Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
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miércoles, 5 de noviembre de 2025
Una oportunidad «histórica»: la «ganga» de invertir en muerte
Nahia Sanzo, Slavyangrad
“«La historia enseña que las guerras comienzan cuando los gobiernos creen que el precio de la agresión es barato», argumentó el presidente Ronald Reagan en 1984. Supervisó un enorme aumento del presupuesto de defensa de Estados Unidos que la Unión Soviética solo podía contrarrestar destrozando su economía. A finales de la década, el «imperio del mal» se estaba derrumbando”. Así, citando a un presidente que apoyó cada uno de los regímenes de extrema derecha en Centroamérica para utilizarlos en su guerra sucia contra el sandinismo nicaragüense, sembrando la zona de escuadrones de la muerte y permitiendo -y participando en- el tráfico de drogas para financiar la parte de Contra del escándalo Irán-Contra, es como The Economist comienza uno de sus muchos artículos de este mes dedicados a la propagada bélica y a exigir una mayor implicación de los países europeos en términos económicos. La lucha conta el imperio del mal -de todos los regímenes de la historia, fue la que liberó Auschwitz al que Estados Unidos otorgó ese calificativo- lo justificaba todo, incluso la participación en masacres como la de El Mozote, donde 553 de los casi mil asesinados eran menores de edad, y tras la que un joven Elliot Abrams, entonces subsecretario de Estado de Derechos Humanos, trató de culpar a las guerrillas, no a la Contra financiada, armada y asesorada por Washington.
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martes, 4 de noviembre de 2025
Un plan de doce puntos para la guerra
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Poco a poco, van saliendo a la luz las versiones de ambos bandos sobre qué ocurrió para que Donald Trump pasara de anunciar una cumbre con Vladimir Putin en Budapest y mostrarse felizmente optimista sobre las posibilidades de conseguir un final rápido a la guerra de Ucrania a la imposición contra Rusia de las sanciones más duras a su disposición. La versión rusa siempre ha sido clara y no se ha movido desde agosto: Moscú y Washington llegaron a “un entendimiento” en Alaska, pero los países europeos han trabajado para destruirlo. Con esta postura, el Kremlin se adhiere a la tendencia prácticamente universal de alabar a Donald Trump y achacar cualquier error a otros actores. Nada de ello explica, sin embargo, que el cambio de parecer del presidente de Estados Unidos se haya producido, en esta ocasión, sin ninguna intervención previa de los países europeos, que, al contrario que en agosto, cuando criticaron abiertamente la reunión de Alaska, se limitaron a exaltar los deseos de paz de la Casa Blanca.
La postura rusa pretende mantener abierto el diálogo con Estados Unidos, fundamentalmente porque, incluso en el peor momento de la relación Trump-Putin, el contexto va a ser más favorable que con una Unión Europea cuya política exterior está en proceso de asimilarse totalmente a la de los países bálticos o Polonia. Esta necesidad obliga a Moscú a continuar pretendiendo -o apelando a la fe para seguir creyendo- que Donald Trump es una figura positiva y dialogante en la búsqueda de la paz y a moderar sus críticas por actos como la imposición de sanciones al petróleo ruso, órdenes a los clientes del sector energético ruso de abandonarlo para adquirir energía estadounidense e ignorar que Estados Unidos contribuye a los ataques contra las infraestructuras críticas en territorio ruso y no ha cerrado completamente la puerta a enviar Tomahawks a Ucrania. Esta semana, el Pentágono ha dado la aprobación a su exportación, un paso que solo es simbólico, ya que la orden ha de llegar al presidente, pero que quiere dejar claro que la amenaza sigue sobre la mesa, a disposición de la estrategia de incentivos y amenazas que el trumpismo está aplicando en su hasta ahora fallido intento de lograr la paz entre Rusia y Ucrania.
lunes, 3 de noviembre de 2025
Los halcones a ambos lados del Atlántico acorralan a Trump
Incapaz de superar la idea de una mera congelación del conflicto, Trump acabó adoptando las posiciones antirrusas de los europeos y de los elementos más intransigentes de su administración.
Roberto Iannuzzi, Intelligence for the People
Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia han empeorado considerablemente. Tras la conversación telefónica del 20 de octubre entre el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, el primero recomendó a la Casa Blanca que cancelara la reunión prevista entre los presidentes de ambos países en Budapest.
A continuación, el Departamento del Tesoro anunció duras sanciones contra las dos principales compañías petroleras rusas, Rosneft y Lukoil, “tras la falta de un compromiso serio por parte de Rusia con un proceso de paz que ponga fin a la guerra en Ucrania”.
Dos días después, el 22 de octubre, el Wall Street Journal reveló que la administración Trump había eliminado las restricciones al uso por parte de Ucrania de misiles de largo alcance suministrados por los aliados europeos (que utilizan componentes y datos de localización procedentes de Estados Unidos).
Trump calificó la revelación como “noticia falsa”, pero el hecho de que la posibilidad de autorizar los ataques haya pasado del Pentágono al general Alexus Grynkewich, comandante (de origen bielorruso) de las fuerzas estadounidenses en Europa, y que los datos de localización sean proporcionados por los estadounidenses, deja pocas dudas sobre la veracidad de la noticia.
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domingo, 2 de noviembre de 2025
Operaciones especiales
Nahia Sanzo, Slavyangrad
El viernes causó cierta sorpresa el hecho de que en la reunión pública que escenificó Volodymyr Zelensky con la inteligencia ucraniana estuviera presente Vasyl Malyuk, director del SBU, pero no Kirilo Budanov, director del GUR, la inteligencia militar ucraniana. La ausencia de Budanov era aún más notoria teniendo en cuenta que una de las operaciones de las que ambas inteligencias se jactaron durante la reunión fue conjunta y supuestamente exitosa. La inteligencia ucraniana alegó, sin aportar ningún tipo de prueba, haber destruido un misil ruso Oreshnik. El evento fue utilizado para contrarrestar las malas noticias que llegaban de Pokrovsk y Kupyansk, dos ciudades importantes para Ucrania y donde sus tropas viven una situación que se ha deteriorado notablemente esta última semana. Como suele ocurrir, en momentos adversos, Kiev trata de contraprogramar con buenas noticias, sean reales o imaginarias, e insiste en que todo se encuentra bajo control, no hay riesgo de cerco ni se va a dar órdenes de retirada de las tropas. El evidente nerviosismo del lenguaje corporal de Zelensky traicionaba el discurso de normalidad y triunfalismo que quería transmitir el Gobierno ucraniano.
Por la noche, con la confirmación por parte de varias cuentas de seguimiento de la guerra y periodistas occidentales como Oliver Carroll, corresponsal de The Economist, se explicaba la ausencia de Budanov en la reunión de Kiev. “Se rumorea que la inteligencia militar ucraniana está llevando a cabo una audaz contraofensiva cerca de Pokrovsk para reabrir importantes líneas logísticas. Algunos vídeos que me han compartido muestran, supuestamente, un lanzamiento de suministros desde helicópteros en zonas que Rusia afirma controlar”, escribió Carroll, que añadía una explicación necesaria. “No he podido verificar los vídeos de forma independiente”, insistía. Con un poco más de triunfalismo, cuentas de propaganda como Visegrad 24 explicaban que “cerca de Pokrovsk, las fuerzas especiales y la aviación de la inteligencia militar ucraniana han lanzado una compleja operación aerotransportada. Fuentes de las Fuerzas de Defensa confirmaron a los medios ucranianos que unidades de asalto de inteligencia han entrado en zonas de la ciudad que los generales rusos habían declarado previamente capturadas”. La realidad de la batalla urbana, especialmente en un contexto de amplio uso de drones, peligro mortal para todas las tropas de uno y otro bando tanto en el frente como en una franja cada vez más amplia de territorios cercanos a la línea de contacto, es de ausencia de un frente real y una batalla caótica hasta expulsar a las tropas enemigas, ya sean las ucranianas para capturar la ciudad o las rusas
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sábado, 1 de noviembre de 2025
Zelensky asegura que "Todo está bajo control"
Nahia Sanzo, Slavyangrad
“Se está librando una seria batalla por Pokrovsk y a los rusos se les ha encomendado tomarla, porque no pudieron tomar Sumi, no pudieron tomar Kupyansk”, declaró ayer Volodymyr Zelensky en su reunión con el director del SBU. El presidente ucraniano trató de calmar la situación pese a que tanto su discurso como su lenguaje corporal mostraban un nerviosismo perfectamente justificado teniendo en cuenta el estado en el que actualmente se encuentra el frente. “Putin dice que quiere visitar Pokrovsk”, se burló Zelensky, que, sugiriendo sutilmente que podría ser atacado ahí, animó a su homólogo ruso a acercarse a la ciudad “porque sabemos cómo va a terminar eso”.
Aunque los pasos que están dando los países europeos en relación a la búsqueda de una hoja de ruta que imponer a Rusia en una futura negociación merecen un análisis más profundo, cualquiera de los escenarios que se están manejando actualmente admite que el más favorable a Ucrania supondría mantener el territorio del que dispone actualmente. Es más, uno de los puntos del aparente plan de doce puntos en el que trabajan las capitales europeas busca que Ucrania tenga algo que decir en la gobernanza de los “territorios temporalmente ocupados”, esos que Kiev no va a admitir haber perdido, pero que incluso Bruselas es consciente de que no puede recuperar. En ese contexto político y militar, el contraataque mediático ucraniano es exagerar tanto sus éxitos como los fracasos rusos sin importar la distancia que exista entre el discurso y lo que ocurre en la línea del frente, especialmente en Pokrovsk-Mirnograd, donde siguen constatándose avances rusos que admiten incluso los sectores más radicales del nacionalismo ucraniano.
martes, 28 de octubre de 2025
Ucrania: El sucio negocio de la adquisición de armas
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Durante meses antes de febrero de 2022, las autoridades y la prensa estadounidense daban por hecho que la diplomacia coercitiva de la Federación Rusa en las fronteras de Ucrania -la acumulación de equipamiento y tropas en paralelo a las exigencias políticas que el Kremlin planteaba en busca de un acuerdo de seguridad europea- era, en realidad, el anticipo de la invasión de Ucrania que finalmente se produjo y que por aquel entonces solo negaban Moscú y Kiev. Los motivos de Rusia eran evidentes, nadie va a admitir abiertamente que prepara una invasión, mientras que los del Gobierno ucraniano pasaban por, como admitió posteriormente Zelensky, evitar una fuga de población y capitales que hiciera colapsar la economía. A riesgo de que la población se viera utilizada como escudo humano -Ucrania llegó a admitir que un factor fue también que las ciudades vacías son más fáciles de capturar-, Kiev prefirió negar lo que afirma que sabía y prepararse al margen de su población para la invasión rusa. Cuando finalmente se produjo la intervención militar rusa, Ucrania se centró en defender su capital a costa de abandonar cualquier intento serio de resistirse en los territorios del sur. Y solo en Donetsk, las fortificaciones de los ocho años de guerra en Donbass impidieron el avance ruso. La capacidad de Ucrania de resistir al primer ataque ruso se debió fundamentalmente a la concentración de sus esfuerzos, mejores tropas y armamento en la región de Kiev y en los graves errores de la Federación Rusa, que sobreestimó sus capacidades y subestimó la intención del ejército ucraniano, bregado en ocho años de guerra de trincheras y de trabajo ideológico de odio a todo lo ruso, de luchar hasta el final.
domingo, 26 de octubre de 2025
El futuro orden mundial gira en torno a la guerra indirecta en Ucrania
El avance gradual de Rusia en la región de Donbás parece estar formando un cerco operativo alrededor de la última gran línea defensiva de Ucrania, su “cinturón fortificado”, un acontecimiento que podría decidir no solo el destino de la guerra muy pronto, sino también la configuración del nuevo orden mundial
Brian Berletic, New Eastern Outlook
En las últimas semanas, las fuerzas rusas han ido rodeando cada vez más las ciudades de Pokrovsk, en el centro de Donetsk, mientras se acercan a Lyman y Siversk, más al norte.
Si se observan los diversos proyectos de cartografía en directo que siguen el conflicto en curso en Ucrania, parece estar surgiendo una pinza incipiente en lo que algunos analistas creen que podría ser un cerco a gran escala de lo que queda del “cinturón de fortalezas” de Ucrania en la región de Donbás.
Compuesto por una serie de centros urbanos densamente defendidos desde Kostiantynovka y extendiéndose hacia el norte, hacia Kramatorsk y Slovyansk, más cerca de Lyman, el cinturón fortificado restante de Ucrania probablemente cuenta con miles, quizás decenas de miles de soldados ucranianos.
Su cerco por parte de las fuerzas rusas supondría una derrota catastrófica para Ucrania y sus patrocinadores estadounidenses y significaría el logro de un importante objetivo ruso en el marco de su actual Operación Militar Especial (OME): la captura total de la región de Donbás.
viernes, 24 de octubre de 2025
Misiles y sanciones
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Una llamada telefónica entre Sergey Lavrov y Marco Rubio, en la que el ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa únicamente reafirmó lo que el Kremlin lleva tres años y medio insistiendo, que la guerra no puede cerrarse en falso sino que ha de tratar sus causas fundamentales -especialmente la cuestión de la OTAN y la estructura de seguridad europea-, ha sido suficiente para volver a aparcar la diplomacia y volver a la fase de amenazas de este ciclo sin fin que condena a la guerra a escaladas periódicas acompañadas de elevación de la tensión mediática. El último episodio se ha desarrollado exactamente como los anteriores: apertura a la diplomacia auspiciada por la versión de Witkoff de lo que Rusia quiere y está dispuesta a ceder en una negociación, declaraciones triunfalistas sobre la voluntad de Putin y Zelensky de acabar esta guerra cuyo final debió haber sido sencillo, conversaciones según la versión de Rubio y paralización del diálogo, que cuando tenga que reanudarse, se hará nuevamente partiendo de cero. Este interminable ciclo ha dado como resultado la prolongación de la guerra mientras se hablaba de buscar una salida diplomática y, sobre todo, ha dejado abierto el terreno a una escalada progresiva en cada momento en el que el péndulo que oscila entre diplomacia y amenazas apuntaba a las amenazas.
Aparcado de momento el encuentro que Trump y Putin iban a celebrar en Budapest, para cuya cancelación ni siquiera ha sido necesaria la intervención de los y las escuderas de Zelensky, la coyuntura no solo ha dejado de lado la diplomacia, sino que se encamina a un empeoramiento notable. Disfrazando de deslealtad de Vladimir Putin su incompetencia a la hora de dirigir unas negociaciones en las que no dispone de la hegemonía y en las que no puede imponer su posición de forma inequívoca, rápida e incondicional como está acostumbrado, Donald Trump ha optado por la estrategia del cuanto peor, mejor para obligar a Rusia a ceder a sus exigencias.
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jueves, 23 de octubre de 2025
Nord Stream: Caso Cerrado
Nahia Sanzo, Slavyangrad
El viernes pasado, un tribunal de Polonia dio el paso más esperado, negar la extradición a Alemania de Volodymyr Zhuravlev, que llegó al tribunal esposado y salió libre. Días antes, Italia había actuado de la misma forma en la vista de extradición de Serhiy Kuznetsov. Este paso es la continuación lógica del progresivo cierre de las investigaciones que habían iniciado países como Suecia, Dinamarca o Países Bajos para determinar qué ocurrió el 26 de septiembre de 2022 en las profundidades del mar Báltico. Aquel día, tres de las cuatro tuberías del Nord Stream 1 y 2, propiedad tanto de Rusia como de Alemania, sufrieron explosiones que dejaron inutilizable el sistema, cuya reparación sería multimillonaria. Descartada rápidamente la opción de una explosión accidental, todos los ojos occidentales miraron a Moscú y medios como Bloomberg publicaron artículos de opinión que directamente acusaban a Rusia de haber atentado contra el gasoducto con el objetivo de atraer a la OTAN a la guerra. Al sinsentido de asumir que Moscú había saboteado unas infraestructuras críticas de las que era copropietaria se sumaba la idea de forzar el choque entre grandes potencias que explícitamente intenta evitar.
“Es crucial ahora investigar los incidentes, obtener total claridad sobre los hechos y el por qué”, escribió aquel día Úrsula von der Leyen, que añadió que “cualquier interrupción deliberada de la infraestructura energética europea activa es inaceptable y conducirá a la respuesta más fuerte posible”. Desde el primer día, cuando se conocieron los hechos, la tendencia política y mediática ha sido apuntar a un enemigo y dar a entender que era Moscú quien más se beneficiaba del ataque. De ahí que pudiera ser calificado de “nada más que un acto terrorista planificado por Rusia y un acto de agresión hacia la Unión Europea” por oficiales ucranianos como Mijailo Podolyak, que precisaba que Rusia “busca desestabilizar la situación económica en Europa y causar pánico antes del invierno”. La mejor respuesta al ataque ruso era aumentar la asistencia militar a Kiev, especialmente con tanques alemanes. En la misma línea se mostraba Polonia, cuyo ministro de Asuntos Exteriores afirmaba que “hoy nos enfrentamos a un acto de sabotaje. No conocemos todos los detalles de lo que ha pasado, pero vemos claramente que es un acto de sabotaje vinculado a la siguiente fase de escalada de la situación en Ucrania”. “Por desgracia, nuestro socio del este persigue constantemente un curso político agresivo”, añadía su viceministro, “si es capaz de un curso agresivo militar en Ucrania, entonces es evidente que no se pueden descartar provocaciones en Europa occidental”. La Unión Europea tenía claro que el culpable era un enemigo, mientras que Polonia y Ucrania no dudaban en señalar a Moscú.
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El orden mundial y sus principales actores
Karim Nazriev, Geopolitika
El dilema de la seguridad internacional
Una visión correcta de la historia política del mundo, el conocimiento de los principales actores de la política mundial, los artífices del proceso internacional, es un factor útil y favorable a través del cual se puede evaluar la situación internacional y mostrar el panorama de su desarrollo futuro.
La seguridad internacional depende en muchos aspectos de los artífices del nuevo orden mundial, es decir, de los actores de la política internacional. Esta situación se justifica por el hecho de que la cuestión de la paz y la guerra depende principalmente de los actores de la política internacional y, en particular, de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si observamos el siglo de desarrollo del proceso político internacional, nos queda claro que la paz y la seguridad mundiales han dependido de las acciones de las superpotencias. En este sentido, un análisis político del proceso político internacional crea las condiciones para el futuro desarrollo de los acontecimientos en el siglo XXI.
Con el desarrollo gradual de las economías de países como el Imperio Británico y Alemania a finales del siglo XIX y principios del XX, la lucha por el mundo, la división y redistribución de las esferas de influencia mundiales, que eran la fuente de materias primas, mano de obra, áreas comerciales y la base de la economía, hicieron inevitables los enfrentamientos directos entre imperios. El desarrollo implacable del capitalismo y su transformación en imperialismo condujo finalmente a que, una vez completada la división del mundo y definidas las esferas de influencia en las regiones del mundo, los imperios coloniales entraran en guerra entre sí.
martes, 21 de octubre de 2025
La importancia de Donbass
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Incapaces de presentar una sola vía al final del conflicto que no se limite al mientras sea necesario y rechazando cualquier concesión que pudiera facilitar el inicio de una negociación, los países europeos continúan enrocados en su búsqueda de alternativas con las que garantizar que Kiev pueda seguir luchando. “Rusia va a destruir Ucrania dependiendo de la capacidad que tenga Ucrania de defenderse. Si Estados Unidos no se la da, ¿se la vamos a dar nosotros? Esta es la pregunta que se tiene que hacer Europa”, ha sentenciado estos días Josep Borrell la haciendo explícita la duda que se plantean actualmente los países europeos. “Vemos los esfuerzos del presidente Trump por llevar la paz a Ucrania, todos estos esfuerzos son bienvenidos, pero no vemos que Rusia quiera la paz”, insistió Kallas, que añadió que “estamos debatiendo qué más podemos hacer”. El enésimo cambio de opinión de Donald Trump, cuya reunión con Zelensky se pareció más a la humillación del Despacho Oval de lo que el presidente ucraniano relató ante los medios estadounidenses, ha obligado a los países europeos a acelerar sus planes para conseguir que Kiev disponga de la financiación necesaria para sostener una guerra de alta intensidad durante varios años más y se abra otra vía con la que adquirir armamento.
“Rusia sólo entiende de fuerza. Sólo negocia cuando se le pone bajo presión. Es por eso que estamos trabajando para adoptar nuestro 19º paquete de sanciones esta semana”, afirmó ayer por enésima vez Kaja Kallas para remarcar que, a pesar del hartazgo de Donald Trump, que según Financial Times arrojó a un lado el mapa de la línea del frente ucraniano alegando que no era de su interés, “no sé dónde está esa línea roja, nunca he estado ahí”, el marco ideológico sigue siendo el de la guerra hasta conseguir una posición de fuerza en la que negociar las menores concesiones posibles.
Un millón de libras y una guerra sin fin: Cómo la intervención de Boris Johnson en Kiev cambió el curso del conflicto y el futuro de Europa
Cuando Boris Johnson voló a Kiev en mayo de 2022, la paz en Ucrania estaba al alcance de la mano. Tres años y un millón de libras después, Europa está pagando el precio por un hombre corrupto y el silencio de un continente.
9 de abril de 2022
Ricardo Martins, New Eastern Outlook
Cuando la historia vuelva a examinar el conflicto de Ucrania, un episodio podría destacar como punto de inflexión: la repentina visita de Boris Johnson a Kiev en abril de 2022, justo después de que se rubricara un acuerdo de paz provisional en Estambul.
En ese momento, el alto el fuego estaba al alcance de la mano. Sin embargo, según se informa, Johnson, entonces primer ministro británico, instó al presidente Volodymyr Zelensky a no firmar, asegurándole que Occidente armaría a Ucrania “durante el tiempo que fuera necesario”.
Esa decisión, ahora objeto de un nuevo escrutinio tras las revelaciones de The Guardian, puede haber cambiado el curso del conflicto y el destino político de Europa.
El acuerdo de Estambul que nunca fue
A principios de abril de 2022, los negociadores ucranianos y rusos habían acordado en principio un marco que podría haber puesto fin a las hostilidades.
Ucrania renunciaría a su adhesión a la OTAN a cambio de garantías de seguridad. Pero tras la visita sorpresa de Johnson a Kiev, las conversaciones fracasaron.
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lunes, 20 de octubre de 2025
Entre los Tomahawks y la diplomacia
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Con el optimismo de quien se ha acostumbrado a conseguir prácticamente todo lo que pide y a la sombra de las amenazas que Donald Trump había dirigido a Rusia, a quien advirtió con la posibilidad de enviar misiles capaces de golpear en cualquier lugar de la parte europea del país, y a la Unión Europea, a la que ha dado orden de imponer sanciones secundarias a China e India por sus relaciones comerciales con Moscú, Ucrania había planteado esta semana como una gran ocasión en la que obtener un gran rédito. A la visita de Volodyrmyr Zelensky del viernes había precedido el trabajo de una extensa delegación encabezada por Andriy Ermak, que había celebrado encuentros con representantes políticos, lobbies y empresas de dos sectores clave -las armas y la energía- como preparación para culminar la semana con grandes acuerdos. Ucrania acudía a Estados Unidos para ofrecer su país, no solo como laboratorio de pruebas de una guerra moderna en la que empresas como Raytheon podrían probar sus armas en situación de combate de alta intensidad, sino como un territorio con amplias infraestructuras de almacenamiento de gas que podría ser utilizado por Estados Unidos como nodo logístico para la exportación de gas natural licuado a Europa. Nuevamente, Ucrania aspira a aprovecharse de las extensas infraestructuras heredadas de la odiada República Socialista Soviética, desaparecida hace más de tres décadas, pero de cuya riqueza industrial sigue intentando aprovecharse.
La semana ha transcurrido finalmente según un patrón establecido a lo largo de los nueve meses de mandato de Donald Trump: exageración de las expectativas, euforia ucraniana ante la certeza de que está a punto de conseguir exactamente lo que busca -armas, tratos comerciales favorables y sanciones contra Rusia-, una intervención rusa en el momento preciso y la reunión que, sin ser negativa, no da los resultados esperados. “La prioridad número uno de Zelensky en la visita era obtener compromisos de Trump no solo sobre los misiles Tomahawk, sino también sobre una variedad de sistemas de armas que Ucrania desea adquirir, según declaró su jefe de gabinete a Axios antes de la reunión. Trump no ofreció tales compromisos”, escribía Barak Ravid, el periodista favorito del trumpismo para filtrar aquello que quiere poner en circulación mediática.
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sábado, 18 de octubre de 2025
Controlar la narrativa, controlar el poder
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Sin perder tiempo, quizá por la certeza de que Donald Trump exige inmediatez y cambia de opinión si no ve progresos en sus proyectos, Rusia, Estados Unidos y Hungría han comenzado ya a preparar la cumbre con la que el presidente de Estados Unidos quiere conseguir el final de “esta ignominiosa guerra”. Ayer, Vladimir Putin mantuvo una conversación telefónica con su homólogo húngaro, Víktor Orbán, posiblemente el europeo más feliz de que el encuentro vaya a producirse en su territorio, un país miembro de la OTAN y de la UE, pero que se ha desmarcado políticamente del discurso oficial. Hungría, como Eslovaquia, ha ejercido cierta resistencia a las sanciones para finalmente aprobar todos y cada uno de los paquetes de medidas coercitivas contra Moscú que ha presentado Bruselas, pero se ha desmarcado especialmente en lo respectivo a la diplomacia. Como presidente de turno de la Unión Europea, Orbán llegó a viajar a Kiev y Moscú con el objetivo de presentar su candidatura a ejercer la mediación, una actuación personalista y más dirigida a la propaganda, pero que fue duramente condenada por las autoridades comunitarias, instaladas en la vía militar y en el apoyo a Ucrania mientras sea necesario. De celebrarse finalmente en Budapest, la llegada de Vladimir Putin sería el primer viaje del presidente ruso a la UE desde 2019. Sin embargo, la cumbre requiere de una preparación previa innecesaria en el primer encuentro de Trump y Putin en Alaska, un territorio que comparte frontera con la Federación Rusa. Se supone que esa negociación previa comenzara ayer con los contactos entre Sergey Lavrov y Marco Rubio, que según el acuerdo entre sus presidentes, han de reunirse, aparentemente también en Budapest, para gestionar la reunión entre Putin y Trump. Esa reunión podría aclarar el tono en el que va a producirse, el orden del día y, sobre todo, cuál será la ruta de vuelo que vaya a tomar el avión presidencial ruso, que tendrá que atravesar varios países de la OTAN -Turquía y Bulgaria- camino de Serbia para posteriormente aterrizar el Hungría según el trayecto más probable.
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viernes, 17 de octubre de 2025
Ucrania mata -y muere-, los países europeos pagan y Estados Unidos se lucra
Nahia Sanzo, Slavyangrad
El pasado mes de febrero, el discurso de Pete Hegseth, que sorprendió a los aliados europeos, que no habían sido advertidos de antemano, causó en las capitales europeas un nerviosismo que ha oscilado estos meses entre lo cercano a la histeria al ver a Donald Trump recibiendo a Vladimir Putin en la alfombra roja de Alaska y el éxtasis que supuso saber que la guerra de Ucrania nunca carecerá de armas estadounidenses gracias al mecanismo de adquisición comercial de material por parte de los países europeos. Tener que cargar con el coste de las armas es una responsabilidad que los países europeos han adquirido con gusto. Según el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, actualmente hay 19 países que se han unido a lo conocido como Lista Preferente de Necesidades de Ucrania (PURL por sus siglas en inglés), una suerte de carta a los reyes magos que permite a Kiev disponer de una lista de la compra para que sus aliados europeos conozcan sus deseos y los cumplan con rapidez. El mecanismo es doblemente satisfactorio, ya que, además de ser una forma de garantizar que las demandadas armas estadounidenses sigan llegando de forma rápida y fluida al frente, es también una vía para mantener contento a Donald Trump. Escasas horas después de que, ante las miradas de todo el mundo, el presidente de Estados Unidos recriminara “¿qué pasa con el PIB?” a Pedro Sánchez -en clara referencia al aumento de gasto militar que exige a todos los miembros de la OTAN- y de que posteriormente amenazara con aranceles a los productos españoles, la ministra de Defensa Margarita Robles abrió la puerta a que España también se una como contribuyente a ese fondo común para la guerra. Pasar por caja no solo ayuda a Ucrania a continuar luchando, sino también a los países que desean complacer a la persona más importante del establishment occidental.
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sábado, 11 de octubre de 2025
El Nord Stream y los intereses euroatlánticos
Nahia Sanzo, Slavyangrad
El pasado mes de agosto, apenas una mes antes de que se cumpliera el tercer aniversario del atentado contra los gasoductos Nord Stream 1 y 2, los medios de comunicación europeos recuperaban el misterio ignorado sobre qué pasó el 26 de septiembre de 2022 en las profundidades del mar Báltico, cuando explotaron tres de las cuatro tuberías. Inaugurado en 2011 en una ceremonia en la que participaron Dminitry Medvedev, entonces presidente de Rusia, y Angela Merkel, canciller alemana, junto a figuras como el sonriente Mark Rutte, que en este tiempo ha pasado de ser el primer ministro de Países Bajos a secretario general de la OTAN. Eran los años en los que la Unión Europea, especialmente Alemania, abogaban por utilizar el comercio como base de las relaciones continentales. Se trataba de una política lógica en la que Rusia vendía a los países miembros de la UE sus productos energéticos -gas y petróleo- a unos precios más asequibles que los de otros vendedores más lejanos y obtenía de ellos productos industriales. Con intereses económicos complementarios, esa relación era especialmente importante para Berlín, que hizo de la energía barata una de las bases de la competitividad de su industria.
Mucho más polémico que el primer gasoducto, la ampliación del Nord Stream se construyó durante los años posteriores a 2014, inicio de una crisis geopolítica que había permanecido latente y que posiblemente se había retrasado gracias a la existencia de intereses económicos comunes. Tras la adhesión de Crimea a Rusia y el inicio de la guerra de Donbass, las sanciones sectoriales impuestas por la UE prohibieron la venta de productos armamentísticos rusos, a lo que Rusia respondió vetando los productos agrícolas de los países de la Unión Europea. Era el inicio de un ciclo de medidas coercitivas mutuas que continúa a día de hoy y que adquirió una importancia capital a partir de la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022. Días antes, cuando la intervención militar rusa se daba por hecha desde las inteligencias y cancillerías occidentales, Joe Biden lanzó una advertencia vinculada al Nord Stream-2, entonces en su fase final de preparación y a la espera de ser inaugurado. “No habrá Nord Stream”, afirmó Joe Biden, presidente del país que había hecho todo lo posible, incluido sancionar a las empresas que participaban en la construcción, para destruir el proyecto. Esas palabras han sido leídas retroactivamente en su literalidad por quienes vieron en las explosiones del Nord Stream la mano de Estados Unidos.
miércoles, 1 de octubre de 2025
Solidaridad internacional contra el colonialismo neoliberal
Maxim Goldarb, Rebelión
El presidente de Colombia Gustavo Petro participó en las masivas manifestaciones de Nueva York contra la guerra en Palestina. Hizo un llamamiento a los militares estadounidenses para que no obedecieran las órdenes de Trump. Este gesto tuvo un coste para Petro: el Gobierno de Estados Unidos se apresuró a anular su visado.
Desde un punto de vista formal, actos como el del dirigente colombiano constituyen una interferencia en los asuntos internos de otro Estado, en este caso EE.UU. Así que la decisión de Washington puede presentarse como una “defensa de la soberanía”.
Pero se trata de una cínica paradoja. A fin de cuentas, es Estados Unidos el que ha interferido descaradamente en los asuntos internos de docenas de países durante décadas: de Latinoamérica a Oriente Próximo, de África a Europa Oriental. Y en todas las ocasiones su intervención ha provocado la destrucción de Estados, golpes militares, hambruna, millones de víctimas y décadas de pobreza.
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La "estrategia de la tensión" europea frente a Rusia
El alarmismo y la intransigencia de Europa prometen prolongar (y tal vez agravar) el enfrentamiento con Moscú, y corren el riesgo de contribuir a reavivar el conflicto con Teherán.
y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte
Roberto Iannuzzi, Intelligence for the People
Desde hace más de dos semanas, la prensa europea y estadounidense está repleta de artículos que denuncian las “provocaciones imprudentes” de Rusia contra Polonia y Estonia, cuyo espacio aéreo habría sido violado intencionadamente por drones y aviones de Moscú.
A estas denuncias se suman las de supuestos episodios de “guerra híbrida” de los que habrían sido víctimas otros países europeos, siempre a manos de Rusia.
Analistas como Ben Hodges, excomandante del ejército estadounidense en Europa y asesor de la OTAN, sostienen que se trata de acciones deliberadas para poner a prueba las defensas de la OTAN.
En este caso, el presidente ruso Vladimir Putin “estaría muy satisfecho con el resultado”, concluyó el Financial Times aludiendo a una supuesta debilidad de la Alianza Atlántica.
Refiriéndose al episodio ocurrido en su país, el primer ministro polaco, Donald Tusk, lo calificó de “lo más parecido a un conflicto abierto [con Moscú] que hemos tenido desde la Segunda Guerra Mundial”.
Por su parte, la alta representante para la política exterior europea y ex primera ministra estonia Kaja Kallas habló de una “provocación extremadamente peligrosa” que “aumenta aún más las tensiones en la región” en relación con la supuesta violación rusa del espacio aéreo de Estonia.
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martes, 30 de septiembre de 2025
Cuanto peor, mejor
Nahia Sanzo, Slavyangrad
“Trump ama a los vencedores, por eso se ha puesto del lado de Ucrania”, afirmó, con toda su arrogancia el ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radek Sikorski, marido de la propagandista Anne Applebaum -conocida en el pasado por abogar por “matar al mensajero”, los periodistas palestinos- y por su obsesión anticomunista y antirrusa- y recordado por celebrar con un “gracias, Estados Unidos” el atentado contra el Nord Stream. Los halcones vuelven a sonreír ante la certeza de que la guerra no solo no se dirige, como temieron la semana de la cumbre de Alaska, hacia un acuerdo entre Estados Unidos y Rusia, ni siquiera al alto el fuego que aceptaron a regañadientes cuando no lo querían, sino a un notable empeoramiento. Sin definir del todo qué es ganar, concepto que es preciso dejar abierto para poder defender que ha habido una forma de victoria acabe como acabe la guerra, diplomáticos como Sikorski se aferran a esa idea para atraer a Donald Trump, vanidoso, competitivo y actualmente manipulado por una versión de la guerra que no se corresponde con la realidad.
El cambio de opinión del presidente de Estados Unidos, sea legítimo o la estrategia de negociación que apuntaban la semana pasada varios medios, es propicio tanto a un fuerte aumento de los ataques en la retaguardia como a ejercer la labor de lobby belicista con el mayor ahínco posible. Ambos escenarios están dándose ya de forma paralela y coordinada. “Una respuesta estrictamente simétrica a los ataques de Rusia a la infraestructura y a su terror acelerará el camino hacia el fin de la guerra. El precio para Rusia será alto: sentirá las consecuencias de su estrategia militar, basada en matar civiles. Ya no estamos en 2022 con terror aéreo”, escribió ayer Andriy Ermak. El jefe de la Oficina del Presidente se jactaba de los ataques ucranianos contra refinerías rusas, que en realidad no son un ojo por ojo a raíz de los bombardeos del domingo ni de las últimas semanas, sino que comenzaron hace meses. Como ha admitido Zelensky, Rusia protege su industria militar, por lo que Kiev se ha centrado en minar el potencial económico ruso. Lo ha hecho de tal manera que no le ha importado dañar oleoductos clave en el suministro de petróleo de algunos de sus propios aliados de la Unión Europea, a los que exige asistencia militar, económica y energética y paga esa ayuda privándole de recibir la propia.
“Trump ama a los vencedores, por eso se ha puesto del lado de Ucrania”, afirmó, con toda su arrogancia el ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radek Sikorski, marido de la propagandista Anne Applebaum -conocida en el pasado por abogar por “matar al mensajero”, los periodistas palestinos- y por su obsesión anticomunista y antirrusa- y recordado por celebrar con un “gracias, Estados Unidos” el atentado contra el Nord Stream. Los halcones vuelven a sonreír ante la certeza de que la guerra no solo no se dirige, como temieron la semana de la cumbre de Alaska, hacia un acuerdo entre Estados Unidos y Rusia, ni siquiera al alto el fuego que aceptaron a regañadientes cuando no lo querían, sino a un notable empeoramiento. Sin definir del todo qué es ganar, concepto que es preciso dejar abierto para poder defender que ha habido una forma de victoria acabe como acabe la guerra, diplomáticos como Sikorski se aferran a esa idea para atraer a Donald Trump, vanidoso, competitivo y actualmente manipulado por una versión de la guerra que no se corresponde con la realidad.
El cambio de opinión del presidente de Estados Unidos, sea legítimo o la estrategia de negociación que apuntaban la semana pasada varios medios, es propicio tanto a un fuerte aumento de los ataques en la retaguardia como a ejercer la labor de lobby belicista con el mayor ahínco posible. Ambos escenarios están dándose ya de forma paralela y coordinada. “Una respuesta estrictamente simétrica a los ataques de Rusia a la infraestructura y a su terror acelerará el camino hacia el fin de la guerra. El precio para Rusia será alto: sentirá las consecuencias de su estrategia militar, basada en matar civiles. Ya no estamos en 2022 con terror aéreo”, escribió ayer Andriy Ermak. El jefe de la Oficina del Presidente se jactaba de los ataques ucranianos contra refinerías rusas, que en realidad no son un ojo por ojo a raíz de los bombardeos del domingo ni de las últimas semanas, sino que comenzaron hace meses. Como ha admitido Zelensky, Rusia protege su industria militar, por lo que Kiev se ha centrado en minar el potencial económico ruso. Lo ha hecho de tal manera que no le ha importado dañar oleoductos clave en el suministro de petróleo de algunos de sus propios aliados de la Unión Europea, a los que exige asistencia militar, económica y energética y paga esa ayuda privándole de recibir la propia.
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3:29 p.m.
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domingo, 28 de septiembre de 2025
Nerviosismo europeo, armas milagrosas ucranianas
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Dispuesta a todo para conseguir la ayuda de Estados Unidos en la guerra de Ucrania, a día de hoy eje central, si no único, de su política exterior, la Unión Europea no se ha molestado por los términos del acuerdo económico, que impone aranceles a los productos europeos, obliga a abrir el mercado continental a los productos agrícolas estadounidenses -cuya regulación es contraria a la de la UE- y compromete a los países miembros a adquirir un volumen de energía estadounidense por encima de sus posibilidades. Bruselas tampoco consideró humillante la reunión en el Despacho Oval, en el que sus representantes, acompañados de Starmer y Rutte, actuaron de guardaespaldas de Zelensky en una audiencia en la que se les informó del encuentro que habían mantenido los dos actores con capacidad de decisión en esta guerra, Rusia y Estados Unidos. Por supuesto, tampoco ha habido quejas sobre las órdenes que Donald Trump ha dado públicamente tanto al bloque como a los países miembros: cumplir con las promesas de adquirir las cantidades de energía que la UE afirmaba que eran solo declaraciones de intenciones que todas las partes sabían que no iban a cumplirse, cesar completamente las adquisiciones de petróleo y gas natural licuado ruso e imponer sanciones secundarias contra India y China que, sin duda, provocarían la respuesta de los dos países más poblados del planeta.
En febrero de 2022, la UE declaró la guerra de Ucrania existencial y solo vio una opción, vincular su suerte a la de Estados Unidos, el único país capaz de sostener la producción, logística y economía que implica un conflicto de alta intensidad prolongado en el tiempo entre dos ejércitos fuertemente armados. Esa postura ha sometido la posición geopolítica europea a los intereses de Estados Unidos, obligando a Bruselas a actuar con cuidado de no ofender a su socio transoceánico, para el que Ucrania es una herramienta útil en el desgaste de un enemigo histórico que es, además, aliado importante de su rival real, China, pero no es una cuestión existencial. Si con Joe Biden Bruselas podía contar con el apoyo de la Casa Blanca en prácticamente todos los aspectos relacionados con la guerra, aunque en ocasiones hubiera que presionar y ejercer de lobby para conseguir, por ejemplo, el permiso de Washington para que Ucrania utilizara misiles estadounidenses, británicos y franceses en territorio ruso, la llegada al poder de Donald Trump ha modificado el cálculo.
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