Todos los imperios caen. Su colapso se hace inevitable una vez que sus gobernantes pierden todo sentido de lo absurdos y aborrecibles que se han vuelto
Jonathan Cook, Middle East Eye
Sólo hay un país en el mundo en este momento, en medio de la matanza de Israel en Gaza, donde el primer ministro Benjamin Netanyahu tiene garantizadas docenas de ovaciones de la gran mayoría de sus representantes electos.
Ese país no es Israel, donde Netanyahu ha sido una figura enormemente divisiva durante muchos años. Es Estados Unidos.
El pasado miércoles, Netanyahu recibió palmadas en la espalda, palmadas de alegría, gritos de júbilo y vítores mientras se dirigía lentamente -aclamado a cada paso como un héroe conquistador- al estrado del Congreso estadounidense.
Se trataba del mismo Netanyahu que ha supervisado durante los últimos 10 meses la matanza -hasta el momento- de unos 40.000 palestinos, aproximadamente la mitad de ellos mujeres y niños. Se ha informado de la desaparición de más de 21.000 niños, la mayoría de ellos probablemente muertos bajo los escombros.