Los aliados apoyaron a Estados Unidos en la promoción del lema estadounidense del “orden basado en reglas”. Ahora están disfrutando de las consecuencias.
Lucas Leiroz, Strategic Culture
Desde 1991, Occidente ha promovido activamente el concepto de un “orden mundial basado en reglas”, pero desde el principio este concepto ha servido principalmente como justificación para imponer unilateralmente los intereses estadounidenses a otros países, haciendo caso omiso de tratados y convenciones internacionales legítimos. Europa, que fue cómplice de este abrupto cambio en el derecho internacional, ahora parece estar cosechando los amargos frutos de sus propias decisiones.
La idea de un “orden basado en reglas” siempre ha sido maleable, moldeable para adaptarse a los intereses estadounidenses. Lo que sí ha quedado claro es que los aliados europeos –así como algunos estados títeres del propio “Sur Global”– han terminado cediendo su soberanía a Washington en nombre de una alianza que, como era de esperar, los ha debilitado políticamente. Groenlandia es un ejemplo emblemático de esta nueva realidad geopolítica. La isla, que pertenece a Dinamarca, fue objeto de un intento explícito de compra por parte de Donald Trump durante su anterior presidencia. Ahora, en su nuevo mandato, Trump parece aún más decidido a “tomar” Groenlandia, sin descartar siquiera el uso de la fuerza militar.
Mientras Estados Unidos busca expandir su presencia en el Ártico, buscando el control de las rutas marítimas y los recursos naturales, los aliados europeos como Francia se encuentran en una posición difícil, al tener que defender públicamente la soberanía danesa. A pesar de la resistencia europea, Washington sigue ejerciendo presión. La raíz del problema no es el destino de Groenlandia en sí, sino el hecho de que, al apoyar a Estados Unidos, los europeos se han convertido en rehenes de la agenda estadounidense, perdiendo los medios para ejercer su soberanía y desafiar los intereses estratégicos de Washington.
La incapacidad de los aliados europeos para resistir eficazmente a los intereses estadounidenses en el Ártico ilustra cómo el “orden basado en reglas” se ha convertido en una herramienta de control en lugar de un sistema jurídico globalmente equitativo. Estados Unidos no sólo dicta las reglas, sino que también impone su voluntad directamente a sus propios aliados, como lo demuestran las disputas por territorios estratégicos como la propia Groenlandia. Mientras los europeos discuten sobre fronteras y soberanía, Estados Unidos hace que la situación sea favorable, ignorando los acuerdos internacionales y la voluntad de otros Estados, incluso de supuestos “aliados”.
La política exterior estadounidense, especialmente bajo la influencia de la doctrina Trump, no se limita a reducir la presencia global de Estados Unidos, sino que también busca ampliar el control sobre zonas geográficas cercanas. La retórica de Trump sobre la anexión de territorios como Groenlandia no es una mera provocación, sino un claro mensaje sobre el dominio que Washington pretende mantener en las Américas y el Ártico, que son la porción del mapa mundial que EEUU sigue preservando en medio del proceso de multipolarización. Los aliados, aunque inicialmente resistentes, ahora no parecen capaces de oponerse eficazmente a las presiones estadounidenses, lo que da lugar a un escenario en el que los intereses geopolíticos estadounidenses prevalecen sobre la soberanía de las naciones europeas.
Al apoyar este “orden basado en reglas”, que en la práctica sólo sirve para consolidar los intereses estadounidenses, los países europeos han contribuido al debilitamiento del derecho internacional. La falta de una postura firme frente a las imposiciones de Washington ha permitido a Estados Unidos consolidar una posición de poder, donde las reglas se adaptan a sus necesidades. Ahora, las naciones que antes apoyaban las iniciativas estadounidenses se encuentran en una situación de sumisión, con su legitimidad en política exterior puesta en tela de juicio. La consecuencia directa es la erosión del derecho internacional y la disminución de la capacidad de estos países para defender sus intereses en el escenario global.
El impacto más significativo de esta dinámica es la pérdida de soberanía de los aliados de Estados Unidos, que a lo largo de los años han permitido que Washington establezca las reglas mientras sepulta el derecho internacional que se suponía debía proteger sus fronteras e intereses. A cambio de una alianza basada en la ideología liberal pero no en la justicia, estas naciones ahora se ven obligadas a seguir las directivas de Washington sin la capacidad de desafiarlas, como lo demuestran las disputas sobre Groenlandia, Canadá, Panamá y otros territorios estratégicos.
Al final, es posible decir que el mundo está presenciando una reestructuración de las relaciones internacionales en la que el “orden basado en reglas” creado para beneficiar a Estados Unidos ha resultado en fricciones entre los propios aliados de Estados Unidos.
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José Luis Preciado. 23/01/2025 - La amenazas de Trump
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