Una guerra con Irán será un atolladero contraproducente y costoso, otro clavo más en el podrido edificio del imperio
Chris Hedges, La Haine
La guerra abre la caja de Pandora de los males que, una vez desatados, escapan al control de cualquiera. Los belicistas que ordenaron los tímidos ataques de los bombarderos estadounidenses contra las instalaciones nucleares iraníes no tienen más planes para lo que vendrá después en Irán que los que tenían en Afganistán, Iraq, Libia o Siria.
Los aliados europeos, a quienes el régimen de Netanyahu y Trump han alienado con estos ataques aéreos, aparentemente no están dispuestos a cooperar con Washington.
El Pentágono, aunque quisiera, no dispone de los cientos de miles de soldados que necesitaría para atacar y ocupar Irán, la única forma de someter a este país (y mucho menos puede aceptar la enorme cantidad de muertes gringas que provocaría).
Y la idea de que el marginal y desacreditado grupo de resistencia iraní Mujahedeen-e-Khalq (MEK), que luchó junto a Sadam Husein en la guerra contra Irán, y que la mayoría de los iraníes consideran compuesto por traidores, sea una fuerza viable para contrarrestar al Gobierno iraní es ridícula.
En todas estas ecuaciones se ignora a los 90 millones de habitantes de Irán, al igual que se ignoró a los pueblos de Afganistán, Iraq, Libia y Siria. No darán la bienvenida a EEUU y, desde luego, tampoco a Israel como libertadores. Puede que algunos odien al régimen, pero resistirán. No quieren que potencias extranjeras les dominen.