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miércoles, 6 de agosto de 2025

La idiosincrasia bélica del capitalismo

[Entre la explotacion, la desposesión y el saqueo].
Un repaso histórico

Andrés Piqueras, La Haine

Las dinámicas de colonización, esclavismo, servidumbre, explotación extensiva y guerra acompañaron al capitalismo desde su mismo nacimiento. Tras la expansión militarizada del mundo que protagonizaron las formaciones estatales ibéricas (últimos imperios pre-capitalistas que sentaron las bases de la acumulación originaria de capital), y luego la holandesa (de consolidación del capitalismo mercantil-financiero), Inglaterra comienza a expandirse de forma predominante entre las potencias europeas, constituyendo por primera vez en la historia un imperio de carácter mundial -parejo a la amplia extensión planetaria del capitalismo-, que en realidad podríamos entenderlo como un punto álgido de evolución o desarrollo de lo que se conformó desde el siglo XIV-XV hasta el presente como Imperio Occidental de 500 años (por utilizar un guarismo redondo).

La combinación de expansión territorial -desbancando a las antiguas metrópolis ibéricas- y de predominio financiero -en la lenta pero constante suplantación de las redes creadas por el capital holandés-, posibilitaron que para el último cuarto del siglo XVIII Inglaterra se hubiera convertido en el centro mundial de intercambio e intermediación comercial. Su dominio consistió en el monopolio de la producción de productos manufacturados y bienes de equipo (para lo que tuvo primero que garantizarse su supremacía dentro del ámbito europeo y desmantelar después las industrias periféricas, como la egipcia y sobre todo la India -a costa de la proletarización y muerte de millones de personas-).

Una vez conseguido esto, el "libre comercio" y el patrón-oro se erigieron en los mecanismos adecuados para fortalecer ese imperio, rompiendo una a una las cortapisas del mercantilismo clásico (que entre otras disposiciones aseguraba a cada metrópoli el comercio exclusivo con sus colonias). Inglaterra necesitaba también materias primas abundantes para su industria y su fuerza de trabajo. Consolidaba con ello el modo industrial de reproducción de la fuerza de trabajo a través de un nuevo régimen de alimentación basado en la procuración barata de productos básicos. Como contrapartida, las agriculturas periféricas fueron obligadas mediante la colonización a extravertir su lógica productiva, en cuanto que proveedoras de productos necesarios para la industrialización de las formaciones centrales, eliminando cada vez más superficie agrícola destinada a la alimentación de sus propias poblaciones. Se establecía así, sobre bases sólidas, una División Internacional del Trabajo (DIT).

Con ello Inglaterra fue capaz de generar un círculo virtuoso: una gran masa de capital excedente que obtenía del exterior en forma de intereses, beneficios, tributos o remesas, de los que se beneficiaba para preservar el patrón metálico fijo de la libra esterlina. A su vez, cuanto más estable era éste más fácil resultaba para Gran Bretaña y sus empresas obtener crédito y liquidez en los mercados financieros mundiales, para expandir sus redes de acumulación.

Francia, que en unos y otros momentos históricos fungió como segunda potencia del Imperio Occidental -posición desde la que pugnaba por alcanzar el liderazgo-, intentó mediante la fuerza militar compensar su atraso o pérdida de competencia frente a Inglaterra en el terreno económico (como antes había ocurrido con España frente a Holanda e Inglaterra[1]).

Las guerras napoleónicas serían las primeras guerras totales, en las que a través del empotramiento de la ciencia en ellas se buscó la destrucción completa del enemigo. Esas grandes destrucciones y las grandes exigencias armamentísticas y logísticas no sólo alimentaron el desarrollo industrial, sino que también abrieron la vía de las finanzas modernas, aupando a la cima a la que sería emblema de las mismas: la casa Rothschild.

El fracaso francés descolgó a esta formación socio-estatal de Inglaterra en el plano económico, pero en cambio extendió la "Modernidad" -o una de sus variantes-, manu militari eso sí, por el continente europeo. Hasta tal punto que "ser moderno" se convirtió en ser "afrancesado", o lo que es lo mismo visto desde otro ángulo, "traidor a la patria". La ofensiva francesa fue el primer golpe de muerte al andamiaje de los Estados-imperio europeos, que terminarían de colapsar con la Primera Gran Guerra.

La producción de bienes de capital o de medios de producción, a través de la siderurgia y auxiliares, que se disparó con las guerras napoleónicas, sentó las bases del enorme despegue industrial inglés, que no era sino el colofón de su orientación hacia la industrialización desde el tramo final del siglo XVI. Desde entonces también la reproducción de la acumulación británica pasaba por la expansión o proyección mundial de sus industrias algodonera y de bienes de capital[2]. Sin embargo, una vez cerrado tras su independencia el mercado estadounidense (que se hizo proteccionista), la solución para Inglaterra consistió en una nueva expansión colonizadora a territorios carentes de protección económico-militar.

Se inauguraba así una nueva era colonizadora, ya eminentemente capitalista. La expansión colonial de unas y otras potencias europeas configurará un sistema paneuropeo internacional que iría engullendo los Imperio-mundo pre-capitalistas e incorporando más y más territorios a la dinámica del valor.

Con esa expansión la superficie terrestre controlada colonialmente por Europa aumentaría entre 1800 y 1914, del 37 al 84% del planeta.

Fase estrictamente imperialista del capitalismo. Guerras interimperialistas

La hegemonía inglesa bajo la que se da la DIT (División Internacional del Trabajo), no es, sin embargo, una hegemonía tranquila. Las potencias imperialistas compiten duramente entre sí por cotas de poder internacional y por territorios y recursos.

Hay que tener en cuenta que a pesar del expansionismo paneuropeo de la segunda mitad del siglo XIX, pronto se manifestaría con toda su virulencia un nuevo estallido de la enfermedad crónica del capitalismo, la de sobreacumulación de capital (incremento de trabajo muerto o maquinaria en relación al trabajo vivo empleado en cada unidad de producción) -proceso que no dejó de ser acompañado por unas luchas sociales que, materializadas cada vez más como movimiento obrero, daban realidad a un sujeto antagónico más y más difícil de superar[3]-.

Hubo un exceso de capital obtenido mediante la plusvalía productiva que no podía ser valorizado, por lo que las inversiones financieras se vieron sin respaldo proporcional de las ganancias productivas (el mundo empresarial se vio con un exceso de producción de bienes de equipo para el todavía reducido tamaño de los mercados). Además, las nuevas tecnologías se habían generalizado acabando con las ventajas comparativas de las empresas punteras. Los resultados fueron una persistente deflación, la caída de los beneficios del capital y de las rentas de la tierra. Se inauguraba la que fue llamada "Depresión Larga" (Long Depression), que perduraría hasta mitad de la década de los años 1890, pero de la que el Sistema no se recuperaría del todo hasta la erupción de las dos grandes conflagraciones mundiales.

Para Inglaterra el principal reto pasaría por frenar la expansión de cualquier potencia susceptible de controlar sus rutas y fuentes de aprovisionamiento en Asia. La única capaz a la sazón era Rusia. Por eso esa formación asiático-europea se convirtió en una auténtica obsesión para el Imperio. Quien está reputado de ser el primer geoestratega moderno, el geógrafo inglés Halford Mackinder, ya en 1902 advirtió que la preponderancia británica sobre el mundo había dependido de su dominio de los mares, pero que eso ya no era suficiente ante la posibilidad de un nuevo núcleo de poder mundial terrestre que dominara el centro de Eurasia.

Se refería a un vasto poder continental dotado de condiciones físico-geográficas permanentes, como Rusia (o incluso, en otro continente, EEUU). Esa fue la raíz histórica del en adelante permanente enfrentamiento contra Rusia para prevenir que se convirtiera en tal poder. El Imperio británico comenzó pronto, pues, a concebir cómo debilitar o incluso desmembrar Rusia, a la que veía como el elefante al que debía acometer la ballena. Todos los medios posibles o imaginables han sido puestos en acción desde entonces para ese fin.

Tal tesón estratégico contra Rusia iría unido a otra prioridad complementaria: impedir la articulación geopolítica de Eurasia. Dificultar o desbaratar a toda costa sus conexiones o vínculos infraestructurales, energéticos, económicos y políticos.

Es famoso el señalamiento de Mackinder al respecto, tras apuntar que el mundo era por primera vez "un sistema políticamente cerrado" (de hecho, con el Imperio Británico el sistema paneuropeo internacional se había convertido en un Sistema Mundial, bajo la hegemonía del capitalismo maduro, industrial): "Quien rija el Este de Europa comandará el Heartland (o corazón del mundo). Quien rija en el Heartland comandará la Isla del Mundo (Eurasia). Quien rija en la Isla del Mundo comandará el Mundo".

Pero a Inglaterra le crecerían también otros rivales en el propio continente europeo: Prusia y el Imperio Austro-húngaro. El sistema paneuropeo internacional (y después el Sistema Mundial) que se había ido formando desde el siglo XVI era permanentemente convulso. De ahí el intento de repartirse de común acuerdo el mundo entre las principales potencias del momento, en la Conferencia de Berlín (1884-1885), que marca la intersección entre dos expresiones de la dominación imperial: la clásica o colonial y la imperialista por excelencia.

África, Asia occidental y oriental (incluida China) quedaban incorporadas a grandes bloques imperiales coloniales, o bien reducidas a esferas de influencia semicoloniales o protectorados. Hay un crecimiento cualitativo de la exportación de capital a los países periféricos o de capitalismo dependiente, al tiempo que las técnicas capitalistas de producción consiguen una bajada de los precios relativos de las materias primas. Con ello se ralentiza la velocidad de crecimiento de la composición orgánica del capital. A esto se le suma el logro del incremento de la tasa de plusvalía gracias a una nueva revolución tecnológica, la de la electricidad, y a la sistematización de la aplicación científica en los procesos de producción con vistas a incrementar la productividad y reducir los tiempos muertos.

Todo lo cual está en la base de la recuperación de la tasa media de ganancia, que lanzará una modesta nueva onda expansiva del capitalismo (a partir de comienzos de los años 90 del siglo XIX hasta la debacle bélica de los años 10 del siglo XX).

En las principales potencias capitalistas poco a poco los monopolios privados fueron entrando en relación corporativa con el Estado, que se hacía su principal agente económico, para lanzarse juntos a una nueva expansión mundial que pasaba por la anexión directa de territorios (con sus seres humanos y recursos). Expansión que realizan los monopolios en encarnizada competencia entre sí, arrastrando a sus Estados en ella. Es la fase de imperialismo puro o clásico, caracterizada también por la exportación de capitales con miras a su revalorización en los territorios coloniales (sin que ello haga olvidar que la mayor parte de la inversión externa de capital se produce entre economías europeas). Procesos que, consecuentemente, irán unidos al armamentismo y su derivado, el crecimiento exponencial de los gastos improductivos, con consecuentes descensos de capital fijo y por tanto también de medios de consumo.

Las potencias que recién completan su proceso de unificación estatal, como Alemania o Italia (y Japón en el otro extremo del mundo), y que carecían de un pasado colonial, van alimentando en su interior un nacionalismo extremo acorde con su perentoria necesidad de expansión territorial a marchas forzadas. Este nacionalismo "corporativo" de la gran empresa, trasladado a la organización de la vida política, terminaría derivando bajo circunstancias económicas, sociales y políticas propicias, en fascismo.

Se persigue con ello, además de enfrentar ferozmente a la clase trabajadora, el sometimiento de la propia competencia intercapitalista en provecho de las grandes firmas vinculadas al sostenimiento directo del Estado fascista. La nueva ideología abandona, por tanto, el liberalismo, en busca de la "organización" en lugar de la "libertad" del capital individual. Tal como describió Hilferding, el capital monopolista requiere y demanda un Estado fuerte para proteger sus intereses dentro y fuera de sus fronteras, dado que cada vez más la persecución del interés "nacional" se va a dar en la arena interestatal. De ahí la creciente utilización de medios económicos, políticos y militares para esa pugna propia del imperialismo clásico.

Congruente con él, el nacionalismo así entendido deviene el derecho del propio Estado a dominar a los otros. Por eso mismo, el comercio entre formaciones socio-estatales comienza a entorpecerse a través de una compleja red de aranceles y tarifas. La expansión (la primera globalización) capitalista se contrae. Es el auge del proteccionismo, que marca la impronta del neomercantilismo propio del final del siglo XIX y primera parte del XX.

Todo ello contribuye a una dispar ralentización económica en bastantes de las economías centrales, que experimentan, no obstante, un breve repunte entre 1924-1929, de la mano de una financiarización sostenida desde la última década del siglo XIX. Hasta que precisamente el creciente desajuste entre economía ficticia y real se hace insostenible. De facto, la caída de las ganancias de la "nueva economía" de la época, la de bienes de consumo duraderos, subyace al crac bursátil de 1929, cuyas consecuencias se arrastrarían durante toda la década de los 30, dando pie a la que para muchos había sido la mayor Depresión capitalista hasta el momento.

Por su parte, la competencia interimperialista genera una inestabilidad de unos 30 años (1914 a 1945) por la primacía en el Sistema Mundial y el consecuente dominio de los procesos de concentración y centralización del capital. El relevo de Inglaterra como telón de fondo, para ver qué potencia ocuparía el primer lugar de ese Sistema.

Un Sistema que, por cierto, había menguado por primera vez desde el siglo XV, tras la Revolución Soviética, la primera y más grande desconexión con el planeta capitalista, el primer aldabonazo del movimiento comunista de la humanidad hacia su consolidación estatal y consiguiente punción geoestratégica en pro de las luchas de clase a escala universal.

El mundo entero se trastocaría con esa Revolución, resultando el capitalismo seriamente afectado. Después del gran colapso financiero de 1929 se acentúa el declive de la globalización capitalista replegándose aún más las economías sobre sí mismas dentro de los límites de los Estados, prevaleciendo por doquier las políticas proteccionistas-arancelarias, pero también la planificación económica (a imagen de la emprendida en la URSS). En 1931 se suprime la convertibilidad en oro de la libra esterlina, acabando con la red independiente de transacciones comerciales y financieras de alcance mundial sobre las que reposaba la hegemonía de la City londinense.

Así que la onda expansiva resultará a la postre sumamente inestable según se había acrecentado la dimensión mundial y mundializadora del capital.

Además,
"el alza significativa de la composición orgánica del capital como resultado de la electrificación generalizada produjo una tendencia descendente de la tasa de ganancia que sólo hubiera podido ser neutralizada por un correspondiente aumento significativo de la tasa de plusvalía." (Mandel, Ernest. El capitalismo tardío. Ediciones Era. México D.F., 1979, pg.185).
Esto último, sin embargo, fue impedido por la recuperación combativa de la fuerza de trabajo en los centros del Sistema tras la Revolución Soviética. La cual cambiaría en adelante también las claves de las luchas de clase.

De hecho, la construcción del fascismo por parte del Gran Capital es una respuesta a la acumulación de fuerzas antisistémicas, erigiéndose en la expresión extrema de la clase capitalista en su guerra contra una fuerza de trabajo que tras la Revolución Soviética se fortalecía y pugnaba por romper los moldes de la sociedad capitalista.

También la propia dinámica bélica del capitalismo se vería alterada. De tal modo incidiría la URSS en el decurso histórico que la permanente lucha interimperialista y de dominio imperial sobre el resto del mundo comenzaría a redirigirse hacia (o complementarse con) la guerra contra la naciente sociedad socialista a la que habían dado vida las luchas de clase expresadas como movimiento comunista de la humanidad.

En adelante se erigiría en objetivo prioritario del Imperio Occidental abortar esa experiencia y sus potenciales influencias mundiales por todos los medios posibles, casi siempre los más atroces.

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Notas:
  1. Y después sucedería con Alemania y Japón ante su incapacidad de ponerse al frente de la acumulación capitalista mundial, teniendo que enfrentarse con las armas a la que sería al final la nueva potencia económica: EEUU ¿Le ocurrirá lo mismo a EEUU frente a China o, más ampliamente, frente al Heartland de Eurasia?
  2. Ese ciclo acaba con la generalización de las nuevas tecnologías y caída consiguiente de la tasa de ganancia en las empresas punteras. La doble crisis de la segunda mitad de los años 40 (agraria e industrial) llevaría a situaciones límites a la población trabajadora europea. Por un lado, los años 30 del siglo XIX ven cómo las empresas más grandes van haciéndose con la nueva tecnología (el vapor), lo que provoca que dejen fuera de la competencia real a los pequeños capitales, los no mecanizados. Al mismo tiempo, tal generalización del vapor a otras empresas hace perder las ventajas competitivas a las que primero lo habían introducido, con lo que se da un descenso generalizado de la tasa de ganancia entre 1835 y 1848. Momento álgido de la primera gran recesión capitalista, que combina, por última vez juntas, crisis de sobreacumulación y/o sobreproducción (crisis capitalista), y crisis agraria de escasez (crisis pre-capitalista) -la oleada insurgente del cada vez más numeroso proletariado europeo no se haría esperar, teniendo su eclosión en 1848-. Sólo la inversión en miles de kilómetros de ferrocarril por distintos continentes, además de las destrucciones de capital obsoleto, permitirían un nuevo despegue de acumulación vinculado ya a la Segunda Revolución Industrial.
  3. La fuerza de trabajo constituida ya como clase obrera (y dentro de ella su sujeto, el movimiento obrero) incrementó notablemente la acción reivindicativa. A partir de la segunda mitad del siglo XIX el carácter antagonista de la relación Capital/Trabajo se expresará a través de la acentuación de la tasa de explotación, y acarreará una ofensiva sin precedentes del Trabajo en forma de huelgas y la creación de organizaciones de clase. Nace, así, la I Internacional proletaria (1864) y se va consiguiendo cierto grado de parlamentarización en la relación Capital/Trabajo. Por primera vez surgen partidos obreros con una organización a escala estatal y centrados en la pugna parlamentaria fruto de las liberalizaciones políticas conseguidas entre 1867-1871, llevando a cabo la agitación legal a una dimensión espacial superior, donde se ve la influencia también de la I Internacional. Sin embargo, esta tímida integración parlamentaria es contrarrestada por la todavía amplia violencia directa del Capital, que aún no ha sido capaz de construir mecanismos suficientemente desarrollados de fidelización del Trabajo o de cierta distribución de la riqueza proveniente del saqueo y del rápido aumento de la productividad del trabajo.

De hecho, la irreductibilidad de este último, pareja a su limitada o débil inclusión en la ciudadanía, tiene su corolario en la Comuna de París (1871). La reacción contra ella hará que una vez más el Capital muestre su lado más sanguinario. Su insurgencia y posterior derrota, denotan un punto de inflexión en la dinámica de las luchas de clase en el capitalismo histórico, entre la época de las revoluciones populares -sin una clara dirección de las mismas y la prevalencia de la descentralización organizativa- y la que vendría marcada por la importancia del proletariado, con el desarrollo de la industrialización. En adelante, se iría imponiendo la lucha reivindicativa comandada por organizaciones explícitas de clase, más centralizadas y operativas, de las que destacaría el Partido. Con todo ello, por primera vez en la historia, la clase explotada era capaz de proyectar ideológicamente y abrir el camino pragmáticamente para construir un nuevo modo de producción, uno que no albergara ninguna forma de explotación del ser humano por el ser humano. Esto es, una sociedad sin clases.


* * *
* Como el subtítulo indica, se trata de un "repaso" histórico, es decir, una síntesis. Como tal, faltan muchos elementos de importancia. Aquí sólo expondré los que considero más decisivos para entender el momento actual del capitalismo, de cara a poder elaborar estrategias de análisis y superación del mismo. Recomendaría leer las notas, que pretenden complementar el texto en algunos de los puntos de interés. El texto se editará en 5 entregas.

domingo, 3 de agosto de 2025

Tercermundización de la clase trabajadora


William I. Robinson, La Jornada

La secretaria de Agricultura de Estados Unidos, Brooke Rollins, pronunció un discurso poco difundido el pasado 8 de julio. En respuesta a las preocupaciones de la agroindustria de que la campaña de deportación está socavando la oferta laboral, advirtió que las deportaciones masivas continuarán y que “no habrá amnistía bajo ninguna circunstancia” para los trabajadores agrícolas. “En última instancia, la respuesta es la automatización, y también algunas reformas dentro de la estructura gubernamental actual”, dijo. “Y, además, hay 34 millones de adultos sanos en nuestro programa de Medicaid (salud pública). Hay muchos trabajadores en Estados Unidos”.

Existe una lógica subyacente en todas las recientes acciones estadounidenses, desde las deportaciones masivas y la guerra arancelaria hasta el proyecto de ley de presupuesto aprobado por el Congreso, la intervención en Medio Oriente, la negociación de un “acuerdo de paz” en el Congo, etcétera. Todo tiene un propósito común: abordar la crisis del capitalismo global liberando al capital trasnacional para que persiga una nueva ronda de expansión depredadora en todo el mundo mediante la digitalización, la apropiación extractivista de recursos, la guerra, la degradación de las clases trabajadoras y populares y la reestructuración radical del Estado capitalista hacia formas autoritarias y neofascistas.

martes, 22 de julio de 2025

Cómo la mayoría global puede liberarse del colonialismo financiero estadounidense


Michael Hudson, Scheerpost

El capitalismo industrial fue revolucionario en su lucha por liberar las economías y los parlamentos europeos de los privilegios hereditarios y los intereses creados que sobrevivieron del feudalismo. Para que sus manufacturas fueran competitivas en los mercados mundiales, los industriales necesitaban eliminar la renta de la tierra pagada a las aristocracias terratenientes europeas, las rentas económicas extraídas por los monopolios comerciales y los intereses pagados a los banqueros que no participaban en la financiación de la industria. Estos ingresos rentistas se suman a la estructura de precios de la economía, elevando el salario mínimo y otros gastos empresariales, y reduciendo así las ganancias.

En el siglo XX, el objetivo clásico de eliminar estas rentas económicas se redujo en Europa, Estados Unidos y otros países occidentales.

Sin embargo, hoy en día, las rentas de la tierra y los recursos naturales en manos privadas siguen aumentando e incluso reciben ventajas fiscales especiales. La infraestructura básica y otros monopolios naturales están siendo privatizados por el sector financiero, que es en gran medida responsable de la fragmentación y desindustrialización de las economías en beneficio de sus clientes inmobiliarios y monopolistas, quienes pagan la mayor parte de sus ingresos por alquileres en forma de intereses a banqueros y tenedores de bonos.

Lo que ha sobrevivido de las políticas mediante las cuales las potencias industriales europeas y Estados Unidos desarrollaron su propia manufactura es el libre comercio. Gran Bretaña implementó el libre comercio tras una lucha de 30 años en defensa de su industria contra la aristocracia terrateniente, con el objetivo de acabar con los aranceles agrícolas proteccionistas, las Leyes del Maíz, promulgadas en 1815 para impedir la apertura del mercado interno a las importaciones de alimentos a bajo precio, lo que habría reducido las rentas agrícolas.

Tras derogar estas leyes en 1846 para reducir el coste de la vida, Gran Bretaña ofreció acuerdos de libre comercio a los países que buscaban acceder a su mercado a cambio de que no protegieran su industria de las exportaciones británicas. El objetivo era disuadir a los países menos industrializados de elaborar sus propias materias primas.

miércoles, 25 de junio de 2025

Rusia confronta la traición de EEUU en la guerra entre Israel e Irán

El desafío de Tel Aviv y la duplicidad de Washington han destrozado hasta el último resquicio de las ilusiones diplomáticas de Moscú, obligando al Kremlin a afrontar el colapso de su equilibrio en Asia Occidental, e incluso en Ucrania

Hazal Yalin, The Cradle

Desde el principio, Moscú condenó con firmeza la agresión de Israel contra Irán. La primera declaración oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso no dejó lugar a dudas al atribuir la culpa a Tel Aviv.

Hasta el 20 de junio, Rusia se aferró a la creencia de que se podría negociar un alto el fuego y de que Washington se abstendría de atacar directamente a Irán. Este optimismo surgió tras una conversación telefónica de casi una hora el 14 de junio, durante la cual el presidente estadounidense, Donald Trump, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, abordaron la escalada del conflicto entre Israel e Irán. Según informes, Trump declaró durante la llamada: "Esta guerra entre Israel e Irán debe terminar", un mensaje que se repitió posteriormente en su cuenta de Truth Social.

El asesor del Kremlin, Yuri Ushakov, informó que los negociadores estadounidenses estaban dispuestos a retomar las conversaciones sobre el programa nuclear iraní. Para Moscú, esto no era mero optimismo, sino una verdadera apertura diplomática y un posible canal de comunicación indirecto para que Trump desactivara las crecientes presiones internas y legales.

Desde la perspectiva de Moscú: Una cronología de esperanzas mal interpretadas

Esta creencia inspiró la postura inicial de Moscú. Incluso después de que Tel Aviv lanzara sus ataques ilegales contra Irán, los rusos evitaron culpar directamente a Washington. En cambio, atribuyeron la principal responsabilidad al gabinete de extrema derecha del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, denunciando el liderazgo de Israel y manteniendo abiertos los canales de comunicación.

En su conferencia de prensa del 18 al 19 de junio con agencias de medios internacionales —programada deliberadamente a altas horas de la noche para ser captada por el público estadounidense— Putin hizo hincapié en la continuidad de la comunicación directa con Trump y Netanyahu. Señaló que los ataques solo habían consolidado la unidad política interna de Irán y señaló que los bombardeos apenas dañaron la infraestructura nuclear de Teherán, afirmando: "Estas fábricas subterráneas permanecen intactas. No les ha pasado nada".

viernes, 13 de junio de 2025

Business ecológico. El ambientalismo neoliberal


Diego Fusaro, Posmodernia

Hay una aparente paradoja vinculada a la cuestión del apocalipsis ambiental que es necesario abordar: el logo dominante en el marco del tecnocapitalismo del nuevo Milenio no sólo no permanece en silencio ante el dilema del desastre inminente, sino que lo eleva a objeto de una proliferación discursiva hipertrófica. La emergencia ambiental y climática es, con razón, uno de los temas más enfáticamente subrayados y discutidos por el orden del discurso hoy imperante.

Esto parece, prima facie, un contrasentido, si se considera que plantear este dilema equivale a enunciar la contradicción misma del capital, que es su fundamento. ¿No sería más coherente con el orden tecnocapitalista la ocultación -o al menos la marginación- de esta cuestión problemática, de manera similar a lo que sucede con la cuestión socioeconómica del clasismo y la explotación laboral, rigurosamente excluida del discurso público y de la acción política?

Afirmar que a diferencia del problema de la explotación laboral (que permanece mayoritariamente invisible y que, en todo caso, puede ser fácilmente eludido por el discurso dominante), la cuestión ambiental es clara y evidente ante oculos omniumante los ojos de todos– y, por tanto, resultaría imposible soslayarla como si no existiera, significa hacer una afirmación verdadera pero, al mismo tiempo, insuficiente: una afirmación que, además, no explicaría las razones por las cuales el discurso dominante no sólo trata abiertamente la cuestión, reconociéndola en su plena realidad, sino que incluso tiende a amplificarla y transformarla en una urgencia y una auténtica emergencia planetaria.

La tesis que pretendemos sostener al respecto es que existe una notable diferencia entre la cuestión ambiental y la socioeconómica (que Marx llamaría, sin perífrasis y con sobradas razones, “lucha de clases”). Esta última no puede de ninguna manera ser “normalizada” y metabolizada por el orden tecnocapitalista que, de hecho, opera para que ni siquiera, tendencialmente, sea mencionada nunca (tampoco, ça va sans direno hace falta decirlo-, por las fuerzas del cuadrante izquierdo de la política, ya hace tiempo redefinidas como izquierda neoliberal o, mejor aún, “sinistrash”izquierda basura-). Margaret Thacher, por otro lado, ya había condenado al ostracismo el concepto mismo de clase social, liquidándolo como inservible y pernicioso vestigio del comunismo (en sus propias palabras: “la clase es un concepto comunista. Separa a las personas en grupos como si fueran paquetes y luego enfrenta a unos contra otros”).

sábado, 7 de junio de 2025

El sistema cambia, pero no hacia el «neofeudalismo»

Algunos pensadores de izquierda argumentan que, a medida que los magnates de la tecnología se vuelven locos, el capitalismo está mutando hacia una forma de «neofeudalismo». Pero lo que realmente estamos presenciando es un gran cambio dentro del capitalismo y no una transición desde él.

D. Addison y M. Eisenberg, Jacobin

Los magnates tecnológicos estratégicamente situados alrededor de Donald Trump en su toma de posesión el 20 de enero de este año representaron una suerte de «quién es quién» de la clase oligárquica. Desde Jeff Bezos hasta Mark Zuckerberg, pasando por todos los demás, los líderes de la industria tecnológica estadounidense acudieron a rendirle homenaje a su nuevo gobernante.

Las intrigas palaciegas eran palpables. Los periodistas especularon sobre la coreografía de la ceremonia, examinando cómo la ubicación de los magnates ofrecía pistas sobre su estatus y su influencia en la conformación del nuevo régimen. La estructura piramidal de la sociedad estadounidense nunca había sido tan evidente. La toma de posesión de Trump fue, sin dudas, la manifestación más vívida de la creciente centralidad política de los multimillonarios líderes tecnológicos.

En los últimos años, distintos comentaristas y pensadores de izquierda recurrieron a ideas como «tecnofeudalismo» o «neofeudalismo» para explicar lo que está sucediendo. Sin embargo, esos conceptos acaban aportando más confusión que claridad al debate sobre hacia dónde se dirige el capitalismo.

Miradas retrospectivas

El libro de Yanis Varoufakis de 2023, Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo, fue quizás la incursión más ampliamente discutida en este campo. Pero este año se le unió Capital’s Grave: Neofeudalism and the New Class Struggle (La tumba del capital: neofeudalismo y la nueva lucha de clases), de Jodi Dean. Ambas obras sugieren que el mundo dejó atrás al capitalismo para entrar en un orden feudal emergente.

martes, 3 de junio de 2025

Neoliberalismo y tratamiento de shock: el FMI no ha ayudado a desarrollar ningún país en 80 años de existencia


Ahmed Adel, Global Research

Creado al final de la Segunda Guerra Mundial en Europa en 1944 para promover la estabilidad económica mundial, el Fondo Monetario Internacional inició sus actividades al año siguiente, convirtiéndose en una presencia constante en los países periféricos con inestabilidad económica a lo largo de ocho décadas.

Sin embargo, la institución financiera fracasó en su misión de ayudar a los países con dificultades para financiarse en el mercado mundial y, así, garantizar la estabilidad del sistema monetario internacional. La imposición de políticas de austeridad y paquetes de ajuste fiscal es el principal obstáculo para el desarrollo social y económico de los países que obtuvieron préstamos del fondo.

En Argentina, Ghana, Kenia y Pakistán, la dependencia financiera de los Estados-nación y los ciclos de endeudamiento no han hecho más que aumentar, al igual que el agravamiento de la desigualdad social. A cambio de abrir una línea de crédito para proporcionar reservas al país, el FMI impone una serie de condiciones, generalmente relacionadas con la política fiscal y los recortes del gasto, centradas principalmente en la reforma de las pensiones, el control salarial, los programas sociales, la desnacionalización y la privatización de empresas estatales para generar liquidez para el Estado, alegando que estas reformas liberales harán al país más atractivo para el capital extranjero.

Después de la conferencia de Bretton Woods en Estados Unidos en 1944, cuando se creó el FMI, el dólar se convirtió en moneda global y la economía mundial comenzó a girar en torno a él. El FMI ignora que los países están expuestos a flujos de capital especulativos que, en muchos casos, no dependen de la administración estatal.

lunes, 2 de junio de 2025

¿Para qué sirve una guerra?: El acuerdo financiero entre Estados Unidos y Ucrania


Gaetano Colonna, Clarissa.it

La perspectiva estadounidense sobre el conflicto en Ucrania es cada vez más clara. El creciente desinterés de la administración Trump en la tan cacareada solución diplomática a la guerra nos está haciendo comprender que Estados Unidos realmente cree que ya ha logrado sus objetivos prioritarios.

Nada revela más claramente la orientación norteamericana sobre la cuestión ucraniana que el acuerdo económico firmado el 30 de abril en Washington por Yuliia Svyrydenko , primera viceministra de Economía de Ucrania, y Scott K. H. Bessent , secretario del Tesoro de EEUU, un acuerdo técnicamente llamado Fondo de Inversión para la Reconstrucción de Estados Unidos-Ucrania .

Esto es una confirmación de que la política norteamericana hacia Ucrania, que se ha acelerado desde la llamada Revolución Naranja de 2004, tiene entre sus principales objetivos el de vincular a Ucrania al sistema económico y financiero que tiene su centro de gravedad político en EEUU.

En primer lugar, cabe señalar que el documento firmado por los ministros de los dos países es por el momento una definición de los principios generales que las dos partes han aceptado, ya que un acuerdo detallado, llamado Acuerdo LP, aún debe ser formalizado y aprobado por el parlamento ucraniano: tanto es así que la propia prensa ucraniana ha sido mucho menos triunfalista que nuestros medios al evaluar su contenido, consciente de que, como todos los diplomáticos saben, "el diablo está en los detalles". Y realmente no es difícil entender quién es el diablo aquí.

viernes, 30 de mayo de 2025

El vínculo inseparable del Capitalismo con la Guerra

…la única manera de acabar con la guerra es superar el modo de producción capitalista con un nuevo modo de producción que no se centre en la búsqueda del máximo beneficio, sino en la satisfacción de las necesidades individuales y sociales.

Domenico Moro, Laboratorio 21

La guerra se convierte en una actividad característica de la humanidad desde que esta se dividió en clases sociales. De hecho, desde siempre, las causas económicas están en la base de la guerra.

Pero solo con el capitalismo plenamente desarrollado se determinaron las guerras mundiales, vinculadas a la globalización del capital, y la creación de armas de destrucción masiva, debido al enorme gasto en investigación y nuevas tecnologías.

La guerra es sobre todo un elemento impulsor de la economía capitalista en sus momentos de crisis estructural y cuando se cuestiona la jerarquía de poder en la que se basa a nivel internacional. En momentos de crisis, el gasto militar y las enormes destrucciones debidas al uso de las armas modernas acuden puntualmente en ayuda de los beneficios.

No es casualidad que, en el momento actual, caracterizado por una crisis que afecta a las zonas tradicionalmente más desarrolladas del capitalismo, Estados Unidos, Europa occidental y Japón, se asista a un aumento del gasto militar.

En Estados Unidos, los recortes en los gastos de la administración federal, que ya han provocado el despido de miles de empleados públicos, deberían haberse extendido al gasto militar, que en cinco años se habría reducido en aproximadamente un tercio: de 968 000 millones de dólares en 2024 a 600 000 millones en 2030.

martes, 22 de abril de 2025

Teorizar la crisis capitalista

El sociólogo británico Simon Clarke propuso uno de los análisis más sofisticados acerca de cómo y por qué los sistemas capitalistas caen en crisis. Su trabajo sobre las contradicciones del capitalismo es una guía valiosa al enfrentarnos a una nueva era de agitación económica global.

Gregoris Ioannou, Jacobin

Simon Clarke fue un sociólogo británico que hizo una inmensa contribución al pensamiento marxista y a los estudios laborales antes de su muerte en 2022. Con su investigación teórica y empírica, dio ejemplo de cómo analizar los desarrollos del capitalismo en diferentes niveles simultáneamente y cómo situarlos en la historia.

Los libros más influyentes de Clarke, Keynesianism, Monetarism and the Crisis of the State (1988) y Marx’s Theory of Crisis (1994), contienen una serie de ideas clave sobre la dinámica del capitalismo. Su perspectiva distintiva sobre la crítica de la economía política tiene mucho que ofrecer en nuestro intento de comprender la era actual de agitación económica y convulsión ideológica.

Las contradicciones del capitalismo

Para entender el capitalismo hay que entender sus contradicciones innatas, porque son estas contradicciones las que lo configuran como un sistema holístico y dinámico y, al mismo tiempo, lo hacen vulnerable. A nivel macrosocial, la contradicción más crucial para Clarke era la que existía «entre la tendencia del capitalismo a desarrollar sin límites las fuerzas productivas y la necesidad de confinar ese desarrollo dentro de los límites de la rentabilidad».

lunes, 21 de abril de 2025

¿Hacia un cambio de régimen en Occidente?

Un régimen internacional que hace una década prácticamente se ahogó en el mar de deuda que había creado, se hunde en una inundación de deuda aún mayor, sin un final a la vista

Perry Anderson, London Review of Books

Transcurrido un cuarto de siglo, el cambio de régimen se ha convertido en un término canónico. Significa el derrocamiento, típica, pero no exclusivamente por parte de EEUU, de gobiernos de todo el mundo rechazados por Occidente, empleando para ello la fuerza militar, el bloqueo económico, la erosión ideológica o una combinación de estos. Sin embargo, originalmente el término significaba algo muy distinto: una alteración generalizada en el propio Occidente: no la transformación repentina de un Estado-nación por la violencia externa, sino la instauración gradual de un nuevo orden internacional en tiempos de paz. Los pioneros de esta concepción fueron los teóricos estadounidenses que desarrollaron la idea de los regímenes internacionales como acuerdos que garantizan relaciones económicas de cooperación entre los principales Estados industriales, que podrían o no adoptar la forma de tratados.

Estos, se sostenía, se desarrollaron a partir del liderazgo estadounidense tras la II Guerra Mundial, pero lo reemplazaron con la formación de un marco consensual de transacciones mutuamente satisfactorias entre los países líderes. El manifiesto de esta idea se materializó en 'Power and Interdependence', obra coescrita por dos pilares del establishment de la política exterior de la época: Joseph Nye y Robert Keohane, cuya primera edición, de las que tuvo muchas, apareció en 1977.

Aunque se presentaba como un sistema de normas y expectativas que ayudaba a asegurar la continuidad entre las diferentes administraciones en Washington al introducir una mayor disciplina en la política exterior estadounidense, el estudio de Nye y Keohane no dejaba lugar a dudas sobre sus resultados para Washington. «Los regímenes suelen ser favorables para EEUU porque es la principal potencia comercial y política del mundo. Si muchos regímenes no existieran, EEUU sin duda querría inventarlos, como lo hizo».(1) A principios de la década de 1980, se empezaron a publicar libros en esta línea: un simposio titulado 'International Regimes', editado por Stephen Krasner (1983); el propio tratado de Keohane, 'After Hegemonya' (1984); y una serie de artículos eruditos.

En la década siguiente, esta doctrina tranquilizadora experimentó una mutación con la publicación de un volumen titulado 'Regime Changes: Macroeconomic Policy and Financial Regulation in Europe from the 1930s to the 1990s', editado por Douglas Forsyth y Ton Notermans (estadounidense y holandés, respectivamente). Mantuvo, pero agudizó la idea de un régimen internacional, especificando la variante que prevalecía antes de la guerra, basada en el patrón oro; luego, el orden forjado en Bretton Woods, que lo sucedió después de la guerra; y, finalmente, detallando la desaparición de este sucesor en los años 1970.(2)

domingo, 20 de abril de 2025

Por qué el capitalismo no puede salvar el planeta

Reseña de The Price Is Wrong: Why Capitalism Won't Save the Planet, [El precio está equivocado: Por qué no puede salvar el planeta el capitalismo] (Verso, 2024), de Brett Christophers.

Randeep Ramesh, Sin Permiso

Vladimir Lenin definió una vez el comunismo como «el poder soviético más la electrificación de todo el país». Puede que sus palabras toquen la fibra sensible de los rebeldes verdes de hoy en día, que ven en la energía limpia una fuerza para el cambio transformador. Sin embargo, estos revolucionarios tienen todavía que ver su revolución. El año pasado fue el más caluroso de la historia y, muy probablemente, de los últimos cien mil años. Aunque están en auge las energías renovables, no crecen lo bastante rápido como para evitar el colapso climático.

Brett Christophers, catedrático de Geografía Económica de la Universidad de Upsala (Suecia), analiza las razones de esta situación y lo que puede hacerse al respecto. Christophers se ha dado a conocer gracias a una serie de libros que intentan sacar a la luz los sucios secretos del capitalismo, como Our Lives in Their Portfolios (Nuestras vidas en sus carteras), del año pasado [2023], sobre el sector de la gestión de activos. Su objetivo es hacer comprender a los lectores que han sido inducidos a una falsa sensación de seguridad por una doctrina económica que promete la salvación a sus adeptos. Del mismo modo, The Price is Wrong rechaza el razonamiento ortodoxo de que una mezcla de innovación tecnológica y magia de mercado bastará para salvar la Tierra.

Lo que está en juego es si los objetivos mundiales de mitigación del cambio climático pueden alcanzarse mediante esfuerzos por «ecologizar» la mayor fuente de emisiones de dióxido de carbono: la electricidad. Christophers es pesimista, pues la transición de los combustibles sucios a los verdes está actualmente lubricada por el propio capitalismo. Su escepticismo no es nuevo. Hay mucha gente de izquierdas que afirma que está en la naturaleza del capitalismo comportarse como destructor del medio ambiente, clima incluido.

domingo, 13 de abril de 2025

Conocer el imperialismo, tarea ineludible

Los afanes expansivos del conglomerado industrial, tecnológico, financiero y militar de EEUU y sus aliados, aunque Europa Occidental se sienta ninguneada, nos llevan a la guerra

Marcos Roitman Rosenmann, La Jornada

La caída de los imperios dio a luz el imperialismo. Durante el siglo XX y lo que va del XXI su estructura se ha modificado. Pero su definición sigue vigente. Si nos atenemos a la primera caracterización, Gran Bretaña se estrenaba como faro de la revolución industrial. John Hobson, un liberal educado en Oxford, profesor de secundaria, especialista en literatura clásica, escritor de artículos periodísticos, utilizó por primera vez el concepto en su ensayo Estudio del Imperialismo. Publicado en 1902, tuvo nueva versión en 1905 y la última en vida del autor, en 1938. Bajo su influencia, Lenin, en 1916, redactaría su folleto El imperialismo, fase superior del capitalismo. Le cita profusamente.

Pero Hobson sería olvidado o leído dentro de la teoría marxista del imperialismo. El británico había identificado factores que Lenin consideró el armazón del imperialismo. 1) Concentración de la producción y del capital que da origen a los monopolios; 2) fusión entre el capital bancario e industrial, base del capital financiero, y una élite especulativa; 3) aumento cualitativo en la exportación de capitales frente a la exportación de mercancías; 4) formación de los monopolios y capital multinacional, y 5) luchas entre imperialismos por repartirse y controlar el mundo.

Hoy nos enfrentamos a una situación inédita. El capitalismo ha demostrado vitalidad, ser capaz de recrearse. El poder, en manos de los magnates del big data y sus trasnacionales de la inteligencia artificial, abre un proceso cuya fuerza radica en neutralizar y anular la conciencia crítica, haciéndonos creyentes de un relato incuestionable. Creemos en el libre mercado, la democracia liberal, las leyes de la oferta y demanda, la pax americana, la malignidad del socialismo, el sí se puede, el empoderamiento, el egoísmo y la competitividad. El imperialismo se refunda bajo sus premisas iniciales.

El capitalismo es un sistema de dominación

Los defensores del capitalismo a menudo lo justifican destacando las virtudes del mercado. Pero el capitalismo no se define por la existencia de mercados sino por la dominación de los trabajadores por parte de los capitalistas.

Ben Burgis, Jacobin

El video ensayo comienza con citas enfrentadas de la activista medioambiental Greta Thunberg y del candidato independiente a la presidencia de los Estados Unidos Robert F. Kennedy. Ella dice: «El capitalismo nos matará a todos». Él dice: «Los mercados libres nos salvarán a todos». Pero, sugiere suavemente la narradora, ambas son fuentes poco fiables. Afortunadamente, ella está aquí para desmontarlo todo.

El vídeo de Sabine Hossenfelder, física teórica alemana y comunicadora científica de gran talento, ya fue visto casi medio millón de veces. Los socialistas de izquierda que esperaban a la camarada Sabine se llevarán una decepción. Su vídeo se titula «El capitalismo es bueno. Déjame explicarte».

Es una elección de tema extraña. El popular canal de YouTube de Hossenfelder suele tratar temas como la materia oscura, la posibilidad teórica de viajar en el tiempo o la discusión sobre si la interpretación de muchos mundos de la mecánica cuántica tiene algún sentido.

Por lo que puedo decir como lego, ella está haciendo un trabajo valioso en esos vídeos. Me encantaría que más científicos encontraran formas claras de comunicar y corregir conceptos erróneos sobre sus áreas de especialización.

Pero cuando pasa de desacreditar memes erróneos sobre física cuántica a intentar desacreditar a los críticos del capitalismo, se pierde todo su compromiso con el rigor. Ella actúa de manera razonable en varios momentos a lo largo del vídeo, como cuando se enfrenta a la retórica de Thunberg y Kennedy, pero la calidad de los argumentos subyacentes se parece menos a Carl Sagan que a Jordan Peterson. Es un compendio de argumentos comunes que la gente utiliza en defensa del capitalismo cuando realmente no se tomó el tiempo de escuchar a ninguno de los críticos del sistema.

martes, 8 de abril de 2025

Por qué, tarde o temprano, el capitalismo necesita la Guerra

El profesor de Filosofía Moral de la Universidad de Milán entra en el debate sobre la guerra y el rearme con una lectura muy crítica del capitalismo. Según el análisis de Andrea Zhok, el libre mercado, para sobrevivir, requiere un crecimiento continuo. Cuando el crecimiento se detiene, el sistema entra en crisis. Y las soluciones tradicionales –innovación tecnológica, explotación de la fuerza de trabajo, expansión de los mercados– ya no son suficientes. Desde esta perspectiva, argumenta Zhok, la guerra se convierte en el último recurso, ofreciendo al sistema económico un mecanismo de destrucción, reconstrucción y control social.
El mensaje "Capitalismo = Guerra" en una pared de Noruega


Andrea Zhok, Krisis

1. La esencia del capitalismo

El vínculo entre capitalismo y guerra no es accidental, sino estructural e ineludible. Pese a que la literatura autopromocional del liberalismo siempre ha intentado argumentar que el capitalismo —traducido como ‘dulce comercio’— era una vía privilegiada hacia la pacificación internacional, en realidad esto siempre ha sido una flagrante falsedad. Y no porque el comercio no pueda ser vehículo de paz —puede serlo—, sino porque la esencia del capitalismo NO es el comercio, que no es más que uno de sus posibles aspectos.

La esencia del capitalismo consiste en una cosa y sólo una cosa. Es un sistema social idealmente acéfalo, es decir, idealmente desprovisto de orientación política, pero impulsado por un único imperativo categórico: el aumento del capital en cada ciclo de producción. El núcleo ideal del capitalismo es la necesidad de que el capital rinda, es decir, de que aumente el propio capital. La dirección de este proceso no se confía a la política -y menos aún a la política democrática- sino a los detentadores del capital, a quienes encarnan las exigencias de las finanzas.

Es importante darse cuenta de que el punto crucial para el sistema no es que “siempre haya más capital” en el sentido objetivo, es decir, que el stock de dinero siempre aumente; momentáneamente puede incluso reducirse. La cuestión es que siempre debe existir la perspectiva general de un aumento del capital disponible. En ausencia de esta perspectiva –como en una condición persistente de ‘estado estacionario’ de la economía– el capitalismo deja de existir como sistema social, porque desaparece el ‘piloto automático’ representado por la búsqueda de salidas para las inversiones.

domingo, 6 de abril de 2025

«Al imperialismo no se le puede confiar ni tantito así»

Esta emblemática frase del Che Guevara mantiene su plena vigencia incluso seis décadas después

Eduardo Vasco, Strategic Culture

Esta emblemática frase del Che Guevara mantiene su plena vigencia incluso seis décadas después. Cada día que pasa, más personas en todo el mundo se dan cuenta de que están siendo engañadas por el canto de sirena de las potencias imperialistas, especialmente Estados Unidos.

Lo que Donald Trump está haciendo con los ucranianos es un claro ejemplo de cómo funciona el imperialismo. Según el Wall Street Journal, el acuerdo sobre minerales exigiría que Ucrania entregue el control de sus recursos naturales e infraestructura a cambio de la ayuda militar proporcionada por el Pentágono, con efectos retroactivos.

Kiev tendría, así, que ceder el control de su economía a Estados Unidos como pago por la ayuda militar recibida, de acuerdo con el informe filtrado al periódico estadounidense. El plan, aún en discusión, crearía un fondo de inversión bilateral que daría prioridad a empresas estadounidenses en proyectos estratégicos ucranianos.

El acuerdo en negociación prevé la creación de un “Fondo de Reconstrucción e Inversión EEUU-Ucrania”, registrado en Delaware, que tendría derecho de preferencia sobre todos los proyectos futuros y existentes relacionados con recursos naturales (metales, petróleo, gas y minerales críticos) e infraestructura (puertos, oleoductos, gasoductos y otras obras estratégicas).

jueves, 27 de marzo de 2025

Trump 2.0: Operación salvar al capitalismo estadounidense

La actual política de Trump no se trata de la antigua rivalidad interimperialista que precipitó las guerras mundiales. Tampoco es una era de ausencia de dicha rivalidad. Más bien, se trata de un esfuerzo de la potencia hegemónica por subordinar a todos sus antiguos aliados imperialistas en beneficio de su propia clase capitalista, incluso si eso implica acostarse con antiguos enemigos.

C.P. Chandrasekhar, La Haine

Si el primer mes del segundo mandato de Donald Trump como presidente de EEUU es indicativo, parece que el capitalismo global, con EEUU como potencia hegemónica, se encuentra en un proceso de reestructuración de origen endógeno. Entre las numerosas señales tempranas de la administración Trump para modificar la política estadounidense, tanto interna como externamente, destacan cinco iniciativas en el ámbito económico.

En primer lugar, se está recurriendo a aranceles de importación más altos, por razones que van desde recuperar la producción estadounidense y acelerar el crecimiento de la producción y el empleo hasta utilizar los aranceles como arma para alcanzar objetivos de seguridad nacional.

La segunda es la descarada facilitación de la captura del Estado por parte de las grandes empresas. Una orden ejecutiva ha buscado subordinar a la Casa Blanca a las agencias gubernamentales de aplicación de la ley, anteriormente independientes, como la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) y la Comisión Federal de Comercio (FTC).

Su funcionamiento será supervisado y sus decisiones, examinadas. El impacto inmediato sería el desmantelamiento de los esfuerzos de la SEC para controlar el comercio de criptomonedas y los esfuerzos de la FTC, bajo la excomisionada Lina Khan, para frenar el monopolio y el poder de plataformas como Amazon y Meta.

sábado, 22 de marzo de 2025

El capitalismo es el asesino


Raúl Zibechi, La Jornada

De forma tan metódica y completa, ¿qué otro sistema ha declarado la guerra a la humanidad? ¿Qué otro sistema practica de forma sistemática genocidios y exterminios de porciones enteras de las juventudes, de mujeres y niñeces? ¿Qué papel están jugando los Estados y los gobiernos que los administran, que no pueden ni quieren frenar la violencia contra los pueblos y las personas?

Es hora de ponerle nombre a este sistema: capitalismo. Debemos comprender que la violencia no tiene otro objetivo que la acumulación acelerada de capital. Para ello desplazan y exterminan a aquellos sectores que son un obstáculo para el enriquecimiento del uno por ciento.

No se trata de hechos aislados ni de errores, sino de un plan que vienen perfeccionando en las últimas décadas y que más recientemente hemos visto desplegarse en toda su magnitud, en la vasta geografía que va de Gaza hasta México, como enseñan los bombardeos indiscriminados contra escuelas y hospitales, como muestran los hornos crematorios de Teuchitlán (México).

El mismo modelo con algunas variantes lo observamos en otras geografías de Medio Oriente, y de modo muy particular en los territorios de los pueblos originarios y negros, desde Wall Mapu hasta Chiapas. En el sur de Argentina los grandes empresarios queman bosques mientras el Estado no los apaga, criminaliza al pueblo mapuche y desplaza comunidades para lucrar con sus tierras. La alianza entre el Estado, el empresariado y sus milicias, los grandes medios y la justicia, es lubricada con la presencia de soldados israelíes en esos territorios.

lunes, 17 de marzo de 2025

El error del neoliberalismo

Este ensayo de Alain de Benoist, «L'erreur du liberalism», se publicó originalmente en el número 28-29 de Éléments, en marzo de 1979. Alain de Benoist sostiene que tanto el liberalismo como el marxismo, aunque aparentemente opuestos, comparten el mismo defecto fundamental de reducir la sociedad humana a relaciones económicas y considerar a los seres humanos principalmente como actores económicos. El ensayo critica cómo el liberalismo, en nombre de la igualdad universal y la libertad individual, en realidad sustituye las jerarquías sociales tradicionales por desigualdades económicas, al tiempo que erosiona las identidades culturales, los lazos comunitarios y el poder del Estado.

Alain de Benoist, Nouvelle Droite

La concepción del hombre como «animal/ser económico» (el Homo oeconomicus de Adam Smith y su escuela) es el símbolo mismo que connota tanto el capitalismo burgués como el socialismo marxista. Liberalismo y marxismo nacieron como polos opuestos de un mismo sistema de valores económicos. Uno defiende al «explotador», el otro defiende al «explotado», pero en ambos casos, no escapamos a la alienación económica.

Liberales (o neoliberales) y marxistas coinciden en un punto esencial: para ellos, la función determinante de una sociedad es la economía. Esta constituye la verdadera infraestructura de cualquier grupo humano. Son sus leyes las que permiten evaluar «científicamente» la actividad humana y predecir los comportamientos. Los marxistas dan el papel predominante al modo de producción en la actividad económica, mientras que los liberales consideran más importante el mercado. Es el modo de producción o el modo de consumo (economía «de partida» o economía «de llegada») lo que determina la estructura social. En esta concepción el bienestar material es el único objetivo que la sociedad civil consiente en asignarse. Y el medio adaptado a este objetivo es el libre ejercicio de la actividad económica.

viernes, 28 de febrero de 2025

Trump y el neobonapartismo

El bonapartismo caracteriza una situación de polarización social entre las clases que, al neutralizarse, permiten el surgimiento de una tercera fuerza, liderada por una figura carismática

Maciek Wisniewski, La Haine

A partir del análisis de Marx del régimen de Louis Bonaparte −sobrino de Napoleón I, presidente de Francia (1848-1852) y luego emperador Napoleón III (1852-1870)−, que inspiró en El 18 brumario de Louis Bonaparte (1851) la famosa idea de que la historia siempre ocurre dos veces: la primera vez como tragedia, la segunda como farsa, el bonapartismo pasó a caracterizar en la teoría marxista −y más allá de ella−, una situación de polarización social entre las clases antagónicas que, al neutralizarse, permitían el surgimiento de una tercera fuerza, liderada por una figura carismática, en cierto modo externa y capaz de concentrar el poder apelando directamente al pueblo, por encima de los modos tradicionales de representación.

Entendido como una forma híbrida −que combinaba el elitismo y el plebeyismo, el autoritarismo y la democracia plebiscitaria, sociedad jerárquica y unión nacional por encima de las clases−, el bonapartismo fue retomado luego por diversos teóricos (Thalheimer, Bauer, Trotsky, Gramsci) para analizar los fenómenos políticos que no se dejaban encasillar fácilmente.

Para Marx, el ascenso de Louis Bonaparte marcó la última forma del dominio burgués y también la decadencia de esa clase, la única forma de gobierno posible en un momento en que la burguesía ya había perdido, y la clase obrera aún no había adquirido la facultad de gobernar la nación.

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