Jaque al Neoliberalismo
Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
jueves, 7 de agosto de 2025
Milei, la Escuela Austríaca y sus alucinaciones
Atilio A. Boron, Pagina 12
El presidente argentino es un fervoroso creyente en las teorías desarrolladas por los economistas de la Escuela Austríaca y su remate más radical e intransigente: el anarco capitalismo de Murray Rothbard que no conforme con someter toda la vida social a la magia de los mercados llega al extremo de proponer la lisa y llana abolición del Estado. Eso es lo que Milei, auto confesado “topo”, pretende hacer destruyéndolo desde adentro, cosa que en cierta medida ya está logrando, para desgracia de quienes (sobre)vivimos en este país.
En anteriores trabajos he demostrado la insanable debilidad teórica de ambas corrientes de pensamiento y su total incomprensión del funcionamiento real de una economía capitalista. Sus teorías no se remiten a las realidades de su tiempo sino que son ocurrencias y especulaciones que nada tienen que ver con el capitalismo realmente existente. En el caso argentino este desvarío se complica por el esoterismo y las fabulaciones a las cuales es tan afecto el presidente (¡la Argentina como una potencia mundial!, por ejemplo) y su notable desprecio por los datos concretos que lo llevan a utilizar un número mágico, 17.000, casi para cualquier cosa.
La miseria teórica de la Escuela Austríaca y su vástago neoyorquino, Rothbard, salta a la vista ni bien se contrastan sus elucubraciones con la economía austríaca “realmente existente”. Para los apóstoles de la absoluta primacía de los mercados debe resultarles un dato indigesto el hecho de que en Austria el gasto público en relación al PIB haya fluctuado entre el 48.5 % en 2019, llegando al 59.4 % durante la pandemia del 2020 y estabilizándose en el 2024 en torno al 56 %. (https://datosmacro.expansion.com/paises/austria) ¿Qué tiene esto que ver con la desaforada prédica de Milei y sus prosélitos? Nada. Lo de ellos es pura borrachera ideológica. La deuda pública alcanzó el año pasado en Austria al 81,8 % del PIB y el déficit fiscal, anatema para nuestro gobierno, se empinó en ese mismo año hasta un 4.7 % del PIB. Son totalmente ajenos a las autoridades austríacas los delirios del equipo gobernante argentino y su culto supersticioso al “equilibrio fiscal”. Casi ningún gobierno en el mundo cree en esa tontería pues la gran mayoría de los gobiernos tienen sus cuentas en rojo.
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Por qué el nuevo movimiento en defensa de la «solución» de dos Estados es una farsa
Porque la Declaración de Nueva York no prevé ninguna medida contra el genocidio en curso, ni siquiera contra sus perpetradores – es apenas una trampa para que los palestinos abandonen su lucha.
Eduardo Vasco, Strategic Culture
Entre los días 28 y 30 de julio se celebró en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York una conferencia sobre la tan mentada “solución” de dos Estados en Palestina, presidida por Francia y Arabia Saudita. A partir de dicha reunión, se divulgó la “Declaración de Nueva York” con el objetivo de implementar lo discutido y aprobado.
En la Conferencia intervinieron el secretario general de la ONU, António Guterres, y representantes de Estados miembros y entidades internacionales como la Organización de Cooperación Islámica y la Media Luna Roja. La “Declaración de Nueva York”, encabezada por Francia y Arabia Saudita, cuenta con el respaldo de 15 países, la Unión Europea y la Liga Árabe.
Estados Unidos e Israel no participaron en la conferencia. Por el contrario, la rechazaron, acusándola de favorecer a Hamás y de socavar los supuestos esfuerzos para poner fin a la “guerra” en Gaza.
En realidad, la “Declaración de Nueva York” no favorece ni a Hamás, ni a la Resistencia Palestina, ni al pueblo palestino, ni siquiera a la creación de un Estado Palestino independiente y soberano.
miércoles, 6 de agosto de 2025
La idiosincrasia bélica del capitalismo
[Entre la explotacion, la desposesión y el saqueo].
Un repaso histórico
Andrés Piqueras, La Haine
Las dinámicas de colonización, esclavismo, servidumbre, explotación extensiva y guerra acompañaron al capitalismo desde su mismo nacimiento. Tras la expansión militarizada del mundo que protagonizaron las formaciones estatales ibéricas (últimos imperios pre-capitalistas que sentaron las bases de la acumulación originaria de capital), y luego la holandesa (de consolidación del capitalismo mercantil-financiero), Inglaterra comienza a expandirse de forma predominante entre las potencias europeas, constituyendo por primera vez en la historia un imperio de carácter mundial -parejo a la amplia extensión planetaria del capitalismo-, que en realidad podríamos entenderlo como un punto álgido de evolución o desarrollo de lo que se conformó desde el siglo XIV-XV hasta el presente como Imperio Occidental de 500 años (por utilizar un guarismo redondo).
La combinación de expansión territorial -desbancando a las antiguas metrópolis ibéricas- y de predominio financiero -en la lenta pero constante suplantación de las redes creadas por el capital holandés-, posibilitaron que para el último cuarto del siglo XVIII Inglaterra se hubiera convertido en el centro mundial de intercambio e intermediación comercial. Su dominio consistió en el monopolio de la producción de productos manufacturados y bienes de equipo (para lo que tuvo primero que garantizarse su supremacía dentro del ámbito europeo y desmantelar después las industrias periféricas, como la egipcia y sobre todo la India -a costa de la proletarización y muerte de millones de personas-).
Una vez conseguido esto, el "libre comercio" y el patrón-oro se erigieron en los mecanismos adecuados para fortalecer ese imperio, rompiendo una a una las cortapisas del mercantilismo clásico (que entre otras disposiciones aseguraba a cada metrópoli el comercio exclusivo con sus colonias). Inglaterra necesitaba también materias primas abundantes para su industria y su fuerza de trabajo. Consolidaba con ello el modo industrial de reproducción de la fuerza de trabajo a través de un nuevo régimen de alimentación basado en la procuración barata de productos básicos. Como contrapartida, las agriculturas periféricas fueron obligadas mediante la colonización a extravertir su lógica productiva, en cuanto que proveedoras de productos necesarios para la industrialización de las formaciones centrales, eliminando cada vez más superficie agrícola destinada a la alimentación de sus propias poblaciones. Se establecía así, sobre bases sólidas, una División Internacional del Trabajo (DIT).
Con ello Inglaterra fue capaz de generar un círculo virtuoso: una gran masa de capital excedente que obtenía del exterior en forma de intereses, beneficios, tributos o remesas, de los que se beneficiaba para preservar el patrón metálico fijo de la libra esterlina. A su vez, cuanto más estable era éste más fácil resultaba para Gran Bretaña y sus empresas obtener crédito y liquidez en los mercados financieros mundiales, para expandir sus redes de acumulación.
Francia, que en unos y otros momentos históricos fungió como segunda potencia del Imperio Occidental -posición desde la que pugnaba por alcanzar el liderazgo-, intentó mediante la fuerza militar compensar su atraso o pérdida de competencia frente a Inglaterra en el terreno económico (como antes había ocurrido con España frente a Holanda e Inglaterra[1]).
Las guerras napoleónicas serían las primeras guerras totales, en las que a través del empotramiento de la ciencia en ellas se buscó la destrucción completa del enemigo. Esas grandes destrucciones y las grandes exigencias armamentísticas y logísticas no sólo alimentaron el desarrollo industrial, sino que también abrieron la vía de las finanzas modernas, aupando a la cima a la que sería emblema de las mismas: la casa Rothschild.
El fracaso francés descolgó a esta formación socio-estatal de Inglaterra en el plano económico, pero en cambio extendió la "Modernidad" -o una de sus variantes-, manu militari eso sí, por el continente europeo. Hasta tal punto que "ser moderno" se convirtió en ser "afrancesado", o lo que es lo mismo visto desde otro ángulo, "traidor a la patria". La ofensiva francesa fue el primer golpe de muerte al andamiaje de los Estados-imperio europeos, que terminarían de colapsar con la Primera Gran Guerra.
La producción de bienes de capital o de medios de producción, a través de la siderurgia y auxiliares, que se disparó con las guerras napoleónicas, sentó las bases del enorme despegue industrial inglés, que no era sino el colofón de su orientación hacia la industrialización desde el tramo final del siglo XVI. Desde entonces también la reproducción de la acumulación británica pasaba por la expansión o proyección mundial de sus industrias algodonera y de bienes de capital[2]. Sin embargo, una vez cerrado tras su independencia el mercado estadounidense (que se hizo proteccionista), la solución para Inglaterra consistió en una nueva expansión colonizadora a territorios carentes de protección económico-militar.
Se inauguraba así una nueva era colonizadora, ya eminentemente capitalista. La expansión colonial de unas y otras potencias europeas configurará un sistema paneuropeo internacional que iría engullendo los Imperio-mundo pre-capitalistas e incorporando más y más territorios a la dinámica del valor.
Con esa expansión la superficie terrestre controlada colonialmente por Europa aumentaría entre 1800 y 1914, del 37 al 84% del planeta.
Fase estrictamente imperialista del capitalismo. Guerras interimperialistas
La hegemonía inglesa bajo la que se da la DIT (División Internacional del Trabajo), no es, sin embargo, una hegemonía tranquila. Las potencias imperialistas compiten duramente entre sí por cotas de poder internacional y por territorios y recursos.
Hay que tener en cuenta que a pesar del expansionismo paneuropeo de la segunda mitad del siglo XIX, pronto se manifestaría con toda su virulencia un nuevo estallido de la enfermedad crónica del capitalismo, la de sobreacumulación de capital (incremento de trabajo muerto o maquinaria en relación al trabajo vivo empleado en cada unidad de producción) -proceso que no dejó de ser acompañado por unas luchas sociales que, materializadas cada vez más como movimiento obrero, daban realidad a un sujeto antagónico más y más difícil de superar[3]-.
Hubo un exceso de capital obtenido mediante la plusvalía productiva que no podía ser valorizado, por lo que las inversiones financieras se vieron sin respaldo proporcional de las ganancias productivas (el mundo empresarial se vio con un exceso de producción de bienes de equipo para el todavía reducido tamaño de los mercados). Además, las nuevas tecnologías se habían generalizado acabando con las ventajas comparativas de las empresas punteras. Los resultados fueron una persistente deflación, la caída de los beneficios del capital y de las rentas de la tierra. Se inauguraba la que fue llamada "Depresión Larga" (Long Depression), que perduraría hasta mitad de la década de los años 1890, pero de la que el Sistema no se recuperaría del todo hasta la erupción de las dos grandes conflagraciones mundiales.
Para Inglaterra el principal reto pasaría por frenar la expansión de cualquier potencia susceptible de controlar sus rutas y fuentes de aprovisionamiento en Asia. La única capaz a la sazón era Rusia. Por eso esa formación asiático-europea se convirtió en una auténtica obsesión para el Imperio. Quien está reputado de ser el primer geoestratega moderno, el geógrafo inglés Halford Mackinder, ya en 1902 advirtió que la preponderancia británica sobre el mundo había dependido de su dominio de los mares, pero que eso ya no era suficiente ante la posibilidad de un nuevo núcleo de poder mundial terrestre que dominara el centro de Eurasia.
Se refería a un vasto poder continental dotado de condiciones físico-geográficas permanentes, como Rusia (o incluso, en otro continente, EEUU). Esa fue la raíz histórica del en adelante permanente enfrentamiento contra Rusia para prevenir que se convirtiera en tal poder. El Imperio británico comenzó pronto, pues, a concebir cómo debilitar o incluso desmembrar Rusia, a la que veía como el elefante al que debía acometer la ballena. Todos los medios posibles o imaginables han sido puestos en acción desde entonces para ese fin.
Tal tesón estratégico contra Rusia iría unido a otra prioridad complementaria: impedir la articulación geopolítica de Eurasia. Dificultar o desbaratar a toda costa sus conexiones o vínculos infraestructurales, energéticos, económicos y políticos.
Es famoso el señalamiento de Mackinder al respecto, tras apuntar que el mundo era por primera vez "un sistema políticamente cerrado" (de hecho, con el Imperio Británico el sistema paneuropeo internacional se había convertido en un Sistema Mundial, bajo la hegemonía del capitalismo maduro, industrial): "Quien rija el Este de Europa comandará el Heartland (o corazón del mundo). Quien rija en el Heartland comandará la Isla del Mundo (Eurasia). Quien rija en la Isla del Mundo comandará el Mundo".
Pero a Inglaterra le crecerían también otros rivales en el propio continente europeo: Prusia y el Imperio Austro-húngaro. El sistema paneuropeo internacional (y después el Sistema Mundial) que se había ido formando desde el siglo XVI era permanentemente convulso. De ahí el intento de repartirse de común acuerdo el mundo entre las principales potencias del momento, en la Conferencia de Berlín (1884-1885), que marca la intersección entre dos expresiones de la dominación imperial: la clásica o colonial y la imperialista por excelencia.
África, Asia occidental y oriental (incluida China) quedaban incorporadas a grandes bloques imperiales coloniales, o bien reducidas a esferas de influencia semicoloniales o protectorados. Hay un crecimiento cualitativo de la exportación de capital a los países periféricos o de capitalismo dependiente, al tiempo que las técnicas capitalistas de producción consiguen una bajada de los precios relativos de las materias primas. Con ello se ralentiza la velocidad de crecimiento de la composición orgánica del capital. A esto se le suma el logro del incremento de la tasa de plusvalía gracias a una nueva revolución tecnológica, la de la electricidad, y a la sistematización de la aplicación científica en los procesos de producción con vistas a incrementar la productividad y reducir los tiempos muertos.
Todo lo cual está en la base de la recuperación de la tasa media de ganancia, que lanzará una modesta nueva onda expansiva del capitalismo (a partir de comienzos de los años 90 del siglo XIX hasta la debacle bélica de los años 10 del siglo XX).
En las principales potencias capitalistas poco a poco los monopolios privados fueron entrando en relación corporativa con el Estado, que se hacía su principal agente económico, para lanzarse juntos a una nueva expansión mundial que pasaba por la anexión directa de territorios (con sus seres humanos y recursos). Expansión que realizan los monopolios en encarnizada competencia entre sí, arrastrando a sus Estados en ella. Es la fase de imperialismo puro o clásico, caracterizada también por la exportación de capitales con miras a su revalorización en los territorios coloniales (sin que ello haga olvidar que la mayor parte de la inversión externa de capital se produce entre economías europeas). Procesos que, consecuentemente, irán unidos al armamentismo y su derivado, el crecimiento exponencial de los gastos improductivos, con consecuentes descensos de capital fijo y por tanto también de medios de consumo.
Las potencias que recién completan su proceso de unificación estatal, como Alemania o Italia (y Japón en el otro extremo del mundo), y que carecían de un pasado colonial, van alimentando en su interior un nacionalismo extremo acorde con su perentoria necesidad de expansión territorial a marchas forzadas. Este nacionalismo "corporativo" de la gran empresa, trasladado a la organización de la vida política, terminaría derivando bajo circunstancias económicas, sociales y políticas propicias, en fascismo.
Se persigue con ello, además de enfrentar ferozmente a la clase trabajadora, el sometimiento de la propia competencia intercapitalista en provecho de las grandes firmas vinculadas al sostenimiento directo del Estado fascista. La nueva ideología abandona, por tanto, el liberalismo, en busca de la "organización" en lugar de la "libertad" del capital individual. Tal como describió Hilferding, el capital monopolista requiere y demanda un Estado fuerte para proteger sus intereses dentro y fuera de sus fronteras, dado que cada vez más la persecución del interés "nacional" se va a dar en la arena interestatal. De ahí la creciente utilización de medios económicos, políticos y militares para esa pugna propia del imperialismo clásico.
Congruente con él, el nacionalismo así entendido deviene el derecho del propio Estado a dominar a los otros. Por eso mismo, el comercio entre formaciones socio-estatales comienza a entorpecerse a través de una compleja red de aranceles y tarifas. La expansión (la primera globalización) capitalista se contrae. Es el auge del proteccionismo, que marca la impronta del neomercantilismo propio del final del siglo XIX y primera parte del XX.
Todo ello contribuye a una dispar ralentización económica en bastantes de las economías centrales, que experimentan, no obstante, un breve repunte entre 1924-1929, de la mano de una financiarización sostenida desde la última década del siglo XIX. Hasta que precisamente el creciente desajuste entre economía ficticia y real se hace insostenible. De facto, la caída de las ganancias de la "nueva economía" de la época, la de bienes de consumo duraderos, subyace al crac bursátil de 1929, cuyas consecuencias se arrastrarían durante toda la década de los 30, dando pie a la que para muchos había sido la mayor Depresión capitalista hasta el momento.
Por su parte, la competencia interimperialista genera una inestabilidad de unos 30 años (1914 a 1945) por la primacía en el Sistema Mundial y el consecuente dominio de los procesos de concentración y centralización del capital. El relevo de Inglaterra como telón de fondo, para ver qué potencia ocuparía el primer lugar de ese Sistema.
Un Sistema que, por cierto, había menguado por primera vez desde el siglo XV, tras la Revolución Soviética, la primera y más grande desconexión con el planeta capitalista, el primer aldabonazo del movimiento comunista de la humanidad hacia su consolidación estatal y consiguiente punción geoestratégica en pro de las luchas de clase a escala universal.
El mundo entero se trastocaría con esa Revolución, resultando el capitalismo seriamente afectado. Después del gran colapso financiero de 1929 se acentúa el declive de la globalización capitalista replegándose aún más las economías sobre sí mismas dentro de los límites de los Estados, prevaleciendo por doquier las políticas proteccionistas-arancelarias, pero también la planificación económica (a imagen de la emprendida en la URSS). En 1931 se suprime la convertibilidad en oro de la libra esterlina, acabando con la red independiente de transacciones comerciales y financieras de alcance mundial sobre las que reposaba la hegemonía de la City londinense.
Así que la onda expansiva resultará a la postre sumamente inestable según se había acrecentado la dimensión mundial y mundializadora del capital.
Además,
"el alza significativa de la composición orgánica del capital como resultado de la electrificación generalizada produjo una tendencia descendente de la tasa de ganancia que sólo hubiera podido ser neutralizada por un correspondiente aumento significativo de la tasa de plusvalía." (Mandel, Ernest. El capitalismo tardío. Ediciones Era. México D.F., 1979, pg.185).Esto último, sin embargo, fue impedido por la recuperación combativa de la fuerza de trabajo en los centros del Sistema tras la Revolución Soviética. La cual cambiaría en adelante también las claves de las luchas de clase.
De hecho, la construcción del fascismo por parte del Gran Capital es una respuesta a la acumulación de fuerzas antisistémicas, erigiéndose en la expresión extrema de la clase capitalista en su guerra contra una fuerza de trabajo que tras la Revolución Soviética se fortalecía y pugnaba por romper los moldes de la sociedad capitalista.
También la propia dinámica bélica del capitalismo se vería alterada. De tal modo incidiría la URSS en el decurso histórico que la permanente lucha interimperialista y de dominio imperial sobre el resto del mundo comenzaría a redirigirse hacia (o complementarse con) la guerra contra la naciente sociedad socialista a la que habían dado vida las luchas de clase expresadas como movimiento comunista de la humanidad.
En adelante se erigiría en objetivo prioritario del Imperio Occidental abortar esa experiencia y sus potenciales influencias mundiales por todos los medios posibles, casi siempre los más atroces.
___________
Notas:
- Y después sucedería con Alemania y Japón ante su incapacidad de ponerse al frente de la acumulación capitalista mundial, teniendo que enfrentarse con las armas a la que sería al final la nueva potencia económica: EEUU ¿Le ocurrirá lo mismo a EEUU frente a China o, más ampliamente, frente al Heartland de Eurasia?
- Ese ciclo acaba con la generalización de las nuevas tecnologías y caída consiguiente de la tasa de ganancia en las empresas punteras. La doble crisis de la segunda mitad de los años 40 (agraria e industrial) llevaría a situaciones límites a la población trabajadora europea. Por un lado, los años 30 del siglo XIX ven cómo las empresas más grandes van haciéndose con la nueva tecnología (el vapor), lo que provoca que dejen fuera de la competencia real a los pequeños capitales, los no mecanizados. Al mismo tiempo, tal generalización del vapor a otras empresas hace perder las ventajas competitivas a las que primero lo habían introducido, con lo que se da un descenso generalizado de la tasa de ganancia entre 1835 y 1848. Momento álgido de la primera gran recesión capitalista, que combina, por última vez juntas, crisis de sobreacumulación y/o sobreproducción (crisis capitalista), y crisis agraria de escasez (crisis pre-capitalista) -la oleada insurgente del cada vez más numeroso proletariado europeo no se haría esperar, teniendo su eclosión en 1848-. Sólo la inversión en miles de kilómetros de ferrocarril por distintos continentes, además de las destrucciones de capital obsoleto, permitirían un nuevo despegue de acumulación vinculado ya a la Segunda Revolución Industrial.
- La fuerza de trabajo constituida ya como clase obrera (y dentro de ella su sujeto, el movimiento obrero) incrementó notablemente la acción reivindicativa. A partir de la segunda mitad del siglo XIX el carácter antagonista de la relación Capital/Trabajo se expresará a través de la acentuación de la tasa de explotación, y acarreará una ofensiva sin precedentes del Trabajo en forma de huelgas y la creación de organizaciones de clase. Nace, así, la I Internacional proletaria (1864) y se va consiguiendo cierto grado de parlamentarización en la relación Capital/Trabajo. Por primera vez surgen partidos obreros con una organización a escala estatal y centrados en la pugna parlamentaria fruto de las liberalizaciones políticas conseguidas entre 1867-1871, llevando a cabo la agitación legal a una dimensión espacial superior, donde se ve la influencia también de la I Internacional. Sin embargo, esta tímida integración parlamentaria es contrarrestada por la todavía amplia violencia directa del Capital, que aún no ha sido capaz de construir mecanismos suficientemente desarrollados de fidelización del Trabajo o de cierta distribución de la riqueza proveniente del saqueo y del rápido aumento de la productividad del trabajo.
De hecho, la irreductibilidad de este último, pareja a su limitada o débil inclusión en la ciudadanía, tiene su corolario en la Comuna de París (1871). La reacción contra ella hará que una vez más el Capital muestre su lado más sanguinario. Su insurgencia y posterior derrota, denotan un punto de inflexión en la dinámica de las luchas de clase en el capitalismo histórico, entre la época de las revoluciones populares -sin una clara dirección de las mismas y la prevalencia de la descentralización organizativa- y la que vendría marcada por la importancia del proletariado, con el desarrollo de la industrialización. En adelante, se iría imponiendo la lucha reivindicativa comandada por organizaciones explícitas de clase, más centralizadas y operativas, de las que destacaría el Partido. Con todo ello, por primera vez en la historia, la clase explotada era capaz de proyectar ideológicamente y abrir el camino pragmáticamente para construir un nuevo modo de producción, uno que no albergara ninguna forma de explotación del ser humano por el ser humano. Esto es, una sociedad sin clases.
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La semana del ultimátum
Nahia Sanzo, Slavyangrad
La semana del ultimátum comenzó ayer con una pregunta clara a Donald Trump: “¿Hay algo que pueda hacer Rusia para evitar las sanciones?”. Sin embargo, para Ucrania, más centrada en utilizar la anécdota para restar atención a la situación en el frente, la pregunta verdaderamente importante es dónde está Medvedev. “El concepto de paz a través de la fuerza funciona. En el momento en que aparecieron los submarinos nucleares estadounidenses, un borracho ruso, que acababa de amenazar con una guerra nuclear en X, de repente se quedó en silencio. Rusia sólo entiende una cosa: la fuerza”, escribió ayer por la mañana el siempre exultante jefe de la Oficina del Presidente. Aparentemente, paz quiere decir que Dmitry Medvedev haya recibido algún tipo de advertencia y haya dejado de postear en las redes sociales durante unos días. En esta guerra, en la que la batalla informativa parece para Ucrania tan importante como la real, cualquier cuestión, por mínima que sea, es susceptible de convertirse en un asunto capaz de cambiar el desarrollo de los acontecimientos. Así lo ha demostrado la actuación de Donald Trump que, al más puro estilo del espectáculo que rodea a su administración y a su familia, ha movilizado submarinos nucleares contra dos posts en las redes sociales.
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martes, 5 de agosto de 2025
Trump: la ideología triunfa sobre los intereses económicos
Trump está derogando incluso las leyes económicamente sensatas del Gobierno de Biden. Porque su política sigue otra lógica.
Dani Rodrik, Sin Permiso
Entre todas las catástrofes que ha provocado el presidente estadounidense Donald Trump con la ley fiscal y presupuestaria que él mismo ha calificado de «One Big Beautiful Bill», hay una que destaca especialmente para los representantes de la economía política: la abolición radical prevista en la ley de las subvenciones a las energías limpias introducidas hace tres años por el presidente Joe Biden. Muchos consideraban que estas subvenciones eran intocables en caso de cambio de presidente, ya que creaban nuevos puestos de trabajo y aumentaban los ingresos de las empresas en los estados «rojos», tradicionalmente republicanos. Por muy alérgico que sea el Partido Republicano, controlado por Trump, a la política verde, se pensaba que no se atrevería a eliminar estas ventajas. Pero eso es precisamente lo que ha hecho.
Una decisión contraria a la lógica
¿En qué radicaba el error de esta opinión generalizada? Los investigadores que se ocupan de los procesos de toma de decisiones políticas suelen centrarse en los costes y beneficios económicos. Argumentan que las leyes tienden a aprobarse cuando proporcionan ventajas materiales a grupos bien organizados y bien conectados, mientras que aportan desventajas difusas al resto de la sociedad. Desde esta perspectiva, muchos elementos de la ley de Trump se explican muy bien: en particular, prevé una redistribución drástica de los ingresos en favor de los ricos a expensas de los pobres.
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Los multimillonarios no deberían existir
El mito de que los multimillonarios ganan, inventan o donan su fortuna de forma virtuosa no resiste un análisis riguroso. La riqueza de los multimillonarios no se basa en el genio, sino en la inversión pública, y se traduce en el poder de influir en la legislación, el mercado laboral y los mercados
Christopher Marquis, Jacobin
Cuando Zohran Mamdani declaró en Meet the Press que «no deberíamos tener multimillonarios», la reacción fue inmediata. Las élites adineradas y sus defensores se apresuraron a pintar a los multimillonarios como benefactores indispensables. El titán de los fondos de cobertura Bill Ackman insistió en que Mamdani estaba completamente equivocado, alegando que ayudar a los pobres y necesitados depende totalmente de la generosidad de los residentes adinerados de la ciudad de Nueva York (en forma de ingresos fiscales.
Ackman parece tan preocupado por el destino de estos neoyorquinos necesitados que él y sus amigos están dispuestos a gastar «cientos de millones de dólares» en una campaña electoral general contra el socialista demócrata de treinta y tres años. El propio Trump afirmó que «salvará la ciudad de Nueva York» de Mamdani, y amenazó con arrestarlo.
Existe la creencia obstinada de que los multimillonarios son buenos para la sociedad: que su riqueza beneficia a todos, que estimulan la innovación y que se la han ganado. Como resultado, muchos ven el yate de 500 millones de dólares de Jeff Bezos navegando por Venecia como una muestra razonable de éxito. Y muchos sostienen que la «One Big Beautiful Bill Act» de Trump, una amplia rebaja fiscal para los ricos que pagarán los estadounidenses más pobres, se preocupa legítimamente por «todos los estadounidenses trabajadores», como dijo el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson.
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lunes, 4 de agosto de 2025
Israel y la guerra de las drogas en Siria
No son las drogas ni los drusos lo que preocupa a Israel, sino que el terrorista Al-Sharaa no haya entregado la historia pro palestina de Siria a los pies del régimen israelí
Vijay Prashad, Peoples Dispatch
Las tensiones aumentaron en el sur de Siria cuando aviones de combate israelíes bombardearon el Ministerio de Defensa en Damasco, zonas alrededor del palacio presidencial y aldeas en As-Suwayda el 16 de julio de 2025, matando al menos a doscientos cincuenta sirios en estos ataques aéreos. El régimen de transición sirio, liderado por el antiguo terrorista jefe de Al Qaeda Ahmed al-Sharaa, condenaron los ataques, que Israel justificó como necesarios para detener los combates entre las fuerzas sirias, las Quwwat al-Badu (o Fuerzas Beduinas), organizadas apresuradamente, y los drusos Harakat Rijal al-Karama (Hombres de Dignidad).
En diciembre de 2024, los Hombres de la Dignidad, las Fuerzas Sheikh al-Karama y la Liwa al-Jabal (Brigada de la Montaña) unieron sus fuerzas en la zona de As-Suwayda para crear el grupo Ghurfat 'Amaliyyat al-Janub (Operaciones del Sur) con el fin de defender la región de las incursiones de los israelíes y del nuevo régimen sirio. Sin embargo, el grupo se dividió a principios de este año, lo que mermó su capacidad para contener la incursión de los sionistas más allá de su anterior ocupación de los Altos del Golán sirios, ocupados desde 1967. Desde entonces, Israel ha ampliado su control de los Altos del Golán hacia la zona de As-Suwayda y ha sido acusado por las fuerzas locales de interferir en las disputas locales para justificar una mayor invasión militar.
Desde 2012, la autoridad central del Estado sirio se ha visto debilitada, extendiéndose desde el borde de los Altos del Golán, pasando por la ciudad de Daraa, hasta las aldeas de As-Suwayda, formando un cinturón a lo largo del extremo sur de Siria y a lo largo de la frontera con Jordania. Las fuerzas militares sirias permanecieron en esta zona, pero su legitimidad se encontraba en un mínimo histórico, lo que provocó la aparición de varias fuerzas militares en este vacío. En 2013, la comunidad drusa de la zona, liderada por el jeque Wahid al-Bal'ous, formó el Harakat Rijal al-Karama (Hombres de la Dignidad), mientras que al año siguiente una alianza de diversos combatientes liderada por Murhij Hussein al-Jarmani (alias Abu Ghaith) formó la Liwa al-Jabal (Brigada de la Montaña).
Palestina, la causa del Sur Global
Geopolítica del genocidio en Gaza, el nuevo libro del historiador argentino Martín Martinelli, publicado recientemente por la editorial Batalla de Ideas, es un recorrido profundo sobre la lucha del pueblo palestino, los intentos de colonización territorial de Israel, y las tensiones y pujas entre las grandes potencias que tienen como eje el genocidio que comete Tel Aviv en la Franja de Gaza.
Martin Martinelli, Jacobin
Este ensayo debate con las versiones mediáticas hegemónicas cuyo lente deforma la cruda realidad de esta «guerra» actual y cíclica. El concepto de genocidio no se formula desde las ciencias sociales sino desde el ámbito jurídico. Por eso, lo que está ocurriendo es un genocidio transmitido en directo. También expandió su fuerza destructiva a una guerra al sur del Líbano, o a intercambios de fuego con Irán, pero eso no encubre la política genocida hacia los palestinos de la Franja de Gaza, posible de ser extendida por otros métodos a Cisjordania.
En cierto orientalismo continúa una especie de división entre progreso y barbarie, la cual buscó legitimar los genocidios coloniales en nombre de la misión civilizadora. Pero ahora, desde que el Estado de Israel se incrustó allí como parte de Occidente, se autopercibe como una fortaleza sitiada.
La cuestión binaria de «democracia occidental» y «terrorismo islámico» esconde la «cara oculta de la democracia». Es decir, busca encubrir diversas formas de violencia hacia el exterior, o en este caso en particular, el genocidio. Esta vez resultó demasiado evidente. Esa oposición intentó usarse para justificar los bombardeos desde Irak, Afganistán o Libia, mientras que Tel Aviv lo realizó de manera cada vez más acrecentada, pero de manera intermitente. El sionismo pasó a mimetizarse con las ultraderechas occidentales para renovar los libretos coloniales decimonónicos.
Internet como prisión digital
Diego Fusaro, Posmodernia
Imponiendo la posibilidad continua de estar en otro lugar y de conformarse con otra cosa, el tiempo de la transitoriedad universal encomia el cambio como forma de libertad y, al mismo tiempo, lo reduce a coerción hacia la inestabilidad, a perversión de lo múltiple obligado. De hecho, del cambio heracliteano no es posible hacer un proyecto, sobre todo si la transitoriedad impuesta coactivamente se traduce en la amenaza del eterno recomenzar desde cero la propia experiencia laboral y existencial.
La “vida ética” (sittliches Leben), en la acepción hegeliana, es negada en su posible constituirse, puesto que son aniquiladas sus mismas bases, es decir, la estabilidad de las formas y el vínculo solidario que no puede reconducirse enteramente a la lógica empresarial. El mundo de la vida resulta integralmente precarizado y vuelto flexible, desligado de cualquier arraigo y de cualquier estabilidad.
Fomentando la “corrosión del carácter”, ya destacada por Sennett, el sistema de las necesidades deseticizado y flexible priva a los individuos de su identidad y de la posibilidad de conectarse entre ellos en formas comunitarias distintas de las alienadas de los centros comerciales y sus derivados. La lógica del capital y de su sociedad construida en modo no-social se mantiene como la de la desintegración de las comunidades reales, desde la familia a las asociaciones solidarias, hasta llegar al Estado como realidad viviente de la idea ética. Las únicas conexiones permitidas y promovidas son aquellas a tiempo parcial, modeladas según la lógica mercantil.
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El Sur Global no ha estudiado el Soft Power
Enrico Toselli, Electo Magazine
Por un lado, las mentiras cotidianas de una desinformación italiana servil tanto hacia Kiev como hacia Tel Aviv. Por otro, la total incapacidad de Moscú para poner en marcha una estrategia de contrainformación. Lo mismo ocurre con China, en lo que respecta a las guerras comerciales. Los únicos justificados son los palestinos, hambrientos y bajo las bombas, totalmente ignorados por sus «hermanos árabes», que solo esperan para banquetearse sobre las ruinas de Gaza.
Pero los rusos y los chinos, al igual que todos los demás países del BRICS y alrededores, son sin duda responsables de no haber recurrido a una estrategia de poder blando que contrarreste la narrativa occidental. Es cierto que el Sur global está en continuo crecimiento, que algún día ya no necesitará al Occidente arrogante y decadente, etc., etc. Pero ese día aún está lejos y, por lo tanto, convendría tener en cuenta a quienes, durante años y años, seguirán representando el mercado de salida para las producciones del Sur global.
Aunque se registra, empezando por Italia, un descenso en el número de lectores de periódicos y de telespectadores que siguen los telediarios, la desinformación oficial sigue causando daños, manipulando las conciencias y los cerebros más limitados. Porque las redes sociales, por su naturaleza descoordinada, no bastan para ofrecer una alternativa capaz de revertir la narrativa oficial.
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domingo, 3 de agosto de 2025
Tercermundización de la clase trabajadora
William I. Robinson, La Jornada
La secretaria de Agricultura de Estados Unidos, Brooke Rollins, pronunció un discurso poco difundido el pasado 8 de julio. En respuesta a las preocupaciones de la agroindustria de que la campaña de deportación está socavando la oferta laboral, advirtió que las deportaciones masivas continuarán y que “no habrá amnistía bajo ninguna circunstancia” para los trabajadores agrícolas. “En última instancia, la respuesta es la automatización, y también algunas reformas dentro de la estructura gubernamental actual”, dijo. “Y, además, hay 34 millones de adultos sanos en nuestro programa de Medicaid (salud pública). Hay muchos trabajadores en Estados Unidos”.
Existe una lógica subyacente en todas las recientes acciones estadounidenses, desde las deportaciones masivas y la guerra arancelaria hasta el proyecto de ley de presupuesto aprobado por el Congreso, la intervención en Medio Oriente, la negociación de un “acuerdo de paz” en el Congo, etcétera. Todo tiene un propósito común: abordar la crisis del capitalismo global liberando al capital trasnacional para que persiga una nueva ronda de expansión depredadora en todo el mundo mediante la digitalización, la apropiación extractivista de recursos, la guerra, la degradación de las clases trabajadoras y populares y la reestructuración radical del Estado capitalista hacia formas autoritarias y neofascistas.
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Las matemáticas del hambre: cómo Israel ha provocado la inanición en Gaza
Israel sabe cuántas calorías necesitan los gazatíes para sobrevivir, pero los datos muestran cómo ha limitado la entrada de alimentos a la Franja por debajo del umbral de la subsistencia
Emma Graham-Harrison, el Diario.es
Las matemáticas del hambre en Gaza son sencillas: los palestinos no pueden salir, Israel ha prohibido la pesca y la guerra ha puesto fin a la agricultura. Es decir, que prácticamente todas las calorías que ingiere la población de la Franja tienen que venir de fuera.
Israel sabe cuánta comida hace falta. Lleva décadas calibrando el hambre en Gaza, calculando cuántos envíos hacen falta para ejercer presión sin provocar la inanición. “La idea es poner a los palestinos a dieta, pero no hacerles morir de hambre”, dijo en 2006 un asesor de alto nivel de Ehud Olmert, entonces primer ministro de Israel y actualmente crítico con el Gobierno de Benjamín Netanyahu.
Dos años después, un tribunal israelí ordenó que se publicaran los documentos que mostraban en detalle esos cálculos macabros. COGAT, la agencia gubernamental que sigue controlando todo lo que entra en la Franja de Gaza, había estimado entonces que, como mínimo, cada palestino necesitaba un promedio diario de 2.279 calorías, algo que podía lograrse entregando 1,836 kilos de alimentos por persona al día.
La ración mínima que las organizaciones humanitarias exigen que se entregue es aún menor: 62.000 toneladas métricas de alimentos secos y enlatados cada mes para cubrir las necesidades básicas de más de 2 millones de personas, lo que equivale a aproximadamente un kilo de alimentos por persona al día.
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Incentivos y amenazas
Nahia Sanzo, Slavyangrad
Incapaz de mantener una mínima consistencia en su forma de actuar, Donald Trump ha pasado de afirmar en actos electorales que sería capaz de finalizar la guerra en 24 horas e incluso antes de tomar posesión del cargo a una política de bandazos que muestran su incapacidad para imponer el resultado que desea y también la desesperación de quien ya no sabe muy bien qué hacer para conseguir lo que pensaba haber logrado ya. Trump, que no esconde que opina que merece premios de la paz y que afirma haber resuelto conflictos de 500 años -posiblemente en referencia a India y Pakistán y su conflicto por Cachemira, cuyo origen está en 1948, no en la conquista de Akbar el Grande en 1586 y que no ha desaparecido sino que ha vuelto al statu quo anterior al ataque de Pahalgam-, ha renunciado a cualquier papel de mediación y exige una resolución rápida. Al fin y al cabo, qué es un conflicto de solo once años para el hombre que ha resuelto conflictos milenarios.
Lo que la prensa ha presentado como un cambio de rumbo del presidente de Estados Unidos, inicialmente favorable a Moscú, pero que finalmente ha sabido ver que Vladimir Putin no quiere la paz, se gestó el mes pasado y dio lugar al ultimátum de 50 días dado al presidente ruso para lograr la resolución de la guerra. De lo contrario, Rusia se expondría a sanciones prohibitivas que compartiría con los principales clientes de su sector energético, India y China, países a los que añadió también a Brasil, fundamentalmente como venganza política. En realidad, el cambio de rumbo no debe sorprender y se corresponde exactamente con el plan publicado hace más de un año por el America First Policy Institute y cuyo coautor es el general Keith Kellogg.
sábado, 2 de agosto de 2025
¿Ha perdido Zelensky el apoyo de Occidente?.. Se está convirtiendo en un lastre
Los gobiernos occidentales se enfrentan a su propio dilema. Habiendo invertido mucho en presentar a Zelensky como una figura al estilo de Churchill, sustituirlo abiertamente podría socavar el apoyo público a la guerra en sus propios países.
Thomas Fazi, Un Herd
Las conversaciones diplomáticas en Estambul, que transcurrieron sin incidentes y concluyeron con poco más que discusiones sobre un intercambio de prisioneros de guerra y vagas promesas de nuevas reuniones, dejaron a Volodymyr Zelensky enfrentándose a una crisis mucho más cercana: protestas sin precedentes que estallaron en las principales ciudades ucranianas.
Miles de personas salieron a las calles para denunciar una controvertida ley que, según Zelensky, tenía por objeto “reducir la influencia rusa”, pero que, en realidad, comprometería la independencia de las dos principales agencias anticorrupción del país en un momento en que, según se informa, ambas estaban a punto de detener a altos cargos de la propia administración de Zelensky.
La aprobación de la ley no solo provocó protestas masivas en Ucrania, sino también una condena generalizada en las capitales occidentales.
Ursula von der Leyen no tardó en emitir una dura reprimenda: la legislación entraba en conflicto con el “respeto al Estado de derecho” de Europa y podía poner en peligro las perspectivas de adhesión de Ucrania a la UE.
El Gobierno estadounidense llegó incluso a ordenar a Zelenski que retirara la legislación. Mientras tanto, los medios de comunicación occidentales dieron amplia cobertura a las protestas.
Por primera vez desde la invasión rusa, las políticas internas de Zelenski fueron criticadas abiertamente por medios que anteriormente lo habían idolatrado como un heroico defensor de la democracia.
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Max Weber sobre Clases y Estamentos
Joakim Andersen, MetaPolitik
La derecha genuina ha buscado históricamente alternativas a la sociedad basada en el individuo y las clases, una de las más recurrentes ha sido una sociedad basada en estamentos. Encontramos variantes de ello tanto en Per Engdahl y Rudolf Kjellén como en Othmar Spann. En cierta medida, se puede decir que la sociedad estamental anula la sociedad basada en clases y, por lo tanto, se considera «sin clases». El enfoque consiste en identificar los grupos naturales de la sociedad y darles representación formal. A menudo, estos grupos corresponden más o menos a las tres funciones indoeuropeas, con los conocidos «nobleza, clero, burguesía y campesinado» como ejemplos. Independientemente de cómo se vea la posibilidad de sustituir el parlamentarismo basado en partidos por una representación corporativa, los estamentos son un complemento valioso y una corrección del concepto marxista de clase. Por cierto, desde hace al menos un siglo, existe una fuerte tendencia entre los sociólogos a transformar este último concepto en algo parecido al primero (véase el «habitus» de Bourdieu y los «clerics» de Kotkin).
En este contexto, resulta interesante el breve ensayo del sociólogo y filósofo social alemán Max Weber Clase, estatus, partido, que en realidad es un capítulo de Economía y sociedad. En él, Weber define los conceptos de clase, estatus y partido, partiendo de los tipos ideales de Gemeinschaft y Gesellschaft. Este último es un par de opuestos fundamental para comprender el pensamiento alemán, sobre todo para quien quiera leer a Marx como pensador de la tradición alemana. Mientras que Gemeinschaft es la forma social más antigua, orgánica y natural, Gesellschaft es una «comunidad» artificial y mecánica. « La Gemeinschaft se caracteriza por el hecho de que las personas están unidas a pesar de los factores que las separan, mientras que la Gesellschaft se caracteriza por el hecho de que están separadas a pesar de lo que las une», por citar un texto antiguo sobre Tönnies. En gran medida, Marx y otros pensadores alemanes son bardos que cantan el canto del cisne de la Gemeinschaft cuando esta es sustituida por la Gesellschaft en forma de mercado y burocracia. De acuerdo con la dialéctica germánica, también intuyen un futuro en el que Gemeinschaft volverá a un nivel superior.
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