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jueves, 11 de septiembre de 2025

Para un análisis científico del poder en el capitalismo contemporáneo

Ante las transformaciones estructurales del capitalismo contemporáneo, Andrea Pannone escribe que hoy es necesario redefinir el concepto de poder, superando la concepción de este como la simple capacidad de influir en las acciones de otros, típica de la economía dominante, y ampliando la perspectiva marxista. En este artículo, Pannone define el poder como la capacidad diferencial de influir en las esferas económica, política y social mediante la centralización del control sobre los recursos materiales, humanos y financieros.

Andrea Pannone, Machina Rivista

El análisis científico del poder: un vacío por llenar

En el panorama del análisis económico, el concepto de poder —entendido como la capacidad de moldear las relaciones sociales y controlar recursos— sigue siendo sorprendentemente marginal, especialmente en la economía convencional. Los paradigmas neoclásicos, centrados en el equilibrio del mercado, la eficiencia y la racionalidad individual, tienden a reducir el poder a un efecto secundario de la dinámica competitiva, descuidando su papel estructural en las asimetrías entre capital y trabajo, o entre grandes corporaciones e intereses colectivos. Si bien las escuelas heterodoxas, como la economía marxista, reconocen el poder como intrínseco a las relaciones de producción, sus análisis, si bien ricos en profundidad teórica, a menudo carecen de un enfoque sistemático que combine el rigor analítico con una clara validación empírica. Este artículo representa un primer paso hacia la construcción de un marco metodológico científico que integra el poder como categoría central en el estudio de la dinámica de la economía contemporánea, desde la financiarización hasta la centralización del capital y la formación de formidables oligarquías transnacionales.

La visión dominante del poder

Como ha señalado Giulio Palermo (2007, 2014, 2016), uno de los pocos economistas que ha explorado recientemente el tema, en la economía convencional, el "poder" se define como la capacidad de "alguien" de influir en las acciones de "otros". Desde esta perspectiva, el poder se reduce a la dimensión interpersonal: en el mercado, donde, por ejemplo, algunos vendedores imponen a los compradores las condiciones de acceso a los bienes a través de los precios, y en la empresa, donde capitalistas y trabajadores, lejos de ser considerados entidades sociales, son vistos simplemente como individuos dotados de diferentes cualidades innatas que se expresan en el entorno laboral, estableciendo una relación jerárquica. La existencia de una relación de poder, concebida de esta manera, queda totalmente descartada en un mercado competitivo en equilibrio walrasiano, es decir, en un mercado donde la oferta se iguala perfectamente a la demanda. De hecho, según el primer teorema del bienestar (Arrow y Debreu, 1954), sabemos que esta condición de equilibrio permite una asignación de recursos Pareto-eficiente (óptima en el sentido de Pareto). Una optimalidad de Pareto implica que no es posible mejorar el bienestar (utilidad) de un individuo sin empeorar el bienestar de los demás. Por lo tanto, en esta configuración de mercado, nadie puede tener "poder" sobre otro, en consonancia con la definición de este concepto. La existencia de una asimetría de poder (es decir, el hecho de que "alguien tenga poder sobre otro") depende necesariamente de la introducción de una serie de imperfecciones en el modelo de competencia perfecta, que se presenta como un "estado de naturaleza", carente de cualquier explicación histórica. El análisis se centra exclusivamente en la dimensión del intercambio (la circulación de bienes), sin intentar explicar cómo surgieron estas imperfecciones con el tiempo. Según algunos autores, estas imperfecciones —y, por lo tanto, la propia cuestión del poder— podrían, en teoría, eliminarse definitivamente (o al menos reducirse considerablemente) mediante la adopción de tecnologías digitales como la inteligencia artificial o la cadena de bloques (blockchain), gracias a su potencial capacidad para eliminar las restricciones de información que dificultan la eficiencia asignativa de los mercados 1.

lunes, 3 de marzo de 2025

El plan maestro de Donald Trump para la economía


Yanis Varoufakis, Sin Permiso

Frente a las medidas económicas del presidente Trump, sus críticos centristas oscilan entre la desesperación y una conmovedora fe en que se desvanezca su frenesí arancelario. Suponen que Trump resoplará y resoplará hasta que la realidad deje al descubierto la vacuidad de su razonamiento económico. No han estado prestando atención: la fijación arancelaria de Trump forma parte de un plan económico global que es sólido, aunque sea algo intrínsecamente arriesgado.

Su forma de pensar [de ellos] conecta directamente con un concepto erróneo de cómo se mueven el capital, el comercio y el dinero en todo el mundo. Como el cervecero que se emborracha con su propia cerveza, los centristas acabaron creyéndose su propia propaganda: que vivimos en un mundo de mercados competitivos en el que el dinero es neutral y los precios se ajustan para equilibrar la oferta y la demanda de todo. Ese Trump tan poco sofisticado es, de hecho, mucho más sofisticado que ellos en el sentido de que entiende cómo el poder económico en bruto, y no la productividad marginal, decide quién hace qué a quién, tanto a escala nacional como internacional.

Aunque nos arriesgamos a que el abismo nos devuelva la mirada cuando intentamos darle una ojeada a la mente de Trump, necesitamos comprender su pensamiento en relación con tres cuestiones fundamentales: ¿por qué piensa él que los Estados Unidos están explotados por el resto del mundo? ¿Cuál es su visión de un nuevo orden internacional en el que los Estados Unidos puedan volver a ser “grandes”? ¿Cómo piensa conseguirlo? Sólo entonces podremos elaborar una crítica sensata del plan director económico de Trump.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Airbus y Boeing: política industrial y mercado


Alejandro Nadal, La Jornada

La industria aeronáutica está pasando por un mal momento. Los dos gigantes que controlan el mercado mundial de aviones de pasajeros, Boeing y Airbus, enfrentan dificultades financieras, económicas y tecnológicas. Boeing acaba de recibir un duro golpe, pues dos accidentes de aviación en menos de cinco meses involucraron su modelo B 737 Max 8. Eso condujo a todos los países en los que operan aerolíneas con estas naves a suspender los vuelos con esos aparatos y a mantenerlos en tierra mientras se terminan las investigaciones sobre las causas de esos percances.

El impacto sobre el valor de las acciones de Boeing no se hizo esperar, con una caída superior a 14 por ciento en unas cuantas horas, lo que representó una pérdida de 33 mil millones de dólares. La serie 737 Max ha sido ya durante varios años el producto principal de Boeing en el mercado y se han vendido más de 15 mil aparatos de esta serie, aunque sólo se han entregado 10 mil 444. Del modelo Max, que es el más moderno y ahora se descubre que está plagado de problemas en los sistemas de control automático del estabilizador horizontal, se han vendido 5 mil 05 y se han entregado 375. El precio promedio de un avión serie Max es de unos 120 millones de dólares. Un colapso en los pedidos futuros del 737 Max sería un fuerte descalabro para la empresa.

miércoles, 12 de abril de 2017

De plumas atómicas y dragones solitarios


Alejandro Nadal, La Jornada

El proceso de industrialización en China arrancó desde el triunfo del Partido Comunista en 1949. A partir de ese año las prioridades estuvieron orientadas hacia la industria pesada y hubo que esperar a la contrarrevolución de Deng Xiaoping para que comenzara de lleno un proceso de diversificación industrial. Hoy la República Popular China es considerada una potencia industrial de primera magnitud, capaz de producir desde computadoras y aviones, hasta teléfonos celulares. Sus proezas tecnológicas en el terreno de la industria aeroespacial son objeto de admiración en todo mundo.

Por eso sorprendió la noticia hace unas semanas: ¡por fin la industria china había logrado dominar la tecnología para fabricar la punta de un bolígrafo! Parecía mentira porque la tecnología para producir bolígrafos tiene más de setenta años y China produce cada año unos 38 mil millones de bolígrafos, lo que representa 80 por ciento de la producción mundial de éstos. Pero lo que esa estadística no dice es que las puntas de esos bolígrafos son importadas casi en su totalidad. Aunque sorprenda, la industria china no podía fabricar los balines y la cavidad en la que están insertos para asegurar un flujo constante de tinta en un bolígrafo normal.

miércoles, 5 de abril de 2017

La anacrónica política industrial de Trump


Alejandro Nadal, La Jornada

Los ideólogos de la era neoliberal han insistido una y otra vez en que la política industrial es un lastre. Se le ha acusado de distorsionar los precios, de desperdiciar recursos fiscales y de ser la mejor receta para premiar a empresas y sectores perdedores en la competencia económica. Pero hoy regresa la política para el desarrollo industrial al centro del escenario con los desplantes de Trump sobre la recuperación de empleos en el sector manufacturero.

En realidad, la intervención del poder público para promover el desarrollo industrial nunca ha desaparecido. Ni siquiera en la era triunfante del neoliberalismo. Los subsidios, créditos y apoyos económicos de todo tipo para apuntalar la competitividad de alguna empresa en particular o de una rama industrial se han mantenido como una constante de la vida económica.

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