En Atenas se está librando la batalla por el destino del euro y las presiones para que Grecia acepte la oferta de la troika UE/BCE/FMI, convetida en cuarteto por el ingreso de Deutschbank, está llegando a niveles asfixiantes. Esta crónica de Corina Vasilopoulou en el economista, da cuenta del triste futuro que aguarda a Grecia. Para asegurar la supervivencia del euro, este cuarteto ha desplegado un voluminoso recetario de acciones, en un despliegue que parece un ataque militar. A cambio de un préstamo por 12.000 millones de euros, le exige recortes, privatizaciones y venta de patrimonio universal por 30.000 millones de euros.
En la tensa y nerviosa negociación, los líderes europeos han prometido al Primer Ministro Georgius Papandreu que dispondrá de los recursos en forma inmediata, apenas el Parlamento griego apruebe el plan de recortes y privatizaciones. Eso dará cuenta que se ha convencido a todo el espectro político de la operación, sin importar la opinión de la gente. Estas medidas desesperadas dan cuenta de los desesperados momentos que se viven en la eurozona. Pero con la paradoja de que todas estas medidas, creadas para la galería con la idea de terminar con el problema, lo amplifican aún más.
La actual crisis griega está conduciendo a una crisis global de proporciones y así lo demuestran los recientes traspiés de las bolsas mundiales, que se han desplomado al unísono como si se tratara de una reacción en cadena. El Ibex ha sufrido pérdidas anuales y el indicador se instaló por debajo de los 10.000 puntos, al igual que el Dow Jones. La idea de recuperación no ha sido más que una fantasía y la verdad es que la economía se encuentra a los pies de una nueva recesión mundial, aunque en rigor todavía no salimos de la que se inició en 2008. Las medidas de austeridad implantadas a la fuerza, sólo están destrozando a la sociedad y a los países que no pueden cumplir con los pagos que se le exigen. Todo ha sido un fracaso.
Los dos objetivos del primer paquete
El paquete de 110.000 millones de euros otorgado a Grecia el año pasado tenía dos objetivos importantes: primero, disciplinar al país en sus objetivos de austeridad y hacerlo volver al crecimiento y, luego, y más importante, estabilizar el sistema financiero europeo. Aquello que era directamente aplicable, como los recortes presupuestarios, las reducciones en las pensiones y las bajas salariales, se realizó a sangre fría y sin anestesia, en un plan de austeridad calamitoso. Y no dio ningún resultado. Los planes de austeridad y las reducciones de gasto público nunca han ayudado a una economía en declive, sino al revés, la hunden más en el pantano dado que siempre conducen a una menor demanda. A medida que el gobierno gasta menos, las empresas tienen menos para invertir y vender, y también comienzan a reducir sus gastos, principalmente por la vía del despido y los recortes salariales.
Para un país que ya está en recesión, la espiral hacia abajo puede ser abrumadora. Irlanda es un claro ejemplo: Después de haber seguido con diligencia las prescripciones del FMI yel BCE durante dos años, los recortes en los gastos del gobierno prolongaron y empeoraron la recesión. Grecia está sufriendo ese mismo ejemplo sombrío. Los recortes en el gasto público, lejos de estabilizar la economía, la pueden conducir a una recesión más severa. Y así lo demuestran los datos de la actividad económica griega. Es decir que, lejos de ayudar, las políticas del FMI y el BCE empeoran la situación.
En el caso griego, al FMI y BCE no le basta con la privatización y venta de activos por 30.000 millones de euros. Ahora pide un 10% adicional para facilitar el rescate (que no es más que un préstamo) por 12.000 millones de euros. ¿A qué teme tanto la UE y el BCE que pide casi tres veces el valor del préstamo? ¿De dónde piensa que se puede obtener ese monto si con las medidas que impone la economía se reduce? Nadie dice nada al respecto, así como nadie dice nada de que toda exigencia a Grecia es imposible de cumplir, incluso matemáticamente, dado que se le pide un 15% de su PIB sólo en intereses.
Ante los generosos aportes de la UE y el BCE, el default griego resulta inevitable. Una economía que se asfixia por pagar más del 15% de su producto en intereses, no tiene ninguna oportunidad para rehabilitarse. Todo se encamina a la catástrofe que puede significar el fin de la moneda única.
Los tres mitos de la crisis griega
De partida hay tres mitos en discordia: la historia del primero es la afirmación de que los griegos son vagos: que trabajan lo mínimo. Esto es un disparate dado que su promedio es de 2.120 horas al año, en comparación con 1.473 horas al año para la media de los alemanes, o la media de 1.712 horas para los británicos. Además, de los países desarrollados de la OCDE, sólo Corea del Sur trabaja más horas…. Por otra parte, las jubilaciones son, en promedio, a los 62 años de edad, y los griegos sólo disfrutan de 23 días de vacaciones anuales, en comparación a los 30 días de los alemanes.
Otro mito, es que los griegos son derrochadores, y prodigan dinero para el gasto público que no se pueden permitir. Esto, también es inexacto: entre los años 2001 y 2007, los gastos compuestos del gobierno griego fueron del 44,6 por ciento del PIB, por debajo del promedio de la UE para toda la década, incluso antes de la crisis. Es cierto que Grecia arrastraba un alto nivel de deuda pública antes de que estallara la crisis. Pero muchas de esas deudas provienen de los años 80, cuando Grecia estaba en dictadura. La verdadera debilidad fiscal para el gobierno es el bajo nivel de ingresos fiscales.
La tercera mentira es la más perniciosa de todas. Es la afirmación de que el rescate es para el bienestar de los griegos, cuando es un rescate para sanear a los bancos alemanes y franceses, como dice Stiglitz y como muestra la gráfica que encabeza este artículo. Dichos fondos son para mantener los flujos de caja de la gran banca europea, el enfermo grave y cuya salud es lo único que interesa. Porque al BCE y al FMI no le importa que las medidas de austeridad estén asfixiando a varios países y a sus ciudadanos. Los recortes han golpeado fuertemente el gasto público y muchos empleados no han sido pagados durante meses, porque se ha dañado la capacidad de la economía para generar riqueza y pagar los impuestos. Aún así, la modalidad de los CDS castiga duramente al gobierno con los draconianos intereses del 20% anual por los bonos a cinco años, como muestra la gráfica, dando cuenta de la generosidad europea en estos tiempos.
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Nota: este artículo sobre Grecia y la crisis del euro continúa en: Estamos viviendo la colisión entre un sistema financiero fraudulento y un euro debilitado por los desequilibrios de la eurozona** Artículo publicado en El Blog Salmón
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