martes, 26 de mayo de 2020

Covid-19: o cooperamos o no tenemos futuro


Leonardo Boff, Koinonia

Una pregunta siempre presente en las búsquedas humanas es: ¿cuál es nuestra esencia específica? La historia conoce innumerables respuestas, pero la más contundente, convergencia de varias ciencias contemporáneas como la nueva biología evolutiva, la genética, las neurociencias, la psicología evolutiva, la cosmología, la ecología, la fenomenología y otras, es esta: la cooperación.

Michael Tomasello, considerado genial en el área de la psicología del desarrollo infantil de 1 a 3 años, sin intervención invasiva, reunió en un volumen lo mejor de ese campo con el título: Por qué cooperamos (Warum wir kooperieren, Berlín, Suhrkamp 2010). En su ensayo inicial afirma que la esencia de lo humano está en el “altruismo” y la “cooperación”. «En el altruismo uno se sacrifica por el otro. Es la em-patía. En la cooperación muchos se unen para el bien común» (pág. 14).

Una de las especialistas principales en psicología y evolución, de la Universidad de Stanford, Carol S. Dweck, afirma: «Más que la excepcional grandeza de nuestro cerebro y más que nuestra inmensa capacidad de pensar, nuestra naturaleza esencial es ésta: la aptitud para ser seres de cooperación y de relación» (Por qué cooperamos, op. cit. 95).

domingo, 24 de mayo de 2020

¿Quién ganó la segunda guerra mundial?


José Pablo Feinman, Página 12

Se cumplen setenta y cinco años del fin de la Segunda Guerra Mundial. Se dice que la actual gravísima pandemia es la peor desde ese acontecimiento. Es posible. Hay que preguntarse por qué ocurrió esa anterior pandemia. La llamada Segunda Guerra fue resultado –en muchos aspectos- de la primera. La ambición torpe de las potencias ganadoras fue hasta el extremo de humillar a Alemania con un tratado de paz que era, sin más, una injuria. ¿Qué sectores de Inglaterra, Francia y Estados Unidos cometieron tal torpeza? Los de siempre: los banqueros y los militares. Alemania quedó en la ruina y no tuvo manera de levantarse. Para colmo, los revolucionarios espartaquistas fueron derrotados y un militar –alemán, claro- liquidó de un tiro en la cabeza a Rosa Luxemburgo, que fue arrojada como un despojo apiojado a un riacho y ahí quedó, en el lecho de ese río, víctima de la brutalidad del ejército derrotado en los campos de batalla de las trincheras y los gases letales. Porque la Primera Guerra fue terrible. Una matanza ciega, donde algunos no sabían contra quien o a favor de quien luchaban. Se dijo que sería la “guerra que habría de terminar con todas las guerras”. Falso. Cuando los aliados le impusieron a Alemania el Tratado de Versalles pusieron los cimientos de la siguiente guerra, que superó en horrores a la primera.

Alemania buscó recuperarse con la social-democracia de la ruidosa República de Weimar, con sus cabarets y su cine expresionista. Pero fue una democracia débil. En sus entrañas creció sin mayores problemas (aunque no dejó de tenerlos) el nacionalsocialismo, con las bandas callejeras de las SA y el golpe de la cervecería de Munich, que el ejército aún (apenas aún) leal a la democracia de Weimar hizo fracasar. Hitler quedó levemente herido, Göring duramente y Röhm (la cabeza de las SA) fue arrestado de inmediato. Hitler fue sometido a un juicio con jueces y fiscales que lo admiraban y, en su defensa, pronunció unos discursos formidables que le ganaron más adeptos. Luego, en 1924, fue recluido en la prisión de Landsberg por unos meses. Lo trataron muy bien y el futuro Führer dictó a Rudolf Hess el libro que sería la Biblia del nacionalsocialismo, Mi lucha. Todo estaba claro ahí. El tipo era un paranoico criminal, lleno de odio, ambiciones desmedidas y un racismo (odio a los judíos, a los gitanos, a los eslavos) que prenunciaba lo que vendría. El fracaso del golpe de Munich le enseñó que sería imposible llegar al poder con esa metodología. Habría que hacerlo por medio de la democracia y el parlamentarismo. Encontró a un genio de la propaganda, un hombre de baja estatura, rengo, tenaz, con una sonrisa arrolladora (cuando sonreía) y una inteligencia indudablemente poderosa. Era Joseph Goebbels.

Covid-19 y crisis en Chile: De tumbo en tumbo

El actual Presidente de Chile siendo bastante más inteligente que Trump o Bolsonaro, tiene el defecto de no considerar la complejidad de las situaciones y la necesidad de combinar perspectivas a la hora de tomar decisiones. Se deja llevar, como ellos, por el ego sobredimensionado que estructura su esquema mental de interpretación de los hechos sociales y políticos, un día actúa en un sentido y al siguiente en el contrario, siempre convencido de que tiene la razón, en ocasiones contra toda evidencia. Ello explica que en los últimos diez meses se lo ha pasado dando disculpas.


Edison Ortiz, El Mostrador

Parece que ya estábamos teniendo demasiada paciencia con esta administración, pero el twitter del subsecretario del deporte, Andrés Otero, mostrando a una niña de 12 años haciendo deportes en su casa – una mansión – el pasado 15 de mayo, con el mensaje “quédate en casa”, hizo que la paciencia se nos agotara. Y definitivamente, fue la gota que rebaso el vaso de nuestro estoicismo.

Una historia…

El Estado moderno y su irrupción y consolidación, creó una burocracia profesional que con el tiempo formó subgrupos de representación de sí mismo. En Chile -como sucede con frecuencia con “los ingleses de América del Sur”- el fenómeno alcanzó con el tiempo formas más bien espúreas y sirvió para conformar grupos subalternos de origen estatal con personalidades bien definidas y, en ocasiones, grotescas. Como sabemos, en este país la meritocracia nunca se ha llevado bien con la oligarquía dominante. Si no me creen, pregúntenle a O’Higgins.

Así como los radicales en la primera mitad del siglo pasado expresaron la emergencia de la mesocracia y crearon el fenómeno que se llamó la empleomanía, siguiendo el modelo clientelístico oligárquico de la última parte del siglo XIX, la dictadura militar no escatimó esfuerzos para consolidar a los neoliberales y su ideologismo extremo, al punto que los muchachos de la escuela de Chicago no solo destruyeron los esbozos de industrialización, sino que fueron responsables directos de la derrota de "Daniel López" – alías Pinochet - en octubre de 1988, al manejar muy mal la macroeconomía y ahondar los impactos externos en 1982-83.

sábado, 23 de mayo de 2020

Aprendamos la lección de la pandemia


Javier Solana, Project Syndicate

Entre tantos otros efectos, la pandemia de COVID-19 no ha hecho sino intensificar la ya existente rivalidad geopolítica entre China y Estados Unidos. A raíz de esta tensión, mucho se ha escrito sobre la llamada “Trampa de Tucídides”, con la que el profesor de Harvard Graham T. Allison se refiere al elevado riesgo de conflicto que se da cuando una potencia emergente amenaza con desbancar a una potencia establecida. La teoría de Allison toma su nombre de las crónicas de Tucídides sobre la Guerra del Peloponeso, en la que Esparta logró derrotar a la emergente Atenas. Pese a las constantes alusiones que veníamos haciendo a este episodio histórico, un importante detalle ha pasado más desapercibido: el factor determinante en la victoria espartana fue una plaga que arrasó a un tercio de la población ateniense, incluido Pericles, líder de la ciudad.

Como explica Frank M. Snowden, profesor emérito de Yale, las pandemias han tenido un rol preponderante en los grandes cambios históricos, aunque prevalezcan en el recuerdo los acontecimientos militares y políticos. Por ejemplo, el tifus truncó la invasión napoleónica de Rusia, y se dice que la gripe surgida en 1918, que terminó contrayendo Woodrow Wilson, mermó las habilidades del presidente estadounidense durante la negociación del Tratado de Versalles. Sin embargo, las sociedades occidentales habían perdido la perspectiva del daño estructural que puede causar una enfermedad. Ello a pesar de que hay epidemias en curso —como el cólera y la malaria— haciendo mella en las zonas más pobres del planeta, y de que las últimas décadas nos han traído pandemias globales como el SIDA y la gripe A.

lunes, 18 de mayo de 2020

El discurso genocida de Bolsonaro


Emir Sader

Bolsonaro es responsable por las desgracias que Brasil está experimentando hoy. Desde su aventura de llegar al gobierno a través de mentiras y manipulaciones de internet, pasando por la formación de un gobierno incompetente y ridículo hasta la irrupción de la tragedia de la pandemia. Por supuesto, solo fue capaz de hacer esto porque fue apoyado por las grandes empresas y los medios de comunicación, cuya hostilidad hacia el retorno de un gobierno popular, democrático y soberano justifica la entrega del gobierno del país a un psicópata.

Bolsonaro ha logrado liberarse de las responsabilidades de la pandemia a través de un discurso que mezcla la mala fe, la mentira y la falta de vergüenza, para atribuir las responsabilidades a los demás. Desarrolla un discurso que invierte la realidad, lo absuelve y endilga sobre los otros las responsabilidades de los graves efectos del coronavirus.

En primer lugar, sus responsabilidades provienen de haber subestimado, al comienzo de la pandemia, sus dimensiones y sus efectos, con afirmaciones sobre la "gripecita" o "resfrío". Como resultado, retrasó la preparación del país para la llegada de la pandemia, además de no preparar a las personas para defenderse de ella. Debilitó las medidas iniciales de aislamiento social, las atacó y propuso un aislamiento selectivo imposible. Está respaldado por la posición de quienes dicen que el aislamiento de la mayoría de la población, que vive en condiciones de conglomerados domésticos, los hace más propensos a contraer el virus en casa que a salir a la calle. Que la salida, al mismo tiempo, sería indispensable para lograr las condiciones mínimas de supervivencia.

lunes, 11 de mayo de 2020

¿Qué ocurre con Agamben ?


Jorge Alemán, Página 12

En primer lugar es ofensivo afirmar tranquilamente que desde Antígona no se habían "abandonado en nombre de un riesgo a los seres queridos". No necesito nombrar aquí los distintos genocidios que sumergieron al ser humano en esa tragedia, solamente señalaré que Agamben es sumamente ambiguo cuando se trata de esclarecer lo que él llama el "riesgo".

En su imputación culpabilizante donde los familiares no se despiden de su ser querido ya fallecido, no se trata solamente del riesgo de cada uno, lo que está en juego es la responsabilidad con la salud de la comunidad. Pero luego, Agamben no solo se escandaliza con los "cobardes" que no se acercan al muerto, ¿también la Iglesia es esta vez tratada como "sierva de la ciencia"? Como si la iglesia, la ciencia, los familiares afectados estuvieran todos dominados por un dispositivo técnico que separa la biología corpórea de su existencia cultural. ¿Acaso estamos siempre unificados?

domingo, 10 de mayo de 2020

La epidemia del filósofo


Marco D’Eramo, La Vorágine

"No habrá recuperación. Habrá disturbios sociales. Habrá violencia. Habrá consecuencias socioeconómicas: un desempleo dramático. Los ciudadanos sufrirán drásticamente: algunos morirán, otros se sentirán muy mal”. Éste no es un escatólogo hablando, sino Jacob Wallenberg, vástago de una de las dinastías más poderosas del capitalismo global, que prevé una contracción económica mundial del 30% y un altísimo desempleo como resultado del “cierre general” del coronavirus. Si bien los filósofos temen que nuestros gobernantes estén explotando la epidemia para imponer una disciplina biopolítica, la clase dominante en sí misma parece tener la preocupación opuesta: “Tengo pánico de las consecuencias para la sociedad… Tenemos que sopesar los riesgos de que el medicamento afecte drásticamente al paciente”. El magnate sueco se hace eco del pronóstico de Trump de que la terapia matará al paciente. Si bien los filósofos ven las medidas contra el contagio (toques de queda, fronteras cerradas, restricciones a las reuniones públicas) como un mecanismo de control siniestro, los gobernantes temen que los bloqueos les hagan perder su control.

Al evaluar el impacto de Covid-19, los filósofos en cuestión han citado las páginas extraordinarias sobre la plaga de Disciplina y castigo, donde Foucault describe las nuevas formas de vigilancia y regulación ocasionadas por el brote a fines del siglo XVII. Quien ha tomado la posición más clara sobre la pandemia es Giorgio Agamben, en una serie de artículos combativos que comienzan con ‘La invención de una epidemia‘, publicado por el 26 de febrero de 2020. En este artículo, Agamben describe las medidas de emergencia implementadas en Italia para detener la propagación del virus como “frenéticas, irracionales y completamente infundadas”. “El miedo a la epidemia da rienda suelta al pánico”, escribía, “y en nombre de la seguridad aceptamos medidas que restringen severamente la libertad, justificando el estado de excepción”. Para Agamben, la respuesta del coronavirus demuestra una “tendencia a usar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno”. “Es casi como si, con el terrorismo agotado como origen de medidas excepcionales, la invención de una epidemia ofreciera el pretexto ideal para defenderlos más allá de cualquier limitación”. Agamben reafirmó estas ideas en otros dos textos que aparecieron en el sitio web de la editorial italiana Quodlibet a mediados de marzo.

sábado, 9 de mayo de 2020

Volver a la «normalidad» sería autocondenarse


Leonardo Boff, Koinonia

Cuando pase la pandemia del coronavirus no nos estará permitido volver a la «normalidad» anterior. Sería, en primer lugar, un desprecio a los miles de personas que han muerto asfixiadas por el virus, y una falta de solidaridad con sus familiares y amigos. En segundo lugar, sería la demostración de que no hemos aprendido el mensaje de lo que, más que una crisis, es un llamado urgente a cambiar nuestra forma de vivir en nuestra única Casa Común. Se trata de un llamamiento de la propia Tierra viva, ese superorganismo autorregulado del que somos su parte inteligente y consciente.

Volver a la anterior configuración del mundo, hegemonizado por el capitalismo neoliberal, incapaz de resolver sus contradicciones internas –y cuyo ADN es su voracidad por un crecimiento ilimitado a costa de la sobreexplotación de la naturaleza y la indiferencia ante la pobreza y la miseria de la gran mayoría de la humanidad producida por ella–, es olvidar que dicha configuración está sacudiendo los cimientos ecológicos que sostienen toda la Vida en el planeta. Volver a la “normalidad” anterior (business as usual) sería prolongar una situación que podría implicar nuestra propia destrucción.

viernes, 8 de mayo de 2020

La OIT denuncia que 1.600 millones de trabajadores deberán elegir entre "morir de hambre o morir por el virus"

El organismo también dibuja un duro golpe para los países de ingresos más bajos, donde la economía sumergida supone un 90% del empleo.


La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha alertado este jueves de que 1.600 millones de trabajadores informales en todo el mundo se están enfrentando al dilema de "morir de hambre o morir por el virus", ante la falta de medios materiales para subsistir durante los periodos de confinamiento y medidas extraordinarias establecidas por varios gobiernos a nivel mundial.

"La crisis de la covid-19 está exacerbando las vulnerabilidades y las desigualdades existentes", ha asegurado el jefe del servicio Inwork de la OIT, Philippe Marcadent. "Las respuestas políticas deben garantizar que el apoyo llegue a los trabajadores y a las empresas que más lo necesitan", ha agregado.

El organismo con sede en Ginebra ha alertado de que estos 1.600 millones de trabajadores, de los más de 2.000 millones que hay a nivel mundial, no pueden depender de esquemas de protección contra el desempleo, al estar en situación laboral irregular, y tampoco disponen de ahorros que les permitan cumplir con las medidas de confinamiento y no ir a trabajar.

"Morir de hambre o morir por el virus es el dilema demasiado real al que se enfrentan muchos trabajadores de la economía sumergida", ha destacado la OIT en un informe presentado este jueves.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Franceses enfermaron en octubre de coronavirus tras participar en los Juegos Militares Mundiales


Varios deportistas de la delegación francesa que viajó a Wuhan para participar en los Juegos Militares Mundiales, a finales de octubre, aseguran haber estado enfermos con síntomas similares a los del coronavirus a su regreso de China, publican medios franceses este martes 5 de mayo. Desde el anonimato, uno de los 401 atletas del ejército que representaron a Francia en Wuhan cuenta en la cadena "BFM TV" que tras volver estuvo enfermo con fiebre, dificultades para respirar y sin poder moverse de la cama durante tres días.

En ese momento, descubrió en las redes sociales que varios de sus compañeros de delegación también estuvieron enfermos con síntomas similares. En paralelo, toma peso estos días el testimonio de otra de las participantes, la campeona mundial de pentatlón moderno, Elodie Clouvel, que a finales de marzo comentó en una entrevista en la cadena local "Loire 7" que creía haber pasado el coronavirus.

Consultada el 25 de marzo sobre su preocupación de viajar a Japón para participar en los Juegos Olímpicos este verano (antes de que los retrasaran), Clouvel dijo que no le daba miedo porque creía haberla pasado ya, al igual que su pareja, el deportista Valentin Belaud. "Estuvimos en Wuhan en los Juegos Mundiales militares de finales de octubre y resulta que después todos caímos malos. Valentin faltó tres días al entrenamiento. Yo también estuve enferma. Tuve síntomas que no había tenido antes, pero no nos preocupamos, porque no se hablaba de ello entonces", dijo.

domingo, 3 de mayo de 2020

Un Imperio en Caída libre

Convivir con los muertos es difícil. Nueva York en estos días te muele el cerebro.


Roberto Brodsky, Rialta

Es difícil dormir, difícil leer, difícil ver películas. Sería necesario suspender la incredulidad un momento por breve que fuera, pero así no se puede. Convivir con los muertos es difícil. Nueva York en estos días te muele el cerebro.

Los primeros diez días de abril fueron estremecedores. Día y noche sólo se escucharon las sirenas circulando por la Sexta Avenida y la calle Canal. A veces subía a la terraza del edificio a mirar, pero era para no ver nada. El martes 7 murieron 779 personas; el miércoles la cifra subió a 799, a razón de 33 cada hora; el jueves bajó un poco, hasta 777; el viernes volvió a subir a 783; el sábado santo se estabilizó en 758 y el domingo de gloria hubo 671 muertos en veinticuatro horas, lo que significaba que la ciudad había alcanzado un punto de quiebre entre el número de fallecidos diarios y el número de entubados en los hospitales. Es decir, se había roto la ecuación fatal que nivelaba el déficit de equipamiento sanitario con el ingreso de nuevas pacientes a las salas de emergencia, con el resultado de cientos de víctimas al día que se acumulaban en morgues improvisadas. Si los fallecidos se mantenían alrededor del medio millar, o incluso si subían ostensiblemente y bajaba el número de hospitalizaciones, Nueva York podía considerar, si no del todo superada, al menos sí controlada la peor semana de la pandemia, con más de diez mil muertos entre los más de ocho millones de residentes repartidos entre Manhattan, Brooklyn, Queens, el Bronx y Long Island.

sábado, 2 de mayo de 2020

Pandemia COVID-19: ¿Qué hay después del diluvio?


Stella Calloni, Espacio Mugica

Basta con mirar los rostros de los presidentes que representan al capitalismo salvaje en tiempos de la decadencia o escuchar sus “discursos”, para entender a algunos analistas que mencionaban cómo los imperios comienzan a suicidarse lentamente y se parecen a un monstruo que aún mantiene sus garras extendidas por diversos lugares del mundo, las que también se van contrayendo, debilitándose paulatinamente hasta el estertor final.

Pero allí no termina todo, porque se necesitan años para a cambiar la piel de la serpiente del colonialismo, que nos recubre y nos encubre. Seríamos ingenuos o excesivamente optimistas, si creyéramos que cuando hayamos superado este momento único en la historia -al menos de los últimos dos siglos– el día después de la pandemia el imperialismo caducará o desaparecerá automáticamente.

Lo que es evidente es la imposibilidad de continuar persistiendo en imponer un neoliberalismo a ultranza, cuyas consecuencias puso en evidencia la pandemia del Sars Covid 19 que asola al mundo, como un temible espejo astillado donde nadie quiere mirarse.

Si los países del llamado Tercer Mundo muestran las huellas dejadas por el depredador neoliberalismo, instrumento básico en este período capitalista, las naciones europeas, salvo raras excepciones, lo aplicaron a fondo y la pandemia puso en evidencia las gravísimas consecuencias del hechizo neoliberal, que además de la destrucción de lo que consideraban avances sociales o estado de bienestar, ahondó la dependencia de Estados Unidos hasta extremos coloniales y ayudó a profundizar las grietas en la Unión Europea, lo que será difícil reconstruir a corto plazo.

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