lunes, 8 de marzo de 2010

Intensos enfrentamientos callejeros en Grecia


La situación en Grecia se hace cada día más complicada. Hace algunas semanas estalló una bomba en la sede de JP Morgan de Atenas. Y aunque la crisis de Grecia ha puesto en evidencia las debilidades del euro, el presidente francés, Nicolás Sarkozy ha señalado que Si Grecia falla el euro no tiene sentido. Los cierto es que los enfrentamientos en las calles de Atenas se están haciendo cada día más intesos, como muestra la imagen, en la cual los manifestantes tienen acorralados a un par de policías..



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domingo, 7 de marzo de 2010

Los no elegidos "arquitectos de la política"

Noam Chomsky

Los desplazamientos -actuales o potenciales- del poder en el mundo constituyen un animado asunto entre los estrategas de la política y los observadores. Una de las preguntas es si China desplazará (o cuándo) a Estados Unidos como protagonista dominante global, tal vez junto a India. Este cambio provocaría que el sistema mundial volviera a ser algo parecido a como era antes de las conquistas europeas. China e India han experimentado un rápido crecimiento económico y, gracias a que rechazaron las políticas occidentales de desregulación financiera, han sobrevivido a la recesión mejor que la mayoría de países.

Sin embargo, surgen interrogantes. Uno es el referido a la situación de la población. Una medición estándar de bienestar social es el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, cuyos datos más recientes corresponden a 2008. India ocupa el puesto 134 -ligeramente por encima de Camboya, y debajo de Laos y Tayikistán-, aproximadamente el mismo sitio que ha ocupado durante años. China se ubica en el lugar 92, empatado con Belice, un poco por encima de Jordania y por detrás de la República Dominicana e Irán. India y China tienen mucha desigualdad, así que más de mil millones de sus habitantes caen todavía más en la escala.

Otra preocupación es la deuda de EEUU que, se teme, coloque al país bajo el yugo de China. Aparte de un breve interludio, desde hace mucho Japón ha sido el principal poseedor internacional de deuda del Gobierno estadounidense. Además, el estancamiento de los prestamistas está sobrevalorado.

En una dimensión, la del poder militar, EEUU se yergue completamente solo. Y Obama está imponiendo niveles históricos con su presupuesto militar. Casi la mitad del déficit estadounidense se debe al gasto militar, intocable en el sistema político.

Al considerar los otros sectores de la economía estadounidense, el premio Nobel Joseph Stiglitz y otros economistas advierten de que debemos cuidarnos del "fetichismo deficitario". El déficit estimula la recuperación y puede superarse con una economía al alza, como sucedió después de la II Guerra Mundial, cuando el déficit era mucho peor. Respecto a la deuda, se espera que crezca, debido principalmente al ineficiente sistema privatizado de cuidado de la salud -también virtualmente intocable, gracias a la habilidad de las empresas de superar la voluntad pública-.

Sin embargo, el marco de estas discusiones es engañoso. El sistema global no sólo es una interacción entre estados donde cada uno busca cierto "interés nacional" ajeno a la distribución del poder en el interior del país.

Esto se ha entendido desde hace mucho tiempo. Adam Smith concluyó que los "principales arquitectos" de la política en Inglaterra eran los "comerciantes y manufactureros", quienes se aseguraban de que sus propios intereses fueran "atendidos de la forma más peculiar", sin importar sus "penosos" efectos sobre los demás, incluyendo el pueblo inglés. La máxima de Smith sigue siendo cierta, aunque actualmente los "principales arquitectos" son las corporaciones multinacionales y, particularmente, las instituciones financieras, cuya participación en la economía se ha disparado desde los años setenta.

En Estados Unidos hemos visto un ejemplo espectacular del poder de las instituciones financieras. Durante la última elección presidencial, aportaron el núcleo de la financiación del presidente Obama. Naturalmente, esperaban ser recompensados, y así fue, con los Programas de Alivio de Activos en Problemas (TARP) y con mucho más. Por ejemplo, Goldman Sachs, la firma más dominante en la economía y el sistema político, hizo una fortuna vendiendo títulos respaldados por hipotecas e instrumentos financieros más complejos. Conocedora de la fragilidad de los paquetes que ofrecía, la compañía aceptó apuestas con la gigantesca aseguradora American International Group de que las ofertas iban a desplomarse. Cuando el sistema financiero colapsó, AIG también se vino abajo.

Los arquitectos de la política, gente de Goldman, no sólo negociaron un paquete de rescate para Goldman, sino que también lograron que los contribuyentes salvaran a AIG de la bancarrota, rescatando también por esa vía a Goldman. Ahora Goldman está registrando ganancias históricas y pagando voluminosos bonos. Junto con algunos otros bancos importantes, es más grande y fuerte que nunca.

El pueblo está furioso. La gente puede ver que los bancos que fueron agentes principales de la crisis están prosperando enormemente, mientras que la población que los rescató se enfrenta a un desempleo de casi el 10%. El descontento popular finalmente evocó un cambio de retórica de la Administración, que respondió acusando de codiciosos a los banqueros y formulando algunas sugerencias políticas que a la industria financiera no le agradan (la Regla Volcker y otras propuestas).

Dado que se suponía que Obama iba a ser su hombre en Washington, los principales arquitectos del poder perdieron poco tiempo antes de lanzar sus instrucciones: a menos que Obama se alineara nuevamente, enviarían sus fondos a la oposición política. En pocos días, Obama informó a la prensa de que los banqueros eran buenos tíos, singularizando a los dos principales, JP Morgan Chase y Goldman Sachs: "Al igual que la mayoría de los estadounidenses, no tomo a mal la riqueza o el éxito de la gente. Es parte del sistema de libre mercado" -del modo en que se interpretan los "mercados libres" en la doctrina del capitalismo de Estado-. Ese cambio radical de Obama es una fotografía reveladora de la máxima de Smith en acción.

Los arquitectos de la política también están operando un verdadero cambio de poder: el de la fuerza mundial de trabajo al capital transnacional. Martin Hart-Landsberg, economista y especialista en China, explora la dinámica. China se ha convertido en la planta ensambladora de un sistema de producción regional. Japón, Taiwán y otras economías asiáticas desarrolladas exportan a China partes y componentes de alta tecnología, donde se ensamblan y exportan los productos terminados.

El creciente déficit comercial de EEUU con China ha generado preocupación. Se ha hablado menos de que este se ha reducido marcadamente con Japón y el resto de Asia conforme toma cuerpo el nuevo sistema de producción regional. Las manufactureras estadounidenses están siguiendo el mismo camino, enviando partes y componentes a China para que esta ensamble y exporte, en su mayoría de regreso a EEUU. Para las instituciones financieras, comercializadoras gigantes de venta minorista y los dueños y gerentes de industrias manufactureras, estos desarrollos son celestiales.

Y bien entendidos. En 2007, Ralph Gomory, director de la Fundación Alfred P. Sloan, declaró ante el Congreso que "en esta nueva era de globalización, los intereses de las empresas y los países han divergido. En contraste con el pasado, lo que es bueno para las empresas globales estadounidenses ya no es necesariamente bueno para los estadounidenses".

Examinemos a IBM. A finales de 2008, más del 70% de los 400.000 trabajadores de la empresa estaba en el extranjero, según la revista Business Week. En 2009, IBM redujo su nivel de empleo en EEUU otro 8%. Para la fuerza de trabajo, el resultado podría ser "penoso", según la máxima de Smith, pero es bueno para los principales arquitectos de la política.

Las investigaciones actuales indican que aproximadamente una cuarta parte de los empleos estadounidenses será extranjerizado en dos décadas, y los que queden se enfrentarán a beneficios y sueldos menores debido a la mayor competencia de los trabajadores reemplazados. Este patrón sigue a 30 años de estancamiento o desplome para la mayoría, mientras la riqueza fluye hacia pocos bolsillos, llevando probablemente a la mayor desigualdad de la historia estadounidense.

Pese a que China se está convirtiendo en la ensambladora y plataforma de exportaciones del mundo, los trabajadores del país están sufriendo junto al resto de la fuerza laboral mundial, como sería de prever en un sistema diseñado para concentrar riqueza y poder y para que los trabajadores compitan entre ellos globalmente. En el mundo, la participación de los trabajadores en el ingreso nacional se ha reducido en muchos países -de manera radical en China-, generando una inestabilidad creciente en esta sociedad altamente desigual.

Así que tenemos otro cambio importante en el poder mundial, de la población general a los principales arquitectos del sistema global, proceso asistido por el socavamiento de la democracia funcional en los países más poderosos. El futuro depende de cuánto esté dispuesta a soportar la gran mayoría, y si se puede desarrollar una respuesta constructiva que confronte los problemas en el centro del sistema capitalista de estado de dominación y control. De lo contrario, los resultados podrían ser tétricos, como lo revela más que abundantemente la historia.

Crece el riesgo de recaída en EEUU

Nouriel Roubini

Los malos datos económicos de las dos últimas semanas sugieren que la economía estadounidense se dirige este año hacia una recuperación en forma de U. Los datos macroeconómicos de la confianza del consumidor, ventas de viviendas, construcción y empleo indican un riesgo considerable de descenso hasta el anémico 2,7 por ciento de crecimiento en la primera mitad del año. Teniendo en cuenta el desvanecimiento de los efectos positivos del estímulo fiscal, Estados Unidos puede esperar, como mucho, una tasa de crecimiento del 1,5 por ciento en la segunda mitad, un dato que nos deja más cerca de una segunda caída en la recesión.

La crisis de deuda en la eurozona predispone a Europa a un creciente riesgo de W, dada la austeridad fiscal que está barriendo su periferia. Incluso si la eurozona no entra en una segunda caída, el crecimiento de la demanda interna será tan o más restringido que en EEUU. Eso, a su vez, supondrá un lastre para las exportaciones americanas. La carrera hacia el dólar por la aversión al riesgo así lo refleja. Aun cuando el dólar se asiente y la amenaza de una crisis de deuda se disipe, seguirán los recortes del gasto fiscal, los golpes a la confianza y la amenaza inminente de mayores subidas del desempleo o reducciones salariales en el sector público, que se añadirán a la reestructuración de costes del sector privado, contribuyendo a la amenaza de una recaída más amplia en todos los países de rentas altas.

La explicación de una primera mitad de año razonable obedece a factores temporales que han impulsado el crecimiento: a) un estímulo fiscal que añade crecimiento en la primera mitad del año, pero que supondrá un lastre para el crecimiento en la segunda mitad; b) un reabastecimiento de inventarios que seguirá su curso en el segundo trimestre; c) el efecto base de unos niveles de PIB muy bajos en la primera mitad de 2009; d) unas políticas temporales que restarán demanda (como las ayudas a la compra de coches) en el tercer trimestre; e) el crédito fiscal a la inversión vencerá a finales del cuarto trimestre; f) el crédito fiscal a la compra de primera vivienda vencía en noviembre, pero se ha ampliado a abril y robará demanda del futuro.

En cuanto esos factores temporales desaparezcan en la segunda mitad de año, la debilidad del sector privado, y en especial de los hogares, volverá para conducir a un crecimiento muy anémico del 1,5 por ciento en la segunda mitad, que está al borde de parecer una segunda caída.

Los pésimos datos de los últimos días sugieren que la ralentización del crecimiento podría haber empezado, a decir verdad, en la primera mitad de 2010. Basándonos en los datos actuales, el crecimiento del PIB podría acabar en un rango del 2 al 2,5 por ciento, y no en casi el 3 por ciento pronosticado antes para el primer trimestre.

Los defensores de la V y demás optimistas se refieren a los datos más esperanzadores. Apuntan a la resistencia del consumo real en enero. Desde luego, las ventas al por menor y el gasto personal real fueron buenos en enero, aunque crecieron a un tipo anual de poco menos que el 2 por ciento. Y la fortaleza del gasto de personal real en enero, pese a la caída de las rentas disponibles reales, llegó a costa de un derrumbamiento de la tasa de ahorro hasta el 3,3 por ciento. Con el tiempo, esa brecha entre ingresos y gastos no es sostenible, y la tasa de ahorro necesita acercarse al 8 por ciento. Los hogares precisan un nivel mayor de ahorro para reducir sus altos índices de apalancamiento. Por ello, la debilidad del consumo volverá.

Un segundo argumento optimista se centra en la robustez del gasto en inversión en el cuarto trimestre, cuando el desembolso en equipos y software creció a una tasa anual del 18,2 por ciento. Hemos debatido que, al contrario que en las recuperaciones en forma de V, el gasto en capital fijo será débil porque, en el punto más bajo de la recesión, la utilización de capacidad cayó al 67 por ciento e incluso ahora apenas llega al 72. ¿Por qué iban a querer las empresas comprometerse a invertir si casi un tercio de la capacidad está sin utilizar? De hecho, la fortaleza del capital fijo (inversión) en el cuarto trimestre se debe a tres factores temporales: 1) el crédito fiscal a la inversión, que venció a finales de 2009; 2) la estacionalidad de los bienes no perecederos, que no captura del todo el ajuste estacional; 3) la sustitución de capacidad obsoleta por parte de las empresas, puesto que dos años de caída del gasto en capital fijo deben conducir a una reconstrucción temporal.

Sin duda, el descenso en los pedidos de bienes no perecederos en enero es ya una señal de que el gasto en capital fijo ha vuelto a debilitarse a principios de 2010. Otros elementos de la inversión fija -la actividad residencial y no residencial- siguen cayendo dado el exceso de capacidad inmobiliaria.

Un tercer argumento optimista, basado tal vez en la fe, sostiene sencillamente que el crecimiento del empleo será sólido pronto. No cuadra con la persistencia de un número elevado de prestaciones de desempleo. Incluso tomando las previsiones de la Administración (94.000 puestos nuevos de trabajo al mes durante 2010), eso seguiría provocando un aumento de la tasa de paro, puesto que la economía estadounidense necesita que se creen al menos 125.000 puestos de trabajo al mes para absorber la nueva mano de obra. Eso significa que el índice de desempleo seguirá estando por encima del 10 por ciento durante casi todo 2010. Y, además, de los 8,4 millones de puestos de trabajo suprimidos durante la recesión, la disminución en las horas trabajadas equivale a otros 3 millones de puestos a jornada completa desaparecidos, que viene a añadirse a la debilidad de las rentas del trabajo.

Un cuarto argumento sostiene que las medidas secundarias de suministro (producción industrial, índice ISM de manufactura y servicios) parecen bastante robustas y crecen con fuerza. Cierta fortaleza en la producción no sorprende porque el rendimiento cayó muy por debajo de las ventas finales en 2008-09, cuando las empresas recortaron con agresividad la producción y el empleo, y se deshicieron de unos inventarios con exceso de existencias. La estabilización y recuperación de las ventas finales necesita que la producción crezca más deprisa que las ventas finales durante varios trimestres para reabastecer los inventarios. Salvo que las ventas finales se recuperen con solidez -y si nos fijamos en la segunda mitad de 2009, sólo crecen a una mediocre tasa anual del 1,8 por ciento-, la recuperación de la producción seguirá estancada.

Un quinto argumento predice que el déficit comercial se encogerá bruscamente en los próximos trimestres. Sin embargo, la mejora futura del balance comercial no aparece en los datos. Para que el déficit comercial disminuya considerablemente, harían falta dos cosas: otra bajada del dólar y un sólido crecimiento extranjero que demande exportaciones estadounidenses. El dólar no puede debilitarse mucho más con relación al euro, el yen y la libra, puesto que esas economías están en peor forma que EEUU. Y la depreciación del dólar contra las monedas de mercados emergentes está restringida por el hecho de que China sigue vinculada al dólar y los demás mercados emergentes intervienen con gran agresividad para evitar que sus monedas se revaloricen. En segundo lugar, la probabilidad de un crecimiento rápido de las exportaciones de EEUU a través de la demanda extranjera están limitadas por el hecho de que el crecimiento en la zona euro ha empezado a vacilar hacia una recaída, mientras que el crecimiento japonés es anémico, con una deflación acelerándose, e impulsada en su mayoría por la demanda extranjera en lugar de interna. Mientras tanto, los mercados emergentes crecen con vigor por ahora. No sólo surgen ciertas incertidumbres sobre China para finales de 2010, sino que el crecimiento de los emergentes se basa en una moneda baja y las exportaciones, por lo que el crecimiento impulsado por estas últimas no va a ayudar mucho a Estados Unidos.

En resumen, dos semanas de datos puede que no den lugar todavía a una tendencia, pero el crecimiento anémico del consumo y las ventas finales en la segunda mitad de 2009 coinciden con las últimas señales del crecimiento anémico del consumo en los dos primeros meses de 2010. El escenario más probable sigue siendo una recuperación en forma de U, aunque aumenta la probabilidad de una recesión de doble ola, es decir, en forma de W.

Más trigo que cizaña

Un relato vivencial desde la zona cero por Patricia Arancibia Clavel

Convencida de estar viviendo un momento histórico, llegué al grupo 10 de la FACH a las 11:30 de la mañana con la finalidad de viajar a Concepción y hacerme una idea personal del drama. Cuatro aviones de la FACH estaban listos para despegar, pero no podían hacerlo debido a la visita de Hillary Clinton y Alan García. La espera fue larga. Recién a las 5 de la tarde comenzaron a salir algunos vuelos con numeroso contingente militar, proveniente de Iquique, Antofagasta y Santiago, como también un puñado de aviadores argentinos, bomberos y rescatistas. Me subí con un grupo de soldados en un Hércules, ya cargado de suministros, sobre todo agua. Uno de los uniformados me contó la frustración e impotencia de quienes habían quedado en el cuartel: todos estaban ansiosos por ir a socorrer a los más necesitados.

La coordinación de la FACH para este puente aéreo me pareció excelente. La ayuda que transportaba este avión pudo haber salido antes. Los pilotos se notaban nerviosos y molestos, querían salir de inmediato, pero la burocracia de las instituciones gubernamentales y de algunos funcionarios de la Onemi, lo impedía. Aunque parezca increíble, ya cargados los aviones, solicitaban que se bajara la carga para hacer un nuevo conteo.

Me fui en la cabina y antes de una hora estábamos aterrizando en Carriel Sur. Pude observar desde el aire la destrucción del borde costero, desde Cobquecura al sur, pero el primer impacto real fue llegar al aeropuerto bajo toque de queda, sin electricidad, sin agua, baños colapsados y un grupo de civiles intentando embarcar en un vuelo para salir del lugar. Un oficial de la FACH me entregó un salvoconducto ya que hasta las 12 del día siguiente no se puede circular por las calles. Como no tenía forma de llegar a la ciudad, me acerqué a un jeep del Ejército pidiendo ir en un camión con los soldados con que había viajado. No me pusieron inconvenientes, pero debido a que las comunicaciones son malas y los transportes escasos, fueron pasando las horas sin que llegara nadie a recogernos. En el intertanto, los suboficiales a cargo de ese vehículo me acogieron y permitieron cargar el celular a través de su equipo electrógeno. Llevaban más de doce horas de turno y deseaban conocer noticias frescas sobre lo que estaba pasando en otras regiones del país. Ahí fui testigo de la denuncia de un robo de armamento militar que un joven en bicicleta vino a formularles. Si bien dieron cuenta de inmediato, más tarde supe que, como ésta, muchas denuncias de este tipo eran producto de la imaginación y del miedo de los habitantes.

Recién pasadas las 22:00 horas y gracias al concejal de la UDI Fernando González, quien había ido a dejar a un familiar de las víctimas del accidente de la avioneta, pude acercarme al centro de la ciudad. La oscuridad era total, pero justo en esos momentos comenzaron a encenderse algunas luces en la carretera, sólo pequeñas zonas iluminadas. Nos detuvimos en la morgue a buscar a una tanatóloga que llevaba días sin poder regresar a su casa. Habían llegado refuerzos médicos desde Valdivia ya que el trabajo era intenso. Más de 50 cadáveres habían sido identificados recientemente, algunos de ellos provenientes del criminal incendio que hacia pocas horas había consumido la tienda La Polar. Un nuevo contraste fue observar el buen estado de este edificio y, a pocos metros, la cárcel total y absolutamente destruida y quemada.

Con salvoconducto en la mano, que nos fue solicitado durante todo el trayecto por militares apostados en las esquinas, logramos llegar al COT (Comando de Operaciones Terrestres del Ejército), cuartel general del jefe de plaza, general Guillermo Ramírez Chovar. Ahí la actividad era febril. Recién a la 1:30 de la mañana estaba terminando una reunión de coordinación con autoridades civiles y militares, desde el Hogar de Cristo al Cuerpo de Bomberos. A la salida pude conversar con el diputado Jorge Ulloa, uno de los pocos políticos de la zona en terreno. Él me reafirmó que el drama mayor se vivía en Talcahuano. El puerto había sido dañado severamente, ASMAR estaba inoperativo y más de cien oficiales de marina que vivían en la base naval, seriamente damnificados. Lo perdieron todo. En la madrugada del 27, el agua superaba los dos metros al interior de sus casas.

Mientras esperaba conversar con el general Ramírez, pregunté dónde podría alojar y comer algo. Resultó un chiste de mal gusto: simplemente no hay dónde. Un cigarrillo es oro, más aún un vaso de agua o un pedazo de pan. Alguien me comentó que se habían establecido puntos de mercados negros donde los inescrupulosos que el día anterior habían saqueado tiendas y supermercados, vendían las cajetillas de cigarrillos en $ 5.000. También comprobé que muchos periodistas duermen en los autos o en carpas ubicadas cerca de la zona cero, donde se lleva a cabo el rescate de posibles sobrevivientes de uno de los edificios en ruina. La solidaridad entre los medios de prensa es fuerte y todos tratan de ayudarse. De hecho, siempre estuve acompañada y protegida por un periodista y un fotógrafo de La Tercera, un corresponsal del Miami Herald y un fotógrafo de La Nación.

Cerca de las 2.30 hrs. nos pudo recibir por pocos minutos el Jefe de Plaza, acompañado por su Jefe de Estado Mayor, coronel Juan Antonio Silva, quienes nos entregaron un balance de la situación. Las cosas estaban más calmadas, el toque de queda había surtido efecto y las patrullas tenían el control de las calles. El cansancio se reflejaba en sus rostros, sin embargo, pese a las dificultades del momento, se notaba en ellos un gran dominio de la situación. Es evidente la serenidad y el don de mando que ejerce el general Ramírez, una virtud tan importante en circunstancias críticas. Se impone por presencia y su abnegación y capacidad de trabajo, al igual que la de su equipo, es increíble.

Alrededor de las 3:00 de la mañana nos dirigimos al regimiento Chacabuco, que en tiempos normales cuenta con 500 efectivos y esa noche acuartelaba a 5.000. Esta sobredotación, sin embargo, no se notaba gracias a la organización y disciplina que caracteriza a las Fuerzas Armadas. A cargo de la función operativa en esta zona está el general Eleuterio Ramirez Beyza –descendiente del héroe de Tarapacá- quien a esa hora de la noche y en medio de una enorme actividad, nos dedicó el tiempo suficiente para explicarnos lo que estaban haciendo. Me llamó la atención que el patio de honor del cuartel estuviera repleto de carpas donde estaban alojando familias de civiles y uniformados que habían perdido sus casas. Terminé esa larga jornada durmiendo un par de horas, sobre una colchoneta, en el enorme casino de tropa.

Antes de las 6:00 de la mañana se iniciaron las actividades y los soldados, entre los que se encontraban 57 mujeres, comenzaron a recibir su ración de desayuno –un tacho de café y un pan- antes de salir a cumplir sus obligaciones, reemplazando al turno de la noche. Pese a la carencia de agua y de luz, el contingente lucía correctamente. A las 7:00 de la mañana –ya estábamos a miércoles 3 de marzo- volvimos al COT. La luz del día muestra en toda su magnitud la catástrofe. El silencio sobrecoge y la bruma de la mañana le da un aspecto fantasmal a la ciudad. La recorrí bajo toque de queda y al ver la basura acumulada, los escombros en las calles, los perros husmeando entre las ruinas, pensé en todo el esfuerzo que será necesario hacer para volver a ponerla en marcha e iniciar la reconstrucción. Aquí no bastará sólo dinero, sino voluntad y actitud positiva para emprender juntos una nueva etapa.

Durante toda la noche, en el galpón de un supermercado, efectivos militares han estado clasificando y armando las cajas con alimentos –aceite, arroz, azúcar, agua, leche, conservas- para ser llevados a los puntos más críticos y de difícil acceso. Con la mejor voluntad, me llevó al aeropuerto el abogado de la Intendencia, Lautaro Benítez. Allí la Fuerza Aérea y el Ejército ya tenían montado un sistema logístico de gran efectividad, que había permitido que desde las 7:30 de la mañana, fuera despachada ordenadamente la ayuda. Patricia Muñoz -periodista de la FACH- hizo posible que entre centenares de cajas me hicieran un espacio en un helicóptero para ir a Cobquecura. Los aparatos salen cada 20 minutos. Llegan al lugar siniestrado, bajan la carga y vuelven nuevamente para hacer el mismo recorrido las veces que sea necesario. No hay descanso. El dolor se refleja en los rostros de todos. Continúan las réplicas. En Cobquecura aterrizamos en una cancha de fútbol. Los vecinos están reunidos en tres lugares ubicados en la parte alta del pueblo. Hay miedo. El horror del terremoto sigue presente: lo comprobé cuando alrededor de las tres y media de la tarde el suelo volvió a remecerse allí. Tanto el alcalde como los concejales –independiente del color político- tratan de aliviar las necesidades que son múltiples. Un par de funcionarios de la Municipalidad me llevan en camioneta a recorrer el pueblo. En medio de las ruinas vi actividades lúdicas organizadas para los niños. La gente de allí está choqueada, pero no desmoralizada. Aquí no hubo saqueos y están orgullosos de ello. Saben que van a salir adelante, con sus propias fuerzas y la ayuda de todos. Paradójicamente, el único alimento que pude conseguir en estos dos días, lo compré en el supermercado de Cobquecura que está ahora funcionando razonablemente bien.

En todo este recorrido percibí unidad, entereza y solidaridad. El esfuerzo desplegado por las Fuerzas Armadas en esta zona ha sido vital para garantizar la seguridad y la sobrevivencia de la población. La forma en que la gente ha valorado y agradecido la presencia y cercanía militar en esta hora de prueba se percibe en todo momento y lugar. Vi la confianza depositada en ellos manifestada en mil pequeños detalles. Uno no menor es el aplauso generalizado con que se les ha recibido en todas partes. De ellos lo esperan todo -eficacia, justicia, orden, paz- en contraste con el caos que han soportado. La política pequeña y el aprovechamiento egoísta de unos pocos se ha hecho despreciable, y este sentimiento tendrá consecuencias. Si tuviera que resumir qué aprendí de esta experiencia en terreno, diría que en el corazón de los chilenos hay más trigo que cizaña.


Teletón supera meta y se recaudan casi 60 millones de dólares



Con la presencia de la Presidenta Michelle Bachelet, el Presidente electo Sebastián Piñera, el animador Mario Kreutzberger y decenas de artistas y comunicadores cantando el Himno Nacional sobre el escenario del Teatro Teletón, culminó la jornada solidaria de 24 horas Chile ayuda a Chile que buscaba reunir 15.000 millones de pesos para ir en ayuda de los miles de damnificados que dejó el terremoto y tsunami que afectó al país la madrugada del 27 de febrero.

La iniciativa, en la cual participaron numerosos artistas nacionales y extranjeros, y que contó en la noche inaugural con la presencia del secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, duplicó la meta establecida al recaudar más de 30.000 millones de pesos, una cifra cercana a los 60 millones de dólares. Estos recursos serán destinados a ayudar a los miles de damnificados que dejó el terremoto de 8,8 grados y posterior tsunami en las regiones del Biobio y El Maule.


Más información | La Tercera

Desempleo en EE.UU. sigue en niveles "inaceptablemente altos"



Lea mi artículo en El Blog Salmón


sábado, 6 de marzo de 2010

El terremoto valórico

Este artículo fue escrito por Patricio Hales, diputado del PPD y fue publicado en ElMostrador

En los saqueos se cayeron varios pedazos del alma de Chile. Pero su estructura fundamental aún está en pie. Al frente de los que robaban televisores, destruían cajeros, asaltaban casas, y desmantelaban autos, aprovechándose del terremoto, aparecía la voluntad de miles de personas que sienten crecer el sentido de sus vidas sacrificándose para ayudar a los que sufren. Con ellos reapareció la solidaridad que Leopoldo Castedo dijo que echaba de menos cuando le preguntaron qué le faltaba si comparaba el Chile de los 90 con el de su llegada en el “Winnipeg”.

Pues, junto con comprender a una madre que roba leche porque su guagua no tiene ni agua limpia para sobrevivir, clamábamos castigo para los que, riéndose frente a la televisión, llenaban carros, camionetas, carretillas de mano, sacos, autos y sus brazos para arrancar con lo que pillaran. A las pocas horas pedíamos a los militares en las calles. Pero los valores no se construyen a balazos. En la “La Tierra Permanece” de Sturgeon, la poca humanidad sobreviviente al desastre nuclear, abusaba del abandono para acaparar el mundo material a su disposición, mientras otro grupo comenzaba a reconstruir la sociedad estableciendo el orden básico desde donde volver a partir. En Chile en cambio, el terremoto no destruyó los valores de la mayoría.

Nótese que la velocidad de respuesta con que la poblada inició el saqueo demuestra además un destape lleno de odio. Una odiosa ansiedad por apropiarse o destruir aquello que representa las desigualdades, las diferencias odiosas. Tenerlo o incendiarlo.

El remezón dejó en evidencia la degradación humana de un grupo de personas que ha ido perdiendo algo profundo de su espíritu que deberemos atender cuando terminemos las primeras tareas materiales. Solo una grieta grave en los cimientos de su formación familiar, puede haberlos llevado a asaltar con alegría, algunos junto a sus hijos para robar en la impunidad de la turba y el descontrol mientras el país sufría la catástrofe.

El terremoto demostró la fragilidad estructural de los valores éticos y morales de una parte de nuestra humanidad de país. En estos días vimos esa falla en algunos pobres y menos pobres, pero que en el día a día, de otra manera, si miramos bien, la veremos en otros abusos de aquellos que tienen buenos ingresos. Una descomposición valórica de pobres y ricos, un poco consecuencia del hedonismo de la cultura del poseer por sobre el respeto mutuo; la felicidad de tener las cosas por cualquier medio, más que las ganas de ayudar al caído o la alegría de dar alivio. El aprecio a la marca del auto, el reloj o la polera por sobre el valor de la persona. Una falla de construcción en el alma que cruza a ricos y pobres. La diferencia está en como la expresan. Unos en masa y gritos de venganza, los otros con silencioso refinamiento.

Nótese que la velocidad de respuesta con que la poblada inició el saqueo demuestra además un destape lleno de odio. Una odiosa ansiedad por apropiarse o destruir aquello que representa las desigualdades, las diferencias odiosas. Tenerlo o incendiarlo. Y no es culpa de la pobreza pues la pobreza no es lo mismo que desigualdad y los pobres no son delincuentes por su condición. La mayoría de ellos se marginó de los saqueos e incluso fueron víctimas. Los asaltantes son los terremoteados del alma, los que sufren las grietas del odio vengativo generado por las desigualdades y el envilecimiento. Son fruto de la descomposición ética de un edificio social cuya estructura diseñamos mal y que construimos mal.

Los saqueos no fueron simplemente falta de policías. Es algo más de fondo que nos falló en la edificación del alma de nuestra sociedad.

Y al frente quedó en pie esa gran mayoría del Chile solidario. El sismo demostró la firmeza de esa gran cantidad de chilenos que están en las calles dando su amor a los demás sin pago de dinero alguno. Los médicos que no duermen, los militares que cuidan en toque de queda más allá de su sueldo, la pobladora de Constitución que solita abrió su patio para dar albergue y arroz caliente a 11 personas, los estudiantes con los que estamos catastrando los daños en cada casa o edificio en el norte de Santiago, los modestos pobladores de la Villa Santa Mónica que cooperaron con mercadería en la misa del Padre Jaime en el atardecer de la Plaza de La Valleja, los Techo para Chile , las redes solidarias en Internet, los que donan calladitos sin aviso en los diarios.

Ese es el gran parque edificado con fierro y hormigón del bueno donde los valores no muestran fisura alguna. Es importante constatar que esas son las fundaciones intactas del Chile bueno, que existe, y que puede ayudar a hacernos pensar qué hemos hecho, o qué hemos dejado de hacer, para que en otros se hayan producido los daños tan dolorosos que agrietaron el alma de Chile.

Imágenes inéditas de tsunami en Dichato






Impactantes imágenes del tsunami en Penco






viernes, 5 de marzo de 2010

Testimonio desde Concepción: Crónica de los dos terremotos


Este es un testimonio desde Concepción, la ciudad más afectada por el terremoto de la madrugada del sábado. Su autor es Carlos Basso Prieto, Periodista, escritor y asesor de prensa de la Fiscalía Regional del Bío Bío. Fue publicado en El Mostrador

Cerca de un mes atrás, conversando con un periodista de El Mostrador en mi oficina de la Fiscalía Regional del Bío Bío, me jactaba de lo maravilloso que era vivir en Concepción y le repetía lo mismo que reiteraba monocorde a cualquier santiaguino que intentara preguntarme por qué no me iba a la capital: porque vivo en una ciudad bellísima, a la cual no le falta nada, donde, junto a mi familia, me podía dar el lujo de residir en un precioso departamento con vista al parque y a 8 minutos a pie del trabajo. Puras ilusiones. Creo que es imposible que alguien que no haya estado en Concepción, Talcahuano, Tomé o Constitución pueda entender a cabalidad lo que vivimos la madrugada del 27 de febrero ni, mucho peor, todo lo que ha sucedido a continuación.

Me desperté con un movimiento muy suave, cadencioso, que tenía pinta de temblor. Hasta hoy en día no sé si tembló o no antes del terremoto, pero nadie me sacará de la cabeza que así fue, aunque en ese momento pensé que probablemente era que simplemente mi esposa Isabel se había movido en la cama. Me quedé despierto unos minutos, y –vaya uno a saber por qué- recordé una conversación que tuvimos unos días atrás con mis hijos, a la hora de almuerzo. Estaban dando algún documental sobre terremotos en el National Geographic y algo les comenté acerca del viaje de Darwin en el Beagle y de sus descripciones acerca del terremoto y maremoto de 1835, más conocido en Concepción como “La ruina”. Asombrados, escucharon de mi boca lo que Darwin contaba acerca de cómo, unos diez días después de producido el sismo, llegó al puerto de Talcahuano.

Estaban dando algún documental sobre terremotos en el National Geographic y algo les comenté acerca del viaje de Darwin en el Beagle y de sus descripciones acerca del terremoto y maremoto de 1835, más conocido en Concepción como “La ruina”.
Los testimonios recogidos por el naturalista describían como, tras el terremoto, el mar se recogió en la poza de Talcahuano, dejando tirados en el suelo marino muchos buques, y como se abrieron verdaderos géiseres por dónde salían chorros de azufre (gas natural, por cierto). Todo ello, antes que el mar regresara y lanzara los barcos hacia las calles de Talcahuano, lo mismo que sucede hoy en día. Los niños no me creyeron mucho.

27 de febrero, 3:35 am

El primer golpe fue tan fuerte que Isabel y yo saltamos de la cama y nos pusimos de pie de inmediato. Mientras me incorporaba, la tierra se pegó un segundo corcoveo de tal fuerza que me tiró a tierra, haciéndome aterrizar sobre mi rodilla derecha. Mientras me levantaba cojeando, Isabel corría al dormitorio de Nicolás, de 5 años, y Antonio, de 11. Partí detrás de ella y cada uno se aferró a uno de los niños, tratando –miren qué absurdo- de suavizarles un poco el asunto, diciéndoles que esto no era nada, que pasaría, etc.

Pero “La ruina” en su versión moderna no cejaba en su intento de mandarnos al infierno. Dicen que fueron 2 minutos y medio, pero parecieron horas. El movimiento subía y subía de intensidad, y junto con este aumentaba el ruido: azote de puertas, alarmas de autos, quebrazones, golpes sordos, llantos apagados. Mientras le miento a Antonio asegurándole que esto es un temblorcito, veo algo que pasa volando por las afueras de su ventana (estábamos en un cuarto piso). Era el brazo de una inmensa grúa de construcción con la cual la empresa Ingevec levanta una torre detrás del sitio en el cual vivo, grúa que, inexplicablemente sigue allí, amenazando con matar a una buena cantidad de penquistas más, frente a la enervante indolencia de los ejecutivos de esa empresa, sentandos en alguna oficina de Vitacura.

El edificio se seguía bamboleando y ya se movía, quien sabe, medio metro de lado a lado. Costaba mantener el equilibrio y no tengo ninguna duda que llegó al límite de su resistencia. De hecho, creí que se caía, pero justo en ese momento la Placa de Nazca parece que terminó de arrebujarse debajo de la continental y la violencia del movimiento cedió.

Hay tramos de esa hora que no recuerdo. Sé que llevamos a los niños a mi dormitorio y los vestimos, echando garabatos porque no teníamos una linterna a mano, a pesar de haber al menos media docena dando vueltas en la casa (anoten). Como pudimos nos vestimos, pero era imposible cruzar el pasillo del departamento, pues el contenido de varios closets que están allí se había volcado, llenando de libros y otras cosas. Con el dolor de mi alma e iluminados por la débil luz del celular (que no había puesto a recargar, pues ese fin de semana no estaba de turno, anoten también), pateé libros y avanzamos hacia la puerta de salida, bloqueada también por cientos de libros caídos desde los estantes que los sostenían, ahora quebrados por la mitad, como si un karateca gigante los hubiera partido con la mano.

27 de febrero, 4:00 am

Estamos en el Parque Ecuador. Mis vecinos del primer y tercer piso lograron sacar sus autos del estacionamiento y los llevaron hacia allá. Yo no pude, por un motivo muy simple: no encontraba las llaves. En los asientos acomodamos a los niños de unos y otros y a la señora Elena, del segundo piso, mientras mi esposa y yo llamamos desesperados a nuestro hijo mayor Sebastián, que se había quedado a dormir en la casa de un amigo en el sector de Los Canelos, en San Pedro; es decir, al otro lado del río. Y era imposible comunicarse con alguien. No había líneas telefónicas, luz ni nada, sólo miedo, temblores, gritos en la oscuridad y una angustia que se hacía cada vez más terrible. Por todas partes se veían columnas de humo y se escuchaban explosiones secas pero no excesivamente fuertes: eran balones de gas. Comenzaron a sentirse las primeras sirenas y a los lejos se notaba la luz de las balizas policiales, de ambulancias y de bomberos.

Alguien captó en su auto una radio, la única chilena que estaba transmitiendo: Pudahuel. Confieso que nunca la había escuchado, pero esa noche fue increíble oír a Pablo Aguilera entregando algunas informaciones, en medio del desbarajuste. A medida que pasaban los minutos, el parque se iba poblando de más y más gente y cada uno llegaba con nuevas informaciones, obviamente sin confirmación alguna: que se cayeron los dos puentes con autos y todo, que se cayó un edificio nuevo en la Costanera, que una torre de oficinas de 25 pisos se está hundiendo en el centro, que se está quemando la Facultad de Física de la Universidad de Concepción, ubicada a unas siete cuadras de donde estábamos, etc.

De pronto se escuchó una explosión inmensa, proveniente de la universidad. Otra, un par de minutos después. Tiembla de nuevo, tiembla más fuerte. En un momento de lucidez, al salir del departamento alargué la mano hacia la cocina y saqué una botella de Coca light. Tomamos unos sorbos con un vecino, mientras veíamos que hacia el fondo del parque se juntaba un grupo de sujetos en actitud agresiva. De hecho, en medio de las sombras los vimos partir hacia la construcción de Ingevec. Se nos desaparecieron de la vista por unos segundos y luego se produjo un ruido muy fuerte, casi como explosión. Mi vecino se percató que provenía de los sujetos, que estaban pateando una suerte de canaleta construida por Ingevec para sacar madera y armar una fogata.

27 de febrero, 7:30 am

Amaneció recién a las 7:20, evento que todos esperamos con un poco más de calma luego que a eso de las 6:00, la radio informara que la Presidenta había descartado un tsunami. A las 7:30 subí al departamento, que ya estaba completamente inundado (pues se rompieron varias cañerías) y debajo de mi colección de libros de James Ellroy, pude encontrar un juego de llaves del auto. Sin pensarlo, nos subimos al vehículo y le pedimos a uno de nuestros vecinos que si Sebastián aparecía, lo retuviera allí. Y partimos a San Pedro. Al entrar a la Costanera, nos encontramos con una pista completamente destrozada. Como pudimos nos cambiamos a la pista contraria y salimos raudos hacia el puente Juan Pablo II, pero poco antes del cerro Chepe unos pobladores nos hicieron señas para detenernos, pues la Costanera estaba destruida desde allí en adelante. Regresamos hacia el nudo que conecta Los Carrera con el Puente Llacolén y estábamos comenzando a subir hacia él, cuando pudimos ver cómo se había caído la conexión principal. Vuelta atrás. Finalmente, encontramos la única oreja que quedaba en pie, subimos y atravesamos el puente con mucho miedo, maximizado por la vista (hacia la derecha) del Puente Viejo, cuyos pilares cayeron unos sobre otros como fichas de dominó.

27 de febrero, 7:55 am

San Pedro está habitualmente cubierto de neblina y esa madrugada no era la excepción. En medio del caos vehicular que intentaba controlar un carabinero, avanzamos varias cuadras hacia el sector de calle Michimalonco, donde se encuentra el corazón comercial de la comuna. Estábamos llegando a él cuando, en medio de los últimos estertores de la nube de neblina, casi atropellé a un sujeto que salió de la nada, corriendo hacia la otra vereda, con un carro de mercadería en las manos. Miramos hacia la izquierda y vimos un supermercado Santa Isabel con su fachada destruida y cientos de personas desvalijándolo. Nunca he tenido muy claro el real significado de la palabra lumpen, más allá del que le damos cotidianamente, pero ahora tengo algo claro al respecto: que se compone indistintamente por delincuentes provenientes de los estratos A, B, C1, C2, C3, D y quizá E. En medio de sujetos de aspecto patibulario que corrían llevando mercadería, de madres muy modestas que corrían llevándose unas cajas de leche y de jóvenes de todas las edades que destruían todo, como si fueran una barra brava, se veía gente muy bien vestida, con parkas Canadien o Columbia, robando igual que los otros, mientras atravesaban hacia el Hyundai Santa Fe en que los esperaban por la otra vía.

Isabel me dice que vaya con cuidado, que no acelere, pero acelero y paso en medio de todos ellos. Estaban tan ocupados robando, que si bien me prodigaron algunas miradas de odio por no haberles respetado su “preferencia” a transitar por las calles con productos robados, me dejaron pasar. Unos minutos más tarde encontramos a Sebastián, en la casa de su amigo, con un tremendo rasmillón en un codo, pero sano y salvo. Después de los abrazos y las lágrimas surtidas, regresamos con él y otro amigo suyo a Concepción, convencidos que lo peor había pasado ya, pero estábamos muy equivocados, pues ni sospechábamos que esos atisbos de agresividad que ya habíamos visto eran el preludio de un segundo terremoto, peor que el primero, un terremoto de pobreza moral, de odio y de mezquindad sobre el cual Darwin, de un modo u otro, ya nos había advertido.


El "triángulo de vida"

Esta es una importante sugerencia para enfrentar los movimientos telúricos. De acuerdo a la experiencia de profesionales, siempre es conveniente ubicarse "al lado" de algún objeto y no "debajo" del mismo. La razón es el llamado "triángulo de vida" que se genera alrededor.
De acuerdo a la Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI), tras el fuerte sismo del sábado de 8,8 grados en la escala Richter, se han producido más de 200 réplicas sobre
grado 6. Esta es una pequeña ayuda para enfrentarse a los sismos.
Triangulo de Vida

Más sobre el Terremoto en Chile

Chile superará la crisis financiera pese al terremoto


El terremoto que el sábado asoló el centro y sur de Chile no frenará su capacidad para superar la crisis económica, de acuerdo a lo señalado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). "Este es un país que ha sabido salir adelante de muchos otros desastres naturales. Tuvieron un terremoto muy fuerte en 1960 (en Valdivia) y otro enorme también en 1985 (en Valparaíso)", explicó la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena.

Según la responsable de este organismo de Naciones Unidas, Chile tiene capacidad para superar la situación, por lo que la proyectada salida de la crisis económica, que provocó en Chile una contracción de alrededor del 1,8% el año pasado, no necesariamente tiene que darse por perdida.

Bárcena desestimó los primeros cálculos sobre los daños materiales ocasionados por el sismo del sábado. Una estimación hecha poco después de la tragedia cifró las pérdidas entre 15.000 y 30.000 millones de dólares los perjuicios económicos causados por el fuerte movimiento telúrico de 8,8 grados en la escala Richter y considerado uno de los cinco mayores sismos de la historia:

"Dar esas cifras es inadecuado, y nos parece hasta un poco irresponsable, porque para hacer una evaluación especifica de los daños económicos hay que efectuar visitas a terreno y evaluar la infraestructura. Nosotros tenemos un método para calcular los daños por desastres naturales que seguimos al pie de la letra", explicó la secretaria ejecutiva de la Cepal, quien insistió en que un cálculo adecuado "no se puede efectuar desde lejos, sino con un buen análisis de campo. Todavía no hay una evaluación precisa de las pérdidas materiales. En una semana tendremos el costo económico de este desastre", anunció Bárcena.


Para ello, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe creará un equipo encargado de realizar una valoración económica y social de esta tragedia que ha afectado al 80 por ciento de la población chilena, según cifras oficiales. Alicia Bárcena también valoró la reacción de las autoridades chilenas para hacer frente a la catástrofe y negó que el Gobierno no haya solicitado el apoyo internacional.

"No es que no pidieran ayuda, es que no pidieron la que tradicionalmente piden otros países, porque aquí existe una buena capacidad institucional para coordinarla por medio de la Oficina Nacional de Emergencia. Lo que el Gobierno de Chile quería evitar era que llegara apoyo que no fuese exactamente el que necesita", explicó.


Desde las primeras horas de la tragedia, los quince organismos de Naciones Unidas con sede en Chile se han mantenido en contacto permanente con las autoridades de este país para apoyar el plan de ayuda a los dos millones de damnificados. La secretaria ejecutiva de la CEPAL destacó la reacción solidaria de la comunidad internacional, y especialmente de los países latinoamericanos, que inmediatamente después de conocer la catástrofe acudieron en ayuda de los damnificados.

Esta noche se realizará una Teletón especial para recaudar fondos animada por Mario Kreutzberger. Paralelamente se realizará una maratón de Teatro a Mil y otras actividades cuyo objetivo es recaudar 15.000 millones de pesos (30 millones de dólares) para socorrer a los damnificados de las regiones El Maule y Bío Bío. Una de las fotos emblema de este evento es la foto que encabeza este artículo y que ha dado la vuelta almundo. Fue tomada por Roberto Candia.

Vea todos los datos del terremoto en Wikipedia

jueves, 4 de marzo de 2010

Terremoto en Chile: Corto seminario de humildad


Héctor Soto, La Tercera

No somos nada. Tremenda novedad. Eso lo saben hasta los malos filósofos y cualquier metafísico del tango es capaz de peinarse con la idea. Pero es el saldo -el saldo y la sensación- con que uno se queda después de una experiencia así. Los terremotos, con la fuerza que tienen en Chile, son seminarios cortos, pero muy intensivos de humildad. Nos reducen a la condición de cucarachas. Nos exponen a la más absoluta indefensión. Nos enfrentan a las verdades elementales del terror, lo incontrolable y lo desconocido. Sacan para afuera al narciso o al neurótico que llevamos disfrazados; a veces a los dos. Allí donde nos creíamos complejos y cultivados, aparece lo básico que podemos ser. La experiencia o nos deja muy para adentro -bloqueados, aterrados, descompensados- o nos vuelca compulsivamente hacia fuera. Tratamos de hallarle una explicación, algún sentido, a lo ocurrido y como no se lo encontramos ni tampoco lo tiene, nos sentimos pistoleados. Como Job, también nos preguntamos por qué a nosotros. Y, bueno, nos lamentamos y pensamos que nos ha ocurrido una tragedia, hasta que la televisión nos recuerda que siempre hay compatriotas que la sacaron peor.

Los terremotos -qué duda puede caber- están entre los mayores sustos que vamos a vivir. Mi generación ya lleva tres en el cuerpo -el 71, el 85 y ahora- y personalmente ya no quiero más. Malditas placas geológicas: pónganse de acuerdo de una vez por todas.

La catástrofe también pone al desnudo lo vulnerable que somos. Después de tantas ínfulas, la emergencia prueba que las comunicaciones en el Chile de la modernidad no son tanto mejores que en el país anacrónico y de siempre. Las carreteras se cortan, las vías concesionadas se desploman, el aeropuerto se cierra. Menos mal que el agua no se cortó y que la electricidad volvió pronto a gran parte de la zona afectada.

Todavía no van a haber concluido las réplicas del sismo cuando, en tres o en seis meses más, si es que no antes, de las heridas de este terremoto horroroso apenas queden huellas. Esto es un hecho: el país volverá a funcionar, y volverá a funcionar pronto, entre otras cosas, porque lo que sería un cataclismo en cualquier parte, aquí es sólo un trago amargo, muy amargo, pero no mucho más que eso.

Cada cierto tiempo Chile se viene abajo y los chilenos lo volvemos a levantar. Esto es parte del costumbrismo nacional. Es lo que ha ocurrido una y otra vez en nuestra historia. Con cada sismo entrega un cierto aprendizaje, pero ni uno solo hasta ahora nos ha encontrado preparados. Nunca hemos aprobado enteramente el test, porque es imposible. Pero nos consuela pensar que calificamos mejor que otros países, que son rajados de manera infamante por simples temblores.

Claro que hay que estar un poco mal de chape para ser líder en terremotos y enorgullecerse.

Imágenes en The Big Picture
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Héctor Soto es abogado y fue fundador y crítico de cine de la legendaria revista Primer Plano. También escribió crítica de cine en el diario La Tercera y otros medios. Aquí cuelgo parte de su mirada. Es autor del libro Una vida crítica


miércoles, 3 de marzo de 2010

Sobre la catástrofe en Chile: ¡Viva Chile, mierda!


Antonio Caño ha publicado este artículo en el diario El País de España, uno de los más prestigiosos del Mundo: ¡Viva Chile, mierda!
En los últimos años han sido frecuentes y merecidos los elogios a Chile por la sabia conducción de su democracia y su economía. Eso es mérito, en gran medida, del carácter humilde y práctico de un pueblo que se ve ahora frente a uno de los mayores retos de su historia.

La laboriosidad de los chilenos es prototípica en América Latina. El respeto mundial a Chile y la presencia de sus ciudadanos en áreas de responsabilidad internacional excede con mucho al peso que el país tiene por tamaño y población. Actualmente, sólo en Washington, hay un chileno al frente de la OEA, otro como máximo responsable de la política latinoamericana en el Departamento de Estado y otro como el principal asesor del liderazgo republicano en el Senado. Varios esperan cargos relevantes en los próximos meses y muchos más ocupan posiciones dirigentes en el sector público, universidades y centros de influencia. En Europa se pueden citar multitud de casos similares desde Suecia a España.

En América Latina a veces los chilenos producen más envidia que admiración. Sus vecinos argentinos, que los han ignorado por décadas, se atormentan ahora con un complejo de inferioridad. Por el norte, Perú y Bolivia no han superado el rencor de conflictos pasados y siguen identificando a Chile con sus demonios. Los mismos chilenos que nosotros vemos prudentes y discretos, algunos latinoamericanos los ven sigilosos y taimados.

Las cualidades del pueblo chileno son capaces, sin embargo, de resplandecer por encima de todas las dudas. El valor con el que combatieron la dictadura sólo es comparable al virtuosismo con el que la liquidaron. Su capacidad para conciliar razas, ideas y credos es un ejemplo y una garantía de su propio progreso. Saldrán fortalecidos de este desastre. Lo superarán con sus armas de siempre: su tenacidad y su modestia. Aunque los éxitos de los últimos años les han dado a los chilenos una mayor confianza en sí mismos, no les gusta presumir de sus propias virtudes y paganizan su orgullo nacional con el incomparable grito de ¡Viva Chile, mierda!

El terremoto hipócrita



Rafael Gumucio

En Chile lo llaman el terremoto hipócrita. Y ciertamente un visitante distraído puede pasear por el centro de Santiago y sus zonas residenciales de clase media y alta sin notar apenas que aquí tembló la tierra como pocas veces lo ha hecho en la historia de los registros sismográficos. Años de entrenamientos, varios terremotos importantes anteriores y un desarrollo innegable nos hicieron creer a los chilenos que este sería una catástrofe casi sin victimas, un desastre natural que se saltaría del todo el factor humano. Como muchas, como demasiadas cosas en Chile, el desastre es sutil y muchas veces invisible pero esta ahí, agazapado en nuestra ansia de ser y parecer normales, es decir de primer mundo.

Es justamente su invisibilidad el mayor peligro que encierra este desastre a la chilena. Así, muchos de los edificios que conservan sus fachadas intactas abrigan dentro grandes grietas que los hacen inutilizables. Lo mismo se puede decir del país en general: la fachada ha quedado más o menos intacta, la estructura no se ha desmoronado, pero muchas de las grietas ocultas del país se han hecho más profundas e inevitables ahora.

Vivir, como me tocó hacerlo, las secuelas de los dos más importantes terremotos de lo que va del siglo es recorrer la amplitud de un arco. Si en Haití todo es imagen, evidencia, horror, asombro, en Chile todo es sutileza, rumores, cifras y paradojas. Si en Haití, donde me toco ver familias enteras espantando las moscas lejos de los muñones de sus familiares, el horror hizo lo posible para mostrarse en toda su magnitud desde el primer día, en Chile todo ha sido extrañamente lento, oculto, tanto que cuesta a veces recordar la magnitud del desastre. Si en Haití todo lo antiguo cayó para siempre en el primer segundo del terremoto, en Chile es justamente lo nuevo, los edificios para la clase media ascendente, el aeropuerto y su orgullosa decoración que quería ser moderna e internacional, las carreteras recién inauguradas, lo primero en caer.

Los contrastes se multiplican en todos los aspectos de ambos terremotos. Si en Haití fue la capital la que quedó devastada, en Chile es justamente la provincia, la olvidada provincia donde el desarrollo apenas ha permeado la población, la que sufre sin ser capaz aún de contar sus muertos. Si los supermercados de Puerto Príncipe fueron verdaderas trampas mortales, los de Concepción son hoy el objeto de extraños saqueos donde los ladrones se llevan televisores y comida mostrando a la cámara que los enfoca que tienen el dinero en sus manos para pagar lo que se llevan pero no encuentran quién se los venda.

Chile no es Haití, pero tampoco es Suecia o Suiza como quisiera creer. Esta entre medio, en un purgatorio particular donde las estructuras resisten pero los adornos caen peligrosamente, en el que las fachadas quedan en pie pero los muros interiores dejan aparecer grietas profundas. En Chile hay regiones enteras olvidadas a las que nunca se les dio ni hospital ni carretera pero también edificios nuevos que prometen el mismo estilo de vida de la clase alta con materiales de segunda categoría. Como sucede con los ingresos y los impuestos, el miedo, la paranoia y el hambre no son moneda corriente a la hora del desastre, pero están innegablemente mal repartidos. Mientras gran parte de Santiago recupera ya la luz, el agua y sus casas medianamente intactas, muchos de los que intentaron replicar ese estilo de vida ven encarnada en sus casas la profunda desprotección en que viven. Desabrigados en edificios que tienen la apariencia del lujo, viviendo demasiado lejos de donde se toman las decisiones, el terremoto les ha recordado no sólo la fragilidad de nuestra vida, sino la particular fragilidad del llamado “milagro chileno”.

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