Al abordar la crisis desencadenada por la pandemia de covid 19 enseguida aparecen las evaluaciones económicas. Se escuchan o leen análisis sobre la severa caída de las economías nacionales y predicciones de sus posibles evoluciones apelando a gráficas. Entre las más citadas están las que describen una crisis en L, con una caída pronunciada del producto bruto que se mantiene por largo tiempo. Otros vaticinan una recuperación más rápida, llamada en U. Algunos creen que habrá caídas y subidas alternadas por lo cual el dibujo es de una W.
Desde los medios globales especializados en economía se advertía sobre la “sopa de letras del alfabeto” para describir la crisis (1). Con entusiasmo redoblado, la lista de posibles curvas se amplió aún más, y hasta se amplió a seis tipos distintos (crisis en L, V, U, S, Z y W) (2).
Todo eso está revestido de un barniz propio de la sabiduría de los expertos, con complejos cálculos económicos para obtener indicadores, pero que de todos modos se resumen en unas simples curvas. Trazos entre dos ejes. Hay allí al menos dos presupuestos que casi nadie discute pero que merecen ser analizados. Por un lado, la simplificación extrema de la estructura y dinámica económica de un país, y por el otro, que todo eso ello se puede expresar en un número, casi siempre el Producto Bruto Interno (PBI), dando por válido que resume la esencia de toda una economía nacional. Desde esos dos presupuestos se dibuja la geometría de la crisis actual y de sus posibles futuros.