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jueves, 9 de julio de 2009

Las lecciones no aprendidas de las crisis financieras

Este artículo fue publicado por Joseph Stiglitz en la revista The New Republic, en abril del año 2000. Las advertencias de Stiglitz sobre las causas que originaron la crisis asiática (el exceso de los capitales golondrina que inundaron a los países emergentes con el beneplácito del FMI) le costaron serias discusiones con Lawrence Summers, y finalmente su despido del Banco Mundial.
A casi diez años de la publicación de este artículo vemos como la prepotencia y la arrogancia (palabras de Stiglitz) de algunos funcionarios del gobierno estadounidense, del FMI y del Banco Mundial, desataron el gran descalabro que hoy vivimos. Su lectura nos ayuda a comprender parte importante de estos hechos.
Stiglitz the Insider Lecciones de Una Crisis Mundial

lunes, 15 de junio de 2009

Los mensajes tóxicos de Wall Street

Joseph Stiglitz: Sin Permiso

Toda crisis tiene un final, y aunque hoy por hoy las cosas pintan negras, también esta crisis económica pasará. Lo cierto, en todo caso, es que ninguna crisis, y mucho menos una tan grave como la actual, remite sin dejar un legado. Uno de los legados de esta crisis será una batalla de alcance global en torno a ideas. O mejor, en torno a qué tipo de sistema económico será capaz de traer el máximo beneficio para la mayor cantidad de gente. En ningún sitio esa batalla es más enconada que en el Tercer Mundo. Alrededor del 80 por ciento de la población mundial vive en Asia, América Latina y África. De entre ellos, unos 1.400 millones subsisten con menos de 1.25 dólares diarios. En los Estados Unidos, llamar a alguien socialista puede no ser más que una descalificación exagerada. En buena parte del mundo, sin embargo, la batalla entre capitalismo y socialismo –o al menos entre lo que muchos estadounidenses considerarían socialismo- sigue estando en el orden del día. Es posible que la crisis actual no depare ganadores. Pero sin duda ha producido perdedores, y entre éstos ocupan un lugar destacado los defensores del tipo de capitalismo practicado en los Estados Unidos. En el futuro, de hecho, viviremos las consecuencias de esta constatación.

La caída del Muro de Berlín, en 1989, marcó el fin del comunismo como una idea viable. Ciertamente, el comunismo arrastraba problemas manifiestos desde hace décadas. Pero tras 1989 se volvió muy difícil salir en su defensa de manera convincente. Durante un tiempo, pareció que la derrota del comunismo suponía la victoria segura del capitalismo, particularmente del capitalismo de tipo estadounidense. Francis Fukuyama llegó a proclamar “el fin de la historia”, definió al capitalismo de mercado democrático como el último escalón del desarrollo social y declaró que la humanidad toda avanzaría en esa dirección. En rigor, los historiadores señalarán los 20 años siguientes a 1989 como el breve período del triunfalismo estadounidense. El colapso de los grandes bancos y de las entidades financieras, el subsiguiente descontrol económico y los caóticos intentos de rescate han dado al traste con ese período. Y también con el debate acerca del “fundamentalismo de mercado”, con la idea de que los mercados, sin control ni restricción alguna, pueden por sí solos asegurar prosperidad económica y crecimiento. Hoy, sólo el autoengaño podría llevar a alguien a afirmar que los mercados pueden auto-regularse o que basta confiar en el auto-interés de los participantes en el mercado para garantizar que las cosas funcionen correctamente y de forma honesta.

El debate económico es especialmente intenso en el mundo en vías de desarrollo. Aunque aquí en occidente tendemos a olvidarlo, hace 190 años una tercera parte del producto bruto mundial se generaba en China. Luego, y de una manera un tanto repentina, la explotación colonial y los injustos acuerdos comerciales, combinados con una revolución tecnológica en Estados Unidos y Europa, condenaron al rezago a los países en desarrollo. A resultas de ello, hacia 1950 la economía china representaba menos del 5 por ciento del producto bruto mundial. A mediados del siglo XIX, en realidad, el Reino Unido y Francia tuvieron que emprender una guerra para abrir China al comercio global. Esta fue la “segunda guerra del opio”, llamada así porque los países occidentales tenían muy poco que vender a China a excepción de estas drogas, que pronto invadieron sus mercados y generaron una amplia adicción entre la población. Con esta guerra, occidente ensayaba una vía temprana de corrección de la balanza de pagos.

El colonialismo dejó una herencia compleja en el mundo en desarrollo. Entre la mayoría de la población, sin embargo, la visión dominante era que habían sido cruelmente explotados. Para muchos nuevos líderes, la teoría marxista ofrecía una interpretación sugerente de esta experiencia, puesto que sostenía que la explotación era en realidad el motor del sistema capitalista. Por eso, la independencia política que las colonias conquistaron tras la segunda guerra mundial no supuso el fin del colonialismo económico. En algunas regiones, como África, la explotación –la extracción de recursos naturales y la devastación del ambiente a cambio de migajas- era evidente. En otros sitios fue más sutil. En diferentes regiones del mundo, instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial pasaron a ser vistas como instrumentos de control pos-colonial. Estas instituciones propiciaron el fundamentalismo de mercado (o “neoliberalismo”, como fue a menudo llamado) una categoría idealizada por los estadounidenses como “mercados libres e irrestrictos”. Asimismo, presionaron a favor de la desregulación del sector financiero, de las privatizaciones y de la liberalización del comercio.

El Banco Mundial y el FMI aseguraban que todo lo hacían por el bien de los países en desarrollo. Su actuación estaba respaldada por equipos de economistas partidarios del libre mercado, muchos de ellos provenientes de la catedral de la economía de libre mercado, la Universidad de Chicago. Al final, los programas de los ‘Chicago boys’ no trajeron los resultados prometidos. Los ingresos se estancaron. Allí donde hubo crecimiento, la riqueza fue a parar a los estratos más altos. Las crisis económicas en países concretos se volvieron cada vez más frecuentes. Sólo en los últimos 30 años, de hecho, se produjeron más de cien de considerable gravedad.

En este contexto, no sorprende que las poblaciones de los países en desarrollo creyeran cada vez menos en las motivaciones altruistas de Occidente. Sospechaban que la retórica de la economía libre de mercado –lo que pronto se conoció como “el Consenso de Washington”- era sólo la cobertura de los intereses comerciales de siempre. Estas sospechas se vieron reforzadas por la propia hipocresía de los países occidentales. Europa y Estados Unidos no abrieron sus propios mercados a la agricultura producida en el Tercer Mundo, que con frecuencia era todo lo que estos países podían ofrecer. Por el contrario, los forzaron a eliminar subsidios necesarios para la creación de nuevas industrias, a pesar de que ellos otorgaban subsidios a sus propios agricultores.

La ideología del libre mercado resultó ser una excusa para acometer nuevas formas de explotación. “Privatizar” quería decir que los extranjeros podían comprar minas y campos petrolíferos a bajo precio en los países en desarrollo. Suponía que podían extraer considerables beneficios de actividades monopólicas y semi-monopólicas como las telecomunicaciones. “Liberalizar”, por su parte, quería decir que podían obtener créditos con facilidad. Y si las cosas iban mal, el FMI forzaba la socialización de las pérdidas, con lo que el esfuerzo de pagar a los bancos recaía sobre la población en su conjunto. También comportaba que las empresas extranjeras pudieran arrasar con las industrias emergentes, bloqueando el despliegue del talento empresarial local. El capital fluía libremente, pero el trabajo no, salvo en el caso de los individuos mejor dotados, que podían encontrar un empleo en el mercado global.

Obviamente, éstos no son más que brochazos de un cuadro más complejo. En Asia, por ejemplo, siempre hubieron resistencias al Consenso de Washington e incluso restricciones a la libre circulación de capital. Los gigantes asiáticos –China e India- condujeron la economía a su manera y obtuvieron inéditos índices de crecimiento. Pero en general, y sobre todo en aquellos países en los que el Banco Mundial y el FMI controlaron las riendas, las cosas no fueron demasiado bien.

Para los críticos del capitalismo estadounidense en el Tercer Mundo, la manera en que los Estados Unidos han respondido a la crisis constituye la gota que colma el vaso. Durante la crisis del sudeste asiático, hace apenas una década, los Estados Unidos y el FMI exigieron que los países afectados redujeran el déficit a través de recortes en el gasto social. Poco importó que en países como Tailandia estas medidas contribuyeran a un resurgimiento de la epidemia del SIDA, o que en otros como Indonesia comportara el recorte de subsidios para la alimentación de los hambrientos. Estados Unidos y el FMI forzaron a estos países a aumentar los tipos de interés, en algunos casos en más de un 50 por ciento. Urgieron a Indonesia que fuera dura con los bancos y al gobierno que no acudiera en su rescate ¡Qué peligroso precedente! –dijeron- ¡qué tremenda intervención en el delicado mecanismo de relojería del libre mercado!

El contraste entre la reacción exhibida ante las crisis asiática y estadounidense es notorio y no ha pasado inadvertido. Para sacar a Estados Unidos del pozo, somos testigos de incrementos masivos del gasto y del déficit, así como de tasas de interés que prácticamente han sido reducidas a cero. Las ayudas a los bancos fluyen a diestra y siniestra. Algunos de los funcionarios de Washington que tuvieron que lidiar con la crisis asiática son ahora los encargados de dar respuestas a la crisis estadounidense ¿Por qué los Estados Unidos –se pregunta la gente del Tercer Mundo- prescriben una medicina diferente cuando se trata de sí mismos?

En los países en desarrollo, son muchos los que aún padecen los efectos del sermoneo recibido en los últimos años: adoptad instituciones como las de los Estados Unidos; seguid nuestras políticas; comprometeos con la desregulación; abrid vuestros mercados a los bancos norteamericanos si queréis aprender “buenas” prácticas bancarias; y vended (no por casualidad) vuestras empresas y bancos a los Estados Unidos, especialmente si es a precio de ganga durante las épocas de crisis. Sí, reconocía Washington, puede ser doloroso, pero al final estaréis mejor. Los Estados Unidos enviaron a sus Secretarios del Tesoro (de ambos partidos) alrededor del mundo a predicar la buena nueva. A ojos de muchos, la puerta giratoria que permite a los líderes financieros norteamericanos pasar cómodamente de Wall Street a Washington y otra vez a Wall Street, les otorgaba todavía más credibilidad: parecían combinar a la perfección el poder del dinero y el poder de la política. Los líderes financieros norteamericanos tenían razón en pensar que lo que era bueno para los Estados Unidos o el mundo era bueno para los mercados financieros. Pero lo contrario no era cierto: no todo lo que era bueno para Wall Street era bueno para los Estados Unidos y el mundo.

No es un simple gesto de Schadenfreude, de alegría por la desgracia ajena, lo que motiva el severo juicio que los países en vías desarrollo realizan del fracaso económico de Estados Unidos. También está en juego la necesidad de discernir cuál es el sistema económico que mejor puede funcionar en el futuro. Indudablemente, estos países tienen todo el interés del mundo en que ver una pronta recuperación de los Estados Unidos. Saben que por sí solos no podrían afrontar lo que los Estados Unidos han hecho para intentar revivir su economía. Saben que ni siquiera el elevado nivel de gasto realizado está funcionando demasiado rápido. Saben que a resultas del colapso económico norteamericano, 200 millones de personas más han caído en la pobreza en el curso de los últimos años. Pero están convencidos, cada vez más, de que cualquier ideal económico propugnado por los Estados Unidos es un ideal del que seguramente habría que huir.

¿Por qué debería preocuparnos la desilusión del mundo con el modelo estadounidense de capitalismo? La ideología que promovimos todos estos años ha dejado de funcionar, pero tal vez esté bien que no pueda repararse ¿Podríamos acaso sobrevivir –incluso tan bien como hasta ahora- si nadie se adhiere al modo de vida norteamericano?

Seguramente, nuestra influencia disminuirá, ya que es poco probable que se nos considere un modelo a seguir. En cualquier caso, es lo que ya estaba ocurriendo de hecho. Los Estados Unidos solían desempeñar un papel crucial en el capital global, ya que otros pensaban que teníamos un especial talento para lidiar con el riesgo y para asignar recursos financieros. Hoy nadie piensa algo así, y Asia – de donde proceden buena parte de los ahorros del mundo - ya está desarrollando sus propios centros financieros. Hemos dejado de ser la fuente central del capital. Los tres bancos más importantes del mundo son ahora chinos. El principal banco norteamericano ha caído al quinto puesto.

El dólar ha sido durante mucho tiempo la moneda de reserva. Los países tenían al dólar como referencia para determinar la confianza en sus propias monedas y gobiernos. Sin embargo, progresivamente se ha ido imponiendo en los bancos centrales de diferentes partes del mundo la idea de que el dólar puede no ser un referente de valor. Su valor, de hecho, ha oscilado y ha ido cayendo. El enorme incremento de la deuda norteamericana durante la presente crisis, combinado con los préstamos indiscriminados de la Reserva Federal, han disparado las especulaciones en torno al futuro del dólar. Los chinos han sugerido de manera abierta la posibilidad de inventar algún tipo nuevo de moneda para reemplazarlo.

Mientras tanto, el coste de lidiar con la crisis está desbordando nuestras necesidades. Nunca hemos sido generosos en nuestra ayuda a los países pobres. Pero las cosas están empeorando. En los últimos años, la las inversiones chinas en África han sido superiores a las del Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo juntos, muy lejos de las realizadas por Estados Unidos. Para afrontar la crisis, los países africanos corren a Beijing en busca de ayuda, no a Washington.

Mi preocupación aquí, en todo caso, tiene que ver con el ámbito de las ideas. Me preocupa que, a medida que se vean con mayor nitidez las fallas del sistema económico y social norteamericano, las personas de los países en desarrollo vayan a extraer conclusiones erróneas. Sólo unos pocos países -y acaso los propios Estados Unidos- aprenderán correctamente la lección. Se darán cuenta de que para salir adelante es necesario un régimen en el que el reparto de papeles entre mercado y gobierno sea equilibrado y en el que haya un estado fuerte capaz de administrar formas efectivas de regulación. Se darán cuenta de que el poder de los intereses privados debe limitarse.

Otros países, empero, sacarán conclusiones más confusas y profundamente trágicas. Tras el fracaso de sus sistemas de posguerra, la mayoría de países ex comunistas retornaron al capitalismo de mercado y encumbraron a Milton Friedman en lugar de a Karl Marx como nuevo dios. Con la nueva religión, sin embargo, no les ha ido bien. Muchos países pueden pensar, en consecuencia, que no sólo el capitalismo ilimitado, de tipo estadounidense, ha fracasado, sino que es el propio concepto de economía de mercado el que ha fallado y ha quedado inutilizado para cualquier circunstancia. El viejo comunismo no regresará, pero sí diversas formas excesivas de intervenir en el mercado. Y fracasarán. Los pobres sufren con el fundamentalismo de mercado, que genera un efecto derrame, pero de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo. Pero los pobres seguirán sufriendo con este tipo de regímenes, puesto que no generarán crecimiento. Sin crecimiento no puede haber reducción sostenible de la pobreza. No ha habido nunca una economía exitosa que no haya descansado fuertemente en los mercados. La pobreza estimula la desafección. Los inevitables fracasos conducirán a mayor pobreza aún y serán difíciles de gestionar, sobre todo por parte de gobiernos llegados al poder con el propósito de combatir el capitalismo de tipo norteamericano. Las consecuencias para la estabilidad global y para la propia seguridad de los Estados Unidos son evidentes.

Hasta ahora, solía existir una sensación de valores compartidos entre los Estados Unidos y las élites educadas en Estados Unidos alrededor del mundo. La crisis económica ha erosionado la credibilidad de dichas élites. Hemos suministrado a los críticos con la disoluta forma de capitalismo practicada en Estados Unidos, poderosa munición para contraatacar con la prédica de una más amplia filosofía anti-mercado. Y seguimos proporcionándoles más y más munición. Mientras en la reciente cumbre del G-20 nos comprometíamos a no impulsar el proteccionismo, colocábamos una previsión de “compre norteamericano” en nuestro propio paquete de estímulos. Luego, para ablandar la oposición de nuestros aliados europeos, modificábamos dicha norma, de todo punto discriminatoria en relación con los países pobres. La globalización nos ha hecho más interdependientes; lo que ocurre en una parte del mundo afecta a la otra, un hecho probado por el contagio a otros de nuestras dificultades económicas. Para resolver problemas globales, es menester que exista un sentido de cooperación y confianza, así como un cierto sentido de valores compartidos. Esta confianza nunca fue sólida, y no ha hecho sino debilitarse en los últimos tiempos.

La fe en la democracia es otra de las víctimas. En el mundo en desarrollo, la gente mira hacia Washington y ve al sistema de gobierno que permitió a Wall Street prescribir una serie de reglas que pusieron en riesgo la economía global y que, cuando toca asumir las consecuencias, vuelve a recurrir a Wall Street para gestionar la recuperación. Ve permanentes redistribuciones de riqueza hacia la cúspide de la pirámide, claramente a expensas de los ciudadanos comunes y corrientes. Ve, en suma, un problema básico de falta de controles en el sistema democrático estadounidense. Y después que se ha visto todo esto, sólo es necesario dar un pequeño paso para concluir que hay algo que funciona inevitablemente mal con la propia democracia.

Eventualmente, la economía estadounidense se recuperará y, hasta cierto punto, nuestro prestigio en el extranjero. Durante mucho tiempo, los Estados Unidos fueron el país más admirado del mundo, y todavía es el más rico. Guste o no, nuestras acciones están sujetas a permanente examen. Nuestros éxitos son emulados. Pero nuestras fracasos son criticados con escarnio. Todo esto me devuelve a Francis Fukuyama. Fukuyama estaba equivocado al pensar que las fuerzas de la democracia liberal y de la economía de mercado triunfarían de modo inevitable y que no habría vuelta atrás. Pero no estaba equivocado al creer que la democracia y las fuerzas de mercado son esenciales para tener un mundo justo y próspero. La crisis económica, en buena medida desencadenada por el comportamiento de los Estados Unidos, ha hecho más daño a estos valores fundamentales que cualquier régimen totalitario en los tiempos recientes. Tal vez sea verdad que el mundo se encamina al fin de la historia, pero de lo que se trata, ahora, es de navegar contra el viento y de ser capaces de definir el curso de las cosas.
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Joseph Stiglitz es profesor de teoría económica en la Universidad de Columbia, fue presidente del Council of Economic Advisers entre 1995 y 1997, y ganó el Premio Nobel de Economía en 2001. Actualmente, preside la Comisión de Expertos nombrada por el Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas para el estudio de reformas en el sistema monetario y financiero internacional.

Enlace a Sin Permiso
Traducción para www.sinpermiso.info: Xavier Layret

martes, 26 de mayo de 2009

Krugman y Roubini ven señales de estabilización

El economista Nouriel Roubini, pionero en adelantar la crisis financiera, señaló que la economía está cerca del final de la caída libre y que la recuperación se iniciará a comienzos de 2010. Roubini no fue el único en constatar este hecho. El Premio Nobel Paul Krugman, también mostró ayer su optimismo.

En un seminario en San Pablo, Roubini pronosticó que la economía mundial caerá 1,8% este año, y registrará un ligero crecimiento de 1,5% en 2010. El experto afirmó que el período más agudo de la crisis quedó atrás, y que la economía mundial debe salir de la recesión en los próximos seis a nueve meses, pero aclaró que la recuperación será lenta y débil.
“Después de U$S 12 trillones (millones de millones) destinados al combate de la crisis apenas en EE.UU., la economía está comenzando a estabilizarse”, afirmó.

Por su parte, Krugman dijo ayer que la economía global ha evitado una “catástrofe absoluta” y que los países industrializados podrían registrar algún crecimiento este año. “No me sorprendería que el comercio internacional y la producción industrial mundial se estabilizaran y comenzaran a crecer en dos meses”, dijo el profesor de la Universidad de Princeton. “No me sorprendería ver un crecimiento positivo del PIB en EE.UU. y quizá incluso en Europa, en el segundo semestre del año”, agregó.

En tanto, el vice director gerente del Fondo Monetario Internacional, John Lipsky, dijo ayer que el alza en los precios del petróleo refleja que la recesión puede estar cediendo y que la demanda está lista para repuntar. El aumento refleja “una mejora general y una muestra de que el período de caída en la economía mundial terminó”. No obstante, Lipsky advirtió que a corto plazo el FMI espera nuevas bajas de los precios, ya que las reservas son elevadas y la demanda sólo aumentará “gradualmente”.

jueves, 26 de marzo de 2009

Camdessus: "crisis financiera es un desastre ético"

El ex director general del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus sostuvo que la actual crisis financiera responde a un "desastre ético" y tiene componentes de "crisis de civilización". El economista francés, que actualmente preside la Societé de Financement de L'Economie Française (SFEF), creada para recapitalizar los bancos de Francia, identificó las que a su juicio constituyen las "tres carencias" que han causado la crisis: la desregulación, la carencia institucional y la carencia ética. Respecto a esta última, Camdessus afirmó que en cada etapa de la crisis pueden observarse faltas éticas graves íntimamente vinculadas a errores técnicos o profesionales:

"Es, por ejemplo, contrario a la ética otorgar préstamos tan arriesgados a personas cuya solvencia está lejos de poder ser demostrada; y tampoco es ético vender instrumentos representativos de estos créditos sin hacer explícita su naturaleza. Ha habido faltas éticas por parte de las autoridades financieras que han dejado que se establezca un clima en el cual la búsqueda de maximización de beneficios a corto plazo es la única ley.
"Los principios básicos de unas finanzas al servicio de una economía más humana se han ido ignorando. No se ha tenido en cuenta el sentido de la moderación de la codicia o la preocupación por el servicio a la comunidad que Adam Smith esperaba de todos los actores de la economía del mercado".

El ex director general del FMI apeló a los valores de la responsabilidad, la solidaridad y la "ciudadanía global" para evitar en el futuro una crisis como la actual. También se refirió a la reunión del G-20 de la próxima semana, y confía en que sirva para reformar las instituciones financieras internacionales, para lo que en los últimos meses ha habido negociaciones "sin precedentes en los últimos 30 años".

Vía | ABC.es

martes, 3 de marzo de 2009

Milton Friedman habla sobre la codicia


En su libro Capitalismo y Libertad (1962), Milton Friedman señala la necesidad de reducir el rol del Estado, privatizar las empresas públicas, quitar toda regulación a los mercados y exterminar los sindicatos. Todo ésto, para Friedman. constituye la base de una sociedad libre.
Esta entrevista es de 1979 y fue realizada por Phil Donahue.
Siga atento a próximas publicaciones.

domingo, 1 de marzo de 2009

Economistas republicanos imitan a las avestruces

La derecha estadounidense aún no se convence de las dimensiones y la magnitud de la crisis que estamos viviendo. Y pese a que el PIB cayó un 6,2% en el último trimestre, los senadores republicanos piensan que el plan de estímulo es innecesario.
Un artículo publicado por Brad DeLong que titula Stimulus Ostriches (Estimulo avestruces), da cuenta de la fuerte oposición que enfrenta Obama para implementar un plan de estímulo de grandes magnitudes como el que requiere la economia estadounidense para salir del atolladero. Gary Becker, Robert Barro y Eugene Fama, son algunos de los economistas de la yihad fundamentalista que sostiene la tesis de Reagan y Friedman: el gobierno es el problema.
Estos economistas siguen convencidos de que estamos frente a una recesión típica, como la crisis asiática de 1997, la mexicana de 1994, o la brasileña y rusa de 1998. Como estas crisis se resolvieron vía políticas monetarias, con importantes inyecciones de liquidez, sospechan que la crisis actual sigue el mismo derrotero.
Sin embargo, y como recuerda Alex Leijonhufvud: "Esta no es una recesión ordinaria". Todo el sistema bancario se encuentra colapsado y ha demostrado su total insolvencia: se descubrió el apalancamiento de 1 a 100 que ha creado un gigantesco agujero en los balances bancarios y que acumula pérdidas en torno a los 3,6 billones de dólares.
Lo que se requiere, tal como señala el artículo de Marcel Coderch es una intervención del Estado sin precedetes que evite el desplome total del sistema. Mientras ésto no se haga, mientras los economistas ortodoxos sigan diciendo que hay que esconder la cabeza debajo de la arena, la economía mundial seguirá por el despeñadero.

Vea el artículo de Brad DeLong Stimulus ostriches

lunes, 16 de febrero de 2009

Alex Leijonhufvud: "Esta no es una recesión ordinaria"


Alex Leinjonhufvud, el economista sueco que en los años 60 puso de relieve la diferencia existente entre lo que Keynes dijo y los modelos que hicieron los supuestos keynesianos como Hicks, Harrod y Samuelson, a partir de sus ideas, en obras como Keynes and the Keynesians: A suggested interpretation, On Keynesian Economics and the Economics of Keynes, y Keynes and the Effectiveness of Monetary Policy, entre otras, se ha manifestado bastante excéptico en torno a la crisis.

Para Leijonhufvud, esta crisis no tiene fácil solución y es más grave que las anteriores dado que todo el sistema bancario se encuentra colapsado, y ha demostrado su total insolvencia. Y además, el país de origen de la crisis es un país fuertemente endeudado, y con consumidores endeudados. Esta situación es la que ha abierto un agujero gigantesco en los balances bancarios que sigue creciendo y que puede acumular pérdidas de capital cercanas a los 3 billones de dólares, de los cuales 2 billones corresponden a los bancos.

Esta delicada situación es la que tiene al sector financiero empeñado en reducir la deuda: amortizando, vendiendo inventarios, negando nuevos créditos, provocando con ello un fuerte estancamiento. Y pese que los flujos de apoyo no han cesado, éstos no circulan. Y la economía global sigue hundiéndose.

Conocedor de la crisis sueca de 1992, señala que en ella el gobierno actuó con rapidez y precisión para cerrar los bancos insolventes y dejar en cuarentena a todos los "activos malos". Una vez que pasó la tormenta, los activos volvieron al sector privado. Si bien los accionistas lo perdieron todo, la pérdida para los contribuyentes fue mínima. Además, la recuperación vino rápido tras una devaluación del 25% de la corona sueca, lo que impulsó fuertemente las exportaciones.

Pero Estados Unidos no puede devaluar el dólar un 25% sin comprometer con ello las finanzas de los países que tienen sus reservas en dólares. Este equilibrio de terror financiero es parte de lo que tiene inmovilizado al sistema. Porque es como estar sobre un campo minado en el cual cualquier paso en falso puede precipitar aún más el descalabro.

En este link puede encontrar un análisis de la crisis, por Alex Leijonhufvud: No ordinary recession

sábado, 31 de enero de 2009

La teoría económica en el patíbulo

Sin duda que una de las grandes lecciones de la actual crisis económica mundial es la falacia de la teoría de la desregulación de los mercados propiciada contra viento y marea por Milton Friedman, quizá hoy el economista más cuestionado de la historia. Sus ideas, para muchos, han terminado hundiendo al planeta y sus falacias serán, quizá, objeto de escarnio y risa en algunos años para todo el mundo.

Pero todavía quedan algunos que defienden las teorías de Friedman. Para éstos, los gobiernos deberían haberse mantenido al margen de la crisis y haber dejado que ésta siguiera su curso normal, como si se tratara de una leve gripe que con cierto reposo se alivia.

Uno de los más fanáticos de este concepto es Eugene Fama, a los que sigue hasta el propio Greg Mankiw, quien señala a Robert Lucas como el mejor economista de la historia, pese a que ha sido Lucas, con su teoría de las expectativas racionales, quien avaló toda la locura financiera.

Lo que sorprende, es el desconocimiento general de la teoría. Una cosa es que en las actuales universidades no se enseñe a Keynes ni a Miskyn, pero otra cosa es que consideren que las teorías de Friedman y Lucas son la quitaesencia de la teoría económica. Para qué hablar de las descalificacioes que corren de un lado al otro.
Este aspecto, y como lo reseña Paul Krugman, pone a algunos economistas a la altura de aquellos biólogos que jamás han oído hablar de la teoría de la evolución de las especies y el concepto de la selección natural.

¿Se entiende hasta donde hemos llegado? Con Fama y Mankiw, tenemos crisis para rato.

Vía Paul Krugman | http://krugman.blogs.nytimes.com/2009/01/30/saving-investment-keynes-evolution/

sábado, 24 de enero de 2009

Michal Kalecki

Frente a la crisis y a la adopción de fuertes medidas por parte de los gobiernos del mundo, se habla de medidas keynesianas, ¿y qué tal si recordáramos que son también medidas kaleckianas?. Keynes y Kalecki fueron contemporáneos, y aunque se conocieron y no se aguantaron, llegaron a conclusiobes similares.
El siguiente es un texto tomado del Blog Mente fría y corazón valiente, de Ana Escoto.

Kalecki nació en Lodz, Polonia, un 22 de junio de 1899. En 1917 se graduó de bachiller. De 1917 a 1918 estudió en la Politécnica de Varsovia. Tuvo que interrumpir los estudios para acudir al servicio militar. No retomaría los mismos sino hasta 1921, esta vez en la Politécnica de Gdansk. En 1924, poco antes de que pudiera graduarse, su padre se quedó sin trabajo. Kalecki dejó la politécnica y buscó empleo. Los trabajos ocasionales con los que vino ayudando a su padre no eran ahora suficientes. Tenía veinticinco años. Eran tiempos difíciles. Desconocemos la lista completa de las obras económicas con las que Kalecki se familiarizó, cuando joven, pero puede suponerse que ninguna formaba parte de la teoría económica principal de su época. Conocemos sin embargo, unos pocos nombres que quizá se vio obligado a frecuentar por el régimen de gobierno, como el Tugan-Baranovsky (muy discutido en los colegios rusos). Sabemos que leyó a Karl Marx y a Rosa Luxemburgo. De algún modo este autodidacta se convirtió en periodista económico. Quiso crear el periódico comercial Koniunktura Wlokiennicza. Fracasó tras la primera edición. Escribió para el Polska gosopodarcza y el Przeglad gospodarczy. Pero, no pudo vivir de ello. A fines de 1929 solicitó un trabajo al “Instituto de Investigación de Ciclos Económicos y Precios”. El profesor Edward Lipinski, director del mismo, describió el encuentro:

-¿Es usted economista?

-No. Estudie en la Politécnica.

-¿Qué ha escrito usted?

-Artículos.

-Por favor déjelos aquí y vuelva dentro de tres días.

Al cabo de tres días, había sido contratado.

Seguir leyendo el artículo en Mente fría y corazón valiente
Más información sobre Michal Kalecki: Wikipedia, Eumed, Kalecki y su doctrina económica

domingo, 7 de diciembre de 2008

Krugman advierte que la industria automotriz desaparecerá

El premio Nobel de Economía Paul Krugman señaló en Estocolmo que la industria automotriz desaparecerá al ser "insostenible con la economía actual". El economista estadounidense viajó a Estocolmo, Suecia, para recibir el próximo miércoles las 10 millones de coronas suecas (1,4 millones de dólares) monto del Premio Nobel Memorial en Ciencias Económicas por su trabajo en los patrones de comercio internacional. Algunas de las investigaciones de Krugman sobre geografía económica intentan explicar por qué la producción de recursos se concentra en determinados lugares.

Hablando a los reporteros tres días antes de la ceremonia de entrega del Premio Nobel, Krugman señala que el plan del Congreso estadounidense de rescatar a la industria automotriz con una inyección de 13 mil millones de dólares es una solución de corto plazo, como resultado de una "falta de voluntad para aceptar el fracaso de una gran industria en el medio de una crisis económica".

Frente a las pérdidas masivas de puestos de trabajo, la Casa Blanca y el Congreso están negociando un acuerdo para suministrar 13 mil millones de dólares para evitar el colapso de la industria automotriz.

Ver Reporte de AP por Malin Rising
En El Blog Salmón | El Congreso cede y rescata a automotoras

martes, 2 de diciembre de 2008

Robert Mundell: "El mundo irá al desastre si la Fed no corrige sus errores"


El economista Robert Mundell, creador del modelo Mundell-Fleming para la libre movilidad de capitales y la estabilidad de la balanza de pagos, y ganador del premio Nobel en 1999, señaló que la actual crisis es muy diferente a la de 1929:

Se trata de una crisis muy, pero que muy diferente a la que siguió a la época del colapso del mercado accionarial en Nueva York en el mes de octubre de 1929. En la crisis de los años treinta sucedieron tres cosas: una crisis bancaria y de liquidez y una profunda deflación, un colapso del comercio internacional y un paro masivo. La crisis actual presenta mayores analogías con las crisis del colapso del sistema monetario internacional de comienzos de los setenta.
Todo esto tiene que ver con las fluctuaciones del valor cambiario del dólar. Dado que el dólar es, de hecho, la divisa mundial, las profundas fluctuaciones a las que se ve sometido influyen sobre todo el sistema monetario internacional.
La Fed cometió el error de creer que los bajos tipos de interés implican una moneda débil. Pero el hecho de que la moneda sea débil o fuerte no viene determinado sólo por lo que le suceda a las reservas monetarias o a los tipos de interés. Una moneda es débil sólo cuando las reservas crecen más que la demanda de liquidez. También es cierto que las reservas de liquidez crecen rápidamente, pero no tanto como la demanda de liquidez.

Esta es la razón por la que el precio de las acciones se ha hundido y el dólar cogió vuelo. Y esto explica, además, la quiebra de Lehman Brothers, la mayor quiebra bancaria de la historia.

Lo más importante es volver a una versión mejorada del sistema Bretton Woods de tipos de cambio fijos. Es necesario encontrar una unidad de valor global para añadir al dólar. La mejor solución sería establecer una unidad de valor de un conjunto formado por las principales divisas unidas entre sí. Idealmente, todo esto debería comenzar con la cooperación entre la Fed y el BCE, para estabilizar en el marco de ciertos parámetros al dólar y al euro.


Entrevista completa en | El Economista

lunes, 1 de diciembre de 2008

Triste adiós a una gran blogger



La noticia no ha dejado de impactarme: Doris "Tanta" Dungey, una de las voces influyentes del colapso financiero, falleció ayer a la edad de 47 años, víctima de un cáncer.
Doris Dungey, que escribía con el seudónimo de Tanta para Calculated Risk se convirtió en una de las voces de referencia sobre la crisis con sus análisis profundos y su sentido de la realidad económica, llenando el vacío de una prensa convencional más interesada en ocultar los hechos que en dar cuenta de la verdad.
Calcutaded Risk es un blog que recibe más de 75 mil visitas cada día nutriendo de información relevante a quienes hemos buscado desentrañar los misterios de esta crisis plagada de errores humanos. Desde este pequeño espacio, un sentido homenaje a Tanta. Doris Dungey descansa en paz.

Ver nota en The New York Times por David Streitfeld.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Stiglitz advierte que la crisis afectará enormemente a los países latinoamericanos



Joseph Stiglitz ha asegurado que la crisis financiera impactará “enormemente” a los países latinoamericanos, aunque estén ahora mejor preparados para enfrentarla que hace 10 años. Stiglitz habló en las Naciones Unidas, en la inauguración del segundo foro de pensamiento social estratégico de América Latina organizado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El foro se centró este año en el impacto de la crisis en los países de la región, sobre todo en sus programas sociales.

El economista pidió a los gobiernos latinoamericanos cautela y no abusar del optimistas: América Latina está en una mejor posición que hace cinco o diez años y la mayoría de los países tienen sólidas instituciones políticas y economías mejor blindadas frente a crisis externas. Pero "la crisis afectará de manera diferente a cada país”, y puso el ejemplo de México, donde las consecuencias serán a más largo plazo debido a la “cercana relación comercial que tiene con Estados Unidos”.

Stiglitz repasó el origen y desarrollo de esta crisis, mostrándose crítico con el gobierno de su país, sobre todo con los últimos ocho años de presidencia de George W. Bush. Consideró “desalentador” que los “países de América Latina que han tenido políticas económicas buenas y que han hecho todo lo posible en los últimos años”, ahora se ven afectados por la crisis financiera generada en los países ricos.

El ex funcionario del Banco Mundial responsabilizó a las políticas económicas y financieras de Washington de las turbulencias actuales y abogó por una mayor regulación de los mercados mundiales. El Nobel de Economía dijo que es necesario “reformar el sistema económico global”, así como las instituciones financieras salidas de Bretton Woods y dar paso a “una nueva arquitectura económica mundial”.

Las crisis puede afectar a los grupos más vulnerables de manera desproporcionada, teniendo consecuencias más graves para los pobres y los marginados. Según datos oficiales, 100 millones de personas en todo el mundo han caído este año en la pobreza como resultado de la crisis de los alimentos y del combustible.

martes, 14 de octubre de 2008

El neoliberalismo y su rotundo fracaso en la Política Económica


En el artículo inaugural de su blog, publicado el 18 de septiembre del año pasado en The New York Times, Paul Krugman dio cuenta del profundo deterioro en la distribución del ingreso de los EEUU desde fines de los años 70. En su gráfica mostró el porcentaje de la riqueza del 10% más rico de la población a lo largo de cien años dando cuenta de tres zonas:
  1. La distribución del ingreso hasta 1940, la larga Edad de oro que continuaba la tendencia del siglo 19 con una desigualdad abrumadora (el 10% más rico poseía el 45% de la riqueza);
  2. Los 40 años de empoderamiento de la "clase media" producto del New Deal (1940-1980), en los cuales el 10% más rico promedió un 32% de la riqueza reduciendo la desigualdad de ingresos.
  3. Desde 1980 hasta ahora con un retorno paulatino a la desigualdad de los primeros años del siglo XX.
Desde su primer post, hace poco más de un año, Krugman centró su preocupación económica en el tema de la desigualdad y en una forma de desarrollo que permita que los beneficios del crecimiento económico sean ampliamente compartidos. Krugman veía con malestar cómo los EEUU creaban una gran brecha entre ricos y pobres y señalaba que entre 1979 y 2005 los ingresos reales del promedio de los hogares aumentaron un 13%, mientras los ingresos del 0,1% más rico lo hacía en 296 por ciento!

Para Krugman, el gran desarrollo de la clase media estadounidense entre 1940 y 1980 fue impulsado por el cambio político de gobiernos que privilegiaron un desarrollo equitativo. Las políticas de 1980 en adelante, con Ronald Reagan a la cabeza, derribaron todas esas conquistas sociales y acrecentaron la desigualdad.

Habría que agregar que las políticas implantadas por Reagan fueron copiadas por muchos gobiernos creando el gran trade-off entre crecimiento y distribución. Las políticas económicas neoliberales han fracasado en toda su línea en la misma tierra de Milton Friedman. ¿Qué se puede esperar para el resto del mundo? Gracias al neoliberalismo, los frutos del crecimiento económico lejos de ser resueltos políticamente en beneficio de la gran mayoría, han pasado a ser lisa y llanamente privilegio de una elite: el 1% se lleva la gran parte de la torta, mientras el 99% restante se reparte las migajas.

lunes, 13 de octubre de 2008

¿Una luz al final del túnel?

Un cambio en la tendencia bajista tuvieron las bolsas mundiales tras el consenso alcanzado ayer por los líderes europeos para rescatar a sus bancos en riesgo de la crisis financiera mundial. En las bolsas de Asia, Europa y América hubo alzas de hasta un 11%. El índice español IBEX 35 se disparó al 10,65%, el CAC francés 11,18%, el DAX 30 alemán 11,4%, mientras el FTSE 100 del reino unido en 8,26%. El Dow Jones escaló 11,08% para ubicarse en 9.387 puntos. El IPSA en Chile subió 12,52%.

A este hecho se añade el otorgamiento del premio Nobel de Economía a Paul Krugman, un crítico tenaz de la política de Bush y del Neoliberalismo que el año 2003 publicó El gran engaño, obra en la cual denuncia la sumisión del sistema político, judicial y económico estadounidense a la extrema derecha. Paul Krugman es un economista de la corriente neokeynesiana y tiene un blog en The New York Times desde octubre del año pasado que actualiza varias veces al día.

La pregunta que viene ahora es ¿Cuánto durará este optimismo?

Nobel de economía para un crítico de Bush

El economista estadounidense Paul Krugman ha ganado el Premio Nobel de Economía por su análisis de los patrones de comercio y la localización de la actividad económica, según informa la Real Academia Sueca de las Ciencias. Krugman, de 55 años, es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton (EEUU) y ha destacado por ser crítico con las políticas económicas de George W. Bush.

El Premio está dotado con diez millones de coronas suecas (un millón de euros) y se entrega el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de Alfred Nobel. El año 2004 Krugman fue premiado con el Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales y en 1991, la Asociación Económica Americana le galardonó con la medalla John Bates Clark.

Autor de más de 200 artículos y una veintena de libros, Krugman es columnista habitual de The New York Times, con un blog que actualiza diariamente y en el cual se ha propuesto denunciar el deterioro de la economía en las últimas dos décadas. Su obra Economía Internacional: teoría y política es un libro de referencia en esta disciplina. Junto a Joseph Stiglitz, Krugman ha sido crítico del Consenso de Washington y ha reclamado una globalización gobernada para reducir las desigualdades pues la liberalización del comercio no las reduce. Este es uno de los aspectos que la teoría no logró prever: la radicalización de la pobreza y la concentración del capital producto de una globalización sin horizonte humano.

En este post Krugman cuenta por qué le dieron el Nobel. Y aquí se adjuntan los papers de 1980 y 1991.
Paper de 1980: Scale Economies, Product Differentiation, and the Patter of Trade
Paper de 1981: Increasing Returns and Economic Geography

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