El asesinato de un alto general ruso en Moscú esta semana fue un acto bárbaro de terrorismo. También fue un acto cobarde de un enemigo despreciable
Editorial de Strategic Culture
Estados Unidos y sus socios de la OTAN son cómplices de este y otros innumerables actos de terrorismo contra Rusia, pero el asesinato del teniente general Igor Kirillov fue particularmente flagrante y obsceno, violando todas las reglas de la guerra y exige una respuesta meditada, diferente a las anteriores.
El teniente general Kirillov fue asesinado a primera hora de la mañana del martes cuando salía de su edificio de apartamentos en Moscú junto con un ayudante militar, el mayor Ilya Polikarpov. Ambos estaban indefensos, lo que plantea enormes interrogantes sobre los protocolos de seguridad militar rusos.
La explosión de un artefacto escondido en una moto aparcada cerca de la entrada del edificio pareció matar a ambos hombres al instante. Sus cuerpos fueron vistos más tarde tendidos en la acera cubierta de nieve mientras los investigadores criminales acordonaban la zona. Fue una escena sombría, un gélido indicador de hasta qué punto están en guerra los enemigos de Rusia.