La era de Obama - Segunda entrega de la serie histórica dedicada a la ruptura entre Pekín y Washington.
“The Next Thing to Do”, una caricatura de J. S. Pughe publicada en Puck en 1898, muestra al Tío Sam en la cima del “Muro Arancelario Prohibitivo”, observando cómo las potencias europeas y Japón intentan derribar las barreras comerciales de China
Giacomo Gabellini,
Krisis
Después de décadas de globalización y tras perder millones de puestos de trabajo, Washington ha vuelto a subir las apuestas. Bajo la administración Obama, adoptó una política de contención total, para recuperar el liderazgo y romper la dependencia de las cadenas de suministro asiáticas. Lo que estaba en juego no era sólo el comercio, sino también la hegemonía en el emergente mundo multipolar. Desde guerras arancelarias hasta embargos tecnológicos, pasando por nuevos tratados y presión sobre los aliados, Estados Unidos ha desplegado una estrategia orgánica para atacar el corazón del modelo chino.
Parte II – La ofensiva tecnocomercial de Estados Unidos
“Durante 40 años, el comercio entre China y Estados Unidos ciertamente ha beneficiado a ambos países en general, pero un país ha permitido que los beneficios se distribuyan y el otro ha dejado que todas las ganancias fluyan hacia los de arriba”. Con esta reflexión, el periodista Ryan Grim, jefe de la oficina de Washington de
The Intercept, comentó un video de
TikTok en
X.
Aunque esquemático e ideológico, el vídeo en cuestión revela con crudeza la laceración social producida por la globalización, que al atribuir a China el papel de “fábrica del mundo” ha terminado por erosionar el tejido productivo y social de Estados Unidos desde sus cimientos. Para entender esto basta mirar los números. Según el Instituto de Política Económica, entre 2000 y 2016 Estados Unidos perdió 5 millones de empleos en el sector manufacturero, mientras que el 90% del crecimiento del ingreso fue a parar al 10% más rico de la población.
Durante la presidencia de Barack Obama, entre 2009 y 2017, Washington tomó medidas endureciendo las políticas migratorias, lo que resultó en una consiguiente reducción de la oferta laboral y un
aumento nominal de los salarios. Así, la solidez de «Chimérica» comenzó a debilitarse paulatinamente, comprometida por grietas cada vez más amplias y profundas debidas esencialmente al ascenso político, económico, tecnológico y militar de China. Para Estados Unidos, la República Popular China se ha convertido así en el principal rival estratégico a “contener” por todos los medios disponibles.
Bajo la administración de Obama, el establishment estadounidense intentó confinar a China al aislamiento político y comercial a través de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP por su sigla en inglés) y el Acuerdo Transpacífico (TPP por su sigla en inglés). Los programas espejo, como sostiene el historiador Alfred W. McCoy en su libro
In the Shadows of the American Century, tenían
como objetivo explotar "el estatus de Estados Unidos como el principal consumidor del mundo para crear una nueva versión de la 'diplomacia del dólar'". El historiador continúa explicando que "su giro estratégico tenía como objetivo alejar a los socios comerciales clave de China y colocarlos en la órbita de Washington". Según Alfred W. McCoy, “el presidente lanzó una doctrina contraria, buscando dividir económicamente la ‘isla-mundo’ a lo largo de su divisoria continental en los Montes Urales mediante dos acuerdos comerciales que apuntaban a establecer a Estados Unidos como el centro global de casi dos tercios del PIB y casi tres cuartas partes del comercio mundial”.