estratégica.
Como subraya Dennis Small, la diferencia no es táctica, sino sistémica. Mientras Washington intenta impedir el desarrollo ajeno para preservar un orden financiero en descomposición, Pekín propone expandir el desarrollo como base de la estabilidad global. El modelo occidental, basado en especulación, sanciones y endeudamiento, choca con una arquitectura centrada en economía física, corredores productivos y sistemas de pago alternativos.
China no “invade” militarmente: erosiona la hegemonía mediante infraestructura, financiamiento y vínculos de largo plazo ya presentes en Sudamérica. Aceptar esa arquitectura implicaría para Estados Unidos reconocer que existen alternativas viables al sistema de Bretton Woods, algo que la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos se niega a admitir.
Reacciones globales: aliados desorientados
El impacto de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos no se limita a América Latina. En el Reino Unido, como analiza Gretchen Small (5), la estrategia de “America First” ha sacudido la histórica “relación especial”. Sectores del establishment británico reconocen que el viejo arreglo —cerebro británico, músculo estadounidense— se ha agotado. Desde The Guardian, que habla de una era post-estadounidense, hasta académicos que consideran la NSS el acta de defunción de la alianza estratégica, el debate oscila entre el repliegue europeo, la espera táctica y la fantasía de una “tercera vía” imperial apoyada en AUKUS. El balance es revelador: pérdida de anclaje estratégico y persistente falta de imaginación.
En Asia, la visita de Vladimir Putin a Nueva Delhi expone otro error estructural de Washington: su incapacidad para comprender a la India como actor soberano. Las presiones, sanciones y maniobras erráticas han reforzado la autonomía estratégica india y su relación con Rusia, no como alineamiento ideológico, sino como amortiguador geopolítico frente a China. La verdadera amenaza para Estados Unidos no es que la India “se incline” hacia Moscú, sino que se consolide como un centro de poder propio.
En Europa, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos empuja a una autonomía estratégica contradictoria. La construcción de una “economía de guerra” y la búsqueda de autosuficiencia militar e industrial chocan con una realidad incómoda: la autonomía energética europea solo sería viable mediante el acceso a recursos rusos, lo que incrementa la confrontación con Moscú y profundiza la inestabilidad continental.
Un tablero derribado, sin solución
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, advierte Dennis Small, derriba el tablero, pero no ofrece salida al colapso financiero global. El problema central sigue siendo la deuda sistémica y la ausencia de una nueva arquitectura internacional de seguridad y desarrollo. Sin una reorganización ordenada del sistema, la alternativa será la guerra.
Rusia y China, afirma Crooke, no buscan precipitar un nuevo orden multipolar inmediato, sino protegerse del colapso occidental, avanzando con cautela para evitar reacciones desestabilizadoras. Estados Unidos, en cambio, se atrinchera en su hemisferio, apostando por la coerción, el bloqueo y la disciplina.
América Latina, lejos de ser un escenario periférico, se convierte así en uno de los campos decisivos de la transición en el nuevo reparto de las cartas de la Historia. La elección no es entre Estados Unidos y China, sino entre dos arquitecturas de mundo: una que intenta conservar por la fuerza lo que se desmorona y otra que propone construir, con todas sus contradicciones, un orden post-occidental basado en el desarrollo. De la claridad moral y estratégica de los pueblos y gobiernos latinoamericanos dependerá, en buena medida, el desenlace de esta disputa global.
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Notas:
- Donald Trump, en The White House: National Security Strategy of the United States of America. November 2025.
- José Luis Preciado en MA: El papel multidimensional del trumpismo en la transición hacia un mundo multipolar. 7 de enero de 2025.
- Alastair Crooke y Dennis Small, en Instituto Schiller/EIR: Reunión N° 132 de la Coalición Internacional por la Paz (CIP) – Viernes, 12 de diciembre de 2025.
- Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Popular China, en Xinhua: Documento sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe. 12 de diciembre de 2025.
- Gretchen Small, en EIR: Brits Scramble To Recalculate Strategic Position after U.S. ‘America First’ NSS. 17 de diciembre de 2025.

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