En una entrevista exclusiva con El Cronista Weekend, el premio Nobel de Economía (2006), Edmund Phelps, advierte que la Argentina debe considerar un cambio en su política económica y asegura que “el clima hostil de negocios” es un obstáculo para la inversión. Sostiene que el principal problema del país radica en el largo plazo.
El CronistaSoñaba con ese momento desde hacía 15 años. Pero, como a todo buen Nobel, la noticia del premio lo tomó a Edmund Phelps totalmente por sorpresa.
“Eran las seis de la mañana cuando recibí el llamado”, recuerda con su tan característico tono pausado, en charla telefónica con Weekend, desde sus oficinas en la Universidad de Columbia, Nueva York. A la noticia, le siguió la locura mediática que genera el galardón: felicitaciones, entrevistas, declaraciones, charlas, conferencias y, finalmente, el premio. Para afrontar tal torbellino, este profesor de Política Económica contaba con los consejos de un amigo que pocos años antes ya había pasado por lo mismo. Joseph Stiglitz (Premio Nobel 2001). Ambos no sólo comparten la disciplina, un cierto halo incorformista y la casa de estudios. Regularmente se encuentran también para intercambiar opiniones y teorías. Sin embargo, el apoyo más sólido que reconoce tener este economista, de 76 años recién cumplidos, es Viviana Montdor, su esposa argentina desde hace tres décadas. Viviana ejerce tras bambalinas como consejera, protectora y también como una suerte de media coach para que Phelps -”Ned” para sus amigos- soporte la atención que significa ser considerado una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo. Fue la misma Viviana que aquella mañana le pasó la llamada que le cambió la vida.
Nacido en Evanston, Illinois, Phelps recibió el Nobel en 2006 por haber demostrado que el salario y la variación de los precios dependen tanto de la inflación como del desempleo. Sus conocidos, sin embargo, prefieren definirlo como uno de los “revolucionarios” de la teoría económica clásica. “Siempre me había faltado algo en los modelos”, cuenta el economista y alguna vez aspirante a trompetista. Ese algo era la persona común que no cuenta con los supuestos típicos de una información completa para tomar decisiones.
Phelps analiza para Weekend la economía internacional y cuenta por qué cree que lo peor ya pasó, pero que “la recuperación será lenta”. Sin olvidar, claro, su visión sobre la Argentina versión 2009 donde, además de compartir varios nietos con Viviana, tiene una cátedra en la Universidad de Buenos Aires que lleva su nombre y, allá por 1980, trabajó en el CEMA, además de haber sido profesor de economistas argentinos como el ex economista Jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, Guillermo Calvo, o de Carlos Rodríguez.
¿Coincide en que pasamos lo peor de la crisis?
- Creo que es inevitable que el desempleo seguirá creciendo por algún tiempo más. Particularmente en el norte de América y gran parte de Europa. Pero, sí, hay razones para esperar que, en estas partes del mundo, el crecimiento vuelva a generarse a principios del año 2010. A eso se suma el crecimiento que llegará desde India y China.
Brotes verdes, ¿los ve y en dónde?
- Hay señales de mejoras aisladas. Por ejemplo, los gastos y la inversión de productores de equipos durables está subiendo, la construcción de casas parece haberse estabilizado. Pero también cabe recordar que uno siempre puede señalar una o dos industrias en particular que están trabajando bien. Los servicios de cuidado médico son un caso que sigue expandiendo su negocio.
¿Para cuándo espera ver señales de una tendencia más generalizada?
- Eso no se puede precisar. Hay demasiado que depende de que se recuperen las expectativas, de productores, de inversores, financieras, de los bancos.
¿Cuáles son los principales desafíos para que se mantenga la tendencia positiva que muestran los mercados en estos días?
- Es importante que logremos reordenar el sector financiero. Hoy por hoy, el sector no está funcionando demasiado bien. Y, en los últimos 10 años, tampoco estuvo sirviendo a las necesidades del sector empresarial. Queda mucho por hacer. No se olvide que mucho del crédito se utilizó para invertir en activos tóxicos, pero también para financiar hipotecas inmobiliarias. Una parte importante de las compañías perdió toda conexión con el sector bancario. Muchas empresas venden sus activos directamente en la bolsa, otras, las más jóvenes, dependen del flujo y el aporte de capital de riesgo. Los bancos están cada vez menos involucrados en hacer préstamos a empresas. Aquí, en los Estados Unidos, por ejemplo, desapareció prácticamente el modelo del clásico banco mercantil que en otros tiempos era el principal actor y encargado de financiar al sector empresarial.
¿Cree que el plan de Obama para incrementar los poderes de la Reserva Federal para controlar mejor el sector bancario mejorará la situación?
- Estuve un poco sorprendido de que la administración Obama esté considerando a la FED como un posible regulador del sector que sirva para proteger a la economía contra todo tipo de riesgo sistémico. Los funcionarios de la FED no están preparados para realizar este tipo de trabajos. Ellos son expertos en temas de política monetaria, macroeconomía y -en ciertos aspectos- del negocio bancario.
Entonces, ¿la regulación que usted pide de dónde debería venir?
- Yo diría que si vamos a querer controlar el riesgo sistémico, lo que necesitamos es una nueva agencia reguladora. Su plantilla debería estar conformada por profesionales que tengan un entendimiento más profundo y especializado sobre lo que hace y causa el riesgo sistémico. Que tengan no sólo expertise sino también un gran caudal de juicio y, por qué no decirlo, intuición sobre estos temas.
China, Brasil y Rusia recientemente renovaron su reclamo de una moneda alternativa contra el dólar. ¿Qué opina sobre tal proyecto?
- Puede que suceda en los próximos cinco años. Pero, por el momento, no lo veo. Con los problemas que complican a las economías del mundo en estos días, los gobiernos no encontrarán tampoco el tiempo para elaborar e implementar un cambio estructural de este tipo. No es algo urgente. Además, los Estados Unidos tienen que lidiar hoy con un déficit fiscal tremendo, por más que sea algo temporal. Otros países en el mundo comparten el problema. Piense que la economía global de los próximos cinco o diez años no se parecerá en nada a la economía que conocimos en los últimos cinco años. Quiere decir, no hay ninguna razón para pensar que tanto el tremendo déficit de los Estados Unidos como el abultado superávit de un país como China sea algo tan permanente como para que se tenga que introducir una moneda global alternativa.
La relación superávit-déficit es uno de los temas en la Argentina. ¿Cuál cree que puede ser su mayor problema en lo económico?
- Se puede decir que, en el transcurso de la crisis, la Argentina, hasta ahora, tuvo suerte: los precios de los commodities volvieron a surgir en los últimos seis meses. Además, la Argentina no sufrió el impacto de tener que soportar la caída en masa y el cierre de bancos u otras entidades. Me parece que el principal problema del país está en el largo plazo. Es decir, el país debe preguntarse cómo convertir su economía en un motor de prosperidad y bienestar. Que sea más innovativa para que provea trabajo a cada vez más personas. Que genere más productividad y mayor nivel de salarios, o sea, ir aumentando el incentivo para que todos los actores quieran participar del proceso económico.
¿Qué identifica como el principal obstáculo para lograrlo?
- Creo que en la Argentina hay un gran número de obstáculos. Por ejemplo, se sabe que el clima de negocios no es muy provechoso, por no decir hostil, en estos momentos. Pero, sería absurdo querer resaltar sólo dos o tres temas. El problema del largo plazo no se puede solucionar con arreglar dos o tres ítems. En estos temas no hay balas mágicas.
Sin embargo, aquí el “fantasma del default” volvió a aparecer. Preocupa un superávit financiero en reducción, el gasto público y un mercado financiero internacional que le está vedado al país. ¿Cómo lo evalúa usted?
- Bueno, Estados Unidos está este año en camino hacia un déficit fiscal colosal. Pero, más allá de eso, siempre es un riesgo apoyarse únicamente en la tranquilidad y el amortiguador que genera un superávit fiscal. La situación siempre puede cambiar de superávit a déficit fiscal. La Argentina no tiene mucha credibilidad crediticia en estos días. Eso podría ser un problema, aunque no lo es aún. Pero, efectivamente, para 2010 si el crecimiento es lento y el gasto sigue creciendo podría haber un problema.
Otro dolor de cabeza es el dólar. Se defiende la flotación administrada. ¿Cómo lo ve?
- Siempre es peligroso querer fijar la tasa de interés y de cambio porque nadie puede saber cuál puede ser el nivel exacto al que deberían ser fijados. Pero, más allá de eso, obviamente hay un problema de la política económica macro en el país. De otra forma, no se habría generado el importante aumento en la tasa de inflación que tuvo la Argentina el año pasado. Algo anda mal con el nivel del tipo de cambio, de las tasas de interés. Y no creo que eso sea el resultado de un aumento de costos que le llega a la economía argentina desde el exterior. Parece ser, más bien, un problema interno de la Argentina.
¿Cómo evalúa la eterna corrida de los consumidores locales hacia el dólar?
- Simplemente es una muestra de que las oportunidades de inversión en la Argentina se caracterizan por una oferta tradicionalmente muy pobre y reducida. Ése es el problema. El dólar es lo primero y lo de más fácil acceso.
¿Cuánto tiempo cree que la Argentina puede vivir con lo suyo, sin la ayuda de los mercados internacionales?
- Creo que un nivel de dinamismo y bienestar económico sustentable no podrá llegar a la Argentina hasta que el país se ocupe de forma definitiva de pagar sus deudas y se concentre en recuperar su credibilidad y convenza al mundo de que la Argentina pagará y no volverá a caer en el mismo error. Creo que debe considerar un gran cambio en su política económica y financiera. Hasta que eso no suceda, la economía seguirá funcionando muy por debajo de su potencial. El Gobierno mismo se complicó la vida con algunos obstáculos autoimpuestos. Uno es la credibilidad crediticia tras el default. Pero el problema no es tanto la llegada y el sustento de los mercados de deuda soberana, pasa mucho más por activar y mantener un modelo económico que permita un ciclo de producción dinámico e innovativo. Hay mucho potencial en su país. Un ejemplo es el mercado inmobiliario, el sector del agrobusiness, el del vino. Uno no puede olvidar que su país fue alguna vez una de las potencias económicas. Da tristeza de que desde entonces haya caído tan bajo.
En esos tiempos, la base era el modelo de exportación de commodities. Hoy, ¿cuál debería ser esa base?
- Yo ni soñaría en dar una recomendación en ese sentido. Ese tipo de decisiones le corresponden a los empresarios, a la gente de negocios que está sobre el terreno. Por el simple hecho de que requiere un gran conocimiento de las condiciones del entorno, conocer el mercado. Como siempre digo: para eso, Dios creó a los empresarios (ríe).