martes, 28 de enero de 2020

La Sangre de los Inocentes


Bernardo Pérez Andreo, cristianismeijusticia

La sangre es símbolo de vida en todas las culturas, al ser el líquido que recorre el cuerpo y sin el cual es imposible que se dé la existencia de la mayoría de seres vivos en nuestro planeta. Su composición le confiere esa cualidad maravillosa de transportar el oxígeno hasta las células y retirar el CO2 de las mismas, depositándolo en los pulmones para su expulsión. Este intercambiador sanguíneo se produce debido a la cualidad química del hierro, que es capaz de actuar bajo dos valencias distintas, lo que le permite tomar oxígeno y dejarlo, de ahí sus cualidades para el transporte, y de ahí su color, desde siempre vinculado con la vida.

De la misma manera que la sangre es el líquido vital, también lo es para la estructura cultural de todos los pueblos. La sangre está presente en infinidad de ritos, tanto de sanación como de purificación, que viene a ser lo mismo. Por eso, en algunas culturas se utiliza la sangre de los inocentes para purificar lugares y personas, mediante un rito cruento que transfiere supuestamente la fuerza que reside en la sangre del inocente a un grupo o a un individuo. Estos ritos, muy extendidos en la antigüedad, están hoy afortunadamente en desuso. Sin embargo, existen otros ‘ritos modernos’ que han vuelto a poner la sangre en el centro de la estructura sanitaria mundial.

La insuficiencia de empleos remunerados afecta a casi 500 millones de personas


Eduardo Camín, Alai

El informe anual Perspectivas sociales y del empleo en el mundo–Tendencias 2020 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que la insuficiencia de empleos remunerados afecta hoy a 500 millones de personas y estima que el desempleo aumentará este año a 190,5 millones de personas en el mundo.

El informe analiza los principales desafíos del mercado laboral, como el desempleo, la subutilización de la mano de obra, la pobreza de los trabajadores, la desigualdad de los ingresos, la parte del ingreso destinada a la fuerza de trabajo y los factores que excluyen a las personas del trabajo decente.

La falta de trabajo decente asociada al aumento del desempleo y a la persistencia de las desigualdades, hacen cada vez más difícil que las personas se construyan una vida mejor gracias a su trabajo, según la edición más reciente del informe mundial de la OIT sobre las tendencias sociales y del empleo.

Casi 500 millones de personas trabajan menos horas remuneradas de las que desearían o no tienen suficiente acceso al trabajo asalariado, según el nuevo informe de la OIT, que destaca, además, que el número de desempleados debería aumentar en alrededor de 2,5 millones durante este año.

domingo, 26 de enero de 2020

“No son 30 pesos, son 30 años”: los Chicago Boys y el origen del neoliberalismo en Chile

La revuelta chilena, que estalló por el aumento del precio del billete de metro, ha puesto en jaque el sentido común neoliberal heredado tras décadas de aplicación ortodoxa del plan de los chicos de Chicago.


Jaime Bordel Gil, El Salto

El pasado 8 de enero el Senado chileno rechazó en sala un proyecto de reforma constitucional que buscaba consagrar el agua como un bien nacional de uso público. El proyecto, que abría la puerta a que Chile dejara de ser el único país del mundo con sus aguas totalmente privatizadas, naufragó en la Cámara Alta al no alcanzar el quorum de dos tercios establecido en la Constitución que rige todavía en el país andino.

La imposibilidad de sacar adelante la reforma, por un lado, puso de manifiesto el freno que supondrá en la futura asamblea constituyente el quorum de dos tercios que concede al oficialismo la capacidad de bloquear cualquier cambio sustancial; y por otro, muestra hasta qué punto el neoliberalismo se encuentra inserto en las raíces del Estado chileno.

La subsidiariedad del Estado chileno, un Estado mínimo al más puro estilo neoliberal, ha sido un tema recurrente desde que estallaran las protestas que han recorrido el país durante los últimos meses. El golpe de Estado de 1973 que dio comienzo a la dictadura del general Augusto Pinochet suele fijarse como la fecha en la que la organización social y económica del país andino comenzó a cambiar. Junto a la represión y a la persecución política, la dictadura cívico militar impulsó una política económica de lo más ortodoxa, basada en los postulados de Milton Friedman y la Escuela de Chicago, con un programa de privatizaciones masivas, y en la que el rol del Estado se redujo prácticamente al de garante del orden público, abandonando áreas como la sanidad o la educación.
Sin embargo, antes de este punto de inflexión, ya se había sembrado una semilla que sería clave en los cambios que marcarían el país las décadas siguientes.

viernes, 24 de enero de 2020

La orwelliana compañía de reconocimiento facial que pondrá fin a la privacidad

Software permite reconocimiento facial entre imágenes de las cámaras de vigilancia y los rostros de la gente en redes sociales


Kashmir Hill, New York Times

Hasta hace poco, el éxito más grande de Hoan Ton-That era una aplicación que permite que los usuarios le pongan el distintivo cabello amarillo de Donald Trump a sus fotografías.

Después, Ton-That —un empresario australiano del rubro tecnológico— hizo algo trascendental: inventó una herramienta que podría acabar con los días en los que caminabas por la calle de manera anónima. Y luego le proporcionó esa creación a cientos de agencias que vigilan el orden público, desde policías locales en Florida hasta el FBI y el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos.

Clearview AI, su pequeña compañía, ideó una aplicación de reconocimiento facial innovadora. Tomas la fotografía de una persona, la cargas y puedes ver fotografías públicas de esa persona con enlaces que te llevan a los sitios donde aparecieron esas fotos. El sistema —que depende de una base de datos de más de 3000 millones de imágenes que, según Clearview, fueron extraídas de Facebook, YouTube, Venmo y millones de sitios web más— va mucho más allá de cualquier otra cosa que hayan creado el gobierno estadounidense o los gigantes de Silicon Valley.

Los datos de la economía china


Xulio Ríos, Público

La economía china creció en 2019 un 6,1%. El dato cumple con los objetivos oficiales, aunque situándose en la cifra más baja de la franja (entre 6% y 6,5%). Se trata del crecimiento más lento experimentado en varias décadas, continuando la desaceleración de los últimos años. Eso que el primer ministro Li Keqiang llamó la “nueva normalidad” seguirá su curso, previsiblemente, en 2020, con un objetivo que podría cifrarse en torno al 6%, porcentaje mínimo exigible para cumplir con el propósito de duplicar el PIB y el ingreso per cápita en este año con respecto a los niveles de 2010. El ingreso per cápita aumentó en 2019 un 5,8% y el PIB per cápita superó, por primera vez, la barrera de los 10.000 dólares.

Los datos revelan el momento doblemente complejo que atraviesa la economía china. De una parte, afianzando la transformación estructural del modelo de desarrollo. En tal sentido, cabe significar la progresión de la contribución del consumo al crecimiento del PIB, representando ya el 57,8%. El impulso a dicha transición se ha visto perfilado con medidas complementarias como una reducción sustancial de impuestos al sector productivo al tiempo que se ha promovido el aumento del gasto público en infraestructuras y ordenación del territorio. Los riesgos financieros asomaron cabeza con las crisis de los bancos Baoshang o Hengfeng, que debieron ser intervenidos. En 2020, la transformación tecnológica irá a la par que la culminación de lo que en China llaman la “sociedad modestamente acomodada” y la eliminación de la pobreza extrema. En suma, los datos que para unos son síntomas de inapelable crisis, para China es expresión de una moderación necesaria para transitar hacia un cambio de paradigma, con un modelo más sostenible y un desarrollo de alta calidad.

jueves, 23 de enero de 2020

La rebelión contra las élites en América Latina

Un sentimiento generalizado de insatisfacción e injusticia motiva protestas en toda la región.


Michael Shifter, New York Times

En 2019, manifestantes callejeros conmocionaron ciudades de todo el mundo. América Latina en particular experimentó una mayor agitación social que en cualquier otro momento de la historia reciente. Las crisis políticas y las movilizaciones masivas estallaron en Haití, Honduras, Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia, Chile y en muchos otros lugares. En las últimas semanas, las manifestaciones han menguado, pero no han cesado y es probable que 2020 traiga más agitación.

La turbulencia deriva de muchos de los problemas persistentes en la región, los cuales son más predominantes en algunos países que en otros: estancamiento económico, poderes judiciales politizados, corrupción, delincuencia y, en algunos cuantos casos, un gobierno autoritario. América Latina es la segunda región más desigual del mundo. El fracaso para abordar estos problemas —y para cumplir sus promesas— ha ocasionado que los gobiernos pierdan legitimidad ante los ciudadanos, quienes se sienten cada vez más insatisfechos con la forma en que funciona, o no funciona, la democracia en sus países.

Sin embargo, igual de pertinente para el momento actual es la percepción generalizada de una falta de justicia, de que las élites económicas y políticas gozan de una serie de privilegios y prerrogativas que se le niegan a la mayoría de los ciudadanos. Algunos de los resentimientos acumulados de la región se deben a la sensación que tienen aquellos que ostentan la mayoría del poder y la influencia de que tienen derecho a todo, quienes además casi nunca les otorgan a los demás el respeto y la dignidad que merecen.

Joseph Stiglitz: La verdad sobre la economía de Trump

Se está convirtiendo en una creencia convencional que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, será difícil de vencer en noviembre, porque, sean cuales sean las reservas sobre los votantes, ha sido bueno para la economía estadounidense. Nada mas lejos de la verdad.


Joseph Stiglitz, Project Syndicate

Mientras las élites empresariales del mundo ascienden a Davos para su reunión anual, es buen momento para hacernos una pregunta simple: ¿se habrán curado de la fascinación con el presidente estadounidense Donald Trump?

Hace dos años, muy pocos líderes empresariales estaban preocupados por el cambio climático o molestos por la misoginia y el fanatismo de Trump. Pero la mayoría celebraba los recortes de impuestos a multimillonarios y corporaciones, y aguardaba con esperanzas sus iniciativas de desregulación de la economía, que permitirían a las empresas contaminar más el aire, enganchar a más estadounidenses a los opioides, tentar a más niños a comer productos que inducen diabetes y entregarse a tejemanejes financieros como los que provocaron la crisis de 2008.

Hoy muchos directivos de empresas siguen hablando del crecimiento continuado del PIB y de los récords bursátiles. Pero ni el PIB ni el índice Dow Jones son buenos indicadores del desempeño económico: ambos callan en relación con lo que acontece a los niveles de vida de la ciudadanía de a pie, y no dicen ni una palabra sobre sostenibilidad. De hecho, el desempeño económico de Estados Unidos en los últimos cuatro años es el principal argumento contra la confianza en esos indicadores.

Latinoamérica, epicentro de las luchas políticas mundiales en el siglo XXI


Emir Sader, Alai

Después de haber protagonizado algunos de los fenómenos históricos más importantes del siglo XX, Latinoamérica ha sufrido una dura ofensiva de parte del capitalismo global en su contra en las últimas décadas del siglo pasado. La crisis de la deuda ha cerrado el - hasta aquel momento - más largo ciclo de crecimiento de nuestras economías, iniciado en los años 1930. Dictaduras militares en algunos de los países políticamente más importantes del continente – Brasil, Uruguay, Chile, Argentina – han golpeado duramente a las democracias y a las fuerzas populares de esos países. Latinoamérica ha sido el continente que ha tenido la mayor cantidad de gobiernos neoliberales y en sus modalidades más radicales.

Es como reacción a todo ello que Latinoamérica se ha proyectado como la única región del mundo que ha tenido gobiernos antineoliberales, - en Brasil, Argentina, Uruguay, Venezuela, Bolivia, Ecuador - coordinados entre si en procesos de integración regional. Han sido los únicos gobiernos en el mundo que han disminuido las desigualdades, la exclusión social, el hambre, la miseria y la pobreza, a contramano de las tendencias globales.

Latinoamérica ha proyectado no solamente un modelo eficiente de combate y superación del neoliberalismo, con desarrollo económico y distribución de renta, que ha proyectado paralelamente a los grandes líderes de la izquierda en escala mundial: Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Hugo Chávez, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa, López Obrador. La izquierda del siglo XXI es antineoliberal y tiene en Latinoamérica su epicentro.

miércoles, 22 de enero de 2020

Desigualdad, cambio técnico y robots


Alejandro Nadal, La Jornada

Durante muchos años buena parte de la comunidad de economistas cultivó la teoría de que la creciente desigualdad en Estados Unidos se debía a la presión que el cambio técnico ejercía sobre las remuneraciones de los trabajadores. Esta narrativa viene en varias envolturas, una más deficiente que otra, pero siempre le arregló muy bien a los poderes establecidos. De ahí su popularidad.

En una de sus presentaciones, el razonamiento es como sigue. El proceso de cambio técnico inherente al capitalismo hace que los trabajadores sean más productivos. Esto reduce la demanda de trabajadores, pero, como los trabajadores siguen teniendo necesidad de laborar, no les queda más remedio que moverse hacia sectores de baja productividad, menores salarios y peores condiciones en términos de precariedad. Es decir, el cambio técnico termina por imprimir un sesgo regresivo en la escala de remuneraciones, porque aumenta la demanda de trabajadores más calificados al tiempo que se castiga a los empleos de menores remuneraciones. En un giro que recuerda las viejas discusiones sobre el cambio técnico inducido, esta historia también afirma que los bajos salarios en las ramas más castigadas eliminan los incentivos a introducir innovaciones intensivas en capital. Todo eso vendría a explicar la creciente desigualdad que ya es motivo de escándalo en la sociedad estadounidense desde hace años.


martes, 21 de enero de 2020

Algunos multimillonarios quieren pagar más impuestos por miedo a un estallido social


Claudio della Croce, Estrategia.la

El modelo capitalista ya no sirve y por eso hoy el debate sobre los impuestos a los ricos y la desigualdad empieza a crecer en las potencias occidentales. Hoy un grupo minoritario está beneficiándose del sistema mientras que más de la mitad de la población sobrevive como puede.

Que la desigualdad creciente generada por el capitalismo está poniendo en jaque al sistema democrático no es novedad. Que el 1 por ciento de los más ricos del planeta acapara más del 50 por ciento de los recursos globales, por citar solo una de las escandalosas cifras de desigualdad.

Hasta la búlgara Kristalina Georgieva, nueva mandamás del Fondo Monetario Internacional, en "Diálogo a fondo", el blog del FMI sobre temas económicos de América Latina, planteó "reducir la desigualdad, que en la última década se ha convertido en uno de los problemas más complejos y desconcertantes de la economía mundial para generar oportunidades".

Detalla varias desigualdades: de oportunidades, intergeneracional, entre mujeres y hombres y de ingresos y riquezas. Afirma que esas desigualdades, en muchos países, están en aumento, y que hay que tener voluntad para abordarlas. Indica que ejecutar reformas para atender ese problema "es difícil desde el punto de vista político", pero menciona que los réditos "en materia de crecimiento y productividad valen la pena".

lunes, 20 de enero de 2020

Empiezan los 20, ¿los “terribles 20”? (la crisis de larga duración del siglo XX-XXI)


Andrés Piqueras, Público

Las crisis, convertidas en recesiones o incluso en depresiones, han existido continua y periódicamente desde el inicio del capitalismo. El estadounidense National Bureau of Economic Research recoge 33 de ellas sólo desde 1854, una media de 2 por década, no habiendo habido nunca un periodo sin crisis por más de 11 años. Alguien que no fuera un economista –como diría Marx- debería deducir que el capitalismo contiene alguna característica intrínseca que le conduce a ello. Las crisis tienen una variada gama de manifestaciones externas (de sub-consumo, financieras, por desajustes macroeconómicos o conmociones originadas por la propia competencia…), las mismas que sirven para elaborar explicaciones causales superficiales cuando no erróneas. En realidad, las crisis estructurales del capitalismo parten de un común denominador, que es el que importa y que se niega a entender la ciencia económica reinante: la caída del valor. El valor es la sangre que recorre el cuerpo del sistema capitalista, y está entrañado en el tiempo socialmente necesario que tardan en producirse unas u otras mercancías. La automatización de los procesos productivos no sólo ha ido desechando seres humanos de los mismos, condenándolos a un desempleo crónico o a un empleo cada vez más precario (que es a menudo también una forma de desempleo camuflado), sino que va reduciendo el tiempo necesario de producción y con ello el valor (“la sangre” del sistema). En consecuencia, el sistema se va gangrenando. Pero lejos de intentar alguna cura, hoy asistimos a su loca huida hacia adelante (algo así como si a quien le diagnostican un mal grave decidiese irse de copas y comilonas todos los días).

David Harvey: Una historia de tres ciudades


David Harvey, Sin Permiso

Una casa es una cosa bastante simple. Pero también es una mercancía, lo que significa que abunda "en sutilezas metafísicas y sutilezas teológicas", como dijo Marx en una ocasión. Crecí en una casa en un barrio obrero seguro y respetable de Gran Bretaña después de 1945. La casa era un valor de uso - firme en su ordinariez-. Constituía un espacio seguro, aunque bastante represivo, en el que comer, dormir, socializar, leer cuentos, hacer los deberes o escuchar la radio; un lugar en el que la familia, con todas sus complejidades y tensiones internas, podía vivir y relacionarse sin demasiadas interferencias externas. Las relaciones con los vecinos eran cordiales y de apoyo, pero no íntimas. Esta era la ciudad del valor de uso.

Sin embargo, recuerdo el día en que se pagó la hipoteca. Hubo una leve celebración. La casa, me di cuenta entonces, tenía un valor de cambio que podía ser transmitido a las generaciones futuras (como yo). Pero eso nunca fue un tema de conversación. No muy lejos había urbanizaciones de viviendas sociales. A mí me parecían buenas, pero cuando salí con una chica de allí mi madre lo desaprobó rotundamente: eran personas irresponsables en las que no se podía confiar, dijo. Pero también ellos parecían tener una vivienda segura en un entorno no demasiado malo -aunque algo soso-. Escuchábamos los mismos programas de radio y los niños jugaban a los mismos juegos en la calle. Pero en época de elecciones apoyaron a los laboristas. En mi barrio había algunos carteles, algunos laboristas pero también algunos conservadores. La propiedad de viviendas de la clase trabajadora, promovida desde la década de 1890 en adelante en Gran Bretaña, siempre había sido un instrumento de control social y de defensa contra el bolchevismo. En Estados Unidos dicen: "los propietarios de viviendas con deudas no van a la huelga".

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