Peter Linebaugh, Counter Punch
En 1958, el subdirector hizo la lectura de la Biblia en la asamblea matinal de la Karachi Grammar School (Pakistán), fundada en 1848 por la Iglesia de Inglaterra.[1] La lectura de Hechos 17:23 se refiere a la declaración de San Pablo al ver el monumento ateniense a un Dios desconocido. “Lo que adoráis pero no sabéis, esto es lo que ahora proclamo”, momento en el que yo, que entonces tenía diecisiete años, grité la respuesta para que todos la oyeran: “Comunismo”.
Como hijo de los imperios británico y estadounidense, había llegado a esta conclusión rebelde dos años antes en la Escuela Secundaria del Ejército de Frankfurt. Basado en el estudio del Manifiesto Comunista que realicé en la biblioteca del Club de Oficiales del I.G. Farben pude responder a esta antigua pregunta planteada en el ágora ateniense por un hombre de Palestina.
No abordo las guerras en Palestina ni como un erudito árabe ni hebreo, ni siquiera como alguien conocedor de otras formas de vida en la región: olivos, almendras, higos, cítricos, ovejas, algodón o cereales como el trigo. Vengo como estudiante, con una admiración de toda la vida por las tradiciones radicales, abolicionistas y antinomianas: Jesús y los profetas, Karl Marx, Gerard Winstanley, Thomas Spence, Olaudah Equiano, la IWW, Frederick Douglass, Shunryu Suzuki, Elizabeth Poole. , Ann Setter, Ivan Illich, Malcolm X, William Blake, Silvia Federici, E.P. Thompson, Robin Kelley, Manuel Yang, Michaela Brennan, Midnight Notes, CounterPunch y Retort; y luego me convertí en historiador de todo lo anterior con particular interés en los bienes comunes. Como dijimos Marcus Rediker y yo en la introducción a la traducción árabe de nuestra Hidra de muchas cabezas, Heródoto, “el abuelo de la historia”, explicó que Palestina se encontraba entre Fenicia y Egipto.