martes, 3 de diciembre de 2024

La "solución" OTAN


Nahia Sanzo, Slavyangrad.es

“Gracias por estar aquí. Para nosotros es importante que no se pierda el foco en Ucrania”, afirma Volodymyr Zelensky antes de responder a la primera pregunta del periodista de Sky News que le entrevista. La necesidad de mantener el interés mediático e insistir en la importancia de la causa ucraniana para el futuro mundial implica garantizar la mayor presencia posible en la prensa occidental y soportar incluso entrevistas incómodas, como la realizada por Stuart Ramsay, que desde su apertura insiste en saber si el presidente ucraniano considera que el país se encuentra en una situación crítica. “He cubierto la guerra desde que empezó”, explica Ramsey para precisar que “estuve aquí en 2014”, un comentario al que Zelensky no responde. Ucrania no se ha decidido aún por una narrativa única sobre lo ocurrido tras el cambio irregular de Gobierno en febrero de ese año en Kiev, que derivó en la anexión rusa de Crimea y la guerra de Donbass. La idea de la invasión sin un solo disparo no es lo suficientemente épica para que Kiev se decida por el discurso de diez años de invasión, por lo que suele verse subordinada a una visión de los hechos que simplemente ignora lo ocurrido entre el golpe de estado de Maidan el 22 de febrero de 2014 y el reconocimiento ruso de la independencia de la RPD y la RPL el mismo día de 2022. En cualquiera de los casos, Crimea, y no Maidan o la actuación de Ucrania ante las protestas de una parte importante del país, es el pecado original desde el que, sin pasar por lo ocurrido en Donbass y en el largo proceso de paz, existe una línea directa hasta la invasión rusa del 24 de febrero de 2022.

Al responder a la pregunta del periodista británico sobre la situación grave que Ucrania vive en el frente apelando a la moral de las tropas, el presidente ucraniano introduce uno de los tres temas clave de la entrevista: la cuestión del personal. Visiblemente molesto por la situación y posiblemente por las presiones a las que está siendo sometido por parte de sus aliados, Zelensky trata de dar la vuelta a la pregunta para que el reproche de sus aliados se convierta en uno a sus proveedores. Desde hace varios meses, pero en los últimos días de forma mucho más explícita, Estados Unidos exige a Ucrania ampliar el reclutamiento a la población de hombres más jóvenes para paliar así la escasez de personal que está minando el esfuerzo defensivo ucraniano en Donbass. “Creo que tenemos muchos soldados y la limitación, francamente, es que tenemos que salvar el máximo número de vidas posible”, afirmó Zelensky utilizando el habitual argumento de su propaganda, que contrasta con la práctica de luchar por cada localidad hasta que la batalla está perdida y posteriormente anunciar la retirada para preservar las vidas de los soldados.

“Si hay soldados, hay que darles armas, de lo contrario los perderemos. Nunca habrá suficientes reservas. No voy a hablar ahora de la propuesta de movilización de algunos líderes… Sólo les hago una pregunta: ¿Qué quieren? ¿Matarlos? Porque no hay armas suficientes. Ustedes quieren que movilicemos a los jóvenes, pero ¿con qué armas van a luchar? Mucha gente habla de ello, pero en política siempre es así. Con la movilización, nos encontramos en una situación tal que tenemos 10 brigadas, pero nuestros socios no ayudaron a proporcionar armas a dichas brigadas. Dije a nuestros socios que necesitamos esas armas, pero hoy ni Europa ni Estados Unidos lo han hecho. A día de hoy, sólo dos brigadas y media están equipadas”, afirmó Zelensky, devolviendo, como un boomerang, la pregunta a sus aliados. Todos los problemas de esta guerra parecen limitarse, en el discurso ucraniano, a la falta de suministro de armas occidentales. Teniendo en cuenta que la desmovilización de quienes llevan meses, si no años, luchando fue eliminada de la ley que regula el reclutamiento, la afirmación de Zelensky, que parece dejar abierta la posibilidad a enviar al frente a los jóvenes menores de 25 años si Occidente aumenta el suministro de armas, no parece ajustarse a la realidad sino a las necesidades de seguir exigiendo un aún mayor esfuerzo a sus aliados. “Si los oficiales europeos o americanos tienen una idea diferente de lo que tenemos que hacer con la edad de reclutamiento, quiero pedir a nuestros aliados que hagan su parte del trabajo y nosotros haremos el nuestro”, añadió Zelensky.

El segundo gran tema de la entrevista es la relación con Donald Trump y las expectativas ucranianas ante su regreso al poder. “Quiero trabajar con él directamente porque hay diferentes voces de gente a su alrededor. Por eso no debemos permitir que nadie destruya nuestra comunicación”, respondió Zelensky ante la pregunta del periodista británico. “Tenemos que intentar encontrar un nuevo modelo. Quiero compartir con él ideas y quiero escucharle”, añadió. El planteamiento es claro: Ucrania confía en la capacidad de Zelensky de crear una relación personal que consiga que el presidente electo escuche únicamente a algunas de las voces de su entorno. El presidente ucraniano ha sido lo suficientemente explícito en el pasado sobre los puntos de vista de personas como JD Vance como para comprender que el plan pasa por potenciar las posturas del general Kellogg, el futuro Secretario de Estado Marco Rubio y quien será Asesor de Seguridad Nacional, Michael Waltz. Todos ellos han mostrado posturas favorables al suministro de armas, han calificado a Rusia de enemigo y han valorado la importancia de la guerra de Ucrania para la seguridad nacional de Estados Unidos.

Sin duda, la parte más importante de la entrevista es la relativa a la cuestión territorial y la de la seguridad, vinculadas directamente por el propio presidente Zelensky ante la pregunta del periodista sobre la posibilidad de un alto el fuego, que irremediablemente implicaría concesiones territoriales. En línea con la necesidad de presentarse como favorable a la paz para ganarse el favor de Donald Trump, el presidente ucraniano reiteró la necesidad de avanzar hacia un alto el fuego, aunque en ciertas condiciones.

“Si queremos detener la fase caliente de la guerra, tenemos que tomar bajo el paraguas de la OTAN el territorio de Ucrania que tenemos bajo nuestro control», afirmó. “Tenemos que hacerlo rápido. Y luego, en el territorio de Ucrania, Ucrania puede recuperarlos de forma diplomática”, añadió. La versión de Zelensky, que ha sido presentada como una novedad, la primera vez en la que Ucrania admite la posibilidad de pérdida de territorios como vía para lograr la paz, parte del lugar común más frecuente de esta guerra: Kiev precisa de las máximas garantías de seguridad, ya que no puede confiarse en la palabra de Vladimir Putin. Es preciso entonces garantizar que el presidente ruso “no vuelva” para capturar más territorio.

Pese a la sorpresa que ha causado para parte de la prensa que ve en la actual postura de Zelensky una limitación de los objetivos y una apertura a la diplomacia, la idea de renunciar temporalmente a los territorios perdidos no es una novedad. El primer planteamiento en esa dirección fue publicado en noviembre de 2023 por The Guardian, que hacía referencia al plan de Anders Fogh Rasmussen, exsecretario general de la OTAN. El plan Rasmussen, elaborado junto a Andriy Ermak como uno de los lobistas de cabecera de la Oficina del Presidente, planteaba congelar el frente y una Ucrania según sus fronteras de facto se adheriría a la OTAN. Diferentes formulaciones de esta idea se han repetido a lo largo del último año, generalmente calificadas de vía alemana de acceso a la Alianza. Como insiste ahora Zelensky, Ucrania no renunciaría a los territorios perdidos que, según el presidente ucraniano, podrían recuperarse “por la vía diplomática”.

Ahí radica la diferencia entre esa posibilidad, que Zelensky admite que nadie ha ofrecido a Kiev. Mientras existía un reconocimiento mutuo y fronteras claras entre la RDA y la RFA, dos países entre los que no mediaba una guerra, la situación actual en el frente ucraniano hace inviable esa solución: tan solo existe una línea de demarcación, no habría de ninguna manera reconocimiento de la pérdida de territorios y la situación implicaría un riesgo continuo de reactivación de la guerra. Aun así, este es el planteamiento que Zelensky ha escogido para hablar de un posible final de la “fase caliente de la guerra”.

En Estambul, Rusia ofrecía a Ucrania garantías de seguridad de diferentes países y una pérdida mínima de territorio a cambio de conseguir un tratado que pusiera oficialmente fin al conflicto y la renuncia a la OTAN. La expansión de la Alianza hacia las fronteras rusas, unida al rechazo ucraniano a implementar los acuerdos de Minsk, es una de las causas de esta guerra. Sin embargo, Kiev trata de hacer de la OTAN la solución, la vía para obligar a Rusia a cesar el fuego. El plan Rasmussen-Ermak, que es la propuesta que Zelensky intenta poner sobre la mesa ante sus aliados, nunca fue una iniciativa de paz sino de guerra. Como explicaba abiertamente aquel artículo, la adhesión de Ucrania a la OTAN supondría que cualquier proyectil ruso que impactara en territorio bajo control ucraniano sería considerado una agresión a uno de los países miembros y, por lo tanto, tendría la capacidad de activar el Artículo V de defensa colectiva. Las palabras de Zelensky indican que su posición no ha cambiado y que Ucrania seguirá exigiendo la adhesión a la OTAN y la recuperación de su integridad territorial incluyendo Crimea, dos exigencias inviables por la vía diplomática y que Rusia solo podría aceptar militarmente derrotada.

Rechazado por parte de Ucrania el acuerdo de Estambul, Kiev optó por buscar una victoria militar que se resiste en el frente. La respuesta de la Oficina del Presidente ante el empeoramiento de su situación, aunque camuflada de iniciativa de paz, vuelve a ser un planteamiento de guerra. Frente a la búsqueda de un tratado y una resolución definitiva, Zelensky ofrece a Rusia y a sus aliados una situación de inestabilidad, la enésima reformulación de un gran acuerdo de Minsk, que dependería de la voluntad de las partes para mantener el alto el fuego, y el riesgo constante de reinicio de las hostilidades, en esta ocasión con el elefante en la habitación: como planteaba la propuesta de Rasmussen, Ucrania trataría de implicar directamente a sus socios en la guerra alegando que cualquier infracción rusa del alto el fuego sería en realidad una agresión a la OTAN.



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