“Es probable que la rabia que expresa la población francesa no sea más que un síntoma visible de la inminente crisis ecológica y social global que se avecina”, reflexiona José Bautista.
Protesta de los chalecos amarillos en la Plaza de la República en París. STEPHANE MAHE/REUTERS
José Bautista,
La Marea
¿Quiénes son exactamente los chalecos amarillos? ¿A qué se debe su irrupción y la violencia desproporcionada que tiene lugar en buena parte del país? La prensa internacional vuelve a poner el foco en Francia, uno de los países más estereotipados del mundo. Las dudas abundan, pero hay varias cosas claras: el movimiento de los chalecos amarillos nació tras la decisión del gobierno de aumentar los impuestos a los carburantes (no solo al diésel), se caracteriza por ser heterogéneo, apartidista, líquido, autoorganizado e impredecible, y es percibido con simpatía por más del 70% de la población, según las últimas encuestas. La mayoría de sus integrantes son personas blancas, de mediana edad, procedentes de zonas periféricas y rurales .
Los gilets jaunes o chalecos amarillos han logrado incluso cortar los Campos Elíseos y tomar el Arco del Triunfo. Esta acción tiene una importante carga simbólica: Napoleón, el gran líder de la Francia posrevolucionaria, había concebido avenidas amplias y grandiosas para, entre otras cosas, dificultar que las protestas bloquearan el tránsito de la capital francesa. La revolución y sus herencias parecen cada vez más obsoletas. ¿Qué hay de transgresor en este nuevo movimiento?
La aparición de los chalecos amarillos está generando amplios debates sobre su orientación ideológica (Le Pen y Mélenchon son los dos favoritos en este movimiento, con el apoyo de 4 y 2 de cada 10 chalecos amarillos respectivamente, según Elabe), el rol de las redes sociales y los bulos en la propagación de la ira , y el liderazgo improvisador de Macron. Rafael Poch, cronista privilegiado y de mirada larga, descarta una posible insurrección francesa porque las banlieues o periferias empobrecidas, conflictivas y de origen migrante están ausentes . Sin embargo, hay una discusión subyacente que también toma fuerza y resulta cuanto menos interesante: Francia parece estar viviendo la precuela de una lucha que aúna justicia social y lucha contra el cambio climático, un fenómeno que pronto podría extenderse a otros países, entre ellos España. Vayamos por partes.