domingo, 26 de enero de 2025

El abandono de Aristóteles


Aleksandr Dugin, Geopolitika

La pseudociencia moderna comenzó con la eliminación de tres de las cuatro causas de Aristóteles. Únicamente se conservó una, la causa efficiens, la causa del movimiento. Como resultado, los objetos perdieron tres de sus cuatro dimensiones: la eidética, la hilística y, sobre todo, la entelequial. El objeto dejó de estar determinado por un significado espiritual, es decir, la forma del elemento, y perdió el objetivo del movimiento en el cual se sintetizaban las tres causas anteriores. El objeto se convirtió en un objeto irrelevante (desconocido) que simplemente estaba en movimiento. Esto significa que sólo existe el movimiento, el cual está por completo desconectado de la identidad eterna (causa formalis), de la maleabilidad/elasticidad caótica (causa materialis) y, lo que es más importante, ya no tiene una meta fija (causa finalis). Tal movimiento no tiene un punto final; carece de un objetivo determinado. Cualquiera que este familiarizado con la filosofía griega comprenderá que se trata «de los átomos y vórtices descritos en las enseñanzas de Demócrito y de Epicuro». Y tiene razón.

Al suprimir la causa final eliminamos el eje en torno al cual gira el mundo y despojamos al tiempo de su orientación. En esencia, desde el principio, la física del Renacimiento (Galileo, Newton) sentó las bases del actual posmodernismo: reciclaje, poshistoria, referencia, disolución del sentido e ironía nihilista.

El aspecto más falso de la cultura de la Edad Moderna no es su filosofía, sino su ciencia. Es la fuente del declive de la civilización. El Premio Nobel Werner Karl Heisenberg, un físico realmente brillante que trabajó en la teoría cuántica, señaló una vez: “la ciencia antigua ensambló el mundo y lo investigó como un todo, mientras que nosotros, los científicos de la modernidad, lo desmontamos en fragmentos sin sentido; al esforzarnos por conquistarlo, lo destruimos. La ciencia moderna es destructiva”. Es una ideología destructiva y peligrosa. Lo priva todo de sentido, tratando de someter la sutil ontología del mundo a las ilusiones del cálculo.

Si eliminamos la causa finalis, entonces la realidad se vuelve isomórfica: nada ni nadie sigue un camino determinado y ningún camino es mejor que otro. Al mismo tiempo, el sinsentido general está sometido a un fatalismo mecánico irreversible. Este es un universo totalitario, donde todas las cadenas de causa y efecto son más fuertes que el acero. Una verdadera tiranía. Así es exactamente como Newton construyó sus comentarios sobre el Apocalipsis: conociendo las causas, deducimos firmemente los efectos. Es el calvinismo aplicado a la ciencia. Pero, ¿cuáles son exactamente las causas? Causa efficiens.

Esta lógica subyace en las dos ideologías occidentales más totalitarias: el liberalismo (que es sin duda el campeón de la degeneración mental) y el comunismo. Conducen, con su férrea defensa de la necesidad, a una absoluta pesadilla planetaria. Sin embargo, el nazismo no es mejor. Sólo que es menos dogmático y «científico». Pero el nazismo sigue la misma lógica, sólo que no defiende al individuo o a la clase (dos falsos conceptos liberales y comunistas) sino a la raza.

Tenemos que empezar por reevaluar el concepto de causalidad y volver a una interpretación verdadera y auténtica de las ideas de Aristóteles.



2 comentarios:

  1. Lejos de toda orfandad teórica, los nacional-revolucionarios nos inspiramos en el pensamiento de teóricos como Ernst Jünger, Carl Schmitt, Martin Heidegger, etc., y en el ejemplo dirigentes políticos de la talla de Ramiro Ledesma, Ángel Pestaña, Ernst Niekisch, Otto Strasser, Georges Valois, Karl-Otto Paetel, Nicola Bombacci, Juan Domingo Perón, Manuel Hedilla, Jean Thiriart, etc...y nada de volver a la edad media como pretende este chalado de Dugin

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    1. "El capitalismo utiliza y explota el anhelo de todos nosotros por alcanzar los privilegios de las clases altas. De lo que se trata es de trabajar solidariamente, colectivamente, para acabar con esta desigualdad explotadora y no caer en las redes, en la orgía de ambiciones mezquinas y rivalidades miserables a la que nos arrastra tantas veces esta malvada lógica del capitalismo".

      Ernst Niekisch

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