Sin Assad, el futuro de Siria pende de un hilo, ya que las potencias extranjeras y las divisiones internas amenazan con desmembrar el país. ¿Puede surgir un Estado unificado o la partición es inevitable?
Mohamad Hasan Sweidan, The Cradle
Durante años, se ha hablado de la balcanización de Siria como una opción realista que algún día podría imponerse al país. La reciente convulsión política –marcada por el derrocamiento del presidente Bashar al-Assad– ha vuelto a poner de relieve la desintegración de la República Árabe Siria.
En el último decenio, Siria se ha convertido en escenario de la competencia entre potencias extranjeras. Rusia e Irán apoyaron al gobierno de Asad, mientras que Estados Unidos y sus aliados, entre ellos Francia, el Reino Unido e Italia, se alinearon con los grupos de la oposición. Las acciones de Turquía y, en menor medida, de Qatar, por su parte, reflejaron sus propias ambiciones en la fértil medialuna del Levante.
Hasta hace poco, cuatro países –Rusia, Irán, Turquía y Estados Unidos– mantenían una presencia militar significativa en Siria, controlando colectivamente 801 bases y puestos de avanzada, según datos de este año del Centro de Estudios Jusoor.